RELATOS DE PODER
Desde el momento de nacer
sentimos que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer, y luego por algún tiempo después,
uno es todo nagual. En ese entonces, nosotros sentimos que para funcionar necesitamos una
contraparte a lo que tenemos. Nos falta el tonal y eso nos da, desde el principio, el
sentimiento de no estar completos. A esas alturas el tonal empieza a desarrollarse y llega a tener
una importancia tan absoluta para nuestro funcionamiento que opaca el brillo del nagual, lo
avasalla; y así nos volvemos todo tonal, no hacemos otra cosa sino aumentar esa vieja sensación
de estar incompletos; esa sensación que nos acompaña desde el momento de nacer y que nos
dice constantemente que hay otra parte de nosotros que nos haría íntegros.
La confianza del guerrero no
es la confianza del hombre común. El hombre común busca la certeza en los ojos
del espectador y llama a eso confianza en sí mismo. El guerrero busca la
impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común esta
enganchado a sus prójimos, mientras que el guerrero sólo depende de sí mismo.
Andas en pos de lo imposible. Buscas la confianza del hombre común, cuando
deberías buscar la humildad del guerrero. Hay una gran
diferencia entre las dos. La confianza significa saber algo con certeza; la humildad implica
ser impecable en los propios actos y sentimientos. Debes empujarte siempre más
allá de tus límites.
No importa lo que uno revela
ni lo que uno se guarda. Todo cuanto hacemos, todo cuanto somos, descansa en nuestro
poder personal. Si tenemos suficiente, una palabra que nos digan podría ser suficiente para
cambiar el curso de nuestra vida. Pero si no tenemos suficiente poder personal,
se nos puede revelar la sabiduría más grande y esa revelación nos importaría un
ajo.
El mundo es así como es sólo
porque hablamos con nosotros mismos a cerca de que es así como es.
El pasaje al mundo de los
brujos se franquea después que el guerrero aprende a suspender el dialogo interno.
Un guerrero toma su suerte,
sea la que sea, y la acepta con la máxima humildad. Se acepta con humildad así como es, no como
base para lamentarse, sino como base para su lucha y su desafío.
El guerrero no agacha la
cabeza ante nadie, pero, al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la
cabeza ante él.
No hay nada en este mundo de
lo cual un guerrero no pueda dar razón. Verás, un guerrero se considera ya muerto, y así no
tiene ya nada que perder. Ya le pasó lo peor, y por lo tanto se siente tranquilo y sus
pensamientos son claros; a juzgar por sus actos o sus palabras, uno jamás sospecharía
que un guerrero lo ha prescindido todo.
La clave de la brujería es el
dialogo interno; Esa es la llave que lo abre todo. Cuando un guerrero aprende a pararlo,
todo se hace posible; se logran los planes más descabellados. La entrada a todas las experiencias
extrañas y pavorosas que has tenido últimamente fue el hecho de que pudiste
dejar de hablar contigo mismo.
El diagrama en las cenizas
tenía dos epicentros; don Juan llamó a uno “la razón” y a otro “la voluntad”. La razón se
conectaba directamente con un punto que él llamó “el habla”. A través del habla, la razón se
relacionaba directamente con otros tres puntos, “el sentir”, “el soñar” y “el ver”. El otro epicentro,
“la voluntad”, se relacionaba directamente con el sentir, el soñar y el ver, pero solo en forma
indirecta con la razón y el habla.
Volví a preguntar acerca de
los dos misteriosos puntos restantes. Me enseñó que solo estaban conectados a “la voluntad”; se
hallaban a parte de “el sentir”, “el soñar” y “el ver” y mucho más lejos de “el habla” y “la
razón”. Señaló con el dedo como estaban aislados de los demás, y el uno del otro. Estos dos
puntos jamás se someten al habla ni a la razón. Solo la voluntad puede con
ellos. La razón está tan lejos de ellos que es completamente inútil tratar de
figurárselos.
Esta es una de las cosas más
difíciles de aceptar; después de todo, el fuerte de la razón es razonarlo todo.
Somos perceptores. Nos damos
cuenta: no somos objetos; no tenemos solidez. No tenemos límites. El mundo de los
objetos y la solidez es una manera de hacer nuestro paso por la tierra más conveniente. Es sólo una
descripción creada para ayudarnos. Nosotros o mejor dicho nuestra razón, olvida que la
descripción es solo una descripción y así atrapamos la totalidad de nosotros mismos en un círculo
vicioso del que rara vez salimos en vida.
Somos perceptores. Pero el
mundo que percibimos es una ilusión. Fue creado por una descripción que nos dijeron
desde el momento en que nacimos.
Nosotros los seres luminosos
nacemos con dos anillos de poder, pero solo usamos uno para crear el mundo. Ese anillo,
que se engancha al muy poco tiempo que nacemos, es la razón, y su compañera el habla. Entre las
dos urden y mantienen el mundo. Así pues, en esencia, el mundo que tu razón
quiere sostener es el mundo creado por una descripción y sus reglas dogmáticas
e inviolables, que la razón aprende a aceptar y defender.
El secreto de los seres
luminosos es que tienen otro anillo de poder que nunca se usa, la voluntad.
El secreto de un guerrero es
que él cree sin creer. Pero, por lo visto, un guerrero no puede nada mas decir que cree y
dejar así las cosas. Eso sería demasiado fácil. Creer nada mas que por creer lo libraría de
examinar su situación. Cuando un guerrero tiene por fuerza que creer, lo hace
porque así lo escoge, como expresión de su predilección más íntima. Un guerrero
no cree; un guerrero tiene que creer.
Un guerrero, o cualquier
hombre si a esas vamos, no puede de ningún modo lamentarse por no estar en otra
parte; un guerrero porque vive del desafío, un hombre común porque no sabe dónde lo va a encontrar su
muerte.
El poder te enseña que la
muerte es el ingrediente indispensable del tener que creer. Si no se tiene en cuenta la muerte,
todo es ordinario, trivial. Sólo porque la muerte nos anda al acecho es el
mundo un misterio sin principio ni fin.
Tener que creer que el mundo
misterioso e insondable era la expresión de la predilección íntima de un guerrero. Sin
ella, el guerrero no tenía nada.
Todos nosotros somos una bola
de idiotas cuando entramos en el mundo de la brujería y entrar en ese mundo no nos
garantiza, en ningún sentido, que cambiaremos. Algunos seguimos idiotas hasta
el fin.
Explicó que cada ser humano
tenía dos facetas, dos entidades distintas, dos contrapartes que entraban en funciones en el
instante del nacimiento; una se llamaba “tonal” y la otra “nagual”.
El tonal es, y con derecho, un
protector, un guardián: un guardián que la mayoría de las veces se transforma en guardia.
El tonal es el organizador del
mundo. Quizás la mejor forma de describir su obra monumental, es decir que en
sus hombros descansa la tarea de poner orden en el caos del mundo. No es un
absurdo sostener, como lo hacen los brujos, que todo cuanto sabemos y hacemos
como hombres, es obra del tonal. Lo que se ocupa de dar sentido a nuestra conversación
es el tonal; sin él solo habría sonidos raros y muecas y no comprenderías nada
de lo que te digo.
Yo diría, pues, que el tonal
es un guardián que protege, algo muy, pero muy valioso: nuestro mismo ser. Por lo tanto, una
cualidad nata del tonal es la de ser astuto, y celoso con su obra. Y como lo que hace es
efectivamente la parte más importante de nuestras vidas, no es del nada extraño que al fin y al cabo
se convierta, en cada uno de nosotros, de guardián en guardia.
Un guardián es magnánimo y
comprensivo. Un guardia, en cambio, es vigilante intolerante y por lo siempre un déspota. Yo
diría que en todos nosotros el tonal se ha hecho un guardia insoportable y déspota, cuando
debería ser un guardián magnánimo.
El tonal es todo cuanto
conocemos. Yo creo que esto, por sí solo, es razón suficiente para que el tonal sea un asunto tan
importante. El tonal es todo eso para lo que tenemos palabras.
El tonal es todo cuanto
conocemos. Y eso no solo nos incluye a nosotros, como personas, sino a todo lo que hay en nuestro
mundo. Puede decirse que el tonal es todo cuanto salta a la vista. El tonal empieza en el nacimiento y acaba en la muerte.
El tonal es lo que construye
el mundo. -¿Es el tonal el creador del mundo? – El tonal construye el mundo
solo en sentido figurado. No puede crear el cambiar nada, y sin embargo construye
el mundo porque su función es juzgar, y evaluar, y atestiguar. Digo que el
tonal construye el mundo porque atestigua y evalúa al mundo de acuerdo con las
reglas del tonal, en una manera extrañísima, el tonal es el creador que no crea
nada. O sea que, el tonal inventa las reglas por medio, de las cuales capta el
mundo. Así que, en un sentido figurado, el tonal construye el mundo.
Hay un tonal que es
personalmente para cada uno de nosotros, y hay otro que es colectivo para todos nosotros en
cualquier momento dado, el cual llamamos el tonal de los tiempos. El tonal de los tiempos es el que
nos hace semejantes. Pero el factor importante que hay que tener en cuenta, es
que todo cuanto conocemos de nosotros mismos y de nuestro mundo está en la isla
del tonal.
El nagual es la parte de
nosotros mismos con la cual nunca tratamos. El nagual es la parte de nosotros para la cual no hay
descripción, ni palabras, ni nombres, ni sensaciones, ni conocimiento.
El nagual no era Dios, porque
Dios es un objeto de nuestro tonal personal y del tonal de los tiempos. El tonal es, como ya
dije, todo lo que creemos que es parte del mundo, incluyendo a Dios, por supuesto. Dios no
tiene otra importancia que la de ser parte del tonal de nuestro tiempo.
Dios es solamente todo aquello
en lo que puedes pensar; por eso, propiamente hablando, Dios no es sino otro objeto en la
isla. Dios no puede ser visto cuando uno quiere; solo podemos hablar de Él. En
cambio, el nagual está al servicio del guerrero. Puede ser visto, pero no se
puede hablar de él. El nagual está allí. Allí, alrededor de la isla. El nagual
está allí, donde el poder se cierne.
A partir del momento que somos
todo tonal, empezamos ha hacer pares. Sentimos nuestros dos lados, pero siempre los
representamos con objetos del tonal. Decimos que nuestras dos partes son el alma y el
cuerpo. O la mente y la materia. O el bien y el mal. Dios y Satanás.
Nunca nos damos cuenta, sin
embargo, de que solo estamos haciendo parejas con las cosas de la isla, algo
muy semejante a hacer parejas con café y té, o pan y tortillas, o chile y
mostaza.
Somos de verdad animales
raros. Nos creemos tanto y en nuestra locura, creemos tener perfecto sentido.
El tonal empieza al nacer y
termina al morir, pero el nagual nunca termina. El nagual no tiene limites. He dicho que el
nagual es donde se cierne el poder; esa era solo una forma de aludirlo.
Quizá, por razones del efecto
que causa, el nagual puede entenderse mejor en términos de poder. Por ejemplo, cuando
hace rato te sentiste entumido y sin poder hablar, yo te estaba en verdad tranquilizando; esto
es, mi nagual actuaba sobre ti.
-¿Cómo le fue posible hacer
eso, don Juan?- No vas a creerlo, pero nadie sabe como. Yo nada mas sé que quería tu atención
completa, y entonces mi nagual se encargó de hacerte el resto.
Esto yo lo sé porque soy el
testigo de sus efectos, pero no sé como funciona.
Uno puede decir que el nagual
es el responsable de la creatividad. El nagual es la única parte de nosotros capaz de crear.
Uno de los actos de un
guerrero es no dejar nunca que lo afecte nada. De este modo, un guerrero puede estar viendo al
mismo diablo, pero jamás dejará que nadie lo sepa. El control del guerrero
tiene que ser impecable.
Hablando en general, hay dos
lados en cada tonal. Uno es la parte externa, el margen, la superficie de la isla. Esa es
la parte relacionada con la acción, y la atención, el lado áspero. La otra parte es la decisión y el
juicio, el tonal interno, más suave, más delicado y más complejo. El tonal
hecho y derecho es un tonal donde los dos niveles se encuentran en perfecta
armonía y equilibrio.
Yo diría que lo mejor de
nosotros siempre sale a flote cuando estamos de espaldas contra la pared, cuando sentimos que la
espada se cierne sobre nuestra cabeza.
El ver debe ser directo,
porque un guerrero no puede malgastar su tiempo en deshilar lo que él mismo está viendo. Ver es ver
porque acaba con todas esas idioteces.
Un guerrero hace una pregunta,
y a través de su ver obtiene una respuesta, pero la respuesta es sencilla, nunca es adornada
hasta el punto de que hay perros de agua voladores.
Una regla básica para el
guerrero, es hacer sus decisiones con tanto cuidado que nada de lo que pueda ocurrir como
resultado de ellas sea capaz de sorprenderlo, mucho menos de menguar su poder.
Ser un guerrero significa ser humilde y estar alerta. Un guerrero jamás deja la
isla del tonal. La utiliza.
Este es tu mundo. No puedes
renunciar a él. Es inútil enojarse y desilusionarse con uno mismo. Eso simple y llanamente
prueba que el tonal de uno esta envuelto en una batalla interna; una batalla dentro del propio tonal es una de las luchas más imbéciles que pueda ocurrir.
La vida ajustada de un guerrero esta diseñada para acabar con esa lucha. Desde
el principio te he enseñado a evitar la fatiga y el desgaste. Ahora ya no hay
la guerra esa que había dentro de ti, porque el camino del guerrero es armonía,
armonía entre las acciones y las decisiones, al principio, y luego la armonía
entre el tonal y el nagual.
Al comienzo uno tiene que
hablarle al tonal. El tonal es el que debe ceder el control. Pero hay que hacer que lo ceda con
alegría. Se hace que el tonal abandone cosas innecesarias como el sentirse importante y el
entregarse al vicio, las cuales solo lo hunden en el aburrimiento. La tarea entonces es convencer al
tonal que se haga libre y fluido. Eso es lo que un brujo necesita antes que cualquier otra cosa:
un tonal fuerte, y libre. Mientras más se fortalece, menos se aferra a sus hechos y más
fácil resulta escogerlo.
El tonal se encoge en
determinados momentos, sobre todo cuando se apena. De hecho, una característica del tonal es su
timidez. Hay ciertas ocasiones en que el tonal es tomado por sorpresa, y su timidez,
inevitablemente lo encoge.
Un empujón es entonces la
técnica para encoger el tonal. Uno tiene que empujar en el instante preciso; para ello,
por supuesto, uno debe saber como ver. Una vez que el hombre ha sido empujado y su tonal se
encoge, su nagual, si es que ya está en movimiento, toma las riendas y realiza
hazañas extraordinarias.
Todo lo que tienes que hacer
es instalar tu intención como aduana. Cuando estés en el mundo del tonal, deberías ser un
tonal impecable; ahí no hay tiempo para porquerías irracionales. Pero cuando
estés en el mundo del nagual también deberías ser impecable; ahí no hay tiempo
para porquerías racionales. Para el guerrero, la intención es la puerta de en
medio. Se cierra por completo detrás de él cuando va o cuando viene.
Al guerrero se le debe de
enseñar a ser impecable y a estar totalmente vacío antes de que pueda aún siquiera concebir
ser testigo del nagual.
Un susto repentino siempre
encoge el tonal. El problema es aquí no dejar que el tonal se encoja más de la cuenta. Un
grave asunto para un guerrero es el saber precisamente cuando dejar que su tonal se encoja y
cuando detenerlo. Eso si que es un arte. El guerrero debe luchar como demonio para encoger su
tonal; pero en el mismo momento en que el tonal se encoge, el guerrero debe
voltear al revés la lucha inmediatamente para no dejarlo encogerse más.
El nagual puede ejecutar cosas
extraordinarias. Cosas que no parecen posibles, cosas impensables para el tonal.
Pero lo extraordinario es que el que actúa no tiene manera de saber como ocurren esas cosas. En
otras palabras. Genaro no sabe como hace esas cosas; él solo sabe que las hace.
La expresión del nagual es
asunto de su temperamento personal. Si el guerrero es chistoso, el nagual es chistoso. Si el
guerrero es espantoso, el nagual es espantoso. Si el guerrero es perverso, el
nagual es perverso.
Cuando uno se encuentra cara a
cara con el nagual, uno siempre tiene que estar solo.
El poder personal decide quien
puede y quien no puede sacar provecho de una revelación; la experiencia que tengo con mis
semejantes me ha mostrado que pocos, poquísimos de ellos estarían dispuestos a
escuchar; y de los pocos que escuchan, menos aún estarían dispuestos a actuar de acuerdo a lo que han
escuchado; y de aquellos que están dispuestos a actuar, menos aún tienen suficiente poder
personal para sacar provecho de sus actos.
Un maestro nunca busca
aprendices y nadie puede solicitar las enseñanzas. Lo que señala a un aprendiz es siempre un
augurio.
Una vez que el aprendiz ha
sido enganchado empieza la instrucción. El primer acto del maestro es introducir la idea
de que el mundo que creemos ver es solo una visión, una descripción del mundo. Cada
esfuerzo del maestro se dirige a demostrar este punto al aprendiz.
Pero aceptarlo parece ser una
de las cosas más difíciles de hacer; estamos complacientemente atrapados en nuestra
particular visión del mundo, que nos compele a sentirnos y a actuar como si supiéramos todo lo que hay que saber acerca del mundo. Un maestro, desde el
primer acto que efectúa, se propone para esa visión. Los brujos lo llaman parar
el dialogo interno, y están convencidos de que esa técnica es la más importante
que el aprendiz pueda aprender.
Para detener esa visión del
mundo que uno ha tenido desde la cuna, no es suficiente el que uno simplemente tenga el
deseo, o se haga la resolución. Uno necesita una tarea práctica; esa tarea se llama la forma
correcta de andar. Parece una cosa inocente y sin sentido. Como todo lo que
tiene poder en sí o de por sí, la forma correcta de andar no llama la atención.
El andar de esa manera
específica satura el tonal. Lo inunda. Verás: la atención del tonal tiene que colocarse en sus
creaciones. De hecho, esa atención es la que por principio de cuentas crea el
orden del mundo; el tonal debe prestar atención a los elementos de su mundo con
el fin de mantenerlo, y debe, sobre todo, sostener la visión del mundo como
diálogo interno.
Dijo que la forma correcta de
andar era un subterfugio. El guerrero, al curvar los dedos, llama la atención hacia sus
brazos; luego, mirando sin enfocar cualquier punto directamente frente a él en el arco que
empieza en la punta de sus pies y termina sobre el horizonte, inunda literalmente su tonal con
información.
El tonal sin su relación de
“uno a uno” con los elementos de su descripción, no podía hablar consigo mismo, y así uno
llegaba al silencio. Don Juan explicó que la posición de los dedos no importaba en absoluto, que la
única consideración era llamar la atención hacia los brazos poniendo los dedos en diversas
posiciones desacostumbradas, y que lo importante era la forma en que los ojos,
mantenidos fuera de foco, detectaban un enorme número de detalles del mundo sin
tener claridad con respecto a ellos. Añadió que en tal estado los ojos podían
captar detalles demasiado fugaces para la visión normal.
Junto con la forma correcta de
andar, el maestro debe enseñar al aprendiz otra posibilidad, todavía más sutil: la
posibilidad de actuar sin creer, sin esperar recompensas; de actuar solo por actuar.
No exagero al decirte que el éxito de la empresa del maestro depende de lo bien
y armoniosamente que guíe a su
aprendiz en este aspecto específico.
Conforme el recapitulaba las
tareas que me había dado, me di cuenta de que, al hacerme realizar rutinas sin sentido,
había implantado en mi la idea de actuar sin esperar nada a cambio.
Parar el dialogo interno es,
sin embargo, la llave del mundo de los brujos. El resto de las actividades son solo apoyos;
lo único que hacen es acelerar el efecto de parar el dialogo interno.
Dijo que había dos actividades
o técnicas principales usadas para acelerar el cese del dialogo interno: borrar la historia
personal y “soñar”.
El secreto de todo esto está
en la atención de uno. Todo esto existe gracias a nuestra atención.
Este mismo peñasco donde
estamos sentados es un peñasco porque hemos sido forzados a ponerle nuestra atención como
peñasco.
Borrar la historia personal y
soñar deberían ser solo una ayuda. Lo que un aprendiz necesita para apuntalarse es la
sobriedad y la fuerza. Por eso el maestro habla del camino del guerrero, o vivir como un guerrero. Esa
es la goma que se pega a todas partes en el mundo de un brujo. El maestro debe
forjarla y desarrolllarla poco a poco. Sin la solidez y serenidad del camino
del guerrero no hay posibilidad de
resistir la senda del conocimiento. Al finalizar su recuento, añadió que el maestro debía
tomar en cuenta la personalidad del aprendiz.
Explicó que, para ayudar a
borrar la historia personal, se enseñaban otras tres técnicas: perder la importancia
personal, asumir la responsabilidad y usar a la muerte como consejera. La idea
era que, sin el efecto benéfico de esas técnicas, el borrar la historia
personal haría del aprendiz un individuo
tornadizo, evasivo e innecesariamente dudoso de sí y de sus acciones.
Don Juan señaló entonces que
había una aparente contradicción en la idea del cambio; por una parte, el mudo de los
brujos pedía una transformación drástica, y por otra, la explicación de los
brujos decía que la isla del tonal estaba completa y que ni un solo elemento
podía quitarse de ella. El cambio, pues, no significaba eliminar nada, sino mas
bien alterar el uso asignado de dichos elementos.
Me aseguró que los detalles
del procedimiento eran decididos por el poder mismo. Dijo que, si bien se suponía que las
enseñanzas cubrieran los mismos asuntos en el caso de todo aprendiz, el orden
era diferente para cada uno.
Yo te di lo suficiente de la
visión de los brujos sin permitir que te enganchara. Te dije que si uno hace encarar a dos
visiones, la una contra la otra, puede escurrirse entre ambas para llegar al
mundo real. Me refería a que solo puede llegarse a la totalidad de uno mismo
cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin
importar que esa visión pertenezca a un hombre común o
a un brujo.
Lo importante no es aprender
una nueva descripción sino llegar a la totalidad de uno mismo.
Hay que llegar al nagual sin
maltratar al tonal y sobre todo, sin dañar el cuerpo.
No querer nada era el mejor
logro de un guerrero. Sin embargo en mi estupidez, yo había ampliado la sensación de no
querer nada, haciéndola caer en la de no disfrutar nada. Así, mi vida era
tediosa y vacía.
El tonal no sabe que las
decisiones están en el terreno del nagual. Cuando creemos decir, no hacemos mas que reconocer que
algo mas allá de nuestra comprensión ha puesto el marco de nuestra dizque decisión, y
todo lo que nosotros hacemos es consentir.
Explicó que romper las rutinas,
el paso de poder y no-hacer eran avenidas para aprender nuevas maneras de percibir el
mundo; maneras que daban al guerrero un anticipo de posibilidades increíbles de
acción.
Los brujos dicen que estamos
dentro de una burbuja. En una burbuja en la que somos colocados en el instante de
nuestro nacimiento. Al principio está abierta, pero luego empieza a cerrarse hasta que nos ha
sellado en su interior. Esa burbuja es nuestra percepción. Vivimos dentro de esa burbuja toda la
vida. Y lo que presenciamos en sus paredes redondas es nuestro propio reflejo. La cosa
reflejada es nuestra visión del mundo. Esa visión es primero una descripción
que se nos da desde el instante en que nacemos hasta que toda nuestra atención queda atrapada en ella y la
descripción se convierte en visión.
El maestro reorganiza la
visión del mundo, yo le he llamado a esa visión la isla del tonal. He dicho que todo lo que somos se
encuentra en esa isla. El trabajo del maestro, en lo referente a la percepción
del aprendiz, consiste en reordenar todos los elementos de la isla en una mitad
de la burbuja para ahora ya te habrás dado cuenta que limpiar y reordenar la
isla del tonal significa reagrupar todos sus elementos en el lado de la razón.
El maestro siempre se dirige a
ese lado, y al presentar a su aprendiz, por una parte, el camino del guerrero, lo obliga al
raciocinio, o a la sobriedad, a la fuerza de carácter y de cuerpo; y al presentarle, por otra parte,
situaciones inimaginables pero reales, que el aprendiz no puede abarcar, lo obliga a reconocer
que su razón, por más maravillosa que sea, solo puede cubrir una zona pequeña.
Una vez enfrentado con su incapacidad de razonarlo todo, el guerrero hará hasta
lo imposible por reforzar y defender su razón derrotada, y para lograr tal
efecto reunirá en torno a ella todo cuanto tiene.
La tarea del maestro es
limpiar una mitad de la burbuja y reordenar todo lo que hay en la otra mitad.
El tonal de cada uno de
nosotros es solo un reflejo de ese indescriptible desconocido lleno de orden: el gran tonal; el
nagual de cada uno de nosotros es solo el reflejo de ese indescriptible vacío que lo contiene todo: el
gran nagual.
La vida de un guerrero no
puede en modo alguno ser fría y solitaria y sin sentimientos.
El crepúsculo es la raja entre
los mundos. Es la puerta a lo desconocido.
Carlos Castaneda del Libro Relatos
de poder (1975)