José Luis Colombini leyendo Notas sobre el último viaje del autor a su pueblo natal de Jorge Teillier
Café Literario l Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento 10/04/14
Biblioteca Domingo F. Sarmiento. Villa Dolores, “Traslasierra” Córdoba, Argentina
Café Literario l Grupo Literario Tardes de la Biblioteca Sarmiento 10/04/14
Biblioteca Domingo F. Sarmiento. Villa Dolores, “Traslasierra” Córdoba, Argentina
Notas sobre el
último viaje del autor a su pueblo natal , Jorge Teillier
A Stefan Baciu en
Hawaii,
y a Vasile Igna, mi
primo desconocido, en Cluj, Transilvania
1
En el pueblo
donde algunos me conocen
como el poeta cuyo nombre suele
aparecer en los diarios,
paseo por la Calle Comercio
que ahora se llama
Avenida Bernardo O’Higgins
(Como en Santiago).
He comulgado con la tierra.
Voy a la Sidrería
Allí están los
parroquianos de siempre
y me saludan mis
viejos compañeros de curso
que sueñan con ser
alcaldes o regidores o comprarse una citroneta.
Ha cerrado el cine.
Aún quedan afiches
que anuncian películas de sepia.
A lo largo de los cercos
las ortigas siguen hablando con su
indestructible lenguaje.
En el techo de mi
casa se reúne el congreso de los gorriones.
Pienso por primera vez
que no pertenezco a ninguna parte,
que ninguna parte me pertenece.
2
El viento trae olor
a terneros mojados.
3
Kilómetro 662 a las
cuatro de la tarde.
En la calle
Comercio los turcos y los españoles
bostezan tras los
mostradores.
No hay un alma en
la calle a la hora de la siesta
horadada sólo por
el cuerno primitivo del vendedor de helados.
En las afueras los
campesinos esperan las micros rurales.
Tal vez me vaya a
otro pueblo
cuyo destino voy a
leer en la palma de sus calles.
4
Hay praderas
manchadas de vacas y girasoles.
De las cosas que
puedan consolarme cuando vuelva
a la ciudad enferma
de smog.
Viajaré en vagones
de segunda atestados como los
de las novelas
sobre la Revolución Rusa.
He visto las
ventanas ciegas del Molino.
Con su arruinado
dueño he tomado un trago en
cualquier cantina
Paso la tarde sin
darme el trabajo de llegar ni siquiera
al fondo del patio
de la casa paterna.
5
El único hojalatero
que quedaba en el pueblo
fue buscar trabajo
a Lonquimay.
No ganó mucha plata
pero contempló la Cordillera.
Él no tiene Leica
ni Kodak
así que se dedicó a
dibujarla
para que sus nueve
hijos la conocieran de verdad.
6
A los mapuches les
gustan las canciones mexicanas
del Wurlitzer de la
única Fuente de Soda.
Las escuchan
sentados en la cuneta de la Calle Principal.
Van a la vendimia
en Argentina y vuelven con terno
azul y
transistores.
Ha llegado la TV.
Los niños ya no
juegan en las calles.
Sin hacer ruido se
sientan en el living para ver a
Batman o películas
del Far West.
Mis amigos están
horas y horas frente a la pantalla.
Tengo ganas de que
lleguen los Ovnis.
7
Me cuesta creer en
la magia de los versos.
Leo novelas
policiales,
revistas
deportivas, cuentos de terror.
Sólo soy un
empleado público como consta en mi
carnet de
identidad.
Sólo tengo deudas y
despertares de resaca
donde hace daño
hasta el ruido del alka
seltzer al caer al
vaso de agua.
En la casa de la
ciudad no he pagado la luz ni el agua.
Sigo refugiado en
los mesones,
mirando los
letreros que dicen "No se fía".
Mi futuro es una
cuenta por pagar.
8
Si el futuro
pudiera extenderse pulcramente
como mi madre
extiende las sábanas de mi cama.
Miro la ropa puesta
a secar en el patio.
Han entrado
ladrones de gallinas en la casa del frente.
Voy a la plaza a
leer el diario con noticias más
añejas que las de
San Pablo.
9
Solitario donde
nunca he estado solitario
camino hasta el
abandonado velódromo de tierra
donde no aparece ni
el fantasma del Campeonato
de Ciclismo de
Chile del año 30.
Hay caballos
pastando en lo que fue cancha de fútbol.
Todos se interesan sólo por ir a ver los partidos
profesionales a la
Capital de Provincia
mientras yo pienso
mordisquear una brizna de brezo.
10
Trasnochador
empedernido
contemplo la luna
igual a la de 1945
enrojecida por la
erupción del Llaima.
La misma que miraba
desde la buhardilla
mientras leía como
ahora "Los miserables" y el
Almanaque Hachette.
11
Acuérdate que te
recuerdo.
Si no te acuerdas
no importa mucho.
Siempre te veré
caminando sobre los rieles
buscando el durazno
más maduro de la quinta.
12
Ya pasó el Rápido a
Puerto Montt
que antes se
llamaba el Flecha del Sur.
Voy de la estación
al puente
cuyos faroles dicen
"Fundición Dickinson, 1918".
Ya no existe esa
fundición
ni ninguna
fundición.
Confío mi memoria
al río Cautín y a la Capilla de Guacolda.
Afirmado en las
barandas del puente
miro el cielo del
verano que apenas sujetan los
clavos de plata de
las estrellas.
13
Hemos llegado a
esta aldea en un Pontiac 40
por caminos que
jamás serán pavimentados.
Espantamos cerdos y
gallinas.
Los niños se asoman
asombrados.
En el negocio
clandestino
pedimos un pipeño y
hablamos con el dueño
y con un
tractorista que nos asegura que Hitler está vivo
y con dos recién
llegados que nos convidan charqui
de pescado:
son un estibador de
Talcahuano y su compadre
mapuche que lo trae
al anca.
Todos bebimos en la
misma medida
y volvimos como
nuestros antepasados
ebrios al pueblo
que un día nos rechazará.
14
Día domingo de
salida de misa.
Las niñas se pasean
con la moda recién llegada de Santiago
acompañadas por la
banda del Regimiento que toca cumbias.
Los dueños de casa
compran las primeras sandías
y los diarios con
las noticias frescas de los últimos crímenes.
Camino por las
últimas calles de este lugar de
bomberos, rotarios,
carabineros, jubilados,
tinterillos y
profesores primarios,
allí los puñales
del sol entran por las costillas de los
pobres cercos de
madera.
Siento los
estertores de las postreras carretas y
locomotoras a
vapor.
Busco la paz
tendiéndome en la pradera condecorada
por los girasoles
contemplando el
glorioso oleaje del trigo
y los viajes
infinitos de las nubes que van a llorar
por nosotros.
Jorge Teillier
(Chile) (1935-1996)
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