El lío con la poesía, Charles Simic
Lo único para lo que siempre ha sido buena la poesía es
para hacer que los niños odien la escuela y brinquen de alegría el día que no tengan que
ver más otro poema. Todo el mundo entero coincide en ello. Nadie en su juicio, jamás, lee
poesía. Incluso entre los teóricos literarios de hoy día está de moda señalar como
inaccesible toda la literatura, especialmente la poesía. Que algunas personas todavía continúen
escribiéndola es una rareza que pertenece a alguna columna “Créalo o No” del
periódico.
Cuando los poetas encomiaron a los dioses y a los héroes
tribales y glorificaron su sabiduría para la guerra, fueron tolerados, pero con la aparición
de la poesía lírica y la obsesión del poeta con el ego, todo cambió. ¿Quién quiere oír acerca
de la vida de seres insignificantes, mientras los grandes imperios se erigen y caen? Todas
esas fruslerías sobre estar enamorado, besuquearse y experimentar detenidamente la
alborada del día mientras canta el gallo, es de lo más risible. Maestros, clérigos y
otros policías de la virtud siempre han sido cómplices de los filósofos. Ningún modelo ideal de
sociedad, desde Platón, ha aceptado a los poetas líricos, y por abundancia de buenas razones.
Los poetas líricos están siempre corrompiendo a los jóvenes, haciéndolos ahogarse en autocompasiones y condescender en embelesamiento. El sexo
sucio y la falta de respeto por la autoridad es lo que los poetas han susurrado en
los oídos de los jóvenes por siglos.
“Si él escribe versos, échalo a patadas”, se le aconsejó
a un novel padre hace dos mil años en Roma. Y eso no ha cambiado mucho. Los padres de
familia todavía prefieren que sus niños sean taxidermistas y recaudadores de impuestos en
vez de poetas. ¿Quién puede reprocharles? ¿Preferiría usted que su única hija sea
poeta o mesera de un club nocturno? Esa es una dura elección.
Incluso los verdaderos poetas han detestado la poesía.
“Hay muchas cosas tras este engaño”, dijo Marianne Moore. Y ella tenía su punto de
vista. Algunas de las cosas más estúpidas que los seres humanos han proferido se hallan
en la poesía. La poesía, como regla, ha avergonzado tanto a individuos como a naciones.
La poesía está muerta, han gritado felizmente por siglos
los enemigos de la poesía y aún lo hacen. Nuestros poetas clásicos, nuestros profesores en
boga nos lo han dicho —en tanto que ellos no son más que un manojo de propagandistas de
las clases gobernantes y de la opresión masculina—. Las ideas una vez promulgadas por
los carceleros y asesinos de los poetas en la Unión Soviética son ahora un gran éxito en
las universidades americanas. El esteticismo, el humor, el erotismo y todas las otras
manifestaciones de la imaginación libre son sospechosas y deben ser censuradas. La poesía, esa
tonta diversión de lo políticamente incorrecto, ha dejado de existir para nuestras clases
educadas. No obstante, a pesar de ellos, la poesía se sigue escribiendo.
El mundo parece siempre premiar la conformidad. Cada
época tiene su límite oficial sobre lo que es real, lo que es bueno y lo que es malo. El ideal
es un plato hecho de deshonestidad, ignorancia y cobardía servido cada noche con un aspecto
serio y un aire de la más alta integridad por los noticieros de televisión. La
literatura también está preparada para unirse a ello. Su tribu está tratando siempre de reformarte y de
enseñarte sus modales. El poeta es ese niño que, de pie en la esquina, con la espalda vuelta
a sus compañeros, piensa que está en el paraíso. Como si eso no bastase, los poetas, todos lo sabemos, son
mentirosos de campeonato.
“Llegas a mentir para mantenerte medianamente interesado
en ti mismo”, dijo el novelista Barry Hannah. Ello es especialmente cierto para los
escritores de versos. Cada uno de ellos cree que impostándose a sí mismo dice la verdad. Si no
podemos ver el mundo tal como es en realidad, se debe a las capas de metáforas muertas que
los poetas han dejado en todas partes. La realidad es sólo un viejo y descascarado
cartel de la poesía.
Los filósofos dicen que los poetas se engañan a sí mismos
cuando moran amorosamente en los detalles. La identificación de lo que permanece
intocable por el cambio ha sido la tarea del filósofo. La poesía y la novela, al contrario, han
sido recreadas con lo efímero —el olor del pan, por ejemplo—. Por lo que a los poetas concierne,
sólo los tontos son seducidos por las generalizaciones.
Cielo y tierra, naturaleza e historia, dioses y demonios
están todos escandalosamente reconciliados en la poesía. Por analogía se dice que cada
cosa es todo, todo es cada cosa. Por consiguiente, los mejores poemas religiosos están
cargados de erotismo. Subjetivamente, los poetas pretenden también trascender
ellos mismos a través de la práctica de hallar su identidad en las cosas lejanas y
apartadas. En un buen poema, el poeta que lo escribió desaparece para que el poeta-lector
pueda llegar a existir. El “yo” de un total extraño, un chino antiguo, por ejemplo, nos
habla desde el lugar más confidencial dentro de nosotros mismos, y nos deleitamos.
El verdadero poeta se especializa en un género de alcoba
y metafísica de la cocina. Soy el místico de la cacerola y mi amor son los rosados dedos
del pie. Como cualquier otro arte, la poesía depende del matiz. Hay muchas maneras de tocar el
encordado de una guitarra, de besarse y morderse algún dedo del pie. Los músicos de
Blues saben que unas pocas notas debidamente tañidas tocan el alma, y así lo hacen los
poetas líricos. La idea es que es posible hacer platos asombrosamente sabrosos con los
ingredientes más simples. ¿Fue Charles Olson quien dijo que el mito es una cama en la
cual los seres humanos hacen el amor a los dioses? Mientras los seres humanos se enamoren
y compongan cartas de amor, los poemas tendrán una razón de ser.
La mayoría de los poemas son bastante cortos. Lleva más
tiempo estornudar naturalmente que leer un haikú. Sin embargo, algunos de estos
“pequeños” poemas han acertado a decir más acerca de la condición humana, en unas pocas
palabras, que siglos de otros géneros de escritura. Los poemas cortos y ocasionales han
sobrevivido por miles de años desde la épica y sólo lo tocante a todas las cosas ha crecido ilegible.
El misterio supremo de la poesía es la
forma en que tales poemas lanzan un hechizo sobre el
lector. El poema es absolutamente entendible después de una lectura, y casi inmediatamente
uno quiere releerlo de nuevo. La poesía es, en conjunto, repetición que nunca llega a ser
monótona. “¡Más!”, gritarían en coro mis hijos soñolientos después de terminar de leerles
algún cuento para niños. Para ellos, como para todos los amantes de la poesía, hay sólo
más, y nunca bastante. Es la calidad paradójica de la poesía la que precisamente
le da su sabor. La Paradoja es su condimento secreto. Sin sus numerosas contradicciones y
su impertinencia, la poesía sería
tan blanda como un sermón del domingo o el discurso de un
presidente. Se debe a sus muchas y deliciosas paradojas que la poesía haya
derrotado y sobrevivido continuamente a sus críticos más duros. Cualquier intento de reformar la
poesía, de hacerla didáctica y moral, o aún de restringirla dentro de alguna “escuela”
literaria, es entender mal su naturaleza. La buena poesía nunca se ha desviado de su
propósito de ser una fuente inagotable de paradojas acerca del arte y la condición
humana. Sólo un estilo que es un carnaval de estilos devela la
irreverencia que me parece apropiada para la poesía hoy. Una poesía, para abreviar, que tiene
la recepción de un cable de televisor con más de trescientos canales, más hechos
extraordinarios que ficciones, falsos milagros y supersticiones en escaparates del supermercado.
Un poema que es como un espectáculo de Elvis Presley en Marte, la mujer con tres
tetas, el cuadro de un perro que se comió la mejor obra de Shakespeare, la noticia de que el
infierno está atestado y de que ahora en el cielo se están estableciendo los pecadores
más perversos.
Aquí, por ejemplo, viene un compañero sin casa ni hogar
cuya cabeza calva perteneció una vez a Julio Cesar. ¿No te vi vociferando en un
stip-tease, ayer, en el Times Square, le pregunto? Cabecea felizmente. Mi siguiente pregunta es:
¿Aníbal cruzará de nuevo Los Alpes con sus elefantes? “Observa afuera a la querida
poeta”, es su respuesta. “Si llega a girar con su carro lleno de compras, de libros viejos y
ropa usada, alístate para oír un poema.” Eso me recuerda que mi bisabuelo, el herrero Philip
Simic, murió a la edad de noventa y seis en 1938, el año de mi nacimiento, después de
regresar tarde a casa, una noche de taberna en compañía de unos gitanos. Pensó que lo
ayudarían a dormirse, pero murió en su propia cama con los músicos tocando sus canciones
favoritas. Eso explica por qué mi padre cantaba canciones de gitanos y por qué yo escribo poemas,
porque como mi abuelo, yo no puedo dormir en las noches.
Charles Simic
Publicado en la revista Michigan 36 N 3 (1997)
Quiero explicar que todos los post que fueron subidos al blog están disponibles a pesar de que no se muestren o se encuentren en la pagina principal. Para buscarlos pueden hacerlo por intermedio de la sección archivo del blog ahi los encuentran por año y meses respectivamente. también por “etiquetas” o "categorías de textos publicados", o bajando por la pagina hasta llegar al último texto que se ve y a la derecha donde dice ENTRADAS ANTIGUAS (Cargar más entradas) dar click ahí y se cargaran un grupo más de entradas. Repetir la operación sucesivamente hasta llegar al primer archivo subido.
Gracias por visitar este lugar.
10 de agosto de 2023
El lío con la poesía, Charles Simic
9 de agosto de 2023
Mi madre anhelaba, Charles Simic
Mi madre anhelaba
Llevarse su máquina de coser
a la tumba y creo que
consiguió hacerlo, pues
de vez en cuando, paso la noche
en vela, escuchándola.
Charles Simic
8 de agosto de 2023
Shelley, Charles Simic
SHELLEY
A M. Follain
Poeta de las hojas muertas llevadas por el viento
como espectros, como multitudes contagiadas
por la peste, te leí por primera vez
en Nueva York, una tarde de lluvia,
con mi atroz acento eslavo,
recitando los versos melifluos
de un libro destrozado, desteñido,
que había comprado aquel mismo día
en una librería de viejo de la Cuarta Avenida
en la que atendía un iniciado en ciencias ocultas.
Con muy poco dinero, y casi ya todo gastado,
caminaba por la calle, la nariz en el libro.
Me senté en un café destartalado
con la moscas del verano pasado muertas sobre la mesa.
El dueño era un antiguo marinero
a quien le había crecido una enorme joroba en la espalda
de tanto contemplar la lluvia y la calle desierta.
Le hizo feliz que me sentara allí a leer,
y rellenaba mi taza con un líquido oscuro como el agua de la Estigia.
Shelley hablaba de un loco, ciego rey moribundo;
de soberanos que ni ven, ni sienten, ni saben;
de tumbas de las que un glorioso fantasma podía
salir para iluminar nuestro día tempestuoso.
También yo me sentía un glorioso fantasma
yendo a cenar
al restaurante chino que frecuentaba entonces.
Cada noche me servía sopa y arroz
un camarero con tres dedos
que jamás dijo una palabra.
Nunca vi a nadie más allí.
La cocina estaba tras una cortina
de perlas de vidrio, que sonaban ligeramente
en cuanto se abría la puerta de la calle.
Aquella tarde se abrió
para dejar entrar a una pálida muchacha con gafas.
El poeta hablaba del sempiterno universo
de las cosas… De destellos de un mundo remoto
que el alma visita en el sueño…
De un desierto habitado sólo por tormentas…
Aquí y allá en las calles paraguas rotos
como cometas fúnebres
fabricadas quizás por aquella china minúscula.
Los bares de MacDougal Street se quedaban vacíos.
Ya había habido una pelea a puño limpio.
Un hombre apoyado en una lámpara extendía los brazos
como crucificado,
dejando que la lluvia lavase la sangre de su cara.
En un callejón mal iluminado
en el que la acera brillaba como el espejo
de una sala de baile a la hora de cierre
un hombre bien vestido y descalzo
me pidió dinero.
Le brillaban los ojos, tenía ese aire triunfal
de un campeón de esgrima
que acabase de asestar un golpe definitivo.
Qué extraño era todo… La tómbola del mundo
en aquella oscura noche de octubre…
Y el libro de poemas amarillento
con sus Esplendores y Miserias
que yo estudiaba a la luz de los escaparates
de farmacias y peluquerías,
temeroso de volver a mi cuartucho sin ventanas,
frío como la tumba de un emperador niño.
Charles Simic
7 de agosto de 2023
Me voy, Roberto Jorge Santoro
Me voy
me voy
dejo esta espada
se armó desde el tobillo
en la manera frutal del alfarero
en la ranura dulce de las tardes
en la humedad del amor que crece en las distancias
y en la trompada al aire
porque camino solo
Roberto Jorge Santoro
Obra poética completa 1959-1977, Ediciones ryr, 2013.
6 de agosto de 2023
Solo se ve la libertad como un enorme agujero, Roberto Jorge Santoro
Solo se ve
la libertad
como un enorme agujero
Solo se ve
que todo aquí
se paga sin remedio
Cayó el telón
sobre el final,
sobre el final
cayó el amor,
todo anda mal
nada anda bien,
ya no se sabe quién es quién
ni quién será
Un bache gris
es la verdad
perdida su cabeza
Vaya a saber
quién quedará
entero y de una pieza
Cayó el telón
sobre el final,
sobre el final
cayó el amor,
todo anda mal
nada anda bien,
ya no se sabe quién es quién
ni quién será
Roberto Jorge Santoro
5 de agosto de 2023
Llegó la primavera, Roberto Jorge Santoro
Llegó la
primavera
lavorante
viene y va
su brazo
baila en el aire
su
cuerpo baila en el baile
con el
cross
o con el
jab
salta su
risa con onzas
con su
loca manera de golpear
por
arriba una cuerda
por el
pecho
su
corazón del ring hasta el techo
y la
cuerda que algún día no da más
lavorante
sube y baja
baja
cintura
que sube
esquiva
el sudor
se
agacha
su
pierna mueve
la deja
que ande
o la
baila
desabrocha
o endereza
su
guante
que su
silueta alocada
toca su
mano
y se
viene
aire del
aire que tiene
su bata
bota
saltando
y el
golpe que está pegando
en la
tribuna se mete
lavorante
cierra y abre
su puño
llega
despega
desenrosca
su coraje
por el
juego de la lona con las piernas
después
enrieda la cara
traba el
músculo
Io saca
pone su
nombre en el ranking
pega y
pega
nocaut
le lleva a las venas
sueña su
sueño en el golpe
y hasta
el norte se lo lleva
lavorante
está que arde
la soga
salta en el pecho
al
cuadrado va derecho
mete y
mete su detalle
le dice
arriba y abajo
le dice
izquierda
el
manager
le dice
grito en
inglés
la
tribuna que lo mira
que no
entiende
que no
sabe
lavorante
está que acusa
con
derechas
le tocan
con izquierdas
el
hígado y la boca
le dan a
la cabeza
y él se
para
y otra
vez cae de cara
de boca
contra el aire
que se
abre con las mañas
que
fractura
que el
corazón no carbura
y el
manager tan feliz
pugilea
el púgil gil
y el
gringo se cae y cae
y el
cerebro no respira
ni
respira su nariz
abajo
que por arriba
un
guante muy elegante
le
desarma por el cuerpo su país
y el
nocaut está tan cerca
que tan
cerca se ve la operación
se ve un
vaso de agua con limón
lo que
no dicen
la vieja
el mate
que no va para la pieza
la
maceta donde se cae un malvón
el patio
donde se grita un carajo
con lo
que da el corazón
y hasta
el fin gringo muchacho
adentro
y fuera
del ring
tu
nombre como metralla
que te
vas
se fue
lo
sacaron por la cara
por el
dólar
la
cabeza la mortaja
si te
vas
Alejandro
Lavorante
a dios
le tiramos la toalla
chau
hermano
no te
vayas
Roberto
Jorge Santoro
4 de agosto de 2023
Señores monstruos amarillos, Roberto Jorge Santoro
señores
monstruos amarillos
un beso
huérfano rueda el aire de esta tierra
señores
amarillos
monstruos
señores
los
escritorios me muerden las rodillas
la nota
buenos aires memorándum señor jefe
delante
de mi puerta hay un tigre que quiere asesinarme
delante
de mi carne hay un mareo de voces y campanas
ah
señores de la toga
señores
de la espada y la mentira
hay un
sillón tirado en medio de la calle
hay un
perro ladrándome en el hombro
señores
monstruos amarillos
veo esta
tierra de orín y militar con sorna
la veo
aquí
persisto
hay que
saber usar el moño
tener un
par de ligas
un duro
bastón en cada mano
con un
pie en el zapato
y con el
otro
y uno y
dos
tres
señores
de la carroña
don
monstruo de salón y alfombra
don
mierda de la estafa y la basura
veintiún
golpes sedientos de palabra
y un ojo
gastado en la amargura
yo tengo
mi casa en el saludo
una
pared
un árbol
una
camisa llena de rabia
yo tengo
para esta tierra que me insulta
me
escupe
me patea
una
novia y una tarde mezclándome los dedos.
Roberto
Jorge Santoro
2 de agosto de 2023
Cárcel del pueblo, Roberto Jorge Santoro
Cárcel
del pueblo
ciudadano
de la clase 39
factor
rh negativo
comunica
a la división de investigaciones
policiales
antidemocráticas
haber
descubierto una cárcel del pueblo
está
ubicada cerca de mi casa
es la
villa miseria
a la que
da su espalda
la
manufacturera algodonera argentina
sociedad
anónima.
Roberto
Jorge Santoro
De: No
negociable, 1975
1 de agosto de 2023
31 de julio de 2023
Por las noches camino el barrio, Jorge Luis Carranza
Por las noches
camino el barrio
recorro la palma
de su mano buena
cuando
el fuego del mundo
es rescoldo.
Un borde del alma
toca una pena vieja.
El silencio del cielo
respira.
Abajo
en el rescoldo
del fuego del mundo
una lucecita.
Sol cosido
en el corazón.
Jorge Luis Carranza
30 de julio de 2023
Trabaja en servicio doméstico, Jorge Luis Carranza
Trabaja en servicio doméstico
toma dos ómnibus
para ir
y volver del trabajo
tiene ocho nietos
la luz de sus ojos
tuvo cáncer de útero
le hicieron quimio
mucho tiempo
tuvo miedo
mucho
de morirse
dice
va con su amiga
a clases de bachata
dos veces por semana
le encanta
no falta nunca
al otro día
le duelen los pies
pero no importa.
En su cielo
Juan Luis Guerra
y Romeo Santos
cantan
ella baila
ríe
no para de bailar.
Jorge Luis Carranza
29 de julio de 2023
Llevo un populoso silencio, Jorge Luis Carranza
Llevo un populoso silencio
Mudo diálogo
con los que
que están
anudados al alma.
Oigo
el oleaje del pensar
su rumor.
De fondo
el parche
del corazón.
Los recuerdos vuelven
una y otra vez
con nuevos detalles.
Un dulce vacío
llama.
Pide dulcemente
que me entregue.
El tren largo
que cruza
las noches largas
nunca viene solo.
Jorge Luis Carranza
28 de julio de 2023
Las inclemencias del hombre, Jorge Luis Carranza
Las inclemencias del hombre
el viento del mundo
no cesan.
Levantamos carpas
en el desierto.
Duran
lo que duran.
Lo que hoy es
mañana no
y viceversa.
Ropa del alma
son.
Jorge Luis Carranza
27 de julio de 2023
Apoyé la mano sobre un poema, Jorge Luis Carranza
Apoyé la mano
sobre un poema.
Nada sobresalía
en él.
¿Cómo decirlo?
Su voz era
la de quien
acerca la cuchara
a un enfermo
y le dice:
"toma' un poco de sopa
te va a hacer bien".
Eso sentí
cuando apoyé la mano
y el corazón
sobre el poema
sin montes
ni bordes.
Que tenía
esa voz.
Jorge Luis Carranza
26 de julio de 2023
Desde la costa un niño, Jorge Luis Carranza
Desde la costa
un niño
que me conoce
mece
un farol
para que
no me pierda.
Pasan los años.
Cada vez
sé menos.
En cada cosa
veo
un dios dormido.
Jorge Luis Carranza
24 de julio de 2023
Al dibujo que representa a John Keats en su muerte, Rainer María Rilke
23 de julio de 2023
AI hermano menor, Rainer María Rilke
AI hermano menor
Tú, niño ayer, a quien llegó la confusión;
no se disipe en ceguedad tu sangre,
No piensas en placer: piensas en la alegría:
estás hecho tu mismo que un esposo
y habrá de ser tu esposa tu pudor.
El gran gozo también tiende hacia ti,
y de pronto los brazos están desnudos todos.
En piadosas imágenes las pálidas mejillas
están cubiertas de fuegos extraños:
y tus sentidos son corno muchas serpientes,
que, ceñidas del rojo del sonido,
se tensan al compás del tamboril.
Y de repente- tu has quedado solo
con tus manos, que tu odian...
Y tu voluntad no hace un milagro:
Y allá van, como por sombrías calles,
rumores de Dios por tu oscura sangre.
Rainer María Rilke
20 de julio de 2023
La enamorada, Rainer María Rilke
LA ENAMORADA
Sí, de ti tengo anhelo. Me resbalo
de la mano, perdiéndome a mí misma,
sin esperanza de disputar eso
que, como de tu lado, llega a mí
serio, sin desviar, sin relación .
...aquellos tiempos: ¡Cómo fui Una Sola Cosa,
nada que diera voces, y que me traicionara;
mi silencio. era igual que el de una piedra
por la que arrastra el río su murmullo!
Pero dentro de mí, en estas semanas
de primavera, hay algo que se ha abierto despacio
saliendo del oscuro año inconsciente.
Algo ha entregado mi caliente vida
en la mano de alguno que no sabe
que yo existía ayer.
Rainer María Rilke
El libro de las imagenes
(1902-1906)
Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023
PH Jose Luis Colombini
19 de julio de 2023
Canciones de los ángeles, Rainer María Rilke
Canciones de los ángeles
No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.
Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...
Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.
Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.
Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...
Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...
5us manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.
Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.
Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...
Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.
Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.
Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.
Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo
de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.
Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.
Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...
Rainer María Rilke
Poesías juveniles
(1897 - 1898)
18 de julio de 2023
La criada de la Señora Blaha, Rainer María Rilke
Cada verano, la señora Blaha, casada con un pequeño
funcionario del ferrocarril de Turnau, Wenzel Blaha, viajaba por varias semanas
a su lugar de nacimiento. Esta aldea, pobre e insignificante, se halla en la
llana y pantanosa Bohemia, cerca de Nimburg. Cuando la señora Blaha, que ahora
ya se sentía persona de ciudad, vio de nuevo las míseras casuchas, consideró
que podía hacer una buena obra. Entró en la vivienda de una campesina conocida,
de la que sabía tenía una hija, y le propuso llevarse a la chica como criada.
Le pagaría un modesto salario y, además, la joven tendría la ventaja
de estar en la ciudad y aprender unas cuantas cosas. (En
realidad, ni la propia señora Blaha sabía qué podría aprender.) La campesina
habló del asunto con su marido, que parpadeaba continuamente y, de momento, se
limitó a escupir al suelo. Pero al cabo de media hora volvió a la habitación y
preguntó:
- ¿Y ya sabe la señora que Anna es...?
Dijo esto a la vez que su arrugada y morena mano se
agitaba por delante de su frente como una marchita hoja de castaño.
- ¡Tonto! -le cortó la mujer-. No seremos nosotros
quienes...
Así fue como Anna fue a parar a casa de los Blaha, donde
solía pasear sola todo el día. Wenzel Blaha estaba en la oficina, la mujer iba
a coser a domicilio, y no había niños que cuidar.
Anna se sentaba en la pequeña y oscura cocina, cuya
ventana daba a un patio, y esperaba a que pasara el organillero, cosa que
siempre sucedía poco antes de anochecer. Entonces, la chica se apoyaba en el
alféizar, muy asomada, de modo que el aire agitaba sus pálidos cabellos, y se
ponía a bailar interiormente hasta sentir mareo y
tener la impresión de que las altas y sucias paredes se
inclinaban una contra otra. Al final, Anna se asustaba y descendía todas las
lóbregas y mugrientas escaleras de la casa hasta la humosa taberna del
callejón, donde, de cuando en cuando, alguien cantaba en la primera frase de la
embriaguez. Por el camino se veía rodeada de chiquillos que, sin que nadie los
echara de menos, vagaban días enteros por los patios. Cosa curiosa, aquellos
niños siempre le pedían que les contase historias. A veces la seguían hasta la
cocina. Pero entonces, Anna se acomodaba junto al fogón, se cubría la pálida y
vacía cara con las manos y decía:
- Dejadme pensar.
Los pequeños esperaban un rato con paciencia. Pero si
Annuschaka seguía pensativa y en la oscura cocina se hacía un silencio demasiad
o largo, se marchaban sin llegar a ver que la joven
comenzaba a llorar y gemir quedamente, presa de una terrible añoranza que la
hacía sentirse perdida e insignificante. Ni ella misma sabía exactamente qué
extrañaba. Quizás, incluso, los azotes. Pero en general era la añoranza de algo
impreciso, ocurrido en algún momento o tal vez sólo soñado. Sin embargo, y de
tanto como los niños la hacían pensar, poco a poco hizo memoria. Primero, de
una cosa roja, roja, y luego de una gran muchedumbre. Por último recordó el
sonido de una campana, que tocaba muy fuerte, y... un rey, un campesino y una
torre...
«Mi querido rey», dijo el campesino.
«Sí -contestó el rey con voz muy orgullosa-. Ya lo sé»
¡Claro! ¿Cómo no iba a saber el rey todo lo que fuese a
decirle un campesino?
Poco tiempo después, la señora llevó consigo de compras a
la chica. Dado que se acercaba la Navidad y ya había anochecido, los escaparates
estaban muy iluminados y llenos de cosas maravillosas. Fue en una tienda de
juguetes donde, de repente, Anna descubrió lo que había recordado. El rey, el
campesino, la torre... A la joven le pareció que se oían más los latidos de su
corazón que sus pasos. Apartó rápidamente la vista y, sin detenerse ni un
instante, continuó el camino junto a la señora Blaha. Tenía la sensación de que
no debía revelar nada. Y así, el pequeño teatro de títeres quedó atrás, sin que
nadie le hiciera caso. La señora Blaha, que no era madre, ni siquiera se había
fijado en él.
No tardó en llegar el domingo libre de Anna, que no
regresó aquella noche. Un hombre al que ya viera alguna vez en la taberna la
llevó consigo, y ella no se acordaba luego de adónde habían ido. Le parecía haber
estado un año entero fuera de casa. Cuando el lunes a primera hora entró en la
cocina, todo resultaba aún más frío y gris que de costumbre. Aquel día, Anna
rompió una sopera y recibió una áspera bronca. La señora no llegó a darse
cuenta de que la muchacha había pasado la noche fuera, cosa que Anna repitió
otras tres veces, hasta Año Nuevo. Entonces dejó de moverse por la casa,
cerraba miedosa la puerta y, aunque el organillero tocase en la calle, no
siempre se asomaba.
Transcurrió el invierno y dio comienzo una paliducha y
vacilante primavera. Es ésta una estación especial en los patios interiores.
Las casas están negras y húmedas y el aire se ve descolorido, como la ropa
lavada con mucha frecuencia. El brillo parece contraer las ventanas mal limpiadas,
y diversos desperdicios de poco peso danzan en el viento al pasar por delante
de los pisos. Los ruidos de toda la casa son más perceptibles. La vajilla
produce un sonido más claro y agudo, y hasta los cuchillos y las cucharas
hacían un ruido distinto.
En esa época tuvo Annuschka una niña, que le llegó del
todo inesperada. Llevaba varias semanas sintiéndose gorda y pesada cuando, una
mañana, la criatura quiso salir y, de pronto, estuvo en el mundo. Sabría Dios
de dónde venía. Era domingo, y el matrimonio Blaha aún dormía. Anna contempló a
su hija durante un rato, sin que su rostro reflejara ninguna emoción. La niña
apenas se movía, hasta que, súbitamente, del pequeño pecho brotó una vocecilla
muy penetrante. Al mismo tiempo llamó la señora Blaha, y en la alcoba crujió un
lecho. A toda prisa, Anna agarró su delantal azul, colgado cerca de la cama, y
con las tiras oprimió el dimintuo cuello, escondiendo luego todo el envoltorio
azul en el fondo de su baúl. Se encaminó seguidamente a las habitaciones,
descorrió las cortinas y se puso a preparar el café. Uno de aquellos días,
Annuschka recibió el salario que hasta ahora le correspondía. Eran quince
gulden. La muchacha cerró la puerta, abrió su baúl y colocó el pesado e inmóvil
delantal azul sobre la mesa de la cocina. Abrió despacio el atadijo, miró la
criatura y la midió de la cabeza a los pies con una cinta métrica. Después lo
dejó todo como antes y salió de la casa. Pero...¡qué lástima! El rey, el
campesino y la torre eran mucho más pequeños. No obstante los compró, y también
otros muñecos. Por ejemplo, una princesa de redondos puntos rojos en las
mejillas, un viejo, otro viejo que llevaba una cruz sobre el pecho y que, ya
sólo por su gran barba, parecía Santa Claus, y luego dos o tres más, no tan
bonitos e importantes.
Además, Anna, había adquirido un teatro cuyo telón subía
y bajaba, con lo que el jardín que hacía de fondo aparecía y volvía a
desaparecer.
Ahora, Annuschka tenía un remedio para la soledad.
Olvidada quedó la nostalgia. Montó el precioso teatro (había costado doce
gulden) y se situó detrás, como es debido. Pero a veces, cuando el telón estaba
enrollado, corría hacia delante para contemplar el jardín, y toda la cocina
desaparecía detrás de los altos y espléndidos árboles. Volvía luego a su sitio,
sacaba dos o tres figuras y les hacía decir lo que se le antojaba. Nunca
resultaba una función entera, pero sí había conversación y réplicas, y también
podía suceder que, de pronto, dos polichinelas se inclinaran como asustados uno
delante de otro. O que saludasen con una reverencia al anciano, que no podía
hacerlo por ser totalmente de madera. Por eso, cada vez se desplomaba de
agradecimiento.
Entre los chiquillos del barrio corrió la voz de los
juegos de Annuschka y, a partir de entonces, primero con recelo y luego cada
día con menos malicia, los niños se reunían en la cocina de los Blaha al
anochecer y no perdían de vista a los polichinelas, que siempre decían lo
mismo.
Una tarde, Annuschka anunció con las mejillas muy
encendidas:
- ¡Pues aún tengo un muñeco mucho mayor!
Los niños temblaron de impaciencia. Pero Annuschka
pareció olvidarse de aquello. Colocó todos sus polichinelas en el jardín de su
teatro, apoyando en los bastidores laterales los que no
querían sostenerse en pie. Apareció también una especie
de arlequín de cara grande y redonda, que los pequeños espectadores no
recordaban haber visto antes. Cada vez más entusiasmados, los chiquillos
pidieron que saliera aquel muñeco excepcional.Aunque sólo fuese una vez y por
un momento.
- ¡Sí! ¡El muñeco grande...!
Annuschka se dirigió a su baúl. Niños y polichinelas
estaban unos frente a otros, muy callados y, hasta cierto punto, parecidos.
Pero los ojos desmesuradamente abiertos del arlequín, que parecían esperar algo
espantoso, inspiraron de repente tal temor a los chiquillos, que sin más
huyeron todos entre gritos.
La joven regresó con el voluminoso paquete azul en las
manos. Súbitamente le temblaron las manos. ¡La cocina estaba tan silenciosa y
vacía, sin los niños! Pero Annuschka no tenía miedo. Rió quedamente, volcó el
teatro con los pies y pisoteó las diversas maderitas que habían formado el
jardín. Y luego, cuando la cocina ya se hallaba totalmente a oscuras, partió la
cabeza a todos los muñecos. También a aquel grande, azul.
Rainer María Rilke
Traducción Herminia Dauer
Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023
16 de julio de 2023
Tu cintura, Alaide Foppa
Tu cintura
Es el puente cimbreante
que reúne
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina tu pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adornas tu cintura
con un lazo de seda.
Alaide Foppa de Elogio de tu cuerpo
15 de julio de 2023
Tu sexo, Alaide Foppa
Tu sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de tu vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
14 de julio de 2023
Tus ojos, Alaide Foppa
Tus ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de tus pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
13 de julio de 2023
Tus cejas, Alaide Foppa
Tus cejas
Las breves alas
tendidas sobre tus párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
12 de julio de 2023
Propiciatoria, Alaíde Foppa
Propiciatoria, Alaíde Foppa
Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de pensamientos claros.
Alaíde Foppa
11 de julio de 2023
Tu nariz, Alaide Foppa
Alaide Foppa
De madre guatemalteca y padre argentino,
nació en Barcelona en 1914.
Vivió algunos años en Argentina y pasó la
adolescencia en Italia. Casada con ciudadano guatemalteco adoptó la ciudadanía
guatemalteca.
Por razones políticas debió exiliarse en
México por algunos años. Sus indiscutibles méritos intelectuales le permitieron
ocupar la cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Autónoma de México.
Asimismo, fue fundadora de la cátedra de
Sociología de dicha Universidad y catedrática en la Facultad de Humanidades de
la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1980 regresó de su exilio. Al poco
tiempo de llegar fue secuestrada y desaparecida por el gobierno del dictador
Romeo Lucas García. Sus restos nunca fueron hallados.
De su obra poética merecen destacarse: «La
Sin Ventura», «Los dedos de mi mano», «Aunque es de noche», «Guirnalda de
Primavera», «Elogio de tu cuerpo», «Las palabras y el tiempo».
Tradujo al español El ave Fénix de Paul
Eluard, y la Poesía de Miguel Angel.
Tu
nariz
Casi un apéndice
en la serena geometría
de tu rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que te une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
tu nariz.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo