EXISTENCIALISMO
Domingo, 4 de mayo de 1969
El existencialismo nació directamente del ataque de
Kierkegaard contra Hegel.
A decir verdad, no hay sólo una escuela existencialista
sino varias; entre otras, las de
Jaspers, Gabriel Marcel (un pobre idiota), Sartre… Pero a
decir verdad, el existencialismo
es una actitud que va desde Parménides, Platón,
Jesucristo y San Agustín hasta nuestros
días.
Intentaré deciros lo que separa a la filosofía
existencial de la filosofía clásica.
En primer lugar, como ya hemos dicho a propósito de
Kierkegaard, la oposición entre
lo concreto y lo abstracto.
El asunto resulta extremadamente serio y hasta trágico
para la mente, pues razonamos
con conceptos, por tanto, con abstracciones.
Trágico porque el razonamiento puede hacerse tan sólo a
través de los conceptos y de
la lógica, y porque las leyes generales no pueden ser
formuladas sin conceptos ni lógica.
Por otra parte, los conceptos no existen en la realidad
(muy importante).
Pero aún queda una objeción elevada por Kierkegaard
contra Hegel: «La verdad
hegeliana está concebida de antemano», la elección entre
nuestras concepciones no se
realiza como consecuencia de un razonamiento, sino que
son elegidas previamente. El
razonamiento sirve sólo para justificar una elección
anterior. (Es imposible luchar contra
lo que el alma ha escogido; Zeromski)*.
Hegel concibió su mundo de antemano, dentro de su razón,
etcétera. Por tanto, es
premeditado. Un defecto más del razonamiento abstracto, y
es el drama de la mente. A
causa de esto, el razonamiento no es posible.
¿Cómo son posibles, en estas condiciones, un razonamiento
existencialista o un
sistema filosófico como el de Heidegger o el de Sartre?
Hay un método que vino en ayuda de los existencialistas:
es el método
fenomenológico de Husserl.
Heidegger fue el alumno preferido de Husserl. Husserl no
le perdonó nunca que se
aprovechara de la fenomenología para fines completamente
diferentes, creando así el
primer sistema existencialista. ¿Por qué el método
fenomenológico?
Es una nueva reducción del pensamiento, que ya había sido
reducido por Descartes,
Feuerbach y otros.
Esta reducción consiste en lo siguiente. Husserl dice:
puesto que no podemos decir
nada del noúmeno (cosa en sí), ponemos entre paréntesis
el noúmeno; es decir, que de lo
único que puede hablarse es de los fenómenos.
El noúmeno es, por ejemplo, esta silla tal y como es
verdaderamente, y el fenómeno
es la silla tal y como la vemos —o vista por una
hormiga—, condicionada por nuestra
posibilidad de ver. Esto no concierne sólo a nuestras
facultades físicas de recepción, sino
también a las facultades de la mente, como Kant demostró
(a saber, que el tiempo y el
espacio provienen de nosotros y no del objeto en sí).
Husserl dice: puesto que no podemos saber nada del
noúmeno, lo pongo entre
paréntesis. De la existencia de Dios, por ejemplo, no
sabemos nada.
Y, regresando con ello al famoso cogito ergo sum
cartesiano, Husserl pone entre
paréntesis el mundo y todas las ciencias que conciernen
al mundo (biología, física,
historia). No quedan más que las ciencias que se refieren
a nuestras facultades, como las
matemáticas, la lógica, la geometría, etcétera.
Puso entre paréntesis a Dios y a las ciencias.
Podéis imaginar las extraordinarias consecuencias de ver
a través del método
fenomenológico.
Ay, que no sé si Isa existe,* ¡tengo una idea de Isa en
mi cabeza!
De igual forma, yo no he nacido nunca. De ningún modo
nací en 1904.
Sólo sé que tengo en mi conciencia la idea de mi
nacimiento en 1904 y que tengo la
idea de 1904 es decir, de todos los años pasados.
Todo ha cambiado de una manera demoníaca. Esto cambia el
universo. No hay otra
cosa más que un centro definitivo, que es la conciencia y
lo que pasa en la conciencia. La
conciencia está evidentemente sola. La posibilidad de
otras conciencias no existe.
La vida no es más que un dato de la conciencia. De igual
forma, la lógica, la historia,
mi porvenir, no son nada más que datos de mi conciencia,
a la que ni siquiera puedo
llamar «mi» conciencia, puesto que «Mi» conciencia no es
sino un dato de «la» conciencia
definitiva.
Todo queda reducido a fenómenos en mi conciencia. ¿Cómo
puede hacerse filosofía
en esta situación?
A esta conciencia definitiva no le queda otro remedio que
«juzgarse» a si misma.
Como la conciencia es consciente de algo, pues bien, es
consciente de si misma. La
conciencia se separa, por así decirlo, en varias partes
que pueden describirse así: primera,
segunda y tercera conciencia. Pero esta segunda
conciencia puede ser descrita por una
tercera conciencia y esto es justamente lo que hago al
hablar de la tercera conciencia.
Os ruego que no olvidéis que ésta es una manera en
extremo rudimentaria de
presentarles la fenomenología.
Queda todavía una ley de la conciencia formulada por
Husserl, y que recibe el
nombre de «intencionalidad» de la conciencia, es decir,
que la conciencia consiste en ser
consciente. Pero, para ser consciente, hay que ser
siempre consciente de alguna cosa. Y
esto significa que la conciencia nunca puede estar vacía,
separada del objeto. Esto lleva
directamente a la concepción del hombre de Sartre, quien
dice que el hombre no es un ser
en sí, como lo son los objetos, sino que es un ser «para
sí», que es consciente de si mismo.
Esto conduce a una concepción del hombre separado en dos,
con un vacío. Por esta razón
el libro de Sartre incluye el nombre de la nada. Esta
nada es una especie de surtidor, de
Niágara que va siempre de lo interior a lo exterior.
Por ejemplo, soy consciente de este cuadro, mi conciencia
no está sólo en mí, está en
el cuadro (objeto de la conciencia). La conciencia está,
por así decirlo, fuera de mí.
Cuando leí esto en El ser y la nada, lancé un grito de
entusiasmo, puesto que es
justamente la concepción del hombre que crea la forma y
que no puede ser auténtica de
verdad.
Por suerte Ferdydurke apareció en 1937 y El ser y la nada
en 1943. He aquí por qué
alguno me atribuye en su bondad el haber anticipado el
existencialismo. Volvamos a lo
nuestro.
He hablado del método de la fenomenología de Husserl
porque éste hizo posible la
filosofía existencial. A decir verdad, el existencialismo
no puede dar lugar a ninguna
filosofía.
Yo soy único, concreto, independiente de toda lógica, de
todo concepto.
¿Qué hacer en esta situación?
¿Ser crucificado como Jesucristo?
¿Perdido en su dolor?
Vivimos solos, morimos solos.
Impenetrable.
Pero con el método fenomenológico podemos organizar los
datos de nuestra
conciencia referidos a nuestra existencia. Y es lo único
que nos queda.
Se ha comparado el método de Husserl con la forma de
comerse una alcachofa, es
decir: observo en mi conciencia una noción.
Ejemplo: el color amarillo. Intento reducirlo a su estado
más puro, como la alcachofa,
hoja tras hoja, y cuando por fin llegamos al corazón, nos
lanzamos a él y lo devoramos.
La fenomenología es un descenso hasta la noción más
profunda, la última, del
fenómeno, y entonces, cuando está depurado, uno se lanza
sobre él y lo engulle mediante
una intuición directa.
Recordad que la intuición es un saber directo, sin
razonamiento.
Así el existencialismo es la descripción más profunda y
definitiva de nuestros datos
referidos a la existencia.
Sartre tomó prestado mucho de Heidegger. Heidegger es más
creador que Sartre, pero
Sartre es más claro.
Sartre se propone esta descripción de la existencia.
Todavía tengo que hablar un poco
de una diferencia muy profunda entre el existencialismo y
la filosofía precedente.
La filosofía clásica era más bien una filosofía de las
cosas, en la que incluso el
hombre era tratado un poco como una cosa, mientras que el
existencialismo aspira a una
filosofía del SER.
Cada objeto es a la vez objeto más ser.
Es cierto que esta diferencia ha existido casi siempre en
la filosofía, incluso en la de
Hegel, filosofía del devenir.
Pero el existencialismo se ha concentrado en esto y en un
solo tipo del SER, que es
precisamente la existencia.
Tres tipos diferentes del SER.
1. El Ser en sí (ser de las cosas).
2. El Ser para sí (ser de la conciencia muerta. Ser
independiente de esto).
3. Seres vivos y Seres existentes.
La palabra «existencia» significa sólo existencia humana
consciente y solamente en
la medida en que se es consciente de la existencia. Los
hombres que viven de forma
inconsciente no tienen existencia.
Los animales no tienen conciencia.
Esta es prácticamente la clasificación de Sartre. Es
justo el tema de El ser y la nada.
¿Cómo podemos definir las características del «Ser en
sí», es decir, del ser de los
objetos?
1º Hay que decir que sólo existen fenómenos (Husserl).
Cualquier cosa se manifiesta
como un fenómeno. No podemos decir, según Sartre, que una
persona es inteligente si ésta
se manifiesta solamente a través de actos estúpidos. El
hombre no es otra cosa que aquello
que se ve de él.
Fijaos en que cada cosa carece de límite.
Lámpara, etcétera, son definiciones arbitrarias
santificadas por nuestro lenguaje.
Podemos ver que el existencialismo pasa al estructuralismo.
El Ser en sí no puede ser ni creado por alguien, ni
activo o pasivo (dado que éstas son
ideas humanas).
El Ser en sí es opaco.
Es como es, es todo cuanto puede decirse, es inmóvil; no
está sujeto a la creación y a
la temporalidad y no puede ser deducido de ninguna cosa
(como creado por Dios).
Ser en sí: un ser del que no puede afirmarse nada, sino
que es en si tal como es (un
poco como Dios).
Es curioso, el Ser para sí, la existencia humana, es de
alguna manera inferior al Ser
en sí. Tiene en sí el vacío, la nada, está formado, por
decirlo de algún modo, de dos partes.
Como si estuviera cortado en dos, y esto es lo que le
permite ser consciente de si mismo.
Así pues, es un ser secundario en comparación con el Ser
en sí.
Resulta curioso: esta comparación rudimentaria que
alcanzo a hacer puede parecer
ingenua. Pues bien, conduce al menos a nociones reales,
por ejemplo, que el ser humano
está vacío a causa de la famosa intencionalidad de la
conciencia. Mientras que una silla es
una silla, la conciencia nunca es idéntica a si misma,
puesto que hace falta ser siempre
consciente de algo. No podemos imaginar la conciencia
vacía. El famoso principio de
identidad, A igual a A (silla es silla), no se realiza
aquí. El Ser de la conciencia es en este
sentido un ser imperfecto. Pero vayamos más lejos.
El Ser en sí no puede desaparecer. Es independiente del
tiempo y del espacio. Es
como es, nada más. Mientras que la existencia, el Ser
para sí, es un ser limitado que tiene
un final, que muere. (Así al menos se presenta nuestra
existencia ante nuestra conciencia.
La existencia ha de ser sostenida como una llama).
Para Einstein el objeto no es otra cosa que una
«curvatura del espacio». La silla
representa una cantidad de energía y esta energía puede
transformarse en otro objeto o
seguir siendo energía sin diferencia, mientras que la
existencia humana comienza y
termina (nacimiento y muerte).
Pero entonces, ¿qué es el hombre como Ser para sí o
existencia?
1º El hombre es una cosa, puesto que tiene un cuerpo, y
solamente así, como cuerpo,
puede estar en el mundo. Sartre se lanza aquí a
reacciones muy subjetivas: dice que el
hombre como cuerpo está de más. Provoca náuseas; de ahí
el título: La náusea.
2° El hombre es una cosa porque es un hecho (facticidad).
Por ejemplo: tengo mi
pasado, ya he sido hecho, definido, realizado. Pero
cuando me dirijo hacia el porvenir,
salgo del mundo de las cosas para entrar en la
realización de mí mismo.
3º El hombre es una cosa por su situación; esto es lo que
le priva de su libertad.
He aquí la famosa cuestión de la libertad, que hace que
seamos responsables de
nosotros mismos. Por supuesto, tenemos dos sentimientos
completamente contrarios. Por
una parte, somos tan sólo el efecto de una causa.
Ejemplo: si bebo es porque tengo sed. Si,
según el freudismo, tengo un complejo, es el resultado de
un trauma. Por otra parte,
estamos absolutamente seguros de ser libres. Nadie puede
quitarme el sentimiento de que
soy yo mismo quien decide si debo mover la mano o no.
Pues bien cuando contemplamos
a otras personas, éstas se nos presentan como la
consecuencia de una causa.
Para un médico no hay duda de que las enfermedades de su
paciente obedecen a
causas. Este sentimiento de libertad, que es tan fuerte
en nosotros, no nos concierne más
que a nosotros mismos, mientras que vemos a los demás
como mecanismos. De este
modo, el Ser en sí tiene siempre su causa cuando se
presenta; no tiene ni comienzo ni fin.
La libertad es únicamente la particularidad del Ser para
sí. Es evidente que aquí se
produce una ruptura entre los sentimientos de la
causalidad universal y nuestro
sentimiento de libertad, que proviene de la diferencia
esencial entre el saber científico y el
saber existencial. Esto es muy importante porque define
los límites de la ciencia, que
nunca puede ser el fundamento de la filosofía, porque
solamente la conciencia puede ser
consciente de la ciencia, mientras que la ciencia nunca
puede fundar la conciencia.
Además, la ciencia ve al hombre desde el exterior, como
un objeto entre otros.
Diferencia entre la operación de apéndice desde el punto
de vista del médico que
trata al enfermo como un mecanismo, y desde el punto de
vista del enfermo. Para el
enfermo esta operación es vivida. Es subjetiva y tiene
que ser sufrida por él y nadie más.
Hay otra cosa: en cuanto al pasado, nos sentimos
sometidos a la causalidad, mientras que
el porvenir parece depender de nosotros mismos. Por esto
decía Heidegger que el tiempo
existencial es el futuro. Cada cosa que el hombre hace
puede ser considerada desde el
punto de vista del pasado. Muevo la mano porque tengo
ganas de fumar. O del futuro:
muevo la mano para encender la pipa.
Por tanto, puede afirmarse que la libertad es propia
solamente de la existencia,
mientras que la causalidad es lo propio del Ser en sí.
El existencialismo no es una ciencia.
En el existencialismo el todo no es un mecanismo, la suma
de los elementos significa
siempre alguna cosa más que la suma total. Supongamos que
las palabras que forman una
frase no sean solamente una cantidad de palabras, sino
también un sentido. Entre la
manera de ver al hombre como objeto, desde el exterior,
propia de la medicina, la
psicología, la historia, etcétera, y la del
existencialismo, que consiste en sentir, por así
decirlo, desde dentro, en su ser, hay un ABISMO
Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO