Brillan todos los pájaros y estamos viajando al
Paraguay.
Lejos van quedando las costas del Plata y del
Atlántico.
Las estaciones de andenes con aliento a zorrino
De la Provincia de Buenos Aires,
y la laguna del Tordillo.
A nuestro costado una franja de todos los colores
de la Cuenca del Plata aborda a nuestro barco.
Mi padre y un changador alcohólico, de barbas
rojizas,
nos saludan desde la brillante costa correntina.
Una laguna se ha colocado –como sombrero celestesobre
el camposanto donde viven.
El Río de la Plata se le ha salido del sombrero,
Oliverio,
y desborda en su camarote.
-Pero, che, Madariaga, usted se ha meado todo un estero.
-No, es el agua que usted recogió en la Bahía de
Samborombón,
y la tenía guardada en su sombrero.
Derecho, allá, donde el crepúsculo tiene volteada a
una palmera,
está mi rancho con techo de hojas de palmeras.
Al regresar, entraremos en esos palmares, en una
volanta celeste y negra:
la misma que manejaba Anastasio Jenuario –un negro
rengo-,
conduciendo a mi abuelo en 1881.
Aquel es mi pedazo de recuadro del mundo recibido
Antiguamente por las fieras.
-Che, camarero.
El paquebote se dirige a los esteros paralelos a la
costa.
Quiere vararse en la parte florecida, colorada, verde
y cremosa del estuario.
Hemos varado, pero conozco algunos canoeros que,
Botando con tacuaras rosadas y amarillas, nos
bajarán en una costa firme.
Nos haremos de montados para llegar a algún
puertecillo natural.
Nuestro barco recuperará la marcha.
Ya estamos frente al puerto de Corrientes, y el postre
de la tiniebla entera ya ha llegado.
Durmamos una medianoche, hasta que los monos nos
devuelvan la luna,
y no habrá más peligro de vararse en un estero.
Asunción baila ya su galopa del encuentro,
Arden las mulatas verdes de ojos dorados.
¿Oye el sonido multicolor del canto de ese pájaro,
Oliverio?
Es el pájaro de una princesa guayaki, que se enjoyaba
con los ojos de ese pájaro de infierno.
Estamos en la bahía de Asunción y corre el fuego.
La chiquilla de las naranjas canta en el alba,
descalza y vestida de frutas enarenadas.
Estamos entre jazmines y mosquiteros.
Vamos a comernos todo el mercado.
Raptemos a:
una burrera
una burrera,
una naranjera,
una mendiguera,
una india con las orejas llenas de
frutas,
una galopera,
una canoera,
una yuyera,
una frutillera,
una aguatera,
una cañera,
una payesera,
una cigarrera,
una vendedora de coronas de agua
de ananá
para beber toda la siesta.
Oliverio, nos espían desde sus carpas
las hechiceras:
serán nuestras amigas,
nos ofrecerán las mejores mujeres.
(Antes de morir, Oliverio Girando me invitó a viajar con él a
Paraguay.
El viaje no se llevó a cabo. Después nació este Sueño, en
homenaje al gran poeta y amigo)
Francisco Madariaga
De Criollo del universo