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5 de abril de 2017

Citas de Viaje a Ixtlán, (1973) 2º Parte, Carlos Castaneda


 Citas de Viaje a Ixtlán, (1973) 2º Parte, Carlos Castaneda

Los actos tienen poder. Especialmente cuando el guerrero que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con pleno conocimiento de que lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la Tierra.

Un guerrero debe enfocar su atención en el vínculo que lo une con su muerte. Sin remordimiento ni tristeza ni preocupación, debe poner su atención en el hecho de que no tiene tiempo y dejar que sus actos fluyan de acuerdo con ello. Ha de hacer de cada uno de sus actos su última batalla sobre la Tierra. Sólo en tales condiciones tendrán sus actos el poder que les corresponde. De otro modo serán, mientras viva, los actos de un necio.

Un guerrero cazador sabe que su muerte lo aguarda, y que ese mismo acto que ahora está realizando puede muy bien ser su última batalla sobre la Tierra. Lo llama batalla porque es una lucha. La mayoría de la gente pasa de acto a acto sin luchar ni pensar. Un guerrero cazador, por el contrario, evalúa cada acto; y como tiene un conocimiento íntimo de su muerte, procede juiciosamente, como si cada acto fuera su última batalla. Sólo un necio dejaría de notar la ventaja que un guerrero cazador tiene sobre sus semejantes. Un guerrero cazador da a su última batalla el respeto que merece. Es natural que su último acto sobre la Tierra sea lo mejor de sí mismo. Así le place. Así le quita el filo a su temor.

Un guerrero es un cazador inmaculado que caza poder; no está borracho ni loco, ni tiene tiempo ni humor para fanfarronear, ni para mentirse a sí mismo, ni para equivocarse en la jugada. La apuesta es demasiado alta. Lo que se juega es su vida pulcramente ordenada que tanto tiempo le llevó afinar y perfeccionar. No va a desperdiciar todo eso por un estúpido error de cálculo o por tomar una cosa por lo que no es.

Un hombre, cualquier hombre, merece cuanto les toca en suerte a los hombres: alegría, dolor, tristeza y lucha. No importa la naturaleza de sus actos, siempre y cuando actúe como guerrero.
Si su espíritu está deformado, simplemente debe arreglarlo, depurándolo y perfeccionándolo, porque no hay en la vida una tarea más digna de emprenderse. No arreglar el espíritu es buscar la muerte, y eso es igual que no buscar nada, porque la muerte va a alcanzarnos de todos modos. Buscar la perfección del espíritu del guerrero es la única tarea digna de nuestra transitoriedad y de nuestra condición humana.

Lo más difícil en este mundo es adoptar el ánimo del guerrero. De nada sirve estar triste, quejarse y sentirse justificado de hacerlo creyendo que alguien nos está siempre haciendo algo. Nadie le está haciendo nada a nadie, y mucho menos a un guerrero.

Un guerrero es un cazador. Todo lo calcula. Eso es control. Una vez terminados sus cálculos, actúa. Se deja ir. Eso es abandono. Un guerrero no es una hoja a merced del viento. Nadie puede empujarle; nadie puede obligarle a hacer cosas en contra de sí mismo o de lo que juzga correcto. Un guerrero está preparado para sobrevivir, y sobrevive del mejor modo posible.

Un guerrero no es más que un hombre, un hombre humilde. No puede cambiar los designios de su muerte. Pero su espíritu impecable, que ha reunido poder tras grandes penas, puede ciertamente detener su muerte por un momento, un momento lo bastante largo para permitirle regocijarse por última vez al evocar su poder. Podemos decir que ése es un gesto que la muerte tiene con quienes poseen un espíritu impecable.

No importa cómo lo hayan criado a uno. Lo que determina el modo en que uno hace cualquier cosa es el poder personal. Un hombre no es más que la suma de su poder personal, y esa suma determina cómo vive y cómo muere.

El poder personal es un sentimiento. Algo así como tener suerte. O podríamos llamarlo un talante, un ánimo. El poder personal es algo que se adquiere a través de toda una vida de lucha.

Un guerrero actúa como si supiera lo que hace, cuando en realidad no sabe nada.

Un guerrero no tiene remordimientos por nada de lo que ha hecho, porque aislar los propios actos llamándolos mezquinos, feos o malos es darse a uno mismo una importancia injustificada.
La clave está en lo que se enfatiza. O nos hacemos desdichados o nos hacemos fuertes. Cuesta el mismo trabajo lo uno que lo otro.

Desde el momento en que nacemos, la gente nos dice que el mundo es esto y aquello, y de tal y cual manera; naturalmente, no tenemos otra opción más que aceptar que el mundo es de la forma en que la gente nos ha estado diciendo que es.

El arte del guerrero consiste en equilibrar el terror de ser un hombre con la maravilla de ser un hombre.

COMENTARIO DE VIAJE A IXTLAN

Mientras me hallaba escribiendo Viaje a Ixtlán reinaba en el ambiente un estado de ánimo de lo más misterioso. Don Juan Matus estaba aplicando algunas medidas extremadamente prácticas a mi conducta cotidiana. Había diseñado algunas pautas que yo debía seguir rigurosamente. Eran tres tareas que apenas se relacionaban vagamente con mi mundo cotidiano o con cualquier otro mundo. Quería que en mi vida cotidiana me esforzara en borrar mi historia personal por todos los medios concebibles. Luego quería que terminara con mis rutinas y, finalmente, que desterrara mi sentimiento de importancia personal.
 ¿Cómo voy a lograr todo eso, don Juan?  le pregunté.
 No tengo ni idea  respondió . Ninguno de nosotros tiene idea de cómo hacerlo de una forma práctica y eficaz. Con todo, si empezamos el trabajo, lo concluiremos sin saber siquiera qué fue lo que vino a ayudarnos.
»La dificultad que encuentras es la misma que yo encontré  prosiguió . Te aseguro que nues-tra dificultad nace del hecho de que, en nuestras vidas, carecemos por completo de la idea que nos incitaría a cambiar. Cuando mi maestro me enco¬mendó esta tarea, todo lo que necesité para llevarla a cabo fue la idea de que podía lograrse. Una vez que tuve la idea, la realicé sin saber cómo. Te recomiendo que hagas lo mismo.
Me lancé a las quejas más retorcidas, argumentando que yo era un científico social acostumbrado a directrices prácticas y consistentes, no a vaguedades que dependían más de soluciones mágicas que de medios prácticos.
 Dilo que quieras  me respondió don Juan, riéndose . Cuando termines de quejarte, olvida tus remilgos y haz lo que te he dicho que hagas.
Don Juan tenía razón. Todo lo que necesité o, mejor dicho, lo único que necesitó una parte no evidente y misteriosa de mí fue la idea. El «yo» que había conocido durante toda mi vida necesitaba infinitamente más que una idea: necesitaba entrenamiento, estímulo, dirección. Me sentí tan intrigado por mi éxito que la tarea de borrar mis rutinas, perder mi importancia personal y abandonar mi historia personal se convirtió en un auténtico placer.
 Estás justo enfrente del camino del guerrero  dijo don Juan a modo de explicación por mi misterioso logro.
Don Juan había guiado lenta y metódicamente mi conciencia para que se enfocara cada vez más intensamente en una elaboración abstracta del concepto de guerrero, una elaboración que llamaba el camino del guerrero o la senda del guerrero. Me explicó que el camino del guerrero era un armazón de ideas establecido por los chamanes del México antiguo. Tal construcción derivaba de la capacidad que tenían aquellos chamanes de ver la energía tal como fluye libremente en el universo. Por esa razón, el camino del guerrero era un soberbio conglomerado de hechos energéticos, de verdades irreductibles determinadas exclusivamente por la dirección del flujo de energía del universo. Don Juan afirmaba categóricamente que no había nada en esa estructura que pudiera objetarse, nada que pudiera ser cambiado. Era una estructura perfecta en sí misma y por sí misma, y cualquiera que seguía ese camino se veía acorralado por hechos energéticos que no admitían discusión ni especulaciones acerca de su función o valía.
Don Juan decía que aquellos antiguos chamanes lo llamaron el camino del guerrero porque su estructura abarcaba todas las posibilidades vitales que un guerrero podía hallar en la senda del conocimiento. Aquellos chamanes fueron absolutamente meticulosos y metódicos en la búsqueda de tales posibilidades. De hecho, según don Juan, fueron capaces de incluir en su estructura abstracta todo lo humanamente posible.
Don Juan comparaba el camino del guerrero con una estructura, siendo cada uno de los elementos de esta estructura un dispositivo de sustentación cuya única función consistía en sostener la psique del guerrero en su papel de chamán iniciado, y así facilitar sus movimientos y dotarlos de significado. Afirmaba, de manera inequívoca, que el camino del guerrero era una construcción esencial sin la cual los chamanes iniciados naufragarían en la inmensidad del universo.
Don Juan decía que el camino del guerrero era la obra maestra de los chamanes del México antiguo. Lo consideraba su aporte más importante, la esencia de su sobriedad.
 ¿Es el camino del guerrero tan abrumadoramente importante, don Juan?  le pregunté en una ocasión.
 Decir «abrumadoramente importante» es un eufemismo. El camino del guerrero lo es todo. Es el arquetipo de la salud física y mental. No puedo explicarlo de ningún otro modo. El hecho de que los chamanes del México antiguo creasen una estructura así significa para mí que habían alcanzado la cima de su poder, la cumbre de su felicidad, la cúspide de su júbilo.
Dado el nivel de aceptación o rechazo pragmáticos en el que me creía sumergido en aquella época, abrazar completamente y sin prejuicios la senda del guerrero me resultaba poco menos que una imposibilidad. Cuanto más hablaba don Juan de la senda del guerrero más intensa era mi sensación de que lo que realmente maquinaba era derrumbar todo mi equilibrio.
Don Juan me guiaba, por tanto, de un modo encubierto. Sin embargo, su guía se evidencia con meridiana claridad en las citas extraídas de Viaje a Ixtlán. Don Juan se había abalanzado velozmente sobre mí a pasos agigantados sin que yo me diera cuenta, hasta que repentinamente sentí su aliento en la nuca. Pensaba una y otra vez que me hallaba a punto de aceptar de buena fe la existencia de otro sistema cognitivo; o, por el contrario, me sentía tan absolutamente indiferente que no me importaba que ocurriera de una forma u otra.

Por supuesto, siempre existía la posibilidad de salir huyendo de todo aquello, pero ésa no era una opción sostenible. De un modo u otro, la ayuda de don Juan, o bien mi intenso uso del concepto del guerrero, me habían endurecido hasta el punto de que no tenía ya tanto temor. Estaba atrapado, pero en realidad eso no cambiaba nada. Todo lo que sabía era que estaría allí con don Juan hasta el final.

 Carlos Castaneda

4 de abril de 2017

Citas de Viaje a Ixtlán, (1973) 1º Parte, Carlos Castaneda

Citas de Viaje a Ixtlán, (1973) 1º Parte, Carlos Castaneda

Casi nunca nos damos cuenta de que podemos suprimir cualquier cosa de nuestras vidas en cualquier momento y en un abrir y cerrar de ojos.

Uno no debería preocuparse de tomar fotos o de hacer grabaciones. Ésas son superficialidades propias de vidas ociosas. Uno debería preocuparse del espíritu, que siempre es huidizo.

Un guerrero no necesita historia personal. Un día descubre que ya no le es necesaria, y la abandona.

La historia personal debe ser renovada constantemente contando a los padres, parientes y amigos todo cuanto uno hace. Por otro lado, el guerrero que no tiene historia personal, no necesi¬ta dar explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con sus actos. Y sobre todo, nadie le amarra con sus pensamientos y expectativas.

Cuando nada se da por cierto permanecemos alerta, permanentemente de puntillas. Es más emocionante no saber detrás de qué matorral saltará la liebre que comportarnos como si lo supiéramos todo.

Mientras un hombre siente que lo más importante del mundo es él mismo, no puede apreciar verdaderamente el mundo que lo rodea. Es como un caballo con anteojeras: sólo se ve a sí mismo, ajeno a todo lo demás.

La muerte es nuestra eterna compañera. Se halla siempre a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo tras de nosotros. La muerte es la única consejera sabia con la que cuenta un guerrero. Cada vez que el guerrero siente que todo anda mal y que está a punto de ser aniquilado, puede volverse a su muerte y preguntarle si ello es cierto. Su muerte le dirá que se equivoca, que en realidad nada importa salvo su toque. Su muerte le dirá: «Todavía no te he tocado.»

Cuando un guerrero decide hacer algo, debe ir hasta el final, aceptando la responsabilidad de lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones, sin dudas ni remordimientos.

En un mundo donde la muerte es el cazador no hay tiempo para dudas ni lamentos. Sólo hay tiempo para decisiones. No importa cuáles sean las decisiones. Nada puede ser más serio o menos serio que lo demás. En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes o pequeñas. Sólo hay decisiones que un guerrero toma a la vista de su muerte inevitable.

Un guerrero debe aprender a ponerse al alcance, o fuera del alcance, en el punto justo. Es inútil para un guerrero estar todo el día al alcance sin saberlo, como le es inútil esconderse cuando todo el mundo sabe que está escondido.

Para un guerrero, ser inaccesible significa tocar frugalmente el mundo que lo rodea. Y, sobre todo, evitar deliberadamente agotarse a sí mismo y a los demás. Un guerrero no utiliza ni exprime a la gente hasta dejarla reducida a nada, en especial a la gente que ama.
  
Cuando un hombre se preocupa, se aferra a cualquier cosa por desesperación; y una vez que se aferra, forzosamente se agota, o agota a la cosa o a la persona a la que está aferrado. Un guerrero cazador, en cambio, sabe que atraerá la caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, al alcance sin saberlo.

Un guerrero cazador trata íntimamente con su mundo y, sin embargo, es inaccesible para ese mismo mundo. Lo toca ligeramente, permanece el tiempo preciso y luego se aleja velozmente, sin apenas dejar rastro.

Ser un guerrero cazador no es sólo cuestión de cazar animales. Un guerrero cazador no captura animales porque ponga trampas ni porque conoz¬ca las rutinas de su presa, sino porque él mismo no tiene rutinas. Ésa es su ventaja. Él no es, de ningún modo, como los animales que persigue, fijos en rutinas pesadas y en caprichos previsibles. Él es libre, fluido, imprevisible.

Para el hombre corriente el mundo es extraño porque, cuando no se aburre de él, está enemistado con él. Para un guerrero, el mundo es extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, insondable. Un guerrero debe asumir la responsabilidad de estar aquí, en este mundo maravilloso, en este tiempo maravilloso.

Un guerrero debe aprender a hacer que cada acto cuente, pues va a estar aquí, en este mundo, tan sólo un tiempo breve; de hecho, demasiado breve para ser testigo de todas las maravillas que existen.

Carlos Castaneda

3 de abril de 2017

El Bosque de Bambú, Wang Wei

Wang Wei (699-759)

Uno de los artistas más dotados de la época T'ang. Fue poeta, pintor, calígrafo y músico altamente distinguido. En pintura fue uno de los creadores del estilo llamado "Poh-muo hua" o sea "tinta salpicada", que se transformó en el favorito de los adeptos tanto Ch'an Ven como taoístas. Se graduó como Chin-shih en el año 721, a los 19 años, y el Emperador Hsüan-tsung lo nombró secretario de Estado. Arruinó su carrera al participar de la Rebelión de An Lu-shan, lo que le valió un corto tiempo en prisión.
Fue un adepto del Budismo Ch'an, y tanto su poesía como su pintura revelan el alto desarrollo de su visión interior. Después de enviudar no volvió a casarse. Pasó su vejez escribiendo poesía y pintando en compañía de sus amigos en su villa situada en Wang Ch'uan, a los pies del Monte Chung-nan. Su Tung-po decía de él, que era capaz de evocar todo un paisaje en una sola línea de cinco caracteres.

 El Bosque de Bambú

Sentado solo,
en el bosque de bambú,
toco el laúd,
silbo largo tiempo.
Al bosque profundo
la gente no lo conoce,
la luna brillante viene
y acerca su claridad.

Wang Wei


2 de abril de 2017

Al Magistrado Ch'ang, Wang Wei

Al Magistrado Ch'ang

En los últimos años
gusta la calma:
Las diez mil cosas
no tienen lugar en mi corazón.
Miro atrás,
no encuentro mejor plan:
Sólo sé volver al bosque profundo.
El viento de los pinos
agita mis ropas sueltas,
La luz de la luna ilumina,
toco mi laúd. 
Usted pregunta
¿cuál es la Realidad última?
La canción del pescador
entra profundamente en las orillas.


Wang Wei

1 de abril de 2017

El Torrente del Canto de Pájaros, Wang Wei

El Torrente del Canto de Pájaros

El hombre descansa,
mientras flores de acacia caen.
La noche es tranquila,
la montaña de primavera vacía.
La luna sorprende a los pájaros de la montaña.
Entonces cantan,
dentro del torrente de primavera.


Wang Wei

31 de marzo de 2017

En la Montaña, Wang Wei

En la Montaña

Del arroyo Ch'in salen piedras blancas,
El tiempo es frío, pocas hojas rojas.
En el sendero de la montaña no cae lluvia,
El vacío azul moja las ropas del hombre.


Wang Wei

Wang Wei (699-759)

Uno de los artistas más dotados de la época T'ang. Fue poeta, pintor, calígrafo y músico altamente distinguido. En pintura fue uno de los creadores del estilo llamado "Poh-muo hua" o sea "tinta salpicada", que se transformó en el favorito de los adeptos tanto Ch'an Ven como taoístas. Se graduó como Chin-shih en el año 721, a los 19 años, y el Emperador Hsüan-tsung lo nombró secretario de Estado. Arruinó su carrera al participar de la Rebelión de An Lu-shan, lo que le valió un corto tiempo en prisión.
Fue un adepto del Budismo Ch'an, y tanto su poesía como su pintura revelan el alto desarrollo de su visión interior. Después de enviudar no volvió a casarse. Pasó su vejez escribiendo poesía y pintando en compañía de sus amigos en su villa situada en Wang Ch'uan, a los pies del Monte Chung-nan. Su Tung-po decía de él, que era capaz de evocar todo un paisaje en una sola línea de cinco caracteres.

30 de marzo de 2017

El Parque de los Ciervos, Wang Wei

El Parque de los Ciervos
                          
En la montaña vacía
se ve un hombre,
sólo se oye el eco
de voces humanas.
Vuelven las sombras,
entran profundo en el bosque,
y brilla el sol,
sobre los líquenes verdes.

Wang Wei


29 de marzo de 2017

Wang Wei, Canción Para la Ciudad de Wei

Canción Para la Ciudad de Wei

La lluvia matinal de la ciudad de Wei
moja el polvo blanco,
Las posadas son verdes,
los sauces tienen brotes.
Déjame aconsejarte tomar una copa más,
Al Oeste de las montañas Yuan-kuan
no encontrarás un amigo.


Wang Wei

28 de marzo de 2017

Mañana, Wang Wei

 Wang Wei (699-759)

Uno de los artistas más dotados de la época T'ang. Fue poeta, pintor, calígrafo y músico altamente distinguido. En pintura fue uno de los creadores del estilo llamado "Poh-muo hua" o sea "tinta salpicada", que se transformó en el favorito de los adeptos tanto Ch'an Ven como taoístas. Se graduó como Chin-shih en el año 721, a los 19 años, y el Emperador Hsüan-tsung lo nombró secretario de Estado. Arruinó su carrera al participar de la Rebelión de An Lu-shan, lo que le valió un corto tiempo en prisión.
Fue un adepto del Budismo Ch'an, y tanto su poesía como su pintura revelan el alto desarrollo de su visión interior. Después de enviudar no volvió a casarse. Pasó su vejez escribiendo poesía y pintando en compañía de sus amigos en su villa situada en Wang Ch'uan, a los pies del Monte Chung-nan. Su Tung-po decía de él, que era capaz de evocar todo un paisaje en una sola línea de cinco caracteres.
Mañana
  
La flor de durazno está más roja
por la lluvia de anoche,
Los sauces están más verdes
en la niebla de la mañana.
Los pétalos que aún caen
no fueron barridos por los sirvientes,
Los pájaros cantan,
el huésped de la montaña duerme.

Wang Wei 


27 de marzo de 2017

Poema 1, Tao Yuan-ming



Poema 1
                   
De antes ya quería vivir en el pueblo del sur, y no por sus casas ch’i,
Sino por la simpleza de la gente que lo habita.

Viven de la mañana a la noche en una sana alegría.
Y luego de soñar por años, finalmente sucedió.

Somos pobres pero ¿quién necesita una casa enorme?
Con que cubra nuestras camas y esteras es suficiente.

Los vecinos suelen cantar
y se demoran hablando de las cosas de antaño.

Nos deleitamos con viejos poemas,
explicándonos partes que no habíamos comprendido.

Tao Yuan-ming

26 de marzo de 2017

Día de fiesta, Tao Yuan-ming


Tao Yuan-ming (372-427 d. de C.)

Vivió en el difícil período que precedió a la fundación de la dinastía T'ang. Durante un tiempo ocupó un cargo oficial, pero renunció a los ochenta y tres días porque, según sus palabras: "no puedo doblar las bisagras de mi espalda para hacerle reverencias a un funcionario corrupto". Así, volvió al campo con su familia para vivir la vida de un "caballero campesino", trabajando la tierra y escribiendo poesía. Solía decir que "el mayor placer de la vida es hacer bromas con los niños". Tenía un amor especial por los crisantemos, y al día de hoy, es difícil para un chino pensar en crisantemos sin pensar en Tao Yuan-ming. Se lo suele llamar "el poeta de la casa y el jardín", y hay una historia idílica que narra cómo él trabajaba en la parte de adelante del campo y su esposa en la parte de atrás. Profundo bebedor, le dedicó varias poesías al vino. Su cuento La Fuente del Duraznero quedó definitivamente incorporado como leyenda en la cultura china.


Día de fiesta



Nieva. El viento arremolinado de fin de año

No puede retrasar el clima cálido.



Ya en nuestro ciruelos y sáuces del jardín

Hay brotes en casi todas las ramas.



Cuando canto, las palabras llegan claras

Y con el vino llego a incontables distancias.



Tanto que todavía me elude-

¡como esa bellísima canción de la montaña Chang!



Tao Yuan-ming

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