6 de abril, 1917 Buenos Aires
Darling (1)
Los hombres, como los astros, tienen una ruta señalada y son perfectamente sabios los encuentros de estos en el espacio, como el de las almas en el mundo.
Hay en la tierra un delicioso estremecimiento que anuncia la llegada de la hora azul, hora en que se duermen los pájaros y se aquietan los árboles desvanecidos de ensueños. También el amor tiene su hora azul que se anuncia en la expresión intensa de nues-tros ojos y en los labios un ansia infinita de caricias.
Mientras abrazados esperábamos en medio del campo la ago-nía del sol, tu boca dejó en palabras, en besos dentro de mi alma, la huella de tu espíritu dulcemente silencioso. Y como son tan pocos los recuerdos gratos que proporciona la vida, quiero advertirte que ayer me regalaste uno que guardaré como un beso en la cuna del corazón.
Teresa Wilms Montt
1 Se refiere a Horacio Ramos Mejía (1895-1917), joven poeta argentino, que conoció a Teresa en su estadía en Buenos Aires. Ramos Mejía —apodado por Teresa como Anuarí— se enamoró de ella y se supone que Wilms Montt no pudo prometerle nada más que una amistad o un amorío lejos del compromiso que él esperaba. Murió en 1917 y, aunque en la prensa de la época se habló de un ataque repentino, se cree que se suicidó por amor. Desde esa pérdida, Teresa escribe el libro Anuarí: «Llega todas las noches a mi alcoba. / Sin tener ojos me mira, sin tener boca me habla, y su mirada y su voz son tan hondas como el silencio de los sepultados».
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