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20 de enero de 2017

Existencialismo,, Witold Gombrowicz



EXISTENCIALISMO



Domingo, 4 de mayo de 1969



El existencialismo nació directamente del ataque de Kierkegaard contra Hegel.

A decir verdad, no hay sólo una escuela existencialista sino varias; entre otras, las de

Jaspers, Gabriel Marcel (un pobre idiota), Sartre… Pero a decir verdad, el existencialismo

es una actitud que va desde Parménides, Platón, Jesucristo y San Agustín hasta nuestros

días.

Intentaré deciros lo que separa a la filosofía existencial de la filosofía clásica.

En primer lugar, como ya hemos dicho a propósito de Kierkegaard, la oposición entre

lo concreto y lo abstracto.

El asunto resulta extremadamente serio y hasta trágico para la mente, pues razonamos

con conceptos, por tanto, con abstracciones.

Trágico porque el razonamiento puede hacerse tan sólo a través de los conceptos y de

la lógica, y porque las leyes generales no pueden ser formuladas sin conceptos ni lógica.

Por otra parte, los conceptos no existen en la realidad (muy importante).

Pero aún queda una objeción elevada por Kierkegaard contra Hegel: «La verdad

hegeliana está concebida de antemano», la elección entre nuestras concepciones no se

realiza como consecuencia de un razonamiento, sino que son elegidas previamente. El

razonamiento sirve sólo para justificar una elección anterior. (Es imposible luchar contra

lo que el alma ha escogido; Zeromski)*.

Hegel concibió su mundo de antemano, dentro de su razón, etcétera. Por tanto, es

premeditado. Un defecto más del razonamiento abstracto, y es el drama de la mente. A

causa de esto, el razonamiento no es posible.

¿Cómo son posibles, en estas condiciones, un razonamiento existencialista o un

sistema filosófico como el de Heidegger o el de Sartre?

Hay un método que vino en ayuda de los existencialistas: es el método

fenomenológico de Husserl.

Heidegger fue el alumno preferido de Husserl. Husserl no le perdonó nunca que se

aprovechara de la fenomenología para fines completamente diferentes, creando así el

primer sistema existencialista. ¿Por qué el método fenomenológico?

Es una nueva reducción del pensamiento, que ya había sido reducido por Descartes,

Feuerbach y otros.

Esta reducción consiste en lo siguiente. Husserl dice: puesto que no podemos decir

nada del noúmeno (cosa en sí), ponemos entre paréntesis el noúmeno; es decir, que de lo

único que puede hablarse es de los fenómenos.

El noúmeno es, por ejemplo, esta silla tal y como es verdaderamente, y el fenómeno

es la silla tal y como la vemos —o vista por una hormiga—, condicionada por nuestra

posibilidad de ver. Esto no concierne sólo a nuestras facultades físicas de recepción, sino

también a las facultades de la mente, como Kant demostró (a saber, que el tiempo y el

espacio provienen de nosotros y no del objeto en sí).

Husserl dice: puesto que no podemos saber nada del noúmeno, lo pongo entre

paréntesis. De la existencia de Dios, por ejemplo, no sabemos nada.

Y, regresando con ello al famoso cogito ergo sum cartesiano, Husserl pone entre

paréntesis el mundo y todas las ciencias que conciernen al mundo (biología, física,

historia). No quedan más que las ciencias que se refieren a nuestras facultades, como las

matemáticas, la lógica, la geometría, etcétera.

Puso entre paréntesis a Dios y a las ciencias.

Podéis imaginar las extraordinarias consecuencias de ver a través del método

fenomenológico.

Ay, que no sé si Isa existe,* ¡tengo una idea de Isa en mi cabeza!

De igual forma, yo no he nacido nunca. De ningún modo nací en 1904.

Sólo sé que tengo en mi conciencia la idea de mi nacimiento en 1904 y que tengo la

idea de 1904 es decir, de todos los años pasados.

Todo ha cambiado de una manera demoníaca. Esto cambia el universo. No hay otra

cosa más que un centro definitivo, que es la conciencia y lo que pasa en la conciencia. La

conciencia está evidentemente sola. La posibilidad de otras conciencias no existe.

La vida no es más que un dato de la conciencia. De igual forma, la lógica, la historia,

mi porvenir, no son nada más que datos de mi conciencia, a la que ni siquiera puedo

llamar «mi» conciencia, puesto que «Mi» conciencia no es sino un dato de «la» conciencia

definitiva.

Todo queda reducido a fenómenos en mi conciencia. ¿Cómo puede hacerse filosofía

en esta situación?

A esta conciencia definitiva no le queda otro remedio que «juzgarse» a si misma.

Como la conciencia es consciente de algo, pues bien, es consciente de si misma. La

conciencia se separa, por así decirlo, en varias partes que pueden describirse así: primera,

segunda y tercera conciencia. Pero esta segunda conciencia puede ser descrita por una

tercera conciencia y esto es justamente lo que hago al hablar de la tercera conciencia.

Os ruego que no olvidéis que ésta es una manera en extremo rudimentaria de

presentarles la fenomenología.

Queda todavía una ley de la conciencia formulada por Husserl, y que recibe el

nombre de «intencionalidad» de la conciencia, es decir, que la conciencia consiste en ser

consciente. Pero, para ser consciente, hay que ser siempre consciente de alguna cosa. Y

esto significa que la conciencia nunca puede estar vacía, separada del objeto. Esto lleva

directamente a la concepción del hombre de Sartre, quien dice que el hombre no es un ser

en sí, como lo son los objetos, sino que es un ser «para sí», que es consciente de si mismo.

Esto conduce a una concepción del hombre separado en dos, con un vacío. Por esta razón

el libro de Sartre incluye el nombre de la nada. Esta nada es una especie de surtidor, de

Niágara que va siempre de lo interior a lo exterior.

Por ejemplo, soy consciente de este cuadro, mi conciencia no está sólo en mí, está en

el cuadro (objeto de la conciencia). La conciencia está, por así decirlo, fuera de mí.

Cuando leí esto en El ser y la nada, lancé un grito de entusiasmo, puesto que es

justamente la concepción del hombre que crea la forma y que no puede ser auténtica de

verdad.

Por suerte Ferdydurke apareció en 1937 y El ser y la nada en 1943. He aquí por qué

alguno me atribuye en su bondad el haber anticipado el existencialismo. Volvamos a lo

nuestro.

He hablado del método de la fenomenología de Husserl porque éste hizo posible la

filosofía existencial. A decir verdad, el existencialismo no puede dar lugar a ninguna

filosofía.

Yo soy único, concreto, independiente de toda lógica, de todo concepto.

¿Qué hacer en esta situación?

¿Ser crucificado como Jesucristo?

¿Perdido en su dolor?

Vivimos solos, morimos solos.

Impenetrable.

Pero con el método fenomenológico podemos organizar los datos de nuestra

conciencia referidos a nuestra existencia. Y es lo único que nos queda.

Se ha comparado el método de Husserl con la forma de comerse una alcachofa, es

decir: observo en mi conciencia una noción.

Ejemplo: el color amarillo. Intento reducirlo a su estado más puro, como la alcachofa,

hoja tras hoja, y cuando por fin llegamos al corazón, nos lanzamos a él y lo devoramos.

La fenomenología es un descenso hasta la noción más profunda, la última, del

fenómeno, y entonces, cuando está depurado, uno se lanza sobre él y lo engulle mediante

una intuición directa.

Recordad que la intuición es un saber directo, sin razonamiento.

Así el existencialismo es la descripción más profunda y definitiva de nuestros datos

referidos a la existencia.

Sartre tomó prestado mucho de Heidegger. Heidegger es más creador que Sartre, pero

Sartre es más claro.

Sartre se propone esta descripción de la existencia. Todavía tengo que hablar un poco

de una diferencia muy profunda entre el existencialismo y la filosofía precedente.

La filosofía clásica era más bien una filosofía de las cosas, en la que incluso el

hombre era tratado un poco como una cosa, mientras que el existencialismo aspira a una

filosofía del SER.

Cada objeto es a la vez objeto más ser.

Es cierto que esta diferencia ha existido casi siempre en la filosofía, incluso en la de

Hegel, filosofía del devenir.

Pero el existencialismo se ha concentrado en esto y en un solo tipo del SER, que es

precisamente la existencia.

Tres tipos diferentes del SER.

1. El Ser en sí (ser de las cosas).

2. El Ser para sí (ser de la conciencia muerta. Ser independiente de esto).

3. Seres vivos y Seres existentes.

La palabra «existencia» significa sólo existencia humana consciente y solamente en

la medida en que se es consciente de la existencia. Los hombres que viven de forma

inconsciente no tienen existencia.

Los animales no tienen conciencia.

Esta es prácticamente la clasificación de Sartre. Es justo el tema de El ser y la nada.

¿Cómo podemos definir las características del «Ser en sí», es decir, del ser de los

objetos?

1º Hay que decir que sólo existen fenómenos (Husserl). Cualquier cosa se manifiesta

como un fenómeno. No podemos decir, según Sartre, que una persona es inteligente si ésta

se manifiesta solamente a través de actos estúpidos. El hombre no es otra cosa que aquello

que se ve de él.

Fijaos en que cada cosa carece de límite.

Lámpara, etcétera, son definiciones arbitrarias santificadas por nuestro lenguaje.

Podemos ver que el existencialismo pasa al estructuralismo.

El Ser en sí no puede ser ni creado por alguien, ni activo o pasivo (dado que éstas son

ideas humanas).

El Ser en sí es opaco.

Es como es, es todo cuanto puede decirse, es inmóvil; no está sujeto a la creación y a

la temporalidad y no puede ser deducido de ninguna cosa (como creado por Dios).

Ser en sí: un ser del que no puede afirmarse nada, sino que es en si tal como es (un

poco como Dios).

Es curioso, el Ser para sí, la existencia humana, es de alguna manera inferior al Ser

en sí. Tiene en sí el vacío, la nada, está formado, por decirlo de algún modo, de dos partes.

Como si estuviera cortado en dos, y esto es lo que le permite ser consciente de si mismo.

Así pues, es un ser secundario en comparación con el Ser en sí.

Resulta curioso: esta comparación rudimentaria que alcanzo a hacer puede parecer

ingenua. Pues bien, conduce al menos a nociones reales, por ejemplo, que el ser humano

está vacío a causa de la famosa intencionalidad de la conciencia. Mientras que una silla es

una silla, la conciencia nunca es idéntica a si misma, puesto que hace falta ser siempre

consciente de algo. No podemos imaginar la conciencia vacía. El famoso principio de

identidad, A igual a A (silla es silla), no se realiza aquí. El Ser de la conciencia es en este

sentido un ser imperfecto. Pero vayamos más lejos.

El Ser en sí no puede desaparecer. Es independiente del tiempo y del espacio. Es

como es, nada más. Mientras que la existencia, el Ser para sí, es un ser limitado que tiene

un final, que muere. (Así al menos se presenta nuestra existencia ante nuestra conciencia.

La existencia ha de ser sostenida como una llama).

Para Einstein el objeto no es otra cosa que una «curvatura del espacio». La silla

representa una cantidad de energía y esta energía puede transformarse en otro objeto o

seguir siendo energía sin diferencia, mientras que la existencia humana comienza y

termina (nacimiento y muerte).

Pero entonces, ¿qué es el hombre como Ser para sí o existencia?

1º El hombre es una cosa, puesto que tiene un cuerpo, y solamente así, como cuerpo,

puede estar en el mundo. Sartre se lanza aquí a reacciones muy subjetivas: dice que el

hombre como cuerpo está de más. Provoca náuseas; de ahí el título: La náusea.

2° El hombre es una cosa porque es un hecho (facticidad). Por ejemplo: tengo mi

pasado, ya he sido hecho, definido, realizado. Pero cuando me dirijo hacia el porvenir,

salgo del mundo de las cosas para entrar en la realización de mí mismo.

3º El hombre es una cosa por su situación; esto es lo que le priva de su libertad.

He aquí la famosa cuestión de la libertad, que hace que seamos responsables de

nosotros mismos. Por supuesto, tenemos dos sentimientos completamente contrarios. Por

una parte, somos tan sólo el efecto de una causa. Ejemplo: si bebo es porque tengo sed. Si,

según el freudismo, tengo un complejo, es el resultado de un trauma. Por otra parte,

estamos absolutamente seguros de ser libres. Nadie puede quitarme el sentimiento de que

soy yo mismo quien decide si debo mover la mano o no. Pues bien cuando contemplamos

a otras personas, éstas se nos presentan como la consecuencia de una causa.

Para un médico no hay duda de que las enfermedades de su paciente obedecen a

causas. Este sentimiento de libertad, que es tan fuerte en nosotros, no nos concierne más

que a nosotros mismos, mientras que vemos a los demás como mecanismos. De este

modo, el Ser en sí tiene siempre su causa cuando se presenta; no tiene ni comienzo ni fin.

La libertad es únicamente la particularidad del Ser para sí. Es evidente que aquí se

produce una ruptura entre los sentimientos de la causalidad universal y nuestro

sentimiento de libertad, que proviene de la diferencia esencial entre el saber científico y el

saber existencial. Esto es muy importante porque define los límites de la ciencia, que

nunca puede ser el fundamento de la filosofía, porque solamente la conciencia puede ser

consciente de la ciencia, mientras que la ciencia nunca puede fundar la conciencia.

Además, la ciencia ve al hombre desde el exterior, como un objeto entre otros.

Diferencia entre la operación de apéndice desde el punto de vista del médico que

trata al enfermo como un mecanismo, y desde el punto de vista del enfermo. Para el

enfermo esta operación es vivida. Es subjetiva y tiene que ser sufrida por él y nadie más.

Hay otra cosa: en cuanto al pasado, nos sentimos sometidos a la causalidad, mientras que

el porvenir parece depender de nosotros mismos. Por esto decía Heidegger que el tiempo

existencial es el futuro. Cada cosa que el hombre hace puede ser considerada desde el

punto de vista del pasado. Muevo la mano porque tengo ganas de fumar. O del futuro:

muevo la mano para encender la pipa.

Por tanto, puede afirmarse que la libertad es propia solamente de la existencia,

mientras que la causalidad es lo propio del Ser en sí.

El existencialismo no es una ciencia.

En el existencialismo el todo no es un mecanismo, la suma de los elementos significa

siempre alguna cosa más que la suma total. Supongamos que las palabras que forman una

frase no sean solamente una cantidad de palabras, sino también un sentido. Entre la

manera de ver al hombre como objeto, desde el exterior, propia de la medicina, la

psicología, la historia, etcétera, y la del existencialismo, que consiste en sentir, por así

decirlo, desde dentro, en su ser, hay un ABISMO

 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

19 de enero de 2017

Lección sexta HEGEL, Witold Gombrowicz

 En 1969, ya muy enfermo y obsesionado con la idea de acabar de una vez, pensaba
cada vez con mayor frecuencia en el suicidio. Su mujer, Rita, y un joven admirador,
Dominique de Roux, hoy un prestigioso ensayista y novelista, le pidieron a Gombrowicz
que les diera clases de filosofía con el fin de sumergirle en la única materia que siempre le
había apasionado. Aquellos apuntes son los que, reunidos por sus «alumnos», han dado
lugar a este Curso de filosofía en seis horas y cuarto, un repaso de los principales sistemas
de pensamiento moderno desde Kant y a la vez la afirmación de su propio credo
filosófico: el arraigo de una filosofía en la existencia concreta. 
Lección sexta
HEGEL
Sábado, 3 de mayo
Biografía aburrida. Siglo XIX. Profesor en Berlín.
Kant.
Fichte: filosofía del Estado y de la ley.
Schelling: naturaleza artística.” Su filosofía está muy influida por la estética y el arte.
Hegel lo atacó violentamente.
La tesis fundamental de Hegel: lo que es racional es real, lo que es real es racional.
No es tan difícil. La idea principal es que el sujeto es correlativo (dependiente) del
objeto, que uno no puede existir sin el otro.
Imaginad que no existe más que una cosa. Si no hay conciencia, esta cosa no existe.
Sobre esta base formula Hegel su teoría de lo real.
El mundo es una cosa; es conocido en la medida en que es asimilado por la razón, por
una conciencia racional. Hegel da una imagen grandiosa de este proceso.
Supongamos que entro en una catedral. Al principio no veo más que la entrada,
fragmentos de muros, detalles arquitectónicos que no se explican por si mismos. En fin,
veo la catedral de un modo fragmentario. Sigo adelante. A medida que avanzo, veo cada
vez más aspectos de la catedral y por fin llego al otro extremo y la veo entera. Descubro el
sentido de cada fragmento. La catedral ha penetrado en MI RAZÓN. Este es precisamente
el proceso de nuestro desarrollo en el mundo. Cada día comprendemos mejor el mundo,
nos damos mejor cuenta de la razón de cada fenómeno. Por tanto, el mundo existe para
nosotros un poco más cada vez. Llegará un momento, el momento final de nuestra historia
y del género humano, en que el mundo será plenamente asimilado. Ese día desaparecerán
el tiempo y el espacio, y la conjunción del objeto con el sujeto se transformará en un
absoluto. Fuera del tiempo y del espacio. Ya no habrá movimiento. Entonces, ¡zas!, el
ABSOLUTO.
Como veis, semejantes sistemas metafísicos tienen una estructura bastante fantástica.
Incluso cuando los sistemas se vienen abajo sirven para comprender un poco mejor la
realidad y el mundo. Esta idea del progreso de la razón en Hegel se realiza a través de un
sistema dialéctico que hoy en día es de la mayor importancia y que se formula poco más o
menos así:
Cada tesis encuentra su antítesis en un grado más alto. Esta síntesis aparece de nuevo
como tesis y encuentra su antinomia, etcétera. Por tanto, es una ley de desarrollo basada
en la contradicción. Según Hegel, nuestra mente se halla fundada en esta contradicción
porque es imperfecta, porque conoce la realidad tan sólo parcialmente. Por tanto, sus
juicios son imperfectos.
Hegel descubre esta contradicción en la base misma de la mente: por ejemplo,
cuando decimos todo tenemos que admitir lo singular. Cuando imaginamos una cosa
negra hay que pensar también en otro color porque la idea misma del color es una
oposición entre éste y el resto de los colores. Esta misma oposición se encuentra en el
desarrollo histórico del Estado.
Por ejemplo, una dictadura provoca una revolución y una revolución reencuentra su
síntesis en un sistema que no corresponde ni a la dictadura ni a la revolución; un sistema,
pues, de poder limitado que, a su vez, se ve corregido por un sistema, por ejemplo,
oligárquico.
Asimismo, cuando pensáis todo, estáis obligados a pensar nada, y así es como se
avanza, paso a paso, en esta catedral.
La filosofía de Hegel es una filosofía del devenir, lo que constituye un gran paso
adelante, este proceso del devenir no aparece en las filosofías anteriores. No es sólo un
movimiento, sino un progreso, puesto que este proceso dialéctico nos sitúa siempre en un
escalón superior, hasta el logro final de la razón, y este proceso, en Hegel, está
naturalmente fundado en el progreso de la razón, es decir, de la ciencia. Lo que le lleva a
conceder la mayor importancia a la historia.
Para Hegel la naturaleza no es creadora. No avanza. El sol, por ejemplo, sale y se
pone siempre de la misma manera. Ahora bien, lo creador es el devenir humano, que se
expresa sobre todo en la historia. Ya pueden observarse los grandes abismos que se abren
para la mente entre lo que llamamos ahora lo sincrónico y lo diacrónico.
Este abismo forma parte de las grandes contradicciones que siguen caracterizando a
la mente humana, como, por ejemplo, la de objeto-sujeto o la teoría del continuo
einsteiniano, la teoría de los cuantos de Planck, la forma de concebir el electrón, o la teoría
corpuscular y ondulatoria de la luz. La mente humana aparece en esta perspectiva como
algo formado por dos elementos diferentes que no se reencuentran jamás.
El hombre es precisamente esta abertura.
Otra fórmula de Hegel que os dará idea de su lenguaje un tanto complicado: el
hombre es el principio a través del cual la razón del mundo llega a la conciencia de si
misma.
Echemos ahora un somero vistazo a la lógica de Hegel. Esta se presenta, grosso
modo, así:
Afirmo que no existe ninguna cosa, pero, dado que lo afirmo, entonces, al menos,
existe mi afirmación. Por tanto, el ser existe (en oposición a la cosa). Pero puesto que el
ser en sí no significa nada, al decir ser, debo decir que alguna cosa es. Llego, por este
camino, a reconocer que la categoría del ser puede ser pensada solamente con la del noser;
lo que ya os dije al hablar de la antinomia de la mente. Pero quiero mostrar
simplemente cuál es el punto de partida de esta lógica.
La diferencia entre la lógica tradicional y la de Hegel es ésta: según la lógica
tradicional, todo lo que es es idéntico a si mismo y nada se contradice. Es sencillamente el
famoso principio de identidad, según el cual, A equivale a A.
Ahora bien, en Hegel nada es idéntico a si mismo y todo se contradice. (La
imperfección de la razón que avanza: hasta que no haya visto enteramente la catedral, el
sentido es imperfecto. A igual a A no se realiza aquí).
Esto conduce a lo que he anunciado al comienzo: la base de la realidad es el
pensamiento. Basta comparar el mundo hegeliano con el mundo de Aristóteles o el de
Santo Tomás para comprender que el hegeliano es la verdad en marcha, el lugar donde la
humanidad forma sus leyes y el hombre se convierte en un peldaño de la historia.
La importancia que Hegel concedió a la historia ha contribuido ciertamente al triunfo
del pensamiento de Hegel.
Para daros una idea de este pensamiento en sus detalles, y que os mostrará hasta qué
punto mis resúmenes están lejos de contener todas estas cosas, quisiera hablaros de un
libro importante de Hegel: la Fenomenología del espíritu, segundo tomo.
El capítulo sexto (para mostrar el camino de su pensamiento). El espíritu verdadero,
la eticidad, se divide en: el mundo ético, el mundo humano y divino y el hombre y la
mujer.
Esto se subdivide en:
1º La nación y la familia. La ley del día y la ley de la noche, que a su vez se
subdivide en:
A. La ley humana
B. La ley divina
C. Los derechos del individuo
2º El movimiento, en ambas leyes (siempre devenir):
A. Gobierno-guerras-potencia negativa
B. (Muy importante) La relación ética entre el hombre y la mujer en el sentido de
hermano y hermana
C. La influencia recíproca de la ley divina y humana
3º El mundo ético como infinitud, por tanto, totalidad.
El análisis hegeliano de estos temas consiste siempre en descubrir y definir el
movimiento dialéctico al que están sometidos. Esto le lleva a resultados verdaderamente
sorprendentes, a pasajes famosos como el de la dialéctica del amo y del esclavo.
Aún no he hablado de un tema extraordinariamente importante en Hegel, el del
Estado y los pueblos (naciones).
Para Hegel la realidad del Estado es superior a la del individuo. Para él, el Estado es
la encarnación del Espíritu en el mundo. He aquí algunas definiciones que nos permiten
comprender su concepción del Estado:
El Estado es la realidad de la idea moral. Es el espíritu moral en tanto que querer —
voluntad—, evidente para si misma y sustancial, que piensa por si misma y sabe y realiza
lo que sabe en tanto que saber.
Esta horrible frase muestra el sentido más profundo de la idea hegeliana que, de
manera muy superficial, puede expresarse así: para la filosofía anterior, el hombre estaba
sometido a una ley moral instituida por Dios o, como en Kant, sometido a un imperativo
moral. Es decir: el hombre avanza, pero la ley ya existe. Ahora bien, en Hegel todo se
mueve. El hombre, al avanzar, labra su propia ley, y no hay ninguna ley fija fuera de la
constituida por el proceso dialéctico. En Hegel no solamente el hombre sino las leyes
están en marcha, porque son imperfectas.
Otras dos definiciones del Estado en Hegel.
1º El Estado es la realización del querer individual.
2º El Estado es el espíritu que se expande convirtiéndose en la forma y la
organización del mundo. Analiza a continuación las diversas formas de gobierno. Y lo
somete al proceso dialéctico: el gobierno capitalista provoca una dictadura contraria, la del
proletariado. La dictadura del proletariado lleva a una forma superior que podrá reunir los
aspectos buenos de cada forma precedente, etcétera.
Tesis-antítesis-síntesis.
Comprenderéis con qué gula se lanzaron los comunistas sobre esta idea. Para ellos, la
revolución conduce a una dictadura del proletariado, pero después se llega al Estado ideal,
donde la fuerza no tendrá nada que hacer.
Hegel debe su gloria en primer lugar a Marx, y en segundo lugar a los marxistas.
La guerra, para Hegel, es también un proceso dialéctico donde lo inmoral lleva a lo
moral.
El Estado se transforma, al fin, en la encarnación de la divinidad.
Hegel / Kierkegaard
Ataque de Kierkegaard
Es el último gran sistema metafísico que ha tenido lugar. Según la ley dialéctica de
puro estilo hegeliano, la tesis reencuentra su antítesis, y Kierkegaard es la antítesis.
Kierkegaard fue un pastor danés, gran admirador de Hegel. De repente, le declara la
guerra y se produce uno de los momentos más dramáticos de la cultura.
El ataque de Kierkegaard contra Hegel se resume así:
Hegel es absolutamente irreprochable en su teoría, pero esta teoría no vale nada.
¿Por qué?
Porque es abstracta, mientras que la existencia (es la primera vez que aparece esta
palabra) es concreta.
En Hegel no hay más que abstracciones y conceptos; por ejemplo, he visto mil
caballos que tienen todos algo en común, y formulo entonces el concepto de una cosa:
caballo, animal de cuatro patas, etcétera. Pero resulta que justamente este caballo nunca ha
existido, puesto que cada caballo concreto tiene su color. De suerte que el concepto, con el
que la filosofía clásica actúa desde los tiempos antiguos, como en Demócrito o Aristóteles,
como desde Santo Tomás hasta Spinoza, Kant y Hegel, está en el vacío.
La filosofía clásica dice: el hombre.
La abstracción no corresponde a la realidad. Es, por decirlo así, del otro mundo.
Aquí es donde el pensamiento encuentra su contradicción interior más violenta.
Y es la base, por usar el lenguaje hegeliano, de una antítesis que nos lleva
directamente a la existencia.
El existencialismo aspira a ser sobre todo una filosofía de lo concreto. Pero se trata
de un sueño; con la realidad concreta no pueden hacerse razonamientos. Los
razonamientos usan siempre conceptos, etcétera. El existencialismo es, por tanto, un
pensamiento trágico pues no puede bastarse a si mismo, tiene que ser una filosofía
concreta y abstracta al mismo tiempo.
La filosofía de Kierkegaard es una reacción contra la de Hegel.
A partir de Husserl el existencialismo se hace posible, puesto que el método
fenomenológico de Husserl consiste en las investigaciones de la verdad entendida como
esencia.
Es una descripción de nuestra conciencia, una suerte de aplicación al yo del método
aristotélico. Pero, mientras que la filosofía de Aristóteles es una clasificación del mundo,
el método fenomenológico de Husserl consiste en la depuración y la clasificación de los
fenómenos de nuestra conciencia.



 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

18 de enero de 2017

Lección 5 Schopenhauer, Witold Gombrowicz



Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

Lección quinta

Viernes, 2 de mayo de 1969

Schopenhauer reconoce dos posibilidades:

l.' Afirmar la voluntad de vivir participando plenamente de la vida con sus crueldades y sus injusticias.

2.0 No el suicidio, sino la contemplación.

Schopenhauer considera que la contemplación del mundo «como si fuera un juego» es absolutamente superior a la vida.  Lo demuestra de una manera muy ingeniosa.  El artista es aquel que contempla el mundo y queda maravillado con él.  Ahora bien, en este sentido, el artista se parece a un niño, puesto que el niño también se maravilla del mundo de una forma desinteresada.  Por esta razón, dice Schopenhauer, el niño es genial, simplemente porque es niño.  En los primeros años de la vida se hacen más progresos que durante todo el resto de ella.  Por este motivo, en Oriente, el yogui (el que contempla) alcanza la única posibilidad de suprimir la vida.
Schopenhauer formula una teoría artística que es, para mi, la más importante de todas. Y, dicho sea entre nosotros la forma extraordinariamente ingenua e incompleta de tratar el arte en Francia se debe, ante todo, al desconocimiento de Schopenhauer.
El arte nos muestra el juego de la naturaleza y de sus fuerzas, es decir, la voluntad de vivir.  Schopenhauer es concreto en esta materia.  Pregunta: ¿por qué nos encanta la fachada de una catedral mientras que un simple muro no nos interesa?  La respuesta es que la voluntad de vivir de la materia se expresa en la pesadez y en la resistencia.  Ahora bien, un muro no pone de manifiesto el juego de estas fuerzas, porque cada partícula del muro resiste y pesa a la vez.  Mientras que la fachada de la catedral muestra dichas fuerzas en acción, puesto que las columnas resisten y los capiteles pesan.  Vemos la lucha entre la pesadez y la resistencia.  Nos explica también por qué una columna retorcida (curva) no nos satisface.  Es simplemente porque no resiste lo suficiente.  De igual forma, una columna redonda es mejor que una columna cuadrada.
Todo ello para deciros cómo ve el ARTE Schopenhauer.
Lo que él opone a la vida es la contemplación.
Trata también de la escultura y dice que la belleza del hombre proviene de una anticipación a priori fundada en la experiencia.  El cuerpo humano resulta mucho más logrado cuando está bien adaptado a sus fines.  Añade que hay en nosotros un ideal de belleza humana que consiste en prolongar en el porvenir lo que consideramos de calidad en el presente, por ejemplo, unas piernas largas.  Esta calidad obliga al hombre a ir siempre más lejos en el mismo sentido, salud, etcétera.  Podría decirse que es una especie de sueño sobre el modelo de la especie en el porvenir.
Para Schopenhauer la belleza de la escultura griega consistía en un discernimiento entre el instinto sexual y la belleza.  En una palabra: la belleza griega no es excitante y por esta razón es superior.
La pintura.  Si la escultura se preocupaba sobre todo de la belleza y del encanto, la pintura busca en el hombre la expresión, la pasión, el carácter.  Por tanto, en la pintura también se puede considerar lo feo como bello.  Ejemplo: una anciana.  El carácter crea la unidad del hombre en la pintura porque el carácter es lo que une en un sentido (dirección); si no, el hombre quedaría disparejo.
Literatura.  El artista, en general, no actúa mediante los conceptos de la lógica, mediante abstracciones, sino que posee una intuición directa de la voluntad de vivir en el mundo.
Por esto comprueba Schopenhauer que la literatura discursiva, que quiere demostrar algo, no basta para nada.  No puede hacerse arte con principios abstractos, con conceptos.  Si tengo alguna cosa que decir sobre el tema, por ejemplo, de los hijos ¡legítimos, sencillamente lo diré en una conferencia y no en la obra de arte.
La obra de arte busca lo concreto, pero en lo concreto reencuentra lo universal, la voluntad de vivir.  Pensemos en el avaro de Moliere.  Se trata de un personaje concreto que tiene su vida, su color de pelo, etcétera, pero a través de él podemos ver la avaricia en su sentido universal.
 Schopenhauer da la definición del genio, también muy cercana a la del niño.  El genio es desinteresado.  Se divierte con el mundo.  Siente sus atrocidades pero se regocija en esas atrocidades.  En general el genio no sirve para nada en la vida práctica puesto que no busca su interés personal.  Es antisocial, pero ve mejor el mundo porque es objetivo.
Schopenhauer establece una comparación muy buena cuando dice que la inteligencia del hombre mediocre se parece a una linterna, que ilumina solamente lo que se busca, mientras que la inteligencia superior es como el sol, que lo ilumina todo.  De ahí proviene el objetivismo del arte genial.  Es desinteresado.
Schopenhauer dijo muchas cosas respecto al tema del genio, por ejemplo, que éste no puede vivir de forma normal; el artista tiene siempre algún obstáculo que le impide vivir: enfermedad, anormalidad, achaques, homosexualidad, etcétera.
(Los hombres inteligentes son muy sensibles al ruido.) Yo, personalmente, lo interpreto por el hecho de que sentimos mejor aquello que nos falta.  Ejemplo: un oficial de caballería no sabe ni siquiera que está sano, mientras que un enfermo como Chopin posee una aguda noción de la salud porque carece de ella.
Podemos observar a fenómenos como Beethoven, quien, personalmente, fue un histérico y un ser desgraciado, pero que tan bien supo expresar en su arte la salud y el equilibrio (sin duda porque carecía de ellos).
Por mi parte, atribuyo la máxima importancia a la antinomia en el arte.  Un artista debe ser esto y lo contrario.  Loco, desordenado, pero también disciplinado, frío, riguroso.  El arte no es nunca una sola cosa, sino que siempre se halla compensado por su contrario.
Schopenhauer no es verdaderamente filosofía sino intuición y moral.  Mostró su indignación porque en una isla del Pacífico las tortugas de mar tengan que salir cada año del agua para procrear en la playa, donde los perros salvajes de la isla les dan la vuelta y las devoran.  Dijo: he ahí la vida, esto es lo que cada primavera se repite de forma sistemática desde hace milenios.
¿Por qué ya no se lee a Schopenhauer? ¿Por qué no es actual?
1.° La metafísica de Schopenhauer (primera parte del libro) no es válida hoy (sé que el noúmeno es la intuición, la voluntad de vivir), formulada de esta manera.
2.° También, sin duda, el aspecto aristocrático de esta filosofía.  Para Schopenhauer hay hombres mediocres y hombres superiores.  Insultaba a los mediocres.
3.° Se oponía (su filosofía se oponía) a la vida, mientras que de Hegel pueden extraerse cosas muy útiles para la política, que es lo que hizo Marx.
Schopenhauer buscaba la renuncia, pretendía matar la voluntad de vivir.
Para mí es un misterio que libros interesantes como los de Schopenhauer (¡y los míos!) no encuentren lectores.
Schopenhauer detestaba a Hegel.  Decía siempre: ¡ese zopenco de Hegel!  Y, para desafiarle, fijó la hora de sus cursos en la Universidad de Berlín a la misma que los de éste, con el resultado de que la sala de Hegel estaba siempre llena y, la suya, siempre vacía...
Pero Hegel y Schopenhauer tenían argumentos para mostrar que un genio no puede tener éxito, puesto que sobrepasa a su tiempo.  Por esta razón el genio resulta incomprensible y no sirve para nadie.
Así que Schopenhauer y yo nos consolamos bastante bien.

Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

17 de enero de 2017

Lección 4 SCHOPENHAUER, Witold Gombrowicz

Lección 4 SCHOPENHAUER, Witold Gombrowicz

 Cristina Fernández Cubas en el prólogo  que escribió para la edición del libro Curso de filosofía en seis horas y cuarto de Witold Gombrowicz cuenta que estando ya enfermo muy grave, muy dolorido prácticamente de muerte, entre el 27 de abril y el 25 de mayo de 1969, el escritor polaco Witold Gombrowicz da en su domicilio de Vence, al sur de Francia, una especie de curso antiacadémico de filosofía a un auditorio reducido: su esposa Rita y el poeta Dominique de Roux, coautor de un libro de entrevistas a Gombrowicz publicado apenas un año antes.
El curso es un invento del joven poeta y ocurrente amigo de Witold no sólo para distraer del dolor al enfermo sino para hacerle olvidar la recurrente idea del suicidio, ya había pedido un arma y veneno. Como toda ayuda, el "profesor" Gombrowicz recurre a viejas anotaciones y a un puñado de libros que compró en la Argentina, durante su estadía de años. Entre esos libros se cuenta una edición de 1948 de las Lecciones preliminares de filosofía, de Manuel García Morente.
 Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

Lección cuarta

Jueves, 1 de mayo de 1969

SCHOPENHAUER

Después de Kant hay una línea de pensamiento que podría dibujarse así:
Fichte
Schelling.  Idealismo alemán
Hegel
«Idealismo», ¿por qué?  Porque la filosofía subjetiva se ocupa de las ideas.
Kant tuvo dos sucesores (cosa curiosa) de dos géneros diferentes:
Schopenhauer
Nietzsche

Arthur Schopenhauer (siglo XIX).
Nacido en Danzig.
 Adopta el sistema kantiano con una formidable diferencia, que consiste en esto.
Después de Kant todos los filósofos quisieron ocuparse de la cosa en sí, de lo absoluto.  Ahora bien, Schopenhauer se levanta y dice: «Resulta que nadie sabe lo que es la cosa en sí, pues bien, yo lo sé».
El mundo queda estupefacto y Schopenhauer prosigue: «Lo sé por intuición interior».  Intuición significa un saber directo, no razonado sino «absoluto».
El razonamiento de Schopenhauer es el siguiente.
El hombre es también una cosa.  Por tanto, si yo soy una cosa, tengo que buscar en mi intuición mi absoluto, aquello que soy en mi esencia.  Y, dice Schopenhauer, «sé que la cosa más elemental en mí, la más fundamental, es la voluntad de vivir».
Aquí se abre la puerta de un nuevo pensamiento filosófico: la filosofía deja de ser una demostración intelectual para entrar en contacto directo con la vida.  Para mí (en Francia casi nadie comparte mi opinión) éste es un momento extraordinariamente importante, que abre la vía a la voluntad de poder de Nietzsche y a toda la filosofía existencias.  Es preciso comprender que el sistema metafísico de Schopenhauer carece de firmeza; en este sentido, Schopenhauer no expresó nada sólido.  Supongo que ésta es la razón de que no se haya mantenido como filósofo.
PERO, ¿QUE ES LA FILOSOFÍA?  Ningún sistema filosófico dura mucho tiempo. Pero la filosofía tiene para mí EL VALOR SUPREMO DE ORGANIZAR EL MUNDO EN UNA VISIÓN.
Por ejemplo, existen los universos kantiano o hegeliano, extremadamente grandiosos; existe el de Nietzsche, y ahí es donde Schopenhauer es importante.
Pasemos de esta visión de Schopenhauer al mundo schopenhaueriano.
Se trata de la primera vez que la filosofía toca la vida.
¿Qué es la voluntad de vivir en Schopenhauer?
El mismo dice que emplea estas palabras porque no le viene a la mente nada mejor.  A decir verdad, se trata más bien de la voluntad de ser, porque para Schopenhauer no solamente el hombre y los animales quieren vivir sino también la piedra que resiste o la luz que persiste.  Schopenhauer dice que esto es el noúmeno kantiano, que esto es lo absoluto.
IMPORTANTE: para Schopenhauer se trata, en el sentido metafísico (más allá de la física), de una sola voluntad de ser, absolutamente idéntica para mí y para esta mesa.
Esta voluntad de vivir, para manifestarse como fenómeno, debe revestir (frase incompleta).
Debe estar en el espacio y el tiempo, en el orden numérico de las cosas.  Es una sola, porque el mundo nouménico no conoce ni tiempo ni objeto, ni nada de todo esto.
Pero cuando esta voluntad de vivir pasa al mundo fenomenológico, se convierte en un fenómeno limitado en el tiempo y el espacio, y entonces se divide de forma inexorable.  Como consecuencia de una ley que Schopenhauer llamaba principium individuationis, se convierte en individual y particular.  Lo repito: Kant demostró que nunca podemos penetrar en el mundo del noúmeno; por ejemplo, es imposible probar la existencia de Dios con un razonamiento.  En este sentido Kant dijo que nuestra razón está limitada al mundo fenomenológico.  El tiempo y el espacio no están fuera de nosotros; el sujeto pensante los introduce en el mundo; no podemos, por tanto, percibir nada infinito y universal como Dios.
Solamente en el tiempo y en el espacio puede el noúmeno manifestarse como fenómeno. Por este motivo dice Schopenhauer que la voluntad de vivir es un noúmeno, está fuera del tiempo y del espacio, es en sí y puede manifestarse tan sólo cuando llega a ser fenómeno (limitado en el tiempo y el espacio).
Cuando la voluntad de vivir se manifiesta en el mundo fenomenológico, se divide en una innumerable cantidad de cosas que se devoran mutuamente para vivir.  El perro devora al gato, el gato al ratón, etcétera.
El gran mérito de Schopenhauer consiste en haber encontrado algo tan decisivo como esto: la muerte, el dolor y la guerra eterna con que cada ser ha de habérselas para sobrevivir.
Siempre he considerado que la filosofía no debe ser intelectual sino algo que arranque de nuestra sensibilidad.  Por ejemplo, para mí, el solo hecho de que soy consciente de la existencia de un árbol no tiene importancia hasta el momento en que éste me procura placer o dolor.  Sólo así se hace importante.  Esta es la idea que intento introducir en las entrevistas, etcétera.
Nos encontramos en un mundo absolutamente trágico. Se dice de Schopenhauer que es un pesimista. ¡Eso es decir demasiado poco!  Es al mismo tiempo una visión grandiosa y trágica que coincide, ¡ay!, perfectamente con la realidad.  Schopenhauer deduce varias consecuencias de su sistema.
Por ejemplo, la naturaleza no se preocupa de los individuos, sino de la especie.  Millones de hormigas tienen que morir para engendrar la especie.  De igual forma, si un hombre se sacrifica en una batalla, es también por el mismo motivo.  En fin, Schopenhauer era un misógino furioso por la sencilla razón de que la mujer se encarga de la prolongación de la especie.  Decía que tampoco en el amor puede existir la felicidad personal, porque el individuo queda sacrificado a la especie.  Resulta muy emotiva la atención con la que el joven contempla a una muchacha y viceversa.  Solamente quieren saber si podrán tener hijos «de buena calidad».
En el sexo opuesto uno busca a su contrario: nariz grande, nariz pequeña, etcétera.  El hombre no puede llegar a la felicidad individual.  Su voluntad de vivir le obliga a devorar a los demás o a ser devorado por ellos.  En consecuencia, Schopenhauer hace un análisis de los diversos sentimientos nobles (ejemplo: el amor al hijo en la mujer); demuestra que todo ello va contra la felicidad individual.  Después, muestra asimismo que lo que llamamos felicidad o placer no es más que el apaciguamiento de un malestar.  Si sentís placer cuando os coméis un filete, es porque antes teníais hambre. Para Schopenhauer la vida es un malestar continuo y criminal.
¿Cuál es la posibilidad, según Schopenhauer, de salir de este conflicto infernal?
¿El suicidio?  No, éste no sirve de nada puesto que al suicidamos tan sólo confirmamos nuestra voluntad de vivir.  Pues si me suicido es porque mi voluntad de vivir no ha sido satisfecha.
La única forma de separarse de la voluntad de vivir es la renuncia.
Yo mato en mí mi voluntad de vivir.
Esto es lo que condujo a Schopenhauer hacia la filosofía hindú y oriental, que proclama precisamente la contemplación y la renuncia a la vida.
Hay que decir que se trata de una tesis un poco artificiosa, y que la parte de su obra El mundo como voluntad y representación dedicada a la filosofía oriental es la menos convincente.




Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

16 de enero de 2017

Lección 3 Kant Tercera parte de la Crítica de la razón pura. Posibilidad de los juicios sintéticos metafísicos, Witold Gombrowicz

Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO
Lección tercera

30 de abril de 1969

 KANT

Tercera parte de la Crítica de la razón pura Posibilidad de los juicios sintéticos metafísicos

Metafísica:      todo lo que no es físico, como el alma, el mundo y Dios.

Estos tres elementos no son percepciones directas (como una silla) sino que son síntesis.  Ahora bien, el alma es la síntesis de todas las impresiones porque para el hombre es su yo (el alma) el que asimila todas las impresiones.  El alma es la que recibe las percepciones.
La segunda síntesis, es decir, la del mundo, es la síntesis de todas las cosas.  Ahora bien, la crítica de la idea del alma consiste en demostrar que todas nuestras percepciones están dentro del tiempo pero que el alma no está dentro del tiempo. El alma es inmortal.
Kant pasa entonces a la idea del Cosmos- es decir, del mundo.  Y muestra que hay cuatro antinomias de la razón pura que se excluyen la una a la otra.

Primera antinomia.
El mundo tiene un comienzo en el tiempo y límites en el espacio.  Ahora bien, esto carece de sentido porque, cuando el conjunto del mundo (de las cosas) termina, aún tenemos el espacio y el tiempo.  Pero como el mundo es la síntesis de todo, no puede limitarse a un todo limitado.  Es preciso ver aquí cierto pensamiento filosófico que consiste en reducir las cosas a evidencias.

Segunda antinomia.
El cosmos se compone a la vez de elementos divisibles y de elementos indivisibles.  Esta antinomia puede reducirse a lo que podríamos llamar la limitación de la cosa.  La cosa (o el objeto) ha de ser forzosamente limitada para que sea una cosa.  Por esta razón el tiempo y el espacio no pueden ser considerados como una cosa.  Ahora bien, el concepto de cosa, para llegar a la plenitud, a la fuerza debe llevar inserto el tiempo y el espacio, puesto que Cosmos significa absolutamente todo cuanto existe.
Tenemos aquí una contradicción, porque el Cosmos debe ser ¡limitado en el tiempo y el espacio para incluirlo absolutamente todo.  Es lo que sucede cuando tomáis un objeto: podéis dividirlo sin cesar.  No hay límites para ello.  La idea de objeto contiene por tanto una contradicción, puesto que debe ser al mismo tiempo limitado e ilimitado.

Tercera antinomia de la idea del Cosmos.
Para nosotros el Cosmos ha de tener una causa, puesto que [frase incompleta] idea interiormente contradictoria.

Cuarta antinomia.
Dios debe existir para nosotros y al mismo tiempo no puede existir.  Kant enumera aquí tres argumentos teológicos que demuestran la existencia de Dios.  Ahora bien, [frase incompleta].
Primer argumento: ontológico.
Ontológico significa todo cuanto concierne al ser.  Tenemos una idea de Dios como un ser perfecto.  Pero, un ser perfecto, para tener la perfección debe tener también la cualidad de existir.  Este argumento me parece demasiado retorcido.  Kant dice que la categoría de existencia es una percepción.  Ahora bien, Dios no puede ser percibido.
Segundo argumento: cosmológico.  El mundo debe tener una causa, pues, según la categoría de causalidad, todo debe tener una causa.  Si es así, Dios debe tener también una causa.
Tercer argumento: teleológico.  Telos significa finalidad.  Todo lo que está en el mundo debe tener una finalidad, debe ser obra de Dios.  Pero si Dios es teleológico, entonces El mismo debería haber sido creado para un fin.
Kant subraya que los errores de la metafísica provienen de que ésta actúa fuera de los límites de la experiencia y de su empleo de las categorías.
Llegamos a la última tesis de la Crítica de la razón pura.  Kant demuestra que nuestra razón no basta para descubrir lo que él llama el noúmeno.  Por ejemplo, si veis un objeto, tenéis la impresión de que es un objeto blanco hecho de cierta forma, etcétera.  Pero basta ponerse unas gafas amarillas para que todo cambie.  Imaginad una hormiga que mira el mismo objeto y no lo ve más que en dos dimensiones y no tres.  Pues bien, para una hormiga o para una persona que se ponga unas gafas amarillas, el objeto cambiará.
Kant se pregunta si la razón pura puede descubrir el objeto en sí, objetivamente, con independencia de nuestras maneras de percibirlo.  Comprueba que es imposible; nunca podemos saber lo que es el noúmeno, lo absoluto, en sí, independientemente de nuestras percepciones.  Estamos limitados al mundo fenomenológico.  Esto es importante porque vais a encontrar este problema en Husserl, en Hegel, etcétera.  Nuestra razón debe limitarse al mundo fenomenológico.

 
El fenómeno es lo que yo veo según mi facultad y mi forma de ver las cosas: Psina* para mí es blanco, en el tiempo y el espacio.  Es el fenómeno.  El noúmeno (lo absoluto) consiste en preguntarse: «¿cómo es Psina, no para mí, sino en sí?».
La crítica kantiana es una limitación del pensamiento.  El pensamiento humano se consideraba capaz de comprenderlo todo.  Pues bien, después de Kant, por no hablar de Descartes, el pensamiento sufre una reducción y esta reducción es extremadamente importante.  Ella demuestra que el pensamiento llega a cierta madurez, comienza a conocer sus límites, y vais a encontrar en toda la filosofía posterior, por ejemplo en Feuerbach, en Husserl, en Marx, etcétera, la misma tendencia a reducir el pensamiento.  Hoy en día la filosofía no consiste en buscar una verdad absoluta, como la existencia de Dios, sino que se halla más limitada, se limita solamente al mundo fenomenológico, o reemplaza la pregunta: «Qué es el mundo» por «Cómo transformar el mundo» (Marx) y encuentra la expresión más pura en el método fenomenológico de Husserl, que no se interesa en absoluto por el noúmeno sino por el fenómeno.

Crítica de la razón práctica, segunda gran obra de Kant.

Esta obra está hoy en día superada, aunque contenga pasajes muy auténticos.  Kant quiso llevar a cabo en ella al o parecido a la Crítica de la razón pura.  Pero si ésta habla de los juicios mediante los cuales se puede conocer el mundo, la Crítica de la razón práctica se ocupa de los juicios que califican las cosas (la calidad de las cosas).  Ejemplo: este hombre me gusta, este pan es bueno.
Aquí percibimos los juicios como juicios imperativos.
Crítica de la razón pura: se trata de comprender, de saber.
Crítica de la razón práctica: se trata de lo que debo hacer, obrar (moral).
Ahora bien, los imperativos pueden ser hipotéticos o categóricos.
Categóricos, cuando la voluntad es autónoma y no está condicionada por nada.  Ejemplo: «Hay que ser moral» es categórico.  No depende de ninguna condición.  Si digo que debo ser moral para ir al cielo o para obtener el respeto de la gente, ya es un imperativo hipotético.
Esto es importante porque en nuestra época se confunden estas cosas.
Para Kant el imperativo moral ha de ser desinteresado.
Ahora la moral depende enteramente de la voluntad.  Cuidado: se trata de leyes kantianas que se interpretan de forma confusa.  Ejemplo: si mi madre está enferma y yo, con la mejor voluntad de curarla, le doy por error un medicamento mortal, desde el punto de vista moral, he actuado correctamente.
Por esta razón, es preciso juzgar por sus intenciones a los mayores monstruos de la historia: Hitler y Stalin.
Si Hitler consideraba que los judíos eran la enfermedad del mundo, entonces actuó de forma correcta desde el punto de vista moral, aunque estuviera equivocado.  Pero si hizo aquello por interés personal, entonces fue una inmoralidad.  La moral, para Kant, es la voluntad moral, la buena voluntad.
Aristóteles:     la clasificación, el orden el mundo objetivo.
El hombre considerado como objeto, animal.
Marx.  Para Marx el hombre es objeto. [Witold se opone.] El artista debe estar dentro de lo subjetivo.
Leer la biografía de Kant escrita por Thomas de Quincey.

* Psina, el perrito de Gombrowicz.
Witold Gombrowicz de CURSO DE FILOSOFÍA EN SEIS HORAS Y CUARTO

Cristina Fernández Cubas en el prólogo  que escribió para la edición del libro Curso de filosofía en seis horas y cuarto de Witold Gombrowicz cuenta que estando ya enfermo muy grave, muy dolorido prácticamente de muerte, entre el 27 de abril y el 25 de mayo de 1969, el escritor polaco Witold Gombrowicz da en su domicilio de Vence, al sur de Francia, una especie de curso antiacadémico de filosofía a un auditorio reducido: su esposa Rita y el poeta Dominique de Roux, coautor de un libro de entrevistas a Gombrowicz publicado apenas un año antes.

El curso es un invento del joven poeta y ocurrente amigo de Witold no sólo para distraer del dolor al enfermo sino para hacerle olvidar la recurrente idea del suicidio, ya había pedido un arma y veneno. Como toda ayuda, el "profesor" Gombrowicz recurre a viejas anotaciones y a un puñado de libros que compró en la Argentina, durante su estadía de años. Entre esos libros se cuenta una edición de 1948 de las Lecciones preliminares de filosofía, de Manuel García Morente.

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