Guía semanal de ideas
Lunes
No encontré a Távora pero vi King Kong en la placita.
Análisis.
Se leyó y se comentó que el régimen no va a caer. Clímax
alencariano de Dos Vidas.
Martes
Parque Lage con Patinho. Yoga. Sopa en lo de la abuela.
Di de Glauber
Traduje 5 p masturbación hasta hartarme
Miércoles
Fingí que no era mi cumpleaños. Almuerzo en familia.
Saliditas a la tarde con y sin Tutú. No me
aplaudieron en el colegio como se esperaba. Salí
dejándole pistas a la psicóloga.
Jueves
Les di a los alumnos redacción con narración sarcástica.
Último capítulo de Dos Vidas. Encuentro con PQ en la
puerta y vamos al restaurante chino.
Conversación sin ir al grano que no es para cuidar las
apariencias.
Viernes
Tomamos algo después del film polaco. Cuarto exhalando
Olor a pata y a ropa interior. Guardados. Volví apretada,
pero tan floja.
Sábado
Cartas de parís. Me puse una nariz para engañar a PQ.
Casas de Banha. Llegué temprano, me paré en frente del
puesto de ollas.
Domingo
Suculento café a la orilla del mar. Mímicas en el
ómnibus.
Emoción exagerada, mucha, inmotivada. Llamó Dildo, pobre,
¿Le daré bolilla? Anoto en el diario versitos de Alvares de Azevedo. Muero,
muero, liviana sin dolor, porque mentías. ¿Mi deseo? Era ser… ¡Boyar (como un
cadáver) en la existencia! Pero qué llorona soy, dejad que gima. Pienso en regalitos,
nuevas desmentidas, nuevos ricos besos, sonatinas. Continúo melosa por dentro.
Ana Cristina Cesar
Quiero explicar que todos los post que fueron subidos al blog están disponibles a pesar de que no se muestren o se encuentren en la pagina principal. Para buscarlos pueden hacerlo por intermedio de la sección archivo del blog ahi los encuentran por año y meses respectivamente. también por “etiquetas” o "categorías de textos publicados", o bajando por la pagina hasta llegar al último texto que se ve y a la derecha donde dice ENTRADAS ANTIGUAS (Cargar más entradas) dar click ahí y se cargaran un grupo más de entradas. Repetir la operación sucesivamente hasta llegar al primer archivo subido.
Gracias por visitar este lugar.
10 de abril de 2022
Guía semanal de ideas, Ana Cristina Cesar
9 de abril de 2022
Fisionomía, Ana Cristina Cesar
Fisionomía
no es mentira
es otro
el dolor que duele
en mí
es un proyecto
de paseo en círculo
un malogro
del objeto
en foco
la intensidad
de luz
de la tarde
en el jardín
es otro
otro el dolor que duele
Ana Cristina Cesar
8 de abril de 2022
Miro mucho tiempo el cuerpo del poema, Ana Cristina Cesar
Miro mucho tiempo el cuerpo del poema
hasta perder de vista lo que no sea cuerpo
y sentir escaparse entre los dientes
un hilo de sangre
en las encías.
Ana Cristina Cesar
7 de abril de 2022
Primera lección, Ana Cristina Cesar
Primera lección
Los géneros de la poesía son; lírico, satírico,
didáctico, épico, ligero.
El género lírico emprende el lirismo.
Lirismo es la traducción de un sentimiento subjetivo,
sincero y personal.
Es el lenguaje del corazón, del amor.
El lirismo es así denominado porque en otros tiempos los
versos sentimentales eran declamados al son de la lira.
El lirismo puede ser:
a) Elegíaco, cuando trata de asuntos tristes, casi
siempre de la muerte.
b) Bucólicos, cuando versa sobre asuntos campestres.
c) Erótico, cuando versa sobre el amor.
El lirismo elegíaco comprende la elegía, la nenia, la
endecha, el epitafio y el epicedio.
La elegía es una poesía que trata de asuntos tristes.
La nenia es una poesía en homenaje a una persona muerta.
Era declamada junto a la hoguera donde el cadáver era
incinerado.
Endecha es una poesía que revela las penas del corazón.
El epitafio es un pequeño verso grabado en las piedras de
los túmulos.
El epicedio es una poesía donde el poeta relata la vida
de una persona muerta.
Ana Cristina Cesar
6 de abril de 2022
Hubo un poema. Ana Cristina Cesar
hubo un poema
que manejaba su propia ambulancia
y decía: no me acuerdo
de ningún cielo que me consuele,
ninguno,
y salía
sirenas bajas,
recogiendo restos de conversaciones,
de las señoras,
“para que nada se pierda
ni se olvide”,
proverbial,
aún herido,
hubo un poema
ambulante
cruz roja
sonámbula
que se escapó
y se fue
inolvidable,
irremediable,
por la rejilla
Ana Cristina Cesar
5 de abril de 2022
Este libro, Ana Cristina Cesar
Este libro
Hijo mío. No es automatismo. Lo juro. Es jazz del
corazón, es prosa que da premio. Un tea for two total, tintinear de la verdad a
la que seducís, charmeur que vuela, por la pista, con todo. Date por aludido.
Y cante.
Puro azúcar blanco y blue.
Ana Cristina Cesar
4 de abril de 2022
Soneto del amor imaginado, Carlos Garro Aguilar
Soneto del amor imaginado, Carlos Garro Aguilar
Has vencido a las sombras pero crece
una avidez sin nombre en tu mirada.
La límpida pasión partió callada
y en el otoño un ángel se estremece.
Navío de tu mano desvelada
sortilegio de luna y de rocío,
con mis ojos tu pena baja al río
y se va por el agua ensimismada.
Por la ciudad desnuda y extranjera
niña-madre poeta irá tu paso
concitando una nueva primavera.
Regresará el fervor de la aventura
y te hallarán las voces del ocaso
mojada de esplendor y de hermosura
CARLOS GARRO AGUILAR.
DEL LIBRO "LUMINOSO COSTADO"
3 de abril de 2022
Regreso a Delfin, Carlos Garro Aguilar
REGRESO A DELFÍN
A Delfín Pereyra,
en memoria de su límpida
humanidad y su guitarra
incomparable.
Con el perfume agreste de la brisa del valle
llega tu nombre arcángel musical
tu voz cordial, inconfundible,
tu guitarra entrañable –vencedora del tiempo-
resonando encantada en el tapiz profundo
de la noche.
Amigo, hermano nuestro: ¿Qué podemos decirte?
Que tus hijos sostienen luminosos, la leyenda irrepetible
de tu sangre,
que los amigos guardan en el ánfora secreta
de su pecho, tu figura encendida,
alimentada por todas las guitarras
y las voces que nombran
nuestra ciudad y las manos abiertas de su gente,
nuestra afectuosa serranía criolla,
nuestras calles aromadas de naranjos,
nuestros amores juveniles,
nuestras dichas y tristezas,
la historia toda de nuestro pueblo laborioso,
sus luchas, sus sueños, su presente.
Estás vivo Delfín, eso queríamos decirte.
En cada copa de vino en las noches de amigos,
ascienden tus canciones,
la magia ardiente de tus manos
sobre las guitarras desveladas,
y en cada serenata dolorense cantas a las novias
que aguardan soñadoras tras los postigos confidentes,
evocas las pintorescas procesiones de los fieles
piadosos,
el fervor intenso de la vida que estalla en los
encuentros,
-ese rumor antiguo de la tierra que habla desde el fuego
y aflora fecundo, sigiloso, en las tonadas y en las
zambas.
Ahora que la primavera ha llegado,
por la Quebrada del Tigre nos silbas
desde el pico amarillo de los zorzales,
en Achala retornas por el pecho encarnado de las loicas,
y en los montes de Altautina tu aura emerge límpida,
desde el grito mineral de las cascadas.
Todo eso nos traes, y te vas por la noche lentamente,
hasta hacerte nostalgia, lágrima, susurro.
Te vas Delfín y sin embargo te quedas,
acá, en el más hondo recodo de la sangre,
íntimo, secreto, luminoso,
como la Cruz del Sur abierta sobre el valle
en esta noche memoriosa, perfumada de azahares,
donde mi voz agradecida
te regresa, te celebra y te canta.
CARLOS GARRO AGUILAR.
1 de abril de 2022
Baja la luz, Carlos Garro Aguilar
BAJA LA
LUZ.....
Baja
la luz callada hacia tu pelo.
Baja
la luz antigua y regresada,
a
besarte la piel deshabitada,
a
mojar con dulzura tu recelo.
Te
dejaron desnuda y con la herida.
Barrilete caído en torbellino.
Perrito de la calle, desatino,
página gris, opaca, de la vida.
Y mi
mano te busca en la tibieza
de
este lecho fugaz donde la ofrenda
de
tu sexo frutal, su estío entrega.
Tiemblas bajo mi lengua y su destreza
convirtiendo en historia la leyenda
de
esta sed que en la tuya se disgrega.
CARLOS GARRO AGUILAR
de Límpido Árbol de tu Nombre, Babel Editora.
30 de marzo de 2022
Instante, Carlos Garro Aguilar
Instante
Arde
una zona de
tu sangre:
la
vulnerable, la sedienta
de
voluptuosidad y esquivos
paraísos.
De incienso a
veces
el aroma que
envuelve
las alas
tornasol de la lámpara-pájaro.
De almizcle,
siempre.
Y por detrás
el sándalo uncido
a la caléndula.
Entonces
-astro
sorpresivo-
el breve
satén damasco
avanzando
hacia ti.
Carlos Garro Aguilar, de "Fervor del día, aura de la
noche",Edit. Babel, Cba 2007.
29 de marzo de 2022
Canta el benteveo, Carlos Garro Aguilar
28 de marzo de 2022
Romanticismo y neorromanticismo (1900) (Ensayo) Herman Hesse
Romanticismo y neorromanticismo
(1900) Herman Hesse
Nadie sabe en realidad lo que significa la
palabra «romántico». Nuestro lenguaje corriente la aplica a muchas cosas, a
libros, a música, a cuadros, vestidos, paisajes, a amistades y relaciones
amorosas, y la entiende ya como reproche, ya como elogio o como ironía. Un
paisaje romántico es un paisaje con barrancos y despeñaderos y ruinas, cuya
contemplación provoca al mismo tiempo placer y ansiedad. Música romántica es
una composición en la que hay más sentimientos que claridad, más suavidad que
tectónica firme, en la que hay algo contenido, velado, una música con muchas
disonancias semidisueltas y compases tímidos, borrosos que deben tocarse
rubato. Algo parecido se piensa, por fin, cuando se habla de un amor romántico,
de una vida romántica —al mismo tiempo se alude a algo insensato y cautivador,
a algo extravagante y aventurero, con una tendencia a la improvisación, algo
que entusiasma a las colegialas y suscita la desaprobación de las personas
sensatas, pero que en todo caso es especial e interesante. En la vida se llama
romántico a todo lo que aparece sin forma y sin ley, que no descansa sobre un
fundamento reconocible y que tiene contornos fugaces como las nubes. A nosotros
el término sólo nos interesa a partir del momento en que se convierte en el
nombre de aquella escuela alemana de escritores cuyo rápido auge y lenta
decadencia ocupan más de un tercio del siglo 19 y cuya historia se repite
curiosamente en todas las literaturas europeas importantes. Como esta escuela
no recibió su nombre ni de contemporáneos ni de historiadores de literatura,
sino que fue ella misma la que lo inscribió con orgullo en su bandera, es
interesante preguntarse qué significa el término «romántico» para los primeros
románticos. La respuesta es: algo distinto para August Wilhelm o para Friedrich
Schlegel, para Novalis o para Tieck. Mientras Schiller, al definir como
«tragedia romántica» su «Jungfrau von Orleans» («Doncella de Orleans») trataba
de hacer solamente justicia a los elementos místicos que en ella concurrían, en
los títulos de las obras de Schlegel y Tieck la palabra significa exactamente
lo mismo que para una obra actual el calificativo «moderno». Novalis emplea la
palabra raramente con intención y nunca como una fórmula clara, envuelve en
ella como en una capa mágica sus ideas más profundamente personales; a Tieck,
el niño alegre, le gusta jugar con ella y se nota que le divierte la oscura y
sonora palabra. Desde el día en que el «Athenáum» fundó una doctrina romántica,
puso la nueva etiqueta a casi todas sus novedades. Los hermanos Schlegel eran
más conscientes y congruentes en su manera de ver las cosas, de tal modo que el
mayor calificaba de «románticos» los valores formales y Friedrich en cambio los
valores filosóficos. Sin embargo, tanto ellos como Novalis tenían en mente
sobre todo el concepto de novela («Román»), desde luego con un recuerdo
evocador de «romántico» («novelesco»).
«La novela» era el «Wilhelm Meister» de Goethe
cuya primera parte, la más importante, acababa de publicarse. Era la primera
novela alemana en el sentido moderno y el gran acontecimiento de aquellos años.
Ningún otro libro alemán ha influido tanto sobre la literatura de su tiempo
como éste. Con «W. Meister» apareció la novela como expresión de una serie de
cosas hasta entonces indecibles. Lo nuevo, maravilloso, profundo y audaz, fue
para los Schlegel, especialmente para Friedrich, en el fondo su aspecto
«romántico». F. Schlegel y Tieck aplicaron entonces el término a sus propios
libros como subtítulo y de este modo dejó pronto de expresar algo concreto. En
lugar de «romántico» podían haber dicho también «a la manera de
Wilhelm-Meister», y de hecho, todas las obras en prosa importantes de aquellos
años, el «Titán» tanto como «Sternbald» y «Lucinde» son imitaciones directas y
conscientes de aquel gran modelo.
Esto no quiere decir que el término
«romántico» no signifícase ya entonces tanto como no-clásico, e incluso
anticlásico, porque Goethe aún no estaba rodeado de la fría aureola del clásico.
Lo que en la historia de la pintura es el interés exclusivo por la luz y el
aire, en la historia de la literatura es paso consciente de la estilización a
lo irregular, del verso a la prosa rítmica, del ensayo acabado, al «fragmento».
No se buscaba ya forma y perfil, sino aroma y ambiente. No se tendía a pasar de
lo universal a lo individual artísticamente delimitado, sino que se intentaba
volver a la fuente, a la unidad primigenia de las cosas y las artes. Se
acompañaba a Schleiermacher en su contemplación del universo.
Vamos a estudiar ahora el contenido en lugar
de la palabra. Inmediatamente salta a la vista que existen dos clases de
romanticismo —una profunda y una superficial, una auténtica y una que solamente
es máscara. En el gusto del público triunfó en su día la última, la falsa.
Novalis cayó pronto en el olvido, mientras que el novelero Fouqué alcanzaba
éxito tras éxito. Así es como el primer romanticismo pereció internamente y
luego también de una manera manifiesta, desapareciendo de la escena entre pitos
y silbidos. En realidad ya estaba muerto cuando Fouqué escribió sus primeras
cosas. Floreció y murió con Novalis. Es cierto que el postromanticismo mostró
en Eichendorff un plácido talento lírico y en Hoffmann un profundo talento
demoníaco, pero éstas son manifestaciones que sólo guardan con el antiguo
principio romántico una relación suelta. El auténtico romanticismo debe
buscarse únicamente en Novalis, pues los Schlegel, a pesar de sus profundos
conocimientos y sublimes percepciones, eran impotentes como poetas.
Novalis murió a los 28 años. En el recuerdo de
sus amigos pervive admirado en irresistible belleza juvenil: el amado
insustituible, sobre cuya obra inacabada flota un perfume único de encanto
secreto. De los oropeles y disfraces que necesitaron sus seguidores no
encontramos ni rastro en él, a no ser aquella apología juvenil del catolicismo
que figura en un extraño ensayo, y que suena en boca de aquel pensador
profundamente protestante como una paradoja desafortunada. Pero se me puede objetar
que su obra principal se desarrolla en la Edad Media, en aquella célebre Edad
Media del romanticismo. No puedo aceptarlo. El «Ofterdingen» es intemporal, se
desarrolla hoy, nunca y siempre, es la historia no de un alma, sino del alma en
general. Como obra literaria es muy discutible. A excepción de la magnífica
primera parte es incompleta y la continuación esbozada discurre por
perspectivas imposibles. Como idea, como proyecto, como acierto creativo, el
«Ofterdingen» tiene un valor incalculable —no es la obra de un adolescente,
sino una reflexión soñadora del alma humana, la elevación desde la miseria y la
oscuridad hacia las alturas de la idea, de la eternidad, de la liberación.
De manera más palpable que a través de aquel
sueño poético, se nos revela la idea romántica fundamental, a través de los
ensayos y aforismos de Novalis que significan mucho más que paráfrasis sobre la
filosofía de Fichte. Su lema y su resultado es proñindización por
interiorización. Que más allá de los límites del tiempo y espacio rigen leyes
eternas; que el espíritu de estas leyes eternas dormita en cada alma; que toda
la formación y la profundización del hombre se basa en conocer ese espíritu en
su propio microcosmos, en adquirir conciencia de sí mismo y en extraer de sí la
medida para todo nuevo conocimiento; esa es en breves palabras la doctrina de
Novalis. No es nada raro que esta idea fundamental se fuese perdiendo más y más
en el romanticismo posterior hasta extinguirse. No servía a los escritores de
moda, ni a los virtuosos de la forma, era en principio una doctrina sin
relación literaria. No es la culpa del romanticismo que la literatura de
aquellas décadas permaneciese ajena a la vida, que viviese en un desdichado
aislamiento. Esto que ya afectó a la creación de los grandes de Weimar, estaba
fundamentado en el espíritu del tiempo. Se comprende que Novalis fuese un
fenómeno excepcional. Pero la pregunta era: ¿qué actitud adoptará la literatura
de una época nueva, distinta, ante su doctrina?
Comienza así la historia de un «neorromanticismo».
La época nueva, distinta ha llegado. La literatura fue derribada del trono del
que no era digna hacía tiempo, —junto con la filosofía cuyo destino había
compartido fielmente durante medio siglo. Y al igual que ésta, se volvió
revolucionaria, democrática y mordaz. El movimiento «junges Deutschland», cuyo
único gran talento fue Heine, enterró con bombo y platillo a la vieja
generación y su literatura. Exceptuando un par de hermosos versos y algunos
chistes buenos de Heine, aquella «joven Alemania» no nos dejó muchas cosas
positivas. Por eso no es extraño que el romanticismo recién dado por muerto
volviese a resucitar —claro que no el auténtico—, sino aquella máscara funesta
a lo Fouqué. En una época en la que en Alemania todo lo que tenía que ver con
romanticismo estaba desprestigiado, se producía y vendía continuamente bajo
toda clase de etiquetas el romanticismo más barato. Hasta el propio Heine debía
muchos admiradores al viejo manto con que se arropaba de vez en cuando. Pero no
todo se debía al manto.
Precisamente él, el profanador
del templo, el irónico genial, conocía bien y añoraba secretamente la «Flor
Azul», y lo mejor que escribió como poeta tiene resonancias del «Ofterdingen».
Pero primero tuvo que desaparecer el
romanticismo de Heine. No tuvo seguidores dignos de mención. El siguiente gran
movimiento literario barrió todas las huellas del pasado. El naturalismo
ejerció un dominio severo e introdujo de repente escuela y disciplina en una
literatura a la deriva. No necesitamos detenernos en él —todos saben la
infuencia tan radicalmente educativa que ejerció sobre el lenguaje y la
poética. Y ahora que ha hecho su obra, no necesitamos, los jóvenes, matarlo, ni
despreciarlo. Como a un maestro severo que se ha hecho viejo, le vemos acercarse
a su fin, sin lágrimas, pero llenos de agradecimiento y dispuestos a guardar de
él un buen recuerdo. Como herencia nos deja una manera de observar, una
sicología y un lenguaje refinados y bien desarrollados. Nos deja muy pocas
obras extraordinarias y asombrosas por su grandeza, pero en cambio enormes
cantidades de estudios, intentos y trabajos preliminares valiosos. ¿Qué actitud
ha adoptado frente a él el elemento romántico de la generación más joven
surgida de su escuela?
No me gusta elegir ejemplos de la literatura
alemana actual. Pero tampoco es necesario, pues como exponentes típicos de la
evolución seguida por la literatura neorromántica tenemos a dos grandes autores
extranjeros sobre los que puede hablarse con más objetividad que sobre coetáneos.
Uno murió prematuramente y ya por su trágico destino suscita nuestra simpatía.
Es el danés Jacobsen. En él encontramos el ejemplo más temprano y noble de un
escritor que conjugó con una enorme fantasía y una sensibilidad suave y
soñadora todo el refinamiento del realismo más desarrollado. Encuentra palabras
llenas de plasticidad concisa para cada fenómeno de la naturaleza, para cada
tallo de hierba que crece junto al camino, para cada belleza visible. Y trata
de trasladar en un oscuro impulso esa poderosa capacidad descriptiva, esa
técnica refinadísima de la expresión a la vida espiritual. No como sicólogo
realista, sino como soñador y descubridor en el mar sin caminos del
inconsciente. Con un afán conmovedor se sumerge en todas las profundidades del
alma femenina (Marie Grubbe). Y en Niels Lyhne emprende a tientas y con
sensibilidad, el descubrimiento del alma infantil. Keller ya lo había hecho en
su inmortal «Grüner Heinrich». Pero Jacobsen posee una técnica nueva: renuncia
consciente o inconscientemente a toda síntesis y estilización, y construye
lenta y penosamente su relato con minúsculos detalles. Y es el primero que
logra ser siempre poeta, que elige en lo que es aparentemente más
insignificante siempre lo importante, característico y que da a su trabajo de
filigrana la solidez y el estilo de una obra planteada con unidad y armonía.
Sus dos obras más importantes son auténticamente románticas. En ambas un alma
individual, débil, es el centro de toda la acción y portadora de todas las
soluciones. Y en los dos casos no describe con análisis riguroso una vida
individual, sino que conquista un terreno neutral sobre el que resuena
poderosamente todo lo humano. Pronto se comprendió que no eran estudios de un
investigador; el misterioso velo de la poesía auténtica flotaba sobre ellos
como un aroma inexplicable pero poderoso. En Jacobsen, el realista se había
convertido en poeta sin renunciar a las conquistas de su escuela. Su ejemplo
tuvo una influencia extraordinaria sobre el surgimiento de un neorromanticismo
alemán.
Estudiemos por último a un romántico de hoy,
todavía joven que creció ya al margen del credo naturalista y en la actualidad
puede ser considerado un típico neorromántico. Me refiero a M. Maeterlinck. En
él no encontramos ya aparentemente ningún vestigio de naturalismo. Estiliza,
compone, adorna sus obras aparentemente con la libertad de un Brentano o un
Hoffmann. Pero sólo aparentemente. También él ha aprendido a ver y describir de
manera realista, pero no se nota inmediatamente porque habla casi
exclusivamente de cosas invisibles. Con la euforia del innovador inició su
camino como soñador y ermitaño apartado del mundo. Pero luego irrumpió en el
tiempo y la vida. Maeterlinck es el primero en seguir impertérrito la doctrina
de Novalis. Para él todos los acontecimientos importantes se desarrollan en el
interior, él descubrió la «tragedia de lo cotidiano». Ve que el alma vive
escondida y asustada en cada ser humano, y la invita a salir con palabras
delicadas y comprensivas, le da ánimos y trata de devolverle el poder perdido.
No es necesario estudiar aquí en detalle sus
obras. Desde hace años Alemania lo conoce tanto como su país natal. Aludiré
solamente a uno de sus libros, el más singular. Demuestra que tanto Maeterlinck
como Jacobsen rinden culto a la naturaleza y la simple verdad. Se trata de su
«Vie des abeilles». Una descripción cuidadosa científicamente impecable de la
vida de las abejas, objetiva, sencilla y rigurosa como un manual, y sin
embargo, en cada frase la obra de un poeta. Aquí, y no en el disfraz de sus
cuentos, es donde hay que buscar el verdadero neorromanticismo. Ignoro si a
Novalis le hubiera gustado la «Princesse Maleine», pero estoy seguro que le
hubiese entusiasmado la «Vie des abeilles». Tratar un trozo de la naturaleza,
pequeño y limitado con el amor del investigador y descubrir con asombro
jubiloso dentro de este círculo estrecho el universo, eso es religiosidad
romántica. Descubrir en una colmena las leyes profundas de la vida y el espejo
de la eternidad, ese es el espíritu de Novalis.
He aquí el misterio y el sentido profundo del
nuevo espíritu romántico. No se trata de escribir unos cuantos poemas bonitos,
sino de buscar una profundización de la vida y del conocimiento en todos los
terrenos. El hecho de que un libro como «Vie des abeilles» haya sido posible
constituye un avance, no sólo en la obra de Maeterlinck. Es de esperar que la
gran masa de lectores comprenda también poco a poco que un libro no puede ser
nunca «romántico» por su tema y su lenguaje, sino únicamente por ese espíritu.
Los autores de novelas de la Edad Media, de dramas fabulosos y de lírica
juglaresca no están ni un paso más cerca del espíritu del romanticismo que Zola
o Dostoievski. Pero que sea bienvenido todo poeta que tenga algo del alma del
«Ofterdingen».
Herman Hesse
27 de marzo de 2022
Miguel Ángel 1475-1564 «Poemas», Hermann Hesse
Miguel Ángel
1475-1564
«Poemas»
Hasta hoy los poemas de Miguel Ángel son
conocidos, incluso en Italia, únicamente por historiadores y filólogos. Después
de todo no hace mucho que fueron coleccionados por fieles investigadores y
reconstituidos en la medida de lo posible en su forma original. Quizá comiencen
ahora a surtir efecto sobre sectores más amplios, y quizá la actual tendencia
de los escritores de la cultura hacia el Renacimiento italiano se haga cargo de
este bagaje pesado junto a otros más ligeros.
Para quien tenga alguna relación con Miguel
Ángel sus poemas serán una experiencia. Es posible que su impresión sobre
nosotros no sea tan fuerte como la de sus otras obras, ya que estos poemas
tienen elementos infinitamente más limitados temporalmente —en el fondo es la
misma impresión desconcertante, aunque más diluida, y más rica en matices que
experimentamos ante las grandes obras de Miguel Ángel. Un hombre apasionado
corre solitario por una vida oscura, en eterna huida e insatisfacción,
entregado ardientemente a todas las ilusiones del pensamiento y del amor, y por
encima de todo este torbellino, flota sagrado un espíritu cercano a Dios que
eleva la pasión a la grandeza y la tristeza a la devoción.
(1908)
Hermann Hesse
26 de marzo de 2022
Los hermanos Karamazov o El ocaso de Europa Reflexiones en la lectura de Dostoievski, Hermann Hesse.
25 de marzo de 2022
«Dostoievski descrito por su hija», Hermann Hesse
«Dostoievski descrito por su
hija»
Que una hija de Dostoievski viva aún, que le
conociese al menos aún cuando era pequeña y tenga recuerdos directos y claros
de él y que nos los trasmita ahora, es algo que debemos agradecer y aceptar
como un regalo y disfrutarlo. Y de hecho aprendemos a través de este libro
algunas cosas nuevas sobre Dostoievski, no muchas, pero sí algunas importantes
y además un número de recuerdos pequeños, no esenciales en sí, pero llenos de
vida.
Si la autora de este libro no fuese la hija
del gran escritor nos sentiríamos tentados a la crítica y, a menudo, a la más
enérgica protesta, pues el libro muestra una clase de espiritualidad muy
contradictoria y trabaja con teorías muy extrañas, incluso fantásticas, que
incitan a la crítica por presentarse con la pretensión de ser una especie de
prueba científica. Sin embargo, se trata de la hija de Dostoievski, y si, en
lugar de ser una mujer ingeniosa y especial, fuese una inválida o una idiota me
seguiría descubriendo ante ella y me alegraría de tener ocasión de mostrar mi
aprecio a alguien que está tan próximo a Dostoievski y por cuyas venas corre su
sangre.
Las teorías con las que defiende la señorita
Dostoievski sus argumentaciones requieren para la mayoría de los lectores una
explicación, y más aún una traducción. Se trata de teorías raciales.
Dostoievski no es explicado a través de su vida y sus obras, sino a través de
su sangre, su origen, y entonces resulta que no es un ruso, sino medio lituano,
medio ucraniano y que también esto son sólo mezclas, lo esencial, noble,
valioso en él es una gota de sangre «normanda». Para Aimée Dostoievski Tolstoi
es un alemán, Turgeniev un mongol. Naturalmente estas frases son estériles e
inquietantes si las tomamos al pie de la letra como pretende desde luego su
autora. Pero tenemos que recurrir a traducciones y conservar tranquilamente
toda la escala de valores que la autora denomina normando, sueco, finlandés,
europeo, alemán, mongol, etc., pero sustituyendo los nombres. Cuando se refiere
a algo bueno, noble, distinguido dice normando, cuando se refiere a algo débil,
joven e ingenuo dice eslavo, cuando odia dice «mongol» etc., y si traducimos
razonablemente estas fantasías raciales, obtenemos una geografía del alma
bastante fecunda y comprendemos que la hija tiene que sentir esto y aquello en
Dostoievski como ucraniano, polaco, etc.
Con esta limitación, con el consejo de tomar
estas teorías raciales sólo simbólicamente, recomiendo encarecidamente el libro
de esta mujer singular, valiente y obstinada. Hasta en él, en su peculiaridad y
hasta en sus rarezas late el recuerdo de su gran padre.
(1919)
Hermann Hesse
24 de marzo de 2022
Diálogo entre el escritor y el crítico (1930), Hermann Hesse
23 de marzo de 2022
La llamada «elección del tema», Hermann Hesse
La llamada «elección del tema»
La «elección del tema» es un concepto habitual
de muchos críticos, para algunos es incluso imprescindible. El crítico medio se
enfrenta a diario a un tema que le es impuesto desde fuera. Aunque sólo sea por
eso, envidia al escritor por su aparente libertad en el trabajo. Además el
crítico del día trata casi exclusivamente con literatura de evasión, con
literatura imitada y un novelista hábil, aunque también con una cierta
arbitrariedad y por razones puramente prácticas, puede elegir su tema, aunque
su libertad está también muy limitada. El virtuoso de la evasión, elegirá
libremente su escenario, y siguiendo las tendencias de la moda trasladará su
nueva novela al Polo Sur o a Egipto, dejará que se desarrolle en círculos
políticos o deportivos, tratará en su libro problemas actuales de la sociedad,
de la moral, del derecho. Pero detrás de esta fachada de actualidad hasta el
imitador literario más astuto representará una vida que corresponda a sus ideas
más profundas, establecidas forzosamente, no podrá evitar una predilección por
ciertos caracteres, por ciertas situaciones, y una indiferencia por otros.
Hasta en la obra más insulsa se manifiesta un alma, el alma del autor, y el
peor escritor que no sabe dibujar ni un solo personaje, ni caracterizar
claramente una sola situación humana, acertará en algo en que no había pensado:
siempre desvelará su propio yo a través de su artefacto. En la literatura
auténtica no existe una elección del tema. El «tema», es decir los personajes
principales y los problemas característicos de una obra literaria, no es
elegido nunca por el escritor, en realidad es la sustancia original de toda
literatura, es visión y experiencia síquica del escritor. Este puede sustraerse
a una visión, huir de un problema vital, dejar a un lado por incapacidad o
comodidad un «tema» vivido auténticamente. Pero nunca puede «elegir» un tema.
No puede dar a un contenido que por razones puramente racionales y artísticas
considera apropiado y deseable, la apariencia de que es el fruto de un estado
de gracia, que no ha sido pensado, sino vivido en el alma. Es cierto que
escritores auténticos han hecho a menudo el intento de elegir temas, de mandar
sobre la poesía: para los colegas los resultados de estos intentos son siempre
extremadamente interesantes e instructivos, pero como obras literarias nacen
muertas. En una palabra: cuando alguien pregunta al autor de una obra
auténtica: «¿No deberías haber elegido otro tema?» —es como si un médico
preguntase al paciente que tiene una pulmonía: «¿Por qué no se ha decidido
usted mejor por un catarro?»
Hermann Hesse
(1930)