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29 de julio de 2023
Llevo un populoso silencio, Jorge Luis Carranza
Llevo un populoso silencio
Mudo diálogo
con los que
que están
anudados al alma.
Oigo
el oleaje del pensar
su rumor.
De fondo
el parche
del corazón.
Los recuerdos vuelven
una y otra vez
con nuevos detalles.
Un dulce vacío
llama.
Pide dulcemente
que me entregue.
El tren largo
que cruza
las noches largas
nunca viene solo.
Jorge Luis Carranza
28 de julio de 2023
Las inclemencias del hombre, Jorge Luis Carranza
Las inclemencias del hombre
el viento del mundo
no cesan.
Levantamos carpas
en el desierto.
Duran
lo que duran.
Lo que hoy es
mañana no
y viceversa.
Ropa del alma
son.
Jorge Luis Carranza
27 de julio de 2023
Apoyé la mano sobre un poema, Jorge Luis Carranza
Apoyé la mano
sobre un poema.
Nada sobresalía
en él.
¿Cómo decirlo?
Su voz era
la de quien
acerca la cuchara
a un enfermo
y le dice:
"toma' un poco de sopa
te va a hacer bien".
Eso sentí
cuando apoyé la mano
y el corazón
sobre el poema
sin montes
ni bordes.
Que tenía
esa voz.
Jorge Luis Carranza
26 de julio de 2023
Desde la costa un niño, Jorge Luis Carranza
Desde la costa
un niño
que me conoce
mece
un farol
para que
no me pierda.
Pasan los años.
Cada vez
sé menos.
En cada cosa
veo
un dios dormido.
Jorge Luis Carranza
24 de julio de 2023
Al dibujo que representa a John Keats en su muerte, Rainer María Rilke
23 de julio de 2023
AI hermano menor, Rainer María Rilke
AI hermano menor
Tú, niño ayer, a quien llegó la confusión;
no se disipe en ceguedad tu sangre,
No piensas en placer: piensas en la alegría:
estás hecho tu mismo que un esposo
y habrá de ser tu esposa tu pudor.
El gran gozo también tiende hacia ti,
y de pronto los brazos están desnudos todos.
En piadosas imágenes las pálidas mejillas
están cubiertas de fuegos extraños:
y tus sentidos son corno muchas serpientes,
que, ceñidas del rojo del sonido,
se tensan al compás del tamboril.
Y de repente- tu has quedado solo
con tus manos, que tu odian...
Y tu voluntad no hace un milagro:
Y allá van, como por sombrías calles,
rumores de Dios por tu oscura sangre.
Rainer María Rilke
20 de julio de 2023
La enamorada, Rainer María Rilke
LA ENAMORADA
Sí, de ti tengo anhelo. Me resbalo
de la mano, perdiéndome a mí misma,
sin esperanza de disputar eso
que, como de tu lado, llega a mí
serio, sin desviar, sin relación .
...aquellos tiempos: ¡Cómo fui Una Sola Cosa,
nada que diera voces, y que me traicionara;
mi silencio. era igual que el de una piedra
por la que arrastra el río su murmullo!
Pero dentro de mí, en estas semanas
de primavera, hay algo que se ha abierto despacio
saliendo del oscuro año inconsciente.
Algo ha entregado mi caliente vida
en la mano de alguno que no sabe
que yo existía ayer.
Rainer María Rilke
El libro de las imagenes
(1902-1906)
Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023
PH Jose Luis Colombini
19 de julio de 2023
Canciones de los ángeles, Rainer María Rilke
Canciones de los ángeles
No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.
Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...
Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.
Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.
Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...
Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...
5us manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.
Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.
Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...
Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.
Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.
Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.
Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo
de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.
Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.
Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...
Rainer María Rilke
Poesías juveniles
(1897 - 1898)
18 de julio de 2023
La criada de la Señora Blaha, Rainer María Rilke
Cada verano, la señora Blaha, casada con un pequeño
funcionario del ferrocarril de Turnau, Wenzel Blaha, viajaba por varias semanas
a su lugar de nacimiento. Esta aldea, pobre e insignificante, se halla en la
llana y pantanosa Bohemia, cerca de Nimburg. Cuando la señora Blaha, que ahora
ya se sentía persona de ciudad, vio de nuevo las míseras casuchas, consideró
que podía hacer una buena obra. Entró en la vivienda de una campesina conocida,
de la que sabía tenía una hija, y le propuso llevarse a la chica como criada.
Le pagaría un modesto salario y, además, la joven tendría la ventaja
de estar en la ciudad y aprender unas cuantas cosas. (En
realidad, ni la propia señora Blaha sabía qué podría aprender.) La campesina
habló del asunto con su marido, que parpadeaba continuamente y, de momento, se
limitó a escupir al suelo. Pero al cabo de media hora volvió a la habitación y
preguntó:
- ¿Y ya sabe la señora que Anna es...?
Dijo esto a la vez que su arrugada y morena mano se
agitaba por delante de su frente como una marchita hoja de castaño.
- ¡Tonto! -le cortó la mujer-. No seremos nosotros
quienes...
Así fue como Anna fue a parar a casa de los Blaha, donde
solía pasear sola todo el día. Wenzel Blaha estaba en la oficina, la mujer iba
a coser a domicilio, y no había niños que cuidar.
Anna se sentaba en la pequeña y oscura cocina, cuya
ventana daba a un patio, y esperaba a que pasara el organillero, cosa que
siempre sucedía poco antes de anochecer. Entonces, la chica se apoyaba en el
alféizar, muy asomada, de modo que el aire agitaba sus pálidos cabellos, y se
ponía a bailar interiormente hasta sentir mareo y
tener la impresión de que las altas y sucias paredes se
inclinaban una contra otra. Al final, Anna se asustaba y descendía todas las
lóbregas y mugrientas escaleras de la casa hasta la humosa taberna del
callejón, donde, de cuando en cuando, alguien cantaba en la primera frase de la
embriaguez. Por el camino se veía rodeada de chiquillos que, sin que nadie los
echara de menos, vagaban días enteros por los patios. Cosa curiosa, aquellos
niños siempre le pedían que les contase historias. A veces la seguían hasta la
cocina. Pero entonces, Anna se acomodaba junto al fogón, se cubría la pálida y
vacía cara con las manos y decía:
- Dejadme pensar.
Los pequeños esperaban un rato con paciencia. Pero si
Annuschaka seguía pensativa y en la oscura cocina se hacía un silencio demasiad
o largo, se marchaban sin llegar a ver que la joven
comenzaba a llorar y gemir quedamente, presa de una terrible añoranza que la
hacía sentirse perdida e insignificante. Ni ella misma sabía exactamente qué
extrañaba. Quizás, incluso, los azotes. Pero en general era la añoranza de algo
impreciso, ocurrido en algún momento o tal vez sólo soñado. Sin embargo, y de
tanto como los niños la hacían pensar, poco a poco hizo memoria. Primero, de
una cosa roja, roja, y luego de una gran muchedumbre. Por último recordó el
sonido de una campana, que tocaba muy fuerte, y... un rey, un campesino y una
torre...
«Mi querido rey», dijo el campesino.
«Sí -contestó el rey con voz muy orgullosa-. Ya lo sé»
¡Claro! ¿Cómo no iba a saber el rey todo lo que fuese a
decirle un campesino?
Poco tiempo después, la señora llevó consigo de compras a
la chica. Dado que se acercaba la Navidad y ya había anochecido, los escaparates
estaban muy iluminados y llenos de cosas maravillosas. Fue en una tienda de
juguetes donde, de repente, Anna descubrió lo que había recordado. El rey, el
campesino, la torre... A la joven le pareció que se oían más los latidos de su
corazón que sus pasos. Apartó rápidamente la vista y, sin detenerse ni un
instante, continuó el camino junto a la señora Blaha. Tenía la sensación de que
no debía revelar nada. Y así, el pequeño teatro de títeres quedó atrás, sin que
nadie le hiciera caso. La señora Blaha, que no era madre, ni siquiera se había
fijado en él.
No tardó en llegar el domingo libre de Anna, que no
regresó aquella noche. Un hombre al que ya viera alguna vez en la taberna la
llevó consigo, y ella no se acordaba luego de adónde habían ido. Le parecía haber
estado un año entero fuera de casa. Cuando el lunes a primera hora entró en la
cocina, todo resultaba aún más frío y gris que de costumbre. Aquel día, Anna
rompió una sopera y recibió una áspera bronca. La señora no llegó a darse
cuenta de que la muchacha había pasado la noche fuera, cosa que Anna repitió
otras tres veces, hasta Año Nuevo. Entonces dejó de moverse por la casa,
cerraba miedosa la puerta y, aunque el organillero tocase en la calle, no
siempre se asomaba.
Transcurrió el invierno y dio comienzo una paliducha y
vacilante primavera. Es ésta una estación especial en los patios interiores.
Las casas están negras y húmedas y el aire se ve descolorido, como la ropa
lavada con mucha frecuencia. El brillo parece contraer las ventanas mal limpiadas,
y diversos desperdicios de poco peso danzan en el viento al pasar por delante
de los pisos. Los ruidos de toda la casa son más perceptibles. La vajilla
produce un sonido más claro y agudo, y hasta los cuchillos y las cucharas
hacían un ruido distinto.
En esa época tuvo Annuschka una niña, que le llegó del
todo inesperada. Llevaba varias semanas sintiéndose gorda y pesada cuando, una
mañana, la criatura quiso salir y, de pronto, estuvo en el mundo. Sabría Dios
de dónde venía. Era domingo, y el matrimonio Blaha aún dormía. Anna contempló a
su hija durante un rato, sin que su rostro reflejara ninguna emoción. La niña
apenas se movía, hasta que, súbitamente, del pequeño pecho brotó una vocecilla
muy penetrante. Al mismo tiempo llamó la señora Blaha, y en la alcoba crujió un
lecho. A toda prisa, Anna agarró su delantal azul, colgado cerca de la cama, y
con las tiras oprimió el dimintuo cuello, escondiendo luego todo el envoltorio
azul en el fondo de su baúl. Se encaminó seguidamente a las habitaciones,
descorrió las cortinas y se puso a preparar el café. Uno de aquellos días,
Annuschka recibió el salario que hasta ahora le correspondía. Eran quince
gulden. La muchacha cerró la puerta, abrió su baúl y colocó el pesado e inmóvil
delantal azul sobre la mesa de la cocina. Abrió despacio el atadijo, miró la
criatura y la midió de la cabeza a los pies con una cinta métrica. Después lo
dejó todo como antes y salió de la casa. Pero...¡qué lástima! El rey, el
campesino y la torre eran mucho más pequeños. No obstante los compró, y también
otros muñecos. Por ejemplo, una princesa de redondos puntos rojos en las
mejillas, un viejo, otro viejo que llevaba una cruz sobre el pecho y que, ya
sólo por su gran barba, parecía Santa Claus, y luego dos o tres más, no tan
bonitos e importantes.
Además, Anna, había adquirido un teatro cuyo telón subía
y bajaba, con lo que el jardín que hacía de fondo aparecía y volvía a
desaparecer.
Ahora, Annuschka tenía un remedio para la soledad.
Olvidada quedó la nostalgia. Montó el precioso teatro (había costado doce
gulden) y se situó detrás, como es debido. Pero a veces, cuando el telón estaba
enrollado, corría hacia delante para contemplar el jardín, y toda la cocina
desaparecía detrás de los altos y espléndidos árboles. Volvía luego a su sitio,
sacaba dos o tres figuras y les hacía decir lo que se le antojaba. Nunca
resultaba una función entera, pero sí había conversación y réplicas, y también
podía suceder que, de pronto, dos polichinelas se inclinaran como asustados uno
delante de otro. O que saludasen con una reverencia al anciano, que no podía
hacerlo por ser totalmente de madera. Por eso, cada vez se desplomaba de
agradecimiento.
Entre los chiquillos del barrio corrió la voz de los
juegos de Annuschka y, a partir de entonces, primero con recelo y luego cada
día con menos malicia, los niños se reunían en la cocina de los Blaha al
anochecer y no perdían de vista a los polichinelas, que siempre decían lo
mismo.
Una tarde, Annuschka anunció con las mejillas muy
encendidas:
- ¡Pues aún tengo un muñeco mucho mayor!
Los niños temblaron de impaciencia. Pero Annuschka
pareció olvidarse de aquello. Colocó todos sus polichinelas en el jardín de su
teatro, apoyando en los bastidores laterales los que no
querían sostenerse en pie. Apareció también una especie
de arlequín de cara grande y redonda, que los pequeños espectadores no
recordaban haber visto antes. Cada vez más entusiasmados, los chiquillos
pidieron que saliera aquel muñeco excepcional.Aunque sólo fuese una vez y por
un momento.
- ¡Sí! ¡El muñeco grande...!
Annuschka se dirigió a su baúl. Niños y polichinelas
estaban unos frente a otros, muy callados y, hasta cierto punto, parecidos.
Pero los ojos desmesuradamente abiertos del arlequín, que parecían esperar algo
espantoso, inspiraron de repente tal temor a los chiquillos, que sin más
huyeron todos entre gritos.
La joven regresó con el voluminoso paquete azul en las
manos. Súbitamente le temblaron las manos. ¡La cocina estaba tan silenciosa y
vacía, sin los niños! Pero Annuschka no tenía miedo. Rió quedamente, volcó el
teatro con los pies y pisoteó las diversas maderitas que habían formado el
jardín. Y luego, cuando la cocina ya se hallaba totalmente a oscuras, partió la
cabeza a todos los muñecos. También a aquel grande, azul.
Rainer María Rilke
Traducción Herminia Dauer
Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023
16 de julio de 2023
Tu cintura, Alaide Foppa
Tu cintura
Es el puente cimbreante
que reúne
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina tu pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adornas tu cintura
con un lazo de seda.
Alaide Foppa de Elogio de tu cuerpo
15 de julio de 2023
Tu sexo, Alaide Foppa
Tu sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de tu vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
14 de julio de 2023
Tus ojos, Alaide Foppa
Tus ojos
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de tus pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
13 de julio de 2023
Tus cejas, Alaide Foppa
Tus cejas
Las breves alas
tendidas sobre tus párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
12 de julio de 2023
Propiciatoria, Alaíde Foppa
Propiciatoria, Alaíde Foppa
Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de pensamientos claros.
Alaíde Foppa
11 de julio de 2023
Tu nariz, Alaide Foppa
Alaide Foppa
De madre guatemalteca y padre argentino,
nació en Barcelona en 1914.
Vivió algunos años en Argentina y pasó la
adolescencia en Italia. Casada con ciudadano guatemalteco adoptó la ciudadanía
guatemalteca.
Por razones políticas debió exiliarse en
México por algunos años. Sus indiscutibles méritos intelectuales le permitieron
ocupar la cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Autónoma de México.
Asimismo, fue fundadora de la cátedra de
Sociología de dicha Universidad y catedrática en la Facultad de Humanidades de
la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1980 regresó de su exilio. Al poco
tiempo de llegar fue secuestrada y desaparecida por el gobierno del dictador
Romeo Lucas García. Sus restos nunca fueron hallados.
De su obra poética merecen destacarse: «La
Sin Ventura», «Los dedos de mi mano», «Aunque es de noche», «Guirnalda de
Primavera», «Elogio de tu cuerpo», «Las palabras y el tiempo».
Tradujo al español El ave Fénix de Paul
Eluard, y la Poesía de Miguel Angel.
Tu
nariz
Casi un apéndice
en la serena geometría
de tu rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que te une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
tu nariz.
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
10 de julio de 2023
Mi boca también, Ana Cristina Cesar
9 de julio de 2023
Como Caperucita, Ana Cristina Cesar
Como Caperucita
Corro de mamá a la abuela
cargada de bolsos.
Pero es en el camino donde exclamo:
- ¡ahora puedo todo!
Para esta figura obstinada voy hasta el
agotamiento,
valiente,
soy una mujer del siglo XIX
disfrazada en el siglo XX
Ana Cristina Cesar
8 de julio de 2023
Flores del más, Ana Cristina Cesar
Flores del más
despacio escriba
una primera letra
esclava
en las inmediaciones construidas
por los huracanes;
despacio mida
la primera pájara
bisoña que
rasgue
el telón
abierto
sobre los vendavales;
despacio imponga
el pulso
que mejor sepa sangrar
sobre el cuchillo
de las mareas;
despacio imprima
la primera
mirada
sobre el galope mojado
de los animales; despacio
pida más
y mas y
más
Ana Cristina Cesar
7 de julio de 2023
Folleto de curación, Ana Cristina Cesar
Folleto de curación
Las mujeres y los niños son los primeros en
dejar de hundir
barcos.
Ana Cristina Cesar
6 de julio de 2023
Invierno Europeo, Ana Cristina Cesar
Invierno Europeo
Es más difícil desde aquí: un país
extranjero, donde se hace la crema
inconexa y la subjetividad se asemeja a un
robo inicial.
Recomiendo precaución. No soy un personaje
de tu libro y tú tampoco.
Por favor, no me aparten del horizonte
teórico de la última década. Tú
militantes sexys pasan la pelota: depresión
legítima o encanto
frente a mujeres inquietas que son las
únicas? Manifiesto: sujetar el balón; I
como invitado no digo nada y muy
indiscretamente me quito los guantes (en
máximo), a la derecha al entrar.
Ana Cristina Cesar
5 de julio de 2023
Poesía, Ana Cristina Cesar
Poesía
jardines inhabitados pensamientos
supuestas palabras en
pedazos
jardines se ausenta
la luna figura de
una falta contemplada
jardines extremos de esa ausencia
de jardines anteriores que
retroceden
ausencia frecuentada sin misterio
cielo que retrocede
sin pregunta
Ana Cristina Cesar
De "Guantes de gamuza y otros
poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida
4 de julio de 2023
3 de julio de 2023
Espera, Mario Torres
Espera
Aún no es espera
La tibia, mansa muerte de este día
Aún no es espera
Cuando
Quema la huella de lo dicho
Lo inscripto, lo fugado
Por cuerpos en tensión
Habitándonos
Mario Torres
2 de julio de 2023
Video homenaje a Mario Hugo Torres XII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE NARRADORES DEL CUENTO BREVE. 9, 10 de noviembre de 2018
Video homenaje a Mario Hugo Torres
XII
ENCUENTRO INTERNACIONAL DE NARRADORES DEL CUENTO BREVE.
9, 10 de
noviembre de 2018
1 de julio de 2023
Pase Inglés, Mario Torres
Pase inglés.
Dios
Perdiste al
pase inglés en las Malvinas
Te confundió
el idioma universal
O una
mísera parte de vos
-el general
Galtieri-
Quiso ser
Dios por un instante.
Mario Torres
29 de junio de 2023
Locura, Mario Torres
Locura
Voracidad
gozosa
De palabras
hiriendo como tajos
Los
resquicios del loco
Lo buscan,
lo rodean
Lo abrazan
y lo besan
Lo engañan
y abandonan
A la
intemperie
Y todo el tiempo llueve.
Mario Torres
28 de junio de 2023
¿Dónde?, Mario Torres
¿Dónde?
Dónde
estás, tristeza
quiere
susurrarme el viento
anclajes de
esa música
silencio,
silencio.
Silencio
enamorado en que el tiempo
gris en
doradas espigas se ha quebrado.
Mario
Torres
27 de junio de 2023
Mario Torres leyendo sus poemas Después de Dios, Casi como un rezo y Tiempo
Mario
Torres leyendo sus poemas Después de Dios, Casi como un rezo y Tiempo
Video del
3º ENCUENTRO DE "POETAS EN EL ARA"
"A qué
mar irá a parar el agua de las palabras..." (Carlos Tapia)
17 DE MARZO
DE 2013
OJO DE AGUA
(NONO) TRASLASIERRA, CÓRDOBA.
Organizó
Grupo "Amigos del Ara de la Poesía"
26 de junio de 2023
5 Haikus, Matsuo Basho
Hoy el rocío
borrará la divisa
de mi sombrero.
-----------------------
Sobre la rama seca
un cuervo se ha posado;
tarde de otoño.
------------------------
Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.
---------------------------
En verano,
las montañas y el jardín
se van adentrando
hasta mi habitación.
------------------------------
A la intemperie,
se va infiltrando el viento
hasta mi alma.
Matsuo Basho
25 de junio de 2023
4 Haikus de Matsuo Basho
Los monjes beben
el té del amanecer.
Flor de silencio.
---------------------
Mira ese pino
parece estar creciendo
sobre la niebla.
----------------------
El cuco canta
siempre lejos del mundo
de los poetas.
----------------------------------
Vayamos juntos
a contemplar la nieve
hasta agotarnos.
Matsuo Basho
24 de junio de 2023
Invierno, Basho
Hielo nocturno
me despierto
mi cántaro estalla
---------------------------
Tan enjuto
como el salmón seco
el bonzo en el
frío
----------------------------
Sol de invierno
sobre un caballo
mi silueta helada
---------------------------
Desolación invernal
en un mundo uniforme
el ruido del viento
----------------------------
¿La nieve que cae
es otra
este año?
Matsuo Basho
INVIERNO (Matsuo Bashö, Haiku de las Cuatro Estaciones,
Colección Libros de los Malos Tiempos, Vol. IX, Madrid, 1983)
23 de junio de 2023
Invierno, Basho
La tempestad de invierno
Se escondió entre los bambúes,
Y amainó en silencio.
* * *
La desolación del invierno:
En un mundo de un color
El sonido del viento.
* * *
Enfermo en un viaje;
Mis sueños vagan
Sobre un páramo seco.
* * *
Viajando por el mundo,
De aquí a allá, de aquí a allá,
Allanando el pequeño campo.
* * *
El dios está ausente;
Sus hojas muertas están amontonadas,
Y todo está desierto.
Basho
22 de junio de 2023
Invierno, Matsuo Bashô
Retiro invernal;
En la pantalla dorada,
El pino envejece.
* * *
Después de los crisantemos,
A excepción del largo nabo,
No hay nada.
* * *
Parece que tenga cien años,
El jardín de este templo,
Con sus hojas caídas.
* * *
Mi casa natal;
Llorando sobre el cordón umbilical,
El fin de año.
Matsuo Basho
21 de junio de 2023
Invierno, Basho
INVIERNO
¡Qué cortesía!
Hasta la nieve es fragante
En Minamidani.
* * *
Una helada noche de lágrimas
El sonido del remo
Golpeando la ola.
* * *
El año toca a su fin:
Aún llevo
Mi casa y mis sandalias de paja.
* * *
La primera lluvia del invierno,
y mi nombre debería ser,
"Viajero."
* * *
La primera nevada :
Las hojas de los narcisos
Se doblan.
20 de junio de 2023
Invierno, Basho
Basho es el poeta japones mas famoso del periodo EDO, había
nacido en Osaka en 1644. Empezó a dar lecciones en el arte del haiku a la edad
de treinta años.
Entre sus discípulos el mas avezado era Kikaku. Una anécdota
de este tiempo contada por Fernando Rodríguez Izquierdo en su excelente obra
"El Haiku japonés".
"Cierto día, Basho y Kikaku iban paseando por el
campo y se quedaron mirando las libélulas que revoloteaban por el aire. En ese
momento, el discípulo compuso este haiku:
"¡Libélulas rojas! Quítales las alas y serán vainas
de pimienta."
El Maestro respondió: "No. De ese modo has matado a
las libélulas. Di más bien:
¡Vainas de pimienta! Añádeles alas y serán
libélulas."
INVIERNO, Basho (Japón; Ueno, 1644- Osaka, 1694)(Haikus
de Invierno de El libro del Haiku, Trad. de Alberto Silva)
Vuelvo a mi pueblo
para fin de año
(lazos de sangre rotos,
nostalgia, llanto)
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A caballo,
mi sombra vagabunda
se congela
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El sonido del remo
en el agua
en la noche
en las tripas heladas
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La racha de invierno:
se esconde entre cañas
de bambú pero luego
se calma