ABISMO
Distinta densidad hay en la niebla;
se
opaca el mar -imperioso y ceñudo-
llevándose
este sueño a su vigilia.
Y rebalsa una historia cuyo fin es inicio,
donde
cede el silencio a la voz del espanto
para
hacerse después una extraña costumbre.
Pero el mar veleidoso confirma mi sospecha:
anega
la ribera y el escollo inmediato;
abraza con rigor la extensión de mis ojos,
y
golpea la más viva palabra.
Impávido el verano se demora en la fecha.
Lentamente descubro la disputa que existe entre el mar
y mi sangre, y por qué su desmesura se parece a la muerte.
Su abismo tiene siempre un sabor como a llanto.
Julio Bepré