POESIAS JUVENILES
(1897 - 1898)
Esto es ansia: habitar en lo oscilante
y carecer de patria en este tiempo
Y esto son los deseo: quedos diálogos
De horas del día con la eternidad
Y esto es vida. Se eleva de un ayer,
Entre todas las horas, la más sola,
que sonriendo diversa a sus hermanas
calla frente a lo Eterno.
Soy muy joven. Querría a todo son
que en su rumor me arrolla, regalarme temblando:
y, dócil a la amable coerción
del viento, que el jardín cruza en meandros,
quiere mecer sus pámpanos mi anhelo.
Y sin ningún apresto quiero erguirme
mientras noto que el pecho se me ensancha.
Pues es tiempo de armarse de guerrero,
cuando, desde el frescor temprano de estas
costas, me lleva el día tierra adentro.
No he de extender la mano hacia la pura vida
ni preguntar a nadie por el extraño día:
siento que llevo blancas floraciones
que en el frescor sus cálices levantan.
De la primaveral tierra muchas tiraron,
de donde sus raíces beben profundidades,
para, sin poder más, hundirse de rodillas
ante veranos que ellas nunca . bendecirán. .
Cuánto quiero a las pobres palabras,,que tan míseras
están en lo diario: a ellas, las invisibles
palabras. De mis fiestas les regalo colores:
sonríen, y se ponen alegres lentamente.
Su esencia, que obligaron con miedo a entrar en ellas,
se renueva, visible, y todos pueden verlo:
no han andado jamás todavía en el cántico
y entran estremecidas dentro de mi canción.
Siempre voy por idéntico sendero:
junto a jardines, donde para Alguno
las rosas se complacen, preparándose:
pero noto que aún falta mucho, mucho;
toda esta recepción no es para mí,
y debo, sin dar gracias ni quejarme,
pasar de largo ante ellas.
Soy sólo aquél que el séquito comienza,
y a .quien los dones no se dirigían:
hasta que lleguen los aún más dichosos,
leves formas calladas.:.
todas las rosas se desplegarán
como rojas banderas en el viento.
Este es el día en que yo reino, triste,
está es la noche que me echó de hinojos;
y rezo: que algún día mi corona
pueda alzar de mi frente.
De su sorda opresión he de ser siervo:
¿no puedo, en recompensa, ni una vez
contemplar, cara a cara. sus azules
turquesas, sus brillantes y rubíes?
¿Quizá murió hace mucho el resplandor
de las piedras: quizá me lo robó
mi huésped, el pesar: quizá no había
piedras en la corona que me dieron?
Almas blancas con vibración de plata,
almas niñas, que aún nunca cantaron,
que, sin rumor, en círculos crecientes,
hacia la vida van, que les da miedo,
¿no os desengañaréis de vuestro sueño
•cuando allá fuera, voces os despierten,
y no podáis, de mil ruidos del día .
librar la risa de vuestras canciones?
Entre el día y el sueño estoy en casa.
donde duermen los niños, tibios de correrías
y los viejos se sientan por la tarde,
y arden hogares y su espacio alumbran.
Entre el día y el sueño estoy en casa_
donde suenan campanas de oración
y muchachas, cohibidas por ecos que se extinguen,
se apoyan fatigadas en el brocal del pozo.
Y hay un tilo, que es mi árbol predilecto:
y todos los veranos que en él callan
se vuelven a mover en las mil ramas
y entre el día y el sueño vuelven a despertar.
No debes comprender la vida:
como una fiesta se hará entonces.
Haz que lo pase cada día
igual que un niño, al caminar,
deja que cada ráfaga
le regale mil flores.
Reunirlas y ahorrarlas,
no se le ocurre al niño.
las saca, suave, de cabellos
donde gustaron de apresarse,
y pidiendo nuevas extiende
sus manos otros años jóvenes.
Como los más secretos quiero hacerme:
no pensar las ideas en la frente,
perseguir un anhelo sólo en rimas;
con todas las miradas, sólo un leve
germen dar; sólo un ver con mi silencio.
No traicionar más, todo atrincherarme,
quedarme solo: así hacen los enteros:
tan sólo al prosternarse las ruidosas
gentes, por leves lanzas como heridas,
alzan los corazones de sus pechos
como custodias, para bendecirles.
Calla, de puro oír, de pura asombro,
tú, mi más honda vida;
porque ya sabes qué lo quiere el viento
antes de estremecer los abedules.
Y una vez que el silencio lo haya hablado
concede la victoria a tus sentidos;
a cada soplo, entrégate y concédete:
él lo dará su. amor, lo mecerá.
Y entonces, alma mía, sé ancha y ancha,
que lo alcance la vida;
ensánchate como un traje de fiesta
sobre las cosas pensativas.
Los sueños que en lo hondura están cercados,
de la tiniebla déjalos salir.
Son como fuentes, vuelven a caer
más leves, a intervalos de canciones,
en el regazo de sus anchas pilas.
Y ahora sé: como los niños me vuelvo.
Toda angustia es tan sólo un comenzar;
pero la tierra no tiene final,
y el temor es el gesto solamente
y el ansia es su sentido...
Rainer María Rilke
(1897 - 1898)