CLARITA
Clarita, mi hija, ha hecho conmigo su primera visita
importante. Ha caído en plena Tertulia de los Viernes en el momento en que
Pedro Henríquez Ureña abre un libro y se dispone al traducir y leer. Algo profundo,
original, grave. Está sentada en un sillón, perdida en su amplitud, con sus
cinco años enfocados sobre el lector.
Henríquez Ureña lee con el libro en las rodillas, con la
mano izquierda encima, como guía, mientras levanta la otra, magistral ante el
auditorio.
Lo hace lentamente, atendiendo a las observaciones que
brotan de aquí o de allá. Todo el mundo está extrañado de la compostura de la
niña, como lo hacen sospechar algunos
guiños expresivos y algunas palabras disimuladas. Cuando la
lectura ha terminado, Clarita exclama, iracunda:
-Eso no es un cuento.
Ha estado un cuarto de hora esperando ver surgir, entre los
conceptos grises y complicados, las alas pequeñas, y tan inmensas, de la
mariposa. Y parece que se hubiera enojado con la dueña de casa, con el lector,
conmigo y con toda la filosofía habida y por haber.
Baldomero Fernández Moreno
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