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9 de abril de 2021

Evocando a Oscar Guiñazú Álvarez, Carlos Edgar Vidal

 

Evocando a Oscar Guiñazú Álvarez, Carlos Edgar Vidal

 
 … andando el tiempo…
los hombres arremeten desde siempre
y con rumbo hacia delante…

 
Carlos Edgar Vidal
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

 
Van corriendo los años y cada día se siente más en lo profundo del recuerdo y el sentir la ausencia de este singular escritor que no está a nuestro lado, pero nos acompaña.
Hace precisamente veinte años que una periodista cordobesa en brillante nota publicada en “La Nación” de Buenos Aires, hacía saber que en Villa Dolores (Córdoba), los escritores del Valle de Traslasierra festejarían su aniversario con un Encuentro Internacional de Poetas bajo la conducción organizativa de Oscar Guiñazú Álvarez.
Incansablemente, había venido desde su graduación como maestro en la Escuela Normal “Dalmacio Velez Sarsfield”, alentando y trasmitiendo el proyecto de reunir los poetas del interior, mientras iniciaba el desarrollo de lo que sería vocación constante por el resto de su vida, esto es la docencia tomada como pasión existencial junto a la noble profesión de vocero de nuestra gente.
Nacido en Candelaria, al norte de la Provincia de San Luis, allá por los pagos del gran vate Agüero vino a vivir a tierras cordobesas donde encaró muy joven todavía, la obsesiva tarea de volcar sus ansiedades en versos de inquietante sentido de protesta y solidaridad social.
Comprendió en forma principalmente intuitiva la importancia de poner énfasis en lo humano —es decir la formación de la personalidad y la comprensión de la condición humana- y en lo social. Pudo así descubrir la continuidad de la vida interior del hombre y las fecundas enseñanzas y herencias que atesora desde su pasado.
Aunque entendió temprano que la literatura, y en particular la poesía, no son un fin en sí mismas sino que representan una especie de guías para el hombre angustiado y en crisis, frente a la incertidumbre y el miedo a lo que ha sido conducido por la explotación y el desamparo no vaciló en dar a su obra un sentido de solidaridad y amor por los que nada tienen y aún así quieren vivir.
 Captó desde la juventud su propia realidad de escritor de un mundo nuevo y que, como tal, estaba obligado a integrar un proceso de concientización y ocupación de esta tierra por seres humanos con sus derechos y con capacidad para soñar o imaginar las verdades prometidas y escamoteadas en las antiguas ciudades sepultadas, ocultas en los horizontes de las pampas, en las selvas vírgenes o en cavernas de las montañas. No cantó a la belleza solamente, sino que se intentó en la herencia cultural de nuestro pueblo y los aspectos áridos, sangrantes y violentos de la vida
Tal como lo señala la autora chilena, Miriam Phillips, Guiñazú esgrime su lanza y avanza contra le injusticia, la marginación y el hambre que castigan al ser americano. Poemas como “Crónica del Grito”, que dice..... “Inundación de puños y tragedias, ganadora de insultos y condenas, pero abierta a las albas fraternales”, despiertan ansias aún dormidas e inducen soñar con la libertad, el amor y la perspectiva de acceder a la felicidad compartida.
Otros, son compañeros predilectos en las horas de trabajo o gran aflicción y su contenido nos aleja del pesimismo o impulsa a la acción decidida como “....Andando el tiempo... los hombres arremeten desde siempre y con rumbo hacia adelante...”
Y también están aquellos que se posesionan de nuestro espíritu y siguen repitiendo que “la vida no termina, sino que somos protagonistas eternos, junto a los que puntean otros compases con tu misma guitarra...”
Hay una evidente fusión entre este escritor y el destino americano. Y lo que sólo era al comienzo con ciencia artística, se va tomando con el tiempo en con ciencia social. Asistimos a una maravillosa identificación entre el poeta y el pueblo, alcanzando la poesía la dimensión de agente de cambio incomparable.
Esta aspiración admirable lo condujo a rodear la tarea docente de una preocupación constante por las condiciones de vida de las comunidades donde el destino lo llevó a desempeñarse corno maestro o director de escuela.
Cooperadoras escolares, asociaciones de vecinos, salas de primeros auxilios o escuelas nocturnas para padres, fueron la resultante de una constante actividad compartida, siendo dignos de destacar la cantidad de jóvenes que, gracias a su apoyo, continuaron estudios superiores en la capital de la provincia o en otros países.
Claro está que sus empeños cosecharon también la envidia o el reproche de los que no toleran el progreso ajeno o los que no comparten la incorruptible fe democrática o la pública manifestación de su ser republicano en contra de oligarquías o dictaduras de cualquier especie.
El siguió su camino hasta el final, convencido de que la militancia honesta y el sacrificio por los ideales de nación y patria son las únicas armas que posee el hombre para defender la libertad de conciencia y el derecho a la vida.
Cultivó la creencia de que el lenguaje es un complejo proceso en el cual se interrelacionan los conceptos formados en la mente para exteriorizarse armónicamente en forma de palabras habladas o escritas. No sólo como un fenómeno racional por el cual nos expresarnos libremente, sino como el afán de comunicarnos con el mundo presente o futuro.
Su espíritu inquieto pugnaba por proyectarse hacia la altura, rebelándose contra lo convencional e internándose en el fundamento de las cosas, la gente, la existencia, buscando quizá encontrarse consigo mismo, sin comprender plenamente que estaba desafiando a todo un mundo de libertad condicionada a no trascender límites ya trazados.
Aceptó participar en la pugna entre la razón y la pasión que, en última instancia, es el arte. Liberado de ataduras, se sumergió en regiones ignotas del yo interior y surgió incontaminada, hermosa, su obra poética, flor de inspiración y llena de alado eterno mensaje.
 
Carlos Edgar Vidal
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

8 de abril de 2021

Oscar Guiñazú Álvarez el gran convocador, Teresa Gómez Atala Escribe Teresa Gómez Atala


  
Oscar Guiñazú Álvarez el gran convocador, Escribe Teresa Gómez Atala
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

 
 
En Candelaria, Pcia. de San Luis, el 3 de junio de 1916, los ojos claros de Oscar Francisco contemplaron con asombro, por primera vez, la luz.
Un niño como Todos, pero sin duda, con un destino singular: buscar la luz de la palabra.
Tal vez el primer sonido que percibieron sus oídos, fue el canto silvestre del jilguero, o la voz musical del agua, quebrándose entre las piedras.
Con seguridad la belleza del paisaje, fue despertando sus sentidos tempranamente y antes de aprender los secretos de la escritura, descubrió la vibración de su alma, que le marcaría una senda: La Poesía.
Salvador Guifíazú, su padre labrador, le señaló con su ejemplo, un camino de dignidad y hombría de bien, que mantuvo a lo largo de su vida.
Petrona Alvarez. su madre maestra, lo inició en el misterio del abecedario y en la libertad del viento, fruteció en poemas.
Y es así, que Oscar Guiñazú Alvarez, en 1927, contando con sólo once años, dejó su niñez en la casa natal y se radicó en Villa Dolores. ingresando en la Escuela Normal Dalmacio Vélez Sársfield: de donde egresa en 1934 con el título de Maestro Normal Nacional. Siendo el abanderado de su promoción.
En el transcurso de ese año promueve reuniones en su domicilio a las que asistían jóvenes con su misma vocación : La Literatura.
Así formaron lo que ellos llamaban la Escuela del Verso publicando sus trabajos en los diarios locales firmados con seudónimos. De esta manera, nace Eduardo Dawn, y con este nombre publica su primer libro de poemas: “El Amor y el Dolor de Eduardo Dawn” en el mismo año comienza a ejercer la docencia destinado a la escuela de Tosno Pcia de Córdoba.
En Colonia Los Zorros (Tercero Arriba) permanece hasta 1941 oportunidad en la que se traslada a la localidad de Anisacate, con la misión de crear la Escuela N° 2, con el cargo de Director.
Fue corresponsal del diario La Voz del Interior también de La Prensa de Buenos Aires.
En esa época conoce a Esther Zárate, también docente, con quién contrae matrimonio en diciembre de 1944, incondicional colaboradora, que por más de cincuenta años lo acompañó silenciosamente en sus desvelos.
Mientras tanto, alternando la docencia con una definida vocación poética, publicó: “Muestrario” en 1946, editado por el diario Democracia.
Se encontraba en ese momento, ejerciendo su profesión en la Escuela Gral. San Martín en la localidad de Salsacate.
En 1950 “por razones políticas” es dejado cesante, conjuntamente con su esposa, razones, que se piensa, fueron derivadas de un gremialismo militante.
Hombre de voluntad firme, jamás se daría por vencido y dedicó la mayor parte de sus horas a diversas tareas.
Sin embargo, ya tenía un poemario listo para entrar en prensa: “El Polen de la Inquietud”, cuya difusión se logró en julio del mismo año, publicado por la Editorial Assandri.
Por motivos de trabajo, debió viajar casi permanentemente. Esa actividad, lo llevó a recorrer numerosas ciudades.
Según su propio relato, había adquirido la costumbre de averiguar, en bares y comercios de cada localidad a la que llegaba, el nombre y dirección de los poetas locales, a quienes luego visitaba iniciando así una amistad epistolar, que en muchos de los casos, se mantuvo hasta el final de su tiempo.
Establecido en Villa Dolores, con su familia, se inicia como director del diario Democracia, gestión que realiza durante varios años.
Reincorporado a la docencia en 1955, es nombrado director de la Escuelá N° 27 denominada Francisco Javier Arias y se inicia como profesor de enseñanza secundaria.
Paralelamente, el poeta siempre tuvo un desvelo, para su otro gran amor: la poesía.
En 1958, nace “Tardes de la Biblioteca Sarmiento”, entidad cultural integrada por poetas de Villa Dolores y zonas aledañas, que presidió hasta 1996.
Una vez, relató que en su tiempos niños, en Candelaria, había tenido el ferviente anhelo de repicar las campanas de la iglesia, llamando a misa. Sueño que un día cumplió. Su destino de gran convocador, se había iniciado.
 En 1962, organizó el 1º Encuentro de Poetas. En esa oportunidad, sólo fueron invitados cinco poetas de diferentes puntos de la provincia, pero a partir de entonces los encuentros fueron creciendo en número de participantes, hasta que en la actualidad, se reúnen casi dos centenares.
La llegada de la primera poeta chilena Olga Villanueva Díaz, adquiere para los encuentros, la internacionalidad.
 
“Poeta: mi casa no tiene verja!
porque no quiero! que detengas tu arribo!
(...) Tengo siempre un insomnio
y a toda hora el vino
añejo de la hermandad”.

 
Este fragmento de su poema “Mi casa abierta”, publicado en su libro “Orbita 50” en 1966, ha sido una suerte de vaticinio. ¿Habrá presentido el poeta, que con el paso de los años, su llamado, llegaría a todas las provincias argentinas y trascendiendo fronteras, a los países latinoamericanos? ¿Qué fuerza lo animó a buscar a los poetas asegurando la convergencia de voces y sentimientos?
En la actualidad, toda Villa Dolores, es una casa sin verja, donde siempre en octubre, la poesía florece en cada patio y la amistad se renueva en el abrazo.
- Con el lema “Poesía y amistad”, Oscar Guiñazú Alvarez, instala un diálogo entre la palabra y el sentimiento. La palabra, uno de sus grandes amores y la amistad, fundada en el respeto, la franqueza y la mano siempre generosa en afectos.
Hombre de acción, dedicaba pocas horas al descanso. Su día comenzaba mucho antes que los pájaros elevaran su canto de alabanza al sol. Era la hora del encuentro con el ángel de la poesía.
De ese insomnio casi permanente, nació su vasta obra poética. Después de los libros ya mencionados, ha publicado: “Compartir el tiempo”, “Contra Reloj”, “Resplandor de la Memoria”, “Geografía exterior”, “Cuerdas Tensas”, “Calles con Esquinas”, “Y ...Poemas Circunstanciales”, “A lo largo del sol”, “Desde la voz al Grito”, “Ven a decir tu luz”, y “Torrentes Infinitos”.
 Varios libros quedaron en silencio, es decir, inéditos. El tiempo se le fue, organizando encuentros.
En sus versos, encontramos que el poeta asume lo eterno y lo cotidiano, en el devenir del tiempo.
Sin ánimo de señalar críticamente los aciertos o desaciertos estéticos de la obra de Oscar Guiñazú Alvarez, destacamos la fuerza impulsora que lo hizo un incansable trabajador de la cultura. Más allá del poeta, inmerso en su disciplina creadora, encontramos al hombre, en actitud de noble generosidad, de espíritu íntegro, con un claro sentido de la amistad.
Estamos refiriéndonos a una vida que fue y a una obra que aún permanece. Una vida dedicada a la docencia y a la literatura, sus dos grandes amores.
Cuando lo conocí en 1975, me asombró su capacidad de trabajo y el ingenio con que sorteaba toda dificultad. Y así fue que elegí un camino, sostenido por su comprensión y su sabiduría. Todos encontraban un espacio en la calidez de sus afectos.
Con el tiempo entendí los objetivos que guiaban la inquebrantable vocación de Oscar Guiñazú Alvarez.
Solía decir que los poetas salvarían el mundo, por que ellos buscaban la luz de la palabra, como elemento purificador del espíritu.
Mucho se ha trabajado desde 1962. El tiempo ha soplado sobre la vida. Mientras tanto, nos nacieron hijos, nietos, poemas y libros, a la vez que se agrandaba nuestro corazón, para contener a todos los amigos que nos dio la poesía.
Encontrarse, comunicarse, compartir y crecer juntos, han sido y son las razones que nos han mantenido en la continuidad. Hacer de la poesía, un instrumento de paz, amor y entendimiento, con la finalidad de llegar al hombre, esa es la consigna.
Buscar el equilibrio, elevar todas las voces en un solo canto nos permitirá trascender las estrellas y encontrar la armonía del canto universal.
Oscar Guiñazú Alvarez, encendió el fuego hace cuatro lustros, en Villa Dolores, Capital de la Poesía. Los poetas se reúnen a su alrededor, para celebrar la Palabra.
 
Teresa Gómez Atala
 
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001
 
 
Teresa Gómez Atala



 

7 de abril de 2021

Oscar Guiñazú Álvarez El magisterio de un poeta por Gaspar Pío del Corro



OSCAR GUIÑAZÚ ÁLVAREZ El magisterio de un poeta por Gaspar Pío del Corro
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001
 

 
 
Resplandor de la memoria” es el título de un poemario publicado en 1991. Dice allí, recordando a Candelaria, su pueblo natal: “Una suerte de compromiso autoestablecido para con los seres y los enseres que determinaron la natural vigencia de una infancia a la que regresó para beber felicidad, para contrarrestar así la atmósfera de crisis, de desencuentro en que camina la humanidad”.
Este poeta retorna como una constante a los tiempos de su niñez, pero no por necesidad de lamentar el bien perdido, sino para revivir ese mismo bien, atesorado. No hay, pues, en sus versos, nada elegíaco, nada que lo lleve a solazarse en un dolor, por más real que sea, sino más bien a la búsqueda de la felicidad conocida en los mejores años de la existencia.
Cuando Guiñazú Alvarez mira hacia atrás lo hace con la misma ilusión con que mira hacia adelante. No como un camino de evasión sino en aventura de conocer, con la voluntad de reencontrarse con los valores humanos en el aquilatamiento de la experiencia personal, dentro de sus limitaciones pero trascendiendo.
Camina hacia atrás para traer hacia el futuro un aliento, una luz:
 
Iluminado patio
que aprendí de memoria;
 
Donde aprender algo es alcanzar la realidad que lo desborda: la Realidad, como un gran texto que encierra una multitud inagotable de lecciones de vida:
 
Cómo olvidar el texto de respeto
escrito en el semblante de Mauricio;
transparente sonrisa
detenida en su rostro de muchacho.
(Poema 23)
 
 
 
Si seguimos la lectura de este poema veremos aflorar en sus líneas un mensaje de nitidez, de virtudes, de nobleza y confianza; atributos que no son sólo de él, porque las “gentes” depositaron “en sus manos” todo eso. Las gentes y las cosas cotidianas que les son inherentes: el patio y su ramada como una inherencia inseparable del lugar donde ha de habitar el hombre; la pureza elemental como una inherencia de lo que ha de beber; la plaza del pueblo como natural lugar de convocación de las gentes comarcanas.
 
  Así, pues, nada vale por el pintoresquismo que sugiere sino por su capacidad para motivar la convergencia fraternal de los ánimos, la solidaridad de los hombres en la convivencia profunda, espontánea, primaria. Ninguna cosa evocada se esfuma en la expansión de los sentimientos que suscita; más bien se consolida en las raíces de algo que pertenece a los orígenes y a ello se aferra: la laboriosidad ejemplar, como virtud innata de los padres, los fundadores; la madre, cuya ternura es una forma de la tradición inveterada del Amor; el abuelo, cuyas manos, como cumpliendo un mandato ancestral, fundaron tres naranjos en el siglo pasado, ésos que aun perduran en el recuerdo de un “celoso guardián de los latidos”
No es una añoranza puramente sentimental lo que se lee en las páginas que nos ha legado don Oscar: es una pervivencia lúcida que se abre a un mundo de experiencias vitalizadoras, creadoras del presente: “la evocación mantine su universo” (Poema 12). No es algo que aparece y que pasa o se derrumba por la pendiente de una pena, sino algo que se levanta en una totalidad de sentido cuya dimensión es necesario remontar para llegar a comprenderlo.
Hasta aquí hemos seguido algunas líneas del libro Resplandor de la memoria. Más de dos décadas antes, en 1966, leemos en Orbita 50:
 
Un fichero multiplicado mantiene al día
la memoria de las órbitas
vistas de un mundo desconocido
de tan conocido.
 
Aquí la memoria de una realidad repetida, habitualizada, cubierta o tapada por los hábitos que se extienden sobre nuestra conciencia como una sombra obnubilante, se abre a una realidad que no es otra sino la misma, pero des-cubier tas, des-vestida de las espesas costumbres que se interponen entre nosotros y el sentido poético de nuestra propia experiencia cotidiana.
A don Oscar, fundador de los celebrados Encuentros de Poetas en Villa Dolores (Córdoba), lo vemos como en un re-encuentro con tantas imá genes de eso conocido que llegamos a des-conocer como consecuencia de los encubrimientos producidos por el divorcio creciente entre la experiencia temporal y la experiencia poética.
Siempre recordamos que Edgar Bayley insistía en la correlación de soledad y solidaridad. En efecto, muchas veces es la soledad la que nos permite percibir la dimensión de la solidaridad humana: cuando estamos solos nos introducimos en ese ámbito que Guifiazú Álvarez llamaba “la honda soledad que inunda mi sed de cantos” (“Momento”, de Cuerdas tensas, 1993). Siempre estuvo don Oscar “aguardando tu voz / en esta soledad de mis papeles,,,” (“Espera”). Su soledad no fue entonces un aislamiento quietista, ese “moho de nostalgia” de que le hablaba Juan Filioy en una carta, sino una fuerza, una luz” que le llega entre papeles desordenados y lo con duce a la esperanza. Y si hay un dolor no es de lo pasa do, sin más, sino de aquello pasado que todavía no es presente: “Asumo hasta el dolor lo que no encuentro”, como habría de decir en Resplandor de la memoria.
En esta dirección se mueve su soledad, que no re conoce ni quiere llegada ni reposo para instalarse en la contemplación, porque es siempre punto de partida para esa forma del hacer que es el poetizar:
 
Me quedan cosas por hacer
me sobran
motivos para asirme como el náufrago
a los leves maderos del poema.
 
Su pulso es “un encordado / vegetal que las brisas estimulan” y que “se deshace en consignas musicales” — tal el hacer como forma de consagración artística. Y más allá todavía, aunque integrado con eso, el hacer poético como compromiso en la lucha junto al hombre concreto. Tal es el sentido que persiste en sus mensajes más hondos: su razón de volver al pasado para dar unidad al curso homogéneo de una vida. En sus regresos no se desata solamente por pura emoción un paquete de recuerdos donde ha de aquietarse el corazón; cada retorno es un avance para desentrañar la lección del tiempo, aquel “texto” que decía, de las experiencias fundantes:
 
Desenvuelvo el ovillo de los años / /
y me propongo recorrer de nuevo /
esquinas, impresiones fundadoras del alba”
(Poema 1, de Resplandor de la memoria).
 
Don Oscar Guiñazú Alvarez fue, por sobre todas las vocaciones, maestro. Maestro de escuela primaria, principalmente. Allí, entre los niños, ante su mirada limpia y sin desvíos, se sintió convocado por la urgente necesidad de abrir caminos. Caminos interminables que él, andariego sin fatigas, recorrió hacia todos los rumbos, invitando a proseguir. Por eso dije alguna vez, con cierta insistencia, que el verdadero monumento a su memoria no ha de ser una busto sobre un pedestal sino una imágen caminante, sobre la tierra.
 
Gaspar Pío del Corro
 
Publicado en el Nº 25 de La revista. Sade, Córdoba Junio de 2001

 

Foto del 1° Encuentro de Poetas  17 de enero 1962Sentados, de derecha a izquierda: Carlos Antonio Garro, Olga Murat de Villagrán (Cruz del eje, Córdoba) Albino Suarez Gómez, Raúl Filgueiras (Berisso, Bs As) Genaro Barcia Garcia (Cosquín, Córdoba). De Pie de Derecha a Izquierda: Horacio Figueroa, Emilio Di Bernardi (Recitador), Pedro Carrera de la Serna, Rafael Horacio López, Mario Pagura, Aldo Cáceres (Recitador), Coco Calvar, Oscar Guiñazú Álvarez, Miguel Ángel Solivellas (Rio IV, Córdoba), Julio Morín (Músico, Berisso, Bs As) Manuel Gregorio Sabas, Regino Barrera. 17 DE ENERO 1962

6 de abril de 2021

Presentación del Nº 25 de La Revista de la Sade, Homenaje a Oscar Guiñazú Alvarez (Video) 9/07/2001

 
Presentación del Nº 25 de La Revista de la Sade, Homenaje a Oscar Guiñazú Alvarez (Video)
 
9 DE JULIO DE 2001
Salón de actos del Colegio de Escribanos Presentación de la Nº 25 de La Revista de la Sade, Homenaje a Oscar Guiñazú Alvarez publicada en el mes de Junio de 2001
5° Aniversario de su desaparición fisica
Presentación del acto a cargo de Cristina Duje
Palabras de aperturan y bienvenida a cargo de Florentino Bustos Molina
Oradores
Rafael Horacio López, Cristina Duje, Felipe Angellotti, Osvaldo Guevara, Miguel Martínez Márquez, Susana Lobo
Actuación Grupo Copacanto 9 de julio 2001
Lugar: Colegio de Escribanos de la ciudad de Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina

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