MADOR
I
Cargamos piedras
pesadas como murallas, arrastramos
redes llenas
de cetáceos,
allá, en una
tierra ávida de condenados,
allá donde se
eriza bajo la mano el lomo del mundo.
Llevamos un
río sobre los hombros al amanecer,
comimos una
avena negra, la miel de la locura,
allá, donde
nace el embrión de la mirada,
allá donde
desova diariamente la mónada del sueño,
allá, en la
madriguera del sí y el no,
allá donde
tiene diente el ojo, boca el corazón.
II
Y tú, atada
todavía al cordón umbilical,
transformas
la privación en promesa,
tú, empapada
en el sudor de los vivos,
comes en
silencio el trigo de los muertos.
III
Tempestades
de ojos, vientos de conciencia,
y a lo lejos
cantos de cuna.
Oh nunca
bastante de tanta esperanza.
IV
Pero de
pronto todo se hundió debajo del silencio,
debajo de la
lluvia, debajo, debajo,
y al correr
la piedra para ver el rostro
brotó de la
nada un chorro azul.
Dientes
blancos de la alegría, dientes blancos de la
alegría,
y tú, sombra
rapada, velando el esplendor.
Horacio Castillo
De Los Gatos
de la Acrópolis (1998)
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