LAS TECNICAS SURREALISTAS
El poeta surrealista, como todo artista creador, pone en juego una particular función del espíritu: la imaginación. Recordemos lo que dijo de ella Baudelaire: "Es la más científica de las facultades, porque sólo ella comprende la analogía universal."
Para esta facultad tienen igual validez los mundos de lo imaginario y lo real, y para ella, ambos mundos se entrecruzan y con-funden. Pero el poeta surrealista utiliza la imaginación de un modo particular: para permitirle la mayor amplitud de acción, la total espontaneidad, elimina toda traba racional. Recurre para ello a un procedimiento que le es peculiar, el automatismo, así como a la utilización del material de los sueños, de los estados crepusculares y mediúmnicos, de los estados delirantes. A través de esos mecanismos la imaginación adquiere sus condiciones de instrumento "iluminador". Rimbaud ya había dado su fórmula en "Una temporada en el infierno": "El poeta se hace vidente mediante un largo, inmenso y razonado desorden de todos los sentidos."
Mediante el instrumento de la imaginación el poeta crea un lenguaje en el que la imagen es el elemento fundamental. La imagen resulta así el núcleo de la poesía, pero para el poeta surrealista tiene características especiales que ya antes habían sido definidas claramente por Reverdy. Dice éste: "La imagen es una creación pura del espíritu" y añade la siguiente proposición esclarecedora: "No puede nacer de una comparación sino de un acercamiento de dos realidades más o menos alejadas." Breton parafrasea así la definición de Reverdy: "Cuanto más lejanas estén dos realidades que se ponen en contacto, más fuerte será la imagen, tendrá más potencia emotiva y realidad poética." Este alejamiento, esta disimilitud de sus términos, es lo que da su peculiar intensidad a la imagen surrealista.
Una exaltación similar de la imagen se encuentra ya en los simbolistas, y entre ellos es Saint-Pol Roux quien la lleva a sus máximas consecuencias.
La reunión de dos realidades alejadas ha sido designada con el nombre de "aproximaciones insólitas" y se basa en la capacidad que tiene la imaginación de captar relaciones que la razón jamás hubiera sospechado. La imagen resultante tiene un evidente carácter arbitrario, y lo arbitrario, como dice Breton en el "Primer Manifiesto del Surrealismo", tiene una enorme dosis de contradicción. En este sentido, las aproximaciones insólitas constituyen un símbolo de la unión de los contrarios, de la identidad de los opuestos.
Para los surrealistas el método surgió al analizar la famosa frase de Lautréamont en los "Cantos de Maldoror": "Bella como el encuentro fortuito de una máquina de coser y un paraguas sobre una mesa de disección."
Nada ha resultado, sin embargo, más. peligroso que el uso fá-cil de la receta proporcionada por las "aproximaciones insólitas". Algunos pretendidos "hacedores" de poesía surrealista utilizan la receta para fabricar en serie, y según un verdadero patrón académico invertido, un material vacío y pobre, en el que llegan de modo forzado a lo arbitrario por lo arbitrario.
El automatismo constituye el centro y la clave de la técnica poética surrealista. Mantiene la más alta jerarquía entre dichas técnicas, y ese lugar le confiere Breton desde el primer manifiesto. Esta jerarquía indudable ha hecho creer a muchos que surrealismo y automatismo son términos sinónimos. Ya vimos que surrealismo implica una verdadera concepción del mundo; el automatismo es tan sólo una de las técnicas (sin duda la más importante) que se utilizan en la creación poética surrealista.
Desde el punto de vista exterior, el automatismo tiene similitud con el procedimiento de asociación libre usado por Freud en el psicoanálisis. Su función consiste también en abrir las puertas de lo inconsciente para permitir su expresión directa, sin la censura de la razón; pero en el caso del automatismo se aprovecha la calidad creadora, podríamos decir, los valores energéticos del material que surge, para captarlo en estado naciente, en su pureza máxima, gracias a la absoluta espontaneidad que concede el método. Lo que cuenta en un texto automático no es el documento en sí, ni su posibilidad de ser interpretado, sino el hecho de constituir un paisaje total, con el clima, los accidentes, las tormentas, las explosiones, de esa zona del espíritu que ningún mecanismo especulativo puede dar a conocer en toda su belleza y violencia primitiva, en su grandeza y esplendor original. El modo como se desencadena el chorro verbal, el torrente de imágenes, mediante el automatismo (mecanismo semejante al que los antiguos llamaban inspiración), parece resultado de potencias centrífugas que parten de 10 profundo del espíritu don-de se hallarían sometidas a intensa presión.
El mecanismo de creación automática fue utilizado por primera vez por Brecon y Soupault en una serie de textos realizados en colaboración y publicados primero en 1919, en la revista "Littérature", y al año siguiente en libro con el título de "Campos magnéticos". Desde entonces ha sido utilizado por los poetas surrealistas, que lograron los más diversos resultados, y un tono absolutamente personal cuando se trató de poetas auténticos.
Resulta muy ilustrativa la interpretación que da Aragon del automatismo en su "Tratado del estilo": "El surrealismo es la inspiración reconocida, practicada y aceptada. No ya como una visita inexplicable sino como una facultad que se ejerce. De una amplitud variable según las fuerzas individuales y con resultados de interés desigual. El fondo de un texto surrealista importa en el más alto grado, pues cs el que le concede su inestimable carácter de revelación".
En esa palabra "revelación" reside la clave de la importancia del automatismo v técnicas similares. Si un texto automático es simplemente una' acumulación de material inconsciente, puede interesar como documento o como material de interpretación para la psicología profunda, pero sólo si tiene carácter de re-velación, si resulta "iluminador", adquiere grandeza poética y trasciende del mundo peculiar del individuo que lo crea.
El poeta utiliza los productos surgidos espontáneamente en el automatismo ordenándolos posteriormente según las necesidades del poema. Breton mismo reconoció la necesidad de una organización del material automático con vistas al poema.
El automatismo ha sido utilizado como receta literaria para la fabricación, sin esfuerzo ni contenido, de una literatura tan vacía como la literatura académica que se quería rehuir, y en este aspecto no deben olvidarse las palabras de Aragon en el libro ya mencionado ("Tratado del estilo"): "Si escribís, siguiendo un método surrealista, tristes imbecilidades, serán, sin atenuantes, tristes imbecilidades."
De todo lo dicho se deduce que el automatismo, como método en sí, sólo tiene el interés de ofrecer un documento humano: su valor real reside en su capacidad de provocación de ese estado de gracia antiguamente conocido como inspiración. Provoca, entonces, una especie de delirio poético, estado próximo al delirio psicopático, en el que el espíritu se enajena de la realidad circundante. La inspiración exalta las fuerzas totales del espíritu. La imaginación se libera mediante el automatismo y logra la imagen pura, incandescente, vital, la imagen auténticamente poética. Este estado de verdadera gracia poética fue comentado con humor por Aragon en "El paisano de París": "El vicio llamado surrealismo consiste en el uso apasionado e inmoderado del estupefaciente imagen."
El material onírico, las imágenes producidas en los sueños, forman parte importante de la técnica poética surrealista. En todo tiempo los artistas observaron con interés ese mundo misterioso que surgía espontáneo y como extraño a nuestra mente. Shakespeare decía en Macbeth: "El sueño, alimento el más dulce que se sirve a la mesa de la vida." Lichtemberg escribía en 1777: "El sueño es una vida que sumada al resto de nuestra existencia se convierte en lo que llamamos vida humana." Todo el romanticismo alemán está señalado por el signo del sueño. Novalis profetizaba: "Llegará el día en que el hombre no dejará de dormir y velar a la vez." Holderlin, que vivía obsesionado por sus imágenes oníricas, decía: "El hombre es un Dios cuando sueña, un mendigo cuando piensa." La tendencia onírica pasó del romanticismo alemán a Francia por obra de Gerardo de Nerval quien vivió tanto en su vida como en su obra una verda-dera pesadilla. La misma influencia se observa en Baudelaire, Nodier, Borel, y más adelante en Rimbaud y Lautréamont.
El sueño representa para los surrealistas un contacto con ese mundo profundo del espíritu cuyo contenido exploran. Es, como el automatismo, un modo de expresión directa de indudable valor y, como pasa con el material automático, las imágenes oníricas no interesan al poeta por su posibilidad de ser interpretables desde un punto de vista freudiano, sino por su calidad en sí, por ser portadoras de una energía creadora en su forma pri-mera no deformada, por su plasticidad, su pureza y autenticidad.
Vinculados con las imágenes oníricas están los mecanismos delirantes de creación a los que Dalí dio especial empuje con su método paranoico-crítico. Breton y Eluard presentaron una muestra de estos mecanismos delirantes en los textos de su libro en colaboración: "La inmaculada concepción".
El poeta surrealista se sirve frecuentemente del azar en sus creaciones. El azar nos enfrenta con la excepción, con lo que está fuera de las normas. Al utilizar mecanismos de azar se ponen en juego ciertas afinidades ocultas entre el hombre y el mundo que entrarían en el dominio de los mecanismos mágicos. Aquello que la casualidad, lo accidental, y más que nada la coincidencia, aportan al hombre, puede de pronto adquirir un significado y una importancia excepcional. Todo ello no sería: en definitiva, más que el índice de la reconciliación de los fines de la naturaleza y los fines del hombre. En el terreno de la poesía, nada pone más en evidencia la importancia del azar que el juego surrealista denominado "Cadáver exquisito". De un modo general, el poeta aprovecha la incidencia del azar para hacer surgir imágenes que existían latentes en su propio espíritu.
El humor representa la protesta contra el orden convencional. Es la manifestación más neta del disconformismo. Revela la máxima acción corrosiva del espíritu sobre la máscara de un mundo artificioso, hipócrita y convencional, a la que desintegra y anula. Frente al humor se resquebrajan normas y principios que pare-cían inconmovibles, poniendo en evidencia el sistema de falsos valores que nos rige. El humor actúa sobre la seguridad del espectador conmoviendo todos sus fundamentos. En su categoría extrema, el "humor negro" adquiere aspectos de ferocidad y crudeza inigualables.
De todos los valores -afirma Breton- el humor es el que revela un ascenso constante. Es, sin lugar a dudas, la característica más específica de la sensibilidad moderna. Se alimenta de todas las formas de lo arbitrario y de lo absurdo, y puede decirse que en una u otra forma no hay texto poético auténtica-mente surrealista que no lo contenga.
Puede considerarse vinculada con el humor la presencia en la poesía surrealista de elementos antipoéticos en íntima fusión con los poéticos. Esta fusión de elementos aparentemente contradictorios confiere enorme vitalidad a la obra poética, ofreciéndonos una síntesis equivalente de lo que sucede en la vida misma. Esta característica es una de las que establece la distancia que existe entre la poesía surrealista y la llamada poesía pura, construcción puramente decorativa y avital.
Aldo Pellegrini