Cenizas en la orilla de la tarde
En las pestañas cenizas
y entre los labios también.
Alfonso Reyes
I
Donde comienza toda esperanza
ajustaste una vez
(exactamente)
la medida de mi cuerpo
al peso de tu voz.
Tal vez sigas ahora tan inmensa
como siempre. Como la viva
moneda rescatada
en la lentitud
de esta noche olvidada
en lo eterno.
Dónde estarás.
Estás y vas conmigo
por los desvaríos del planeta
saltando de la nada al paraíso.
II
Ahora que he perdido todo asomo
de animal inteligente
debo concluir
el poema.
La noche luce
una agregada luminosidad: ramita
de un verde que todo lo salva.
Debo abandonarme a la luz
antes que la muerte sea la ciudad
triste y apagada
y dejes de quererme.
Ahora,
después no habrá tiempo
para volver a creer en la inocencia.
III
Me acompaña tu sonrisa
prendida en el retrato. Asomada
a la edad del principio
donde siempre hubo secretos
que guardar.
La distancia descubre como suenas.
Quemadura de fruta
que muerde la memoria y obliga
a echar sobre la mesa
todas las cosas aprendidas.
Patrimonio del pasado
y del presente.
Agradezco
este vino de atardecer
que además de traer el mes de abril
relata una vez más la aventura
de un hermoso país.
Claudio Suarez
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