Evocando a Oscar Guiñazú Álvarez, Carlos Edgar Vidal
… andando el
tiempo…
los hombres arremeten desde siempre
y con rumbo hacia delante…
Carlos Edgar Vidal
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio
de 2001
Van corriendo los años y cada día se siente más en lo
profundo del recuerdo y el sentir la ausencia de este singular escritor que no
está a nuestro lado, pero nos acompaña.
Hace precisamente veinte años que una periodista
cordobesa en brillante nota publicada en “La Nación” de Buenos Aires, hacía
saber que en Villa Dolores (Córdoba), los escritores del Valle de Traslasierra
festejarían su aniversario con un Encuentro Internacional de Poetas bajo la
conducción organizativa de Oscar Guiñazú Álvarez.
Incansablemente, había venido desde su graduación como
maestro en la Escuela Normal “Dalmacio Velez Sarsfield”, alentando y
trasmitiendo el proyecto de reunir los poetas del interior, mientras iniciaba
el desarrollo de lo que sería vocación constante por el resto de su vida, esto
es la docencia tomada como pasión existencial junto a la noble profesión de
vocero de nuestra gente.
Nacido en Candelaria, al norte de la Provincia de San
Luis, allá por los pagos del gran vate Agüero vino a vivir a tierras cordobesas
donde encaró muy joven todavía, la obsesiva tarea de volcar sus ansiedades en
versos de inquietante sentido de protesta y solidaridad social.
Comprendió en forma principalmente intuitiva la
importancia de poner énfasis en lo humano —es decir la formación de la personalidad
y la comprensión de la condición humana- y en lo social. Pudo así descubrir la
continuidad de la vida interior del hombre y las fecundas enseñanzas y
herencias que atesora desde su pasado.
Aunque entendió temprano que la literatura, y en particular
la poesía, no son un fin en sí mismas sino que representan una especie de guías
para el hombre angustiado y en crisis, frente a la incertidumbre y el miedo a
lo que ha sido conducido por la explotación y el desamparo no vaciló en dar a
su obra un sentido de solidaridad y amor por los que nada tienen y aún así
quieren vivir.
Captó desde la
juventud su propia realidad de escritor de un mundo nuevo y que, como tal,
estaba obligado a integrar un proceso de concientización y ocupación de esta
tierra por seres humanos con sus derechos y con capacidad para soñar o imaginar
las verdades prometidas y escamoteadas en las antiguas ciudades sepultadas,
ocultas en los horizontes de las pampas, en las selvas vírgenes o en cavernas
de las montañas. No cantó a la belleza solamente, sino que se intentó en la
herencia cultural de nuestro pueblo y los aspectos áridos, sangrantes y
violentos de la vida
Tal como lo señala la autora chilena, Miriam Phillips,
Guiñazú esgrime su lanza y avanza contra le injusticia, la marginación y el
hambre que castigan al ser americano. Poemas como “Crónica del Grito”, que
dice..... “Inundación de puños y tragedias, ganadora de insultos y condenas,
pero abierta a las albas fraternales”, despiertan ansias aún dormidas e inducen
soñar con la libertad, el amor y la perspectiva de acceder a la felicidad
compartida.
Otros, son compañeros predilectos en las horas de trabajo
o gran aflicción y su contenido nos aleja del pesimismo o impulsa a la acción
decidida como “....Andando el tiempo... los hombres arremeten desde siempre y
con rumbo hacia adelante...”
Y también están aquellos que se posesionan de nuestro
espíritu y siguen repitiendo que “la vida no termina, sino que somos
protagonistas eternos, junto a los que puntean otros compases con tu misma
guitarra...”
Hay una evidente fusión entre este escritor y el destino
americano. Y lo que sólo era al comienzo con ciencia artística, se va tomando
con el tiempo en con ciencia social. Asistimos a una maravillosa identificación
entre el poeta y el pueblo, alcanzando la poesía la dimensión de agente de
cambio incomparable.
Esta aspiración admirable lo condujo a rodear la tarea
docente de una preocupación constante por las condiciones de vida de las
comunidades donde el destino lo llevó a desempeñarse corno maestro o director
de escuela.
Cooperadoras escolares, asociaciones de vecinos, salas de
primeros auxilios o escuelas nocturnas para padres, fueron la resultante de una
constante actividad compartida, siendo dignos de destacar la cantidad de
jóvenes que, gracias a su apoyo, continuaron estudios superiores en la capital
de la provincia o en otros países.
Claro está que sus empeños cosecharon también la envidia
o el reproche de los que no toleran el progreso ajeno o los que no comparten la
incorruptible fe democrática o la pública manifestación de su ser republicano
en contra de oligarquías o dictaduras de cualquier especie.
El siguió su camino hasta el final, convencido de que la
militancia honesta y el sacrificio por los ideales de nación y patria son las únicas
armas que posee el hombre para defender la libertad de conciencia y el derecho
a la vida.
Cultivó la creencia de que el lenguaje es un complejo
proceso en el cual se interrelacionan los conceptos formados en la mente para
exteriorizarse armónicamente en forma de palabras habladas o escritas. No sólo
como un fenómeno racional por el cual nos expresarnos libremente, sino como el
afán de comunicarnos con el mundo presente o futuro.
Su espíritu inquieto pugnaba por proyectarse hacia la
altura, rebelándose contra lo convencional e internándose en el fundamento de
las cosas, la gente, la existencia, buscando quizá encontrarse consigo mismo,
sin comprender plenamente que estaba desafiando a todo un mundo de libertad
condicionada a no trascender límites ya trazados.
Aceptó participar en la pugna entre la razón y la pasión
que, en última instancia, es el arte. Liberado de ataduras, se sumergió en
regiones ignotas del yo interior y surgió incontaminada, hermosa, su obra
poética, flor de inspiración y llena de alado eterno mensaje.
Carlos Edgar Vidal
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio
de 2001