Andaba por la ciudad, entre las callejuelas
del amado suburbio. Y me topaba
con queridos rostros desconocidos… Y después,
en la portería adonde había ido
en busca de una pieza, encontré…
Encontré algo gentil.
La madre me hablaba del precio a pagar.
Yo estaba en otra orilla. Mi vivienda
ya estaba en el paraíso de la nave. El paraíso
altísimo y confuso, que nos lleva
a beber la cicuta…
Pero volvamos
a la portería, a aquellos sinceros
modos del relato, a aquel vivo rubor…
Pero supremo ante todo era el olor
casto y gentil de la pobreza.
Sandro Penna