Circe Maia
(Montevideo, 29 de junio de 1932) es una escritora, poeta, profesora y
traductora uruguaya. Se casó con Ariel Ferreira, médico, en 1957, y en 1962 la
pareja se mudó a Tacuarembó con sus dos primeras niñas.
Cursó estudios de
filosofía en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) y siguió estudiando
filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la
República. Se dedicó al profesorado de filosofía en un liceo departamental y en
el Instituto de Formación Docente de Tacuarembó.Participó en la fundación del
Centro de Estudiantes del Instituto de Profesores Artigas (CEIPA) y fue socia
activa del Partido Socialista. Los años de la dictadura cívico-militar en
Uruguay fueron duros para su familia. Un día de 1972, los militares irrumpieron
a las 3 de la madrugada en su casa para arrestar a Circe y Ariel, pero a ella
le permitieron quedarse porque su hija menor tenía apenas 4 días. Su marido
estuvo dos años preso por formar parte del Movimiento de Liberación
Nacional-Tupamaros. En 1973, Maia fue destituida de su cargo como profesora de
educación secundaria por el gobierno militar pero de todos modos daba clases
particulares de idiomas y continuó con sus estudios. En 1983 perdió a su hijo
de 18 años en un accidente de tránsito. Esta tragedia añadida a las
dificultades de escribir bajo la dictadura la llevó hacia un descanso en su
trabajo poético. Con el regreso de la democracia en 1985, fue reintegrada a su
cargo como profesora de educación secundaria. Sus publicaciones comenzaron de
nuevo con Destrucciones (1987), un pequeño libro escrito en prosa, y Un viaje a
Salto (1987), relato en prosa sobre el encarcelamiento de su marido. Circe Maia
a lo largo de cincuenta años de trabajo poético se ha apartado de la literatura
hermética que se vuelve monólogo. Como ella misma dice, ve "en la
experiencia diaria, viva, una de las fuentes más auténticas de poesía". Su
poesía se expresa a partir de la sensibilidad, sobre todo auditiva y visual.
Construcción de objetos
Se hacen en el tiempo
y están hechos de tiempo.
Se hacen de a poco, como a
pequeños golpes
de cincel, una estatua.
Como un tejido, punto por
punto
día por día.
Pero después están. Están
como una mesa
apoyada en el piso: ese
modo de hablar, por ejemplo
esos gestos
los círculos de actos
rutinarios
tan objetos
tan cosas
que sólo se deshacen con
la muerte.
Circe Maia
De Dos voces (1981)