Cuesta imaginar dos moscas haciendo el amor.
Esta historia sentimental, de ésas de llorar,
sucedió ante mis ojos, en el calor venezolano
cuando el macho Drosophila melanogaster
(“amante del rocío de vientre negro”)
... el rojo mosco del banano,
sonó sus alas en un vibrato irresistible,
primero en Do sostenido, luego en La mayor
(y la hembra cayó, hechizada, en sus brazos.
O, mejor: en sus sedosas patas)
Lástima: tal pasión iba a durar
dos semanas, breve vida feliz.
El mosca Romeo se fue en el primer acto, Julieta
lo siguió, dolce innamorata.
Shakespeare, con más dudas que Hamlet,
no se decide a escribir la tragedia.
Jorge Ariel Madrazo