Jean Beyar
De Suez,
donde vio tantas veces la estatua de Lesseps,
no sabe qué
lo trajo aquí,
acaso la
eterna ilusión de los hombres,
la felicidad.
Si la halló o
no,
si pensó
alguna vez huir del destino,
nadie podría
saberlo:
ahora se ha
echado a morir,
como quien
vuelve del trabajo,
desnudo,
donde siempre vivió,
a orillas de
la historia.
Horacio
Castillo