¡OH, VIVIR AQUI!
¡ Oh. vivir aquí,
en esta casita,
tan a orilla del
agua,
entre esos sauces como
colgaduras fantásticas
y esos ceibos enormes todos rojos de flores!
Una penumbra verde
la funde en
la arboleda.
Así fuera una vida dulcemente perdida
en tanta gracia de agua, de árbol, flor y pájaro,
de modo que ya nunca tuviese voz humana
y se expresase ella por sólo melodías
íntimas de corrientes, de follajes, de aromas,
de color, de gorjeos transparentes y libres...
Juan L Ortiz
De El agua y la noche (1933)