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2 de agosto de 2016

Después de 20 años, O. Henry

Después de 20 años
O. Henry

El policía efectuaba su ronda por la avenida con un aspecto imponente. Esa imponencia no era exhibicionismo, sino lo habitual en él, pues los espectadores escaseaban. Aunque apenas eran las 10 de la noche, las heladas ráfagas de viento, con regusto a lluvia, habían despoblado las calles, o poco menos.
El agente probaba puertas al pasar, haciendo girar su porra con movimientos artísticos e intrincados; de vez en vez se volvía para recorrer el distrito con una mirada alerta. Con su silueta robusta y su leve contoneo, representaba dignamente a los guardianes de la paz. El vecindario era de los que se ponen en movimiento a hora temprana. Aquí y allá se veían las luces de alguna cigarrería o de un bar abierto durante toda la noche, pero la mayoría de las puertas correspondían a locales comerciales que llevaban unas cuantas horas cerrados.
Hacia la mitad de cierta cuadra, el policía aminoró súbitamente el paso. En el portal de una ferretería oscura había un hombre, apoyado contra la pared y con un cigarro sin encender en la boca. Al acercarse él, el hombre se apresuró a decirle, tranquilizador:
-No hay problema, agente. Estoy esperando a un amigo, nada más. Se trata de una cita convenida hace 20 años. A usted le parecerá extraño, ¿no? Bueno, se lo voy a explicar, para hacerle ver que no hay nada malo en esto. Hace más o menos ese tiempo, en este lugar había un restaurante, el Big Joe Brady.
-Sí, lo derribaron hace cinco años -dijo el policía.
El hombre del portal encendió un fósforo y lo acercó a su cigarro. La llama reveló un rostro pálido, de mandíbula cuadrada y ojos perspicaces, con una pequeña cicatriz blanca junto a la ceja derecha. El alfiler de corbata era un gran diamante, engarzado de un modo extraño.
-Esta noche se cumplen 20 años del día en que cené aquí, en el Big Joe Brady, con Jimmy Wells, mi mejor amigo, la persona más buena del mundo. Él y yo nos criamos aquí, en Nueva York, como si fuéramos hermanos. El tenía 20 años y yo, 18. A la mañana siguiente me iba al Oeste para hacer fortuna. A Jimmy no se le podía arrancar de Nueva York; para él no había otro lugar en la tierra. Bueno, esa noche acordamos encontrarnos nuevamente aquí, a 20 años exactos de esa fecha y esa hora, cualquiera fuese nuestra condición y la distancia a recorrer para llegar. Suponíamos que, después de 20 años, cada uno tendría ya la vida hecha y la fortuna conseguida.
-Parece muy interesante -dijo el agente-. Pero se me ocurre que es mucho tiempo entre una cita y otra. ¿No ha sabido nada de su amigo desde que se fue?
-Bueno, sí. Nos escribimos por un tiempo -respondió el otro-. Pero al cabo de un año o dos nos perdimos la pista. Usted sabe, el Oeste es muy grande y yo vivía mudándome de un lado a otro. Pero estoy seguro de que Jimmy, si está con vida, vendrá a la cita; siempre fue el tipo más recto y digno de confianza del mundo, y no se va a olvidar. Ya viajé mil quinientos kilómetros para venir a este sitio, pero habrá valido la pena si él aparece.
El hombre sacó un hermoso reloj, con pequeños diamantes incrustados en las tapas.
-Faltan tres minutos -anunció-. Cuando nos separamos, a la puerta del restaurante, eran las 10 en punto.
-A usted le fue bastante bien en el Oeste, ¿no? -preguntó el policía.
-¡A no dudarlo! Espero que Jimmy haya tenido la mitad de mi suerte. Bueno, muy inteligente no era; trabajador sí, y muy buen tipo. Yo he tenido que vérmelas con gente muy avispada para llenarme el bolsillo. Aquí, en Nueva York, la gente se estanca. Hay que ir al Oeste para ponerse en forma.
El policía balanceó la porra y dio un paso o dos.
-Tengo que seguir la ronda -dijo-. Espero que su amigo no le falle. ¿No piensa darle unos minutos de tolerancia?
-¡Por supuesto! -afirmó el otro-. Le daré cuanto menos media hora. Por entonces Jimmy tendrá que estar aquí, si está con vida. Hasta luego, agente.
-Buenas noches, señor -saludó el policía.
Y prosiguió su ronda, probando los picaportes al pasar.
Había empezado a caer una llovizna helada; las ráfagas inciertas se transformaron en un viento constante. Los pocos peatones se apresuraban, incómodos y silenciosos, con los cuellos vueltos hacia arriba y las manos en los bolsillos. Y en la puerta de la ferretería, el hombre que había viajado mil quinientos kilómetros para cumplir con una cita, insegura hasta lo absurdo, con su amigo de la juventud, fumaba su cigarro y seguía esperando.
Esperó unos 20 minutos. Al cabo, un hombre alto, de sobretodo largo y cuello subido hasta las orejas, cruzó apresuradamente desde la vereda opuesta para acercarse al hombre que esperaba.
-¿Eres tú, Bob? -preguntó, vacilando.
-¿Jimmy Wells? -gritó el hombre de la puerta.
-¡Bendito sea Dios! -exclamó el recién llegado, aferrando al otro por los dos brazos-. ¡Claro que eres Bob, qué duda cabe! Estaba seguro de encontrarte aquí, si vivías. Bueno, bueno, bueno... Veinte años es mucho tiempo. El viejo restaurante ya no existe, Bob; ojalá no lo hubieran derribado, así habríamos podido cenar otra vez aquí. Y dime, viejo, ¿cómo te ha tratado el Oeste?
-Fantásticamente. Me dio todo lo que le pedí. Pero has cambiado muchísimo, Jimmy. Te hacía cinco o seis centímetros más bajo.
-Bueno, crecí un poco después de los 20 años.
-¿Te va bien en Nueva York, Jimmy?
-Más o menos. Tengo un puesto en uno de los departamentos de la Municipalidad. Vamos, Bob; iremos a un sitio que conozco para charlar largo y tendido sobre los viejos tiempos.
Los dos echaron a andar por la calle, del brazo. El hombre del Oeste, aumentado su egotismo por el éxito, empezó a esbozar un relato de su carrera. El otro, inmerso en su sobretodo, escuchaba con interés.
Cuando llegaron a la esquina, donde las luces eléctricas de una farmacia iluminaban la calle, cada uno de ellos se volvió para mirar la cara de su compañero.
El hombre del Oeste se detuvo bruscamente, apartando el brazo.
-Usted no es Jimmy Wells -masculló-. Veinte años son mucho tiempo, pero no tanto como para que a uno le cambie la nariz de recta a respingada.
-A veces es bastante para transformar a un hombre bueno en malo -dijo el desconocido-. Estás arrestado desde hace diez minutos, Bob, alias “Sedoso”. A los de Chicago se les ocurrió que podías andar por aquí y enviaron un cable diciendo que querían charlar contigo. No te vas a resistir, ¿verdad? Así me gusta. Ahora bien, antes de llevarte a la comisaría te daré esta nota que me entregaron para ti. La puedes leer aquí, en la vidriera. Es del agente Wells.
El hombre del Oeste desplegó el pedacito de papel que acababa de recibir. Cuando empezó a leer su mano estaba serena, pero al terminar le temblaba un poquito. La nota era bastante breve.
Bob: Llegué a nuestra cita a la hora justa. Cuando encendiste el fósforo te reconocí como el hombre que buscaban en Chicago. Como no pude hacerlo personalmente, fui en busca de un agente de civil para que se hiciera cargo.


Jimmy

O. Henry

1 de agosto de 2016

Uno de mis errores, Roberto Jorge Santoro

Uno de mis errores
fue creer que todos éramos hermanos

Y ahora
no se le puede cambiar el horizonte a la nostalgia
hay que olvidarse de las viejas sonrisas
y andar con el dolor a cuestas
para que sirva definitivamente

Roberto Jorge Santoro

de Las cosas claras (1973)

31 de julio de 2016

El fútbol, Roberto Jorge Santoro

El fútbol

bailarín
con un pie mareador
silbador
quien lo ve
toca de a poco
en caricia
le pone al cuerpo ballet
levanta el balón
lo empuja
si lo resbala
lo mima con una gana
lo enrolla con otro pie
le da una vuelta
en el aire
de taco que ni se ve
la vuelve
le cae al pecho
que para
cae
resbala
su pierna de forma rara
la hace morir en el pie
que la pisa
si dormida por el suelo
la toca
y levanta vuelo
la pelota y el ballet
que en avance
con un pique
le dice que se le achique
la guarda
que en el zapato
del otro que ni la ven

Nunca dije
mi lágrima fue grande
sufrí
no me quisieron
se da vuelta
y no la tiene
está saltando en el aire
le dice con la cabeza
que va al otro
que la deja
que la espera en otro pie


Roberto Jorge Santoro

30 de julio de 2016

Nunca dije, Roberto Jorge Santoro

Nunca dije
mi lágrima fue grande
sufrí
no me quisieron

Cada uno conoce su dolor
y sabe de qué manera hablarle a la desgracia

Roberto Jorge Santoro

de Las cosas claras (1973)

29 de julio de 2016

Mi voz está en su sitio, Roberto Jorge Santoro

Mi voz está en su sitio
el corazón sabe algo más porque me duele

Por eso digo:
terrible oficio
es repartir equivocadamente los abrazos '
y que el alma viva entre perros hambrientos

Roberto Jorge Santoro

de Las cosas claras (1973)

28 de julio de 2016

Canto a la tristeza, Roberto Jorge Santoro

Canto a la tristeza

ella puso la guirnalda
bandera colorinche del remate
o empezó todo alquilando mi alegría
golpeó
vino a la puerta
como quien trae la flor de baudelaire a domicilio
pero yo estaba apoyando el descanso de la tarde
en la misma geometría del potrero

empezó a sacarle punta a la palabra
me presentó su muleta metafísica
me quiso convencer como a un primer ministro
como al secretario general de los pañuelos
me mostró su larga galería
su casamiento con el rey de la baraja
me habló en francés para olvidarme un rato
y yo tenía en la cabeza
un gorrión medio anarco y futbolista
una honda mañanera
que rompía el espejo de la muerte
pero estaba cansado del partido
de correr a la vida por el medio campo
y justo en el momento que saludo
que dejo de mirarle las ojeras
su enagua
su tercera mano
se pone en mi palabra corno un perro
me agarra las costillas
revolea el esternón
hace su banco
y se sienta
y ladra en mí cuando ella quiere

luego emplea un tambor en mi ropero
dispara su flecha y me despeina
ensaya un golpe de puño
me clausura con su llave la sonrisa
entonces mi corazón baja al subsuelo
le quita los zapatos a la vida
la pinta de vergüenza
le ensucia la pared que mira al hombre
y me enseña a darle al tiempo el código del vino

todo fue pareciéndose a la muerte
a la rueda del viento
y su cadena

yo no encontraba la exacta golondrina
la cuerda para ahorcarla a mi ventana
hasta que un día
cansado de hablarle a mis bolsillos
de llenarlos de plazas y poemas '
me puse un cascabel en cada brazo
un armonio sonador
juglar en fiesta
y salí a cantar
a enredar besos de muchachas y polleras

ella estaba durmiendo en mi garganta
y la maté con un golpe de alegría
abrí de par en par todas las puertas
me eché a volar por las barandas
puse mi boca en la herida del mundo
di vuelta mi cuerpo como un guante
fui poeta
y el corazón se vistió otro vez con mi camisa

y nunca dije nada de su caja
su horóscopo
su hoguera
pero si dios se acerca cuando yo estoy triste
lo amargo para el resto de su vida


Roberto Jorge Santoro

de cuatro canciones y un vuelo (1973)

27 de julio de 2016

Verbo irregular, Roberto Jorge Santoro

Verbo irregular

yo amo
tú escribes
él sueña
nosotros vivimos
vosotros cantáis
ellos matan.

Roberto Jorge Santoro
del periódico Alberdi

(Edición Nro. 2643, 16 de febrero de 1974)

26 de julio de 2016

IX, Roberto Jorge Santoro

IX

los generales con los testículos plastificados
y los empleados copulando adentro de un cesto de papeles
y la gente que llora cuando se muere un arzobispo
y las mujeres desnudas arriba de los colectivos
y los estudiantes sietemesinos
y los políticos con diarreas de verano
y los funcionarios que no tienen calzoncillos
y los economistas fabricantes de inodoros
y los leprosos amantes de los secretarios
y los burócratas con derrames infecciosos
y los futbolistas atropellando con sus coches a los jubilados
y los presidentes comprando materia fecal en los remates

esto han hecho de ti

por eso yo arrojo mis pedradas

Roberto Jorge Santoro

25 de julio de 2016

IV, Roberto Jorge Santoro


IV

mi patria está viva cuando escribo
se sale por el lápiz
invade mi camisa
muchacha
inventemos el amor con lo que queda
es necesario buscar
no perder tiempo

mi patria tiene forma de poema
hay que llevarla crucificada al hueso
ayudarla a salir
amarla y desamarla

entonces algo pasa
se cortó el hilo de repente
mi patria es joven como yo

tiene sus dudas

Roberto Jorge Santoro

24 de julio de 2016

V, Roberto Jorge Santoro

V

he visto en el subterráneo cómo una mujer tiraba un feto
por la ventanilla
el guardia entonces obligó a todo el mundo a que fumara
los chicos menores de siete años se dieron el gusto de
convidar
los últimos king size que tenían

el subterráneo por supuesto no paró en ninguna estación
se organizó un baile en medio del túnel
y después de varios días tuvo que intervenir el ministro
del interior
pero el ministro abandonó a su esposa en el primer
molinete y se enamoró
de un ciego hermano de un diariero muy educado que
eructaba con la boca cerrada

después de la crisis
se vendieron los peines a menor precio
y se creó un curso gratis para aprender a manejar
bañaderas


Roberto Jorge Santoro
De Uno más unos humanidad Publicado por DEAD WEIGHT en 1972
El libro original se terminó de imprimir el día 31 de julio de 1972 en IMPRENTA DE LOS BUENOS AYRES SA -Rondeau 3274-Buenos Aires-Argentina
              

De Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r

23 de julio de 2016

IV, Roberto Jorge Santoro

IV

con diploma de hiena
pasa un juntacadaveres
atrás de su desfile

no rompa más
en nombre de occidente

respira traiciones
su pulmón enano
y hay una rosa marchita
en el pecho del día

Roberto Jorge Santoro
De Poesía en general (1973) de Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r

La edición de Poesía en general se encontraba recubierta por una faja con un texto que hacia referencia a un error de imprenta por el cual las tapas salieron invertidas ( y es una muestra, a su vez, del sentido del humor de Roberto Santoro). He aquí reproducido el mismo:

Errose

El maleficio militar
al imprentero hizo equivocar

Amigo lector comprenda
del error ninguno escapa
en este libro-carpeta
se dieron vuela las tapas

 El Autor


Roberto Jorge Santoro

Nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1939. Fue pintor de brocha gorda, puestero en un mercadito, preceptor en una escuela industrial, tipógrafo, vendedor ambulante, periodista y poeta. Un verdadero buscavidas. Él mismo solía presentarse así: “Sangre grupo A, factor RH negativo, 34 años (en 1973), 12 horas diarias a la búsqueda castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos. Escritor surrealista, es decir, realista del sur. Vivo en una pieza. Hijo de obreros. Tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquina social que hace que un hombre deje de ser un hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca”. (Reportaje concedido a la revista Rescate en octubre de 1973).
A su compromiso y su denuncia se debe parte de su desaparición
Roberto Jorge Santoro fue secuestrado por elementos del terrorismo de Estado el 1° de junio de 1977, quienes se lo llevaron ilegalmente de su lugar de trabajo: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 25 Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán, en la calle Saavedra del barrio de Once, donde el poeta prestaba servicio de preceptor con el cargo de subjefe. Hasta hoy se encuentra desaparecido. Una plaza de Buenos Aires, en Avenida Forest y Teodoro García, lleva su nombre.

22 de julio de 2016

III, Roberto Jorge Santoro

III

el hijo del poeta surrealista
remontó clandestinamente un barrilete
viendo a un albañil leer a kant en el tranvía

y cuando vi que el padre del ministro se transformaba
en iguana
recuerdo que se organizó un campeonato de ajedrez en
una villa miseria

así empezaron las cosas
fue cuando las gallinas todavía empollaban huevos

ahora
a los almaceneros se les ocurrió estudiar taquigrafía y
bailes clásicos
no creo que aguantemos mucho tiempo

Roberto Jorge Santoro
De Uno más unos humanidad Publicado por DEAD WEIGHT en 1972
El libro original se terminó de imprimir el día 31 de julio de 1972 en IMPRENTA DE LOS BUENOS AYRES SA -Rondeau 3274-Buenos Aires-Argentina

De Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r


19 de julio de 2016

II, Roberto Jorge Santoro

II

mañana un general con viruela boba habrá de acuartelar
a mil conscriptos
porque una mosca le ensució el tintero de la guerra del
paraguay
y su esposa tendrá un hijo con un coronel

un forzudo canta un jingler
y en el décimo piso del ministerio dos empleados juegan
a la generala
mientras una mujer les muestra la bombacha a dos
cadetes

parece que van a tapizar el sillón de la presidencia
y está en estudio clausurar la poesía
¿qué hace el tanque ése parado en la puerta de mi casa?


Roberto Jorge Santoro
De Uno más unos humanidad Publicado por DEAD WEIGHT en 1972
El libro original se terminó de imprimir el día 31 de julio de 1972 en IMPRENTA DE LOS BUENOS AYRES SA -Rondeau 3274-Buenos Aires-Argentina


De Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r

18 de julio de 2016

Mi memoria y una caminata larga, Rafael Horacio López

Mi memoria y una caminata larga

Robusta, como la garganta
de un trueno
mi memoria trabaja
hurgando en la embriaguez
de los viñedos, del descanso,
cansada de no hacer nada
o de fabricar sueños o de pintar
geranios en el amanecer.
Mi memoria capta:
Sombras

Puños de arena
de una orilla
que no es un desierto
sino una cápsula
de río serrano.

Canto de pájaros
que son como un
concierto nuevo,
que no se quiere
quedar en el delgado
aire del espacio rural,
que rueda y rueda
como una polvareda
en la inmensa gramilla
de mi valle,

el breve llamado
de una soledad
que huele a polvo
de certezas.

Aquí el trueno se detiene,
se desgrana
como un gajo
de memorias viejas,
y siembra semillas
de una humildad confesa
Mi memoria
casi sal en las caminatas
de mis huesos
que lleva palabras
en la sangre.
  
He vivido en un país
liviano.
lejos de los difíciles
inventos de la memoria, de todos,
cerca del árbol completo,
cerca del bosque compartido,
cerca de la selva salvajemente
sencilla como un abrir
y un cerrar de ojos,
como apellidos tan comunes
como mirar un canto
cada mañana
cuando el sol
levanta sus pestañas.
Yo andaba descalzo
y sin apuro
buscando los huesos
que otros dejaron
creciendo al amparo
de las crecientes,
deteniéndome
en el mirador
de las primeras mañanas:
de los últimos alaridos.
  
He sembrado,
he bebido,
elevé mi mirada al cielo
y tengo la potestad
de autorizar mi posición
de árbol inclinado.

He caminado,
la memoria
camina
como una lluvia negra.
Estos pueblos
sostenían,
apenas con un tronco,
la suavidad
del cielo.

Y mis padres
con ellos.

Y yo caminaba
bebiendo la embriaguez
de los días.
Cosas así

me sucedieron.

Rafael Horacio López

17 de julio de 2016

Para Lila lo mejor que me sucedió en la vida, Rafael Horacio López

Para Lila lo mejor que me sucedió en la vida

La fuerza del amor
es el milagro.
Por ella abro mi corazón
y ese milagro me presta
su sombra,
el agua,
la mesa,
y palabras
que abren
las murallas
a lo increíble
a lo sencillo,
a lo amarillo
y tierno.

Es el milagro.

Lo sospechaba
cuando pisaba la arena
terminal del río
y trataba de descifrar
su idioma
cuando
las primeras palabras
me abrieron
las murallas
de la ansiedad espinuda
de los libros.

Los dedos
se me volvieron verbos
y aprendí
a conjugar los oficios,
las duras miradas
de los andenes,
el pan de la mesa
orgullosa.
de las privaciones,
de las siestas agudas
como vidrios.
Y me olvidé de crecer
siempre fui niño.

Todo esto
era el milagro.
Porque no todos
avivan las brasas
de la sangre
para mantener
las luces
de las manos curtidas
Trato de buscar
mi eternidad
Y por eso cultivo
virtudes
que enhebro
en los pasos
de una honestidad
octogenaria.

Y como un genio
que duerme
en su botella
espero ver a los
pájaros que un día
se ausentaron
buscando la longitud
de un trueno.

Ya mi camino
es difuso
como difuso
es el frío
de mis huesos.

Las cosas
que me sucedieron
están madurando aún
desde mis raíces.
Suben
hasta el asombro
y forman
como un lago
de cincelados
espejos
donde se miran
las estrellas
y los astros
que me dibujan
palabras
como los barriletes
que aun aspiran
a surcar los cielos
que una vez traduje.
Todo esto
es el milagro
y cosas así suceden
ahora que me siento
a dialogar
con el tiempo.
Trato de descifrar
los mensajes
del día
que me presentaron
sus paredes blancas.

He bebido
en el espejo
redondo
de mis días
y he contado
los nidos
que miraban
mi estatura:
debemos leer
en la eternidad
de las cosas sencillas
y tratar de beber
en las aguas del pueblo
que nos brindan
la saciedad amarilla
de los pobres.
Pido a Dios
que no me falte
el tiempo
cuando llegue
el momento
de mirarte
en la plenitud
de un nido
en mi represa.
Entonces,
habré bebido
el pecado
más dulce

de mi infancia.

Rafael Horacio López

16 de julio de 2016

Oda a los pájaros del valle, Rafael Horacio López

Oda a los pájaros del valle

El valle es un nido
largo nido
emplumado
tibio,
aquí nacen
los pájaros
que empluman
los dedos,
las piedras
los árboles.

Todo es color
y trinos,
en la maleza,
en el llano,
en la roca,
en la madera,
en la cumbre,
en el día,
en la noche.
Yo pongo
en estos pájaros
a toda
la garganta americana
porque
por ello
tenemos
la sencillez
del libro,
la oratoria
del gordo diccionario.

En ellos
están todos
los gritos
reprimidos:
el de júbilo
cuando saludan
al desbordante día,
el del miedo
cuando cae
la piedra destructora,
el de la victoria
cuando aplauden
sus alas un regreso,
el de la paz,
cuando se aman
en lo secreto del follaje
o en los ojos silenciosos de la piedra.

En sus voces
se hilvanan
los cantos del universo:
América
canta con el homero,
Europa
en el loro polígloto
África
en el agudo tordo
Oriente
en la monástica paloma.

Es signo de paz
la calandria
novia,
de canto pequeño
el oprimido
jilguero,
y el correo,
si, el correo
de los pobres
el suspendido colibrí
que balancea su mensaje
en la sonriente ventana.
Más armado que ninguno
y soslayado soldado
de la tarde:
el chingolo,
que debate
la familiar galería
con el gorrión extranjero
Serruchan
sus sueños
los hábiles
carpinteros
bebiendo el perfume
de la madera.

Porque el día
es una jaula
llena de pájaros,
un buche largo
con redondos
granos.
Sábana azul
el cielo
con golondrinas,
palomas,
aguiluchos,
que salpican
sus ocios
recortando el silencio.

Y la noche?
es un pájaro oscuro
que no envejece
nunca.
El golpea
los ojos del sueño
con el chistido viejo
de la lechuza,
del alicuco,
del colcón:
ojos de la noche
Americanos pájaros.
He caminado el silencio
de las sendas
buscando
buscando,
buscando
un pájaro nuevo
y allá
a los lejos
un canto redondo
una pata arrugada
o una flauta callada
en la arena.

He llenado
los ojos
la boca .
las manos
el cuerpo
de trinos
y gráciles vuelos
y tengo el alma
con menos pesares,
el sueño:
colmado de niños.

Pájaros del valle,
Americanos pájaros.

Rafael Horacio López
De nombrar las cosas (2009)

Arkenia Ediciones

15 de julio de 2016

Mi Secreto, Rafael Horacio López

Mi Secreto

1

Me inclino suavemente
y en el disco del aljibe
confío mi secreto.

El brocal repite hasta el cansancio
su sed de cielo
y no se inclina
copia del álamo su profundidad
y escamotea nubes, hojas
que traen un mensaje de otoño.

2
Te inclinas y revelas tu secreto
como una piedra que habla en la oreja del río

Todo es secreto hasta que te inclinas.

Después es un cauce abierto
hacia otra orilla. Y otra.

Tal vez por eso el sauce besa la arena
y el agua y el niño.

Por eso no revele tu amor
y el tiempo me tira unas monedas.


Rafael Horacio López. De La sed de la Luz 1997

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