Cuartos contiguos. (Sobre un texto de Isis)
Uno no puede dejar de ver los signos de alegrías
que ya están afuera, que ya te pasan al lado.
Más bien, a veces, como si estuviéramos
en dos cuartos contiguos; la puerta entre esos cuartos
sigue abierta, de modo que las conversaciones
se oyen bien. Aún existe
la posibilidad de contestar una pregunta
que cayó en el vacío -un hueco no frecuente-
que puedes rellenar con tu voz, claro que alzándola
un poco más, porque no estás allí
estás al lado.
Otro modo de estar “al lado” es en las fiestas
donde es obligatoria la sonrisa
y un aire de interés permanente. No está bien
que descubran de pronto que te has ido
y has dejado tu cuerpo en la silla.
Tu mano sostiene la cuchara
pero ves alejarse el plato y toda
la mesa y sus ruidosos comensales.
Todos se alejan bruscamente.
Te ves en el cuarto de al lado
con la puerta entornada y te das cuenta
que en medio de las conversaciones
ya no te oirían.
Circe Maia