si miras a tu alrededor
el banal ajetreo de
luces y de sombras
de ángulos y tangentes
que se funden
en una turbia vibración
sin sentido -o quizás
el sentido, al fin, se refugie
en el hervor de los minúsculos
cuerpos que nutren tales
formas-
si el discurrir del cosmos
al común entender desafíe
cuando tu hija
(a su vez, madre de hijos)
exhume
de algún mohoso archivo
tu imagen, e interrogue:
“¿por qué tuviste que morir?”
si se indignen parientes
y amigos
porque los señales con el dedo
o pretendas dictarles instrucciones
aun después de hundirte
bajo tierra
aun después de arder
como una tea
obstinado en regir tu propia muerte
rebelde al más básico urbanismo
insoportable
hasta en el
ataúd
Jorge Ariel Madrazo