7 de septiembre de 2017

Clarita, Baldomero Fernández Moreno

CLARITA

Clarita, mi hija, ha hecho conmigo su primera visita importante. Ha caído en plena Tertulia de los Viernes en el momento en que Pedro Henríquez Ureña abre un libro y se dispone al traducir y leer. Algo profundo, original, grave. Está sentada en un sillón, perdida en su amplitud, con sus cinco años enfocados sobre el lector.
Henríquez Ureña lee con el libro en las rodillas, con la mano izquierda encima, como guía, mientras levanta la otra, magistral ante el auditorio.
Lo hace lentamente, atendiendo a las observaciones que brotan de aquí o de allá. Todo el mundo está extrañado de la compostura de la niña, como lo hacen sospechar algunos
guiños expresivos y algunas palabras disimuladas. Cuando la lectura ha terminado, Clarita exclama, iracunda:
-Eso no es un cuento.

Ha estado un cuarto de hora esperando ver surgir, entre los conceptos grises y complicados, las alas pequeñas, y tan inmensas, de la mariposa. Y parece que se hubiera enojado con la dueña de casa, con el lector, conmigo y con toda la filosofía habida y por haber.

Baldomero Fernández Moreno

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