No
perdamos el tiempo
Si
el mar es infinito y tiene redes,
si
su música sale de la ola,
si
el alba es roja y el ocaso verde,
si
la selva es lujuria y la luna caricia,
si
la rosa se abre y perfuma la casa,
si
la niña se ríe y perfuma la vida,
si
el amor va y me besa y me deja temblando...
¿Qué
importancia tiene todo eso,
mientras
haya en mi barrio una mesa sin patas,
un
niño sin zapatos o un contable tosiendo,
un
banquete de cáscaras,
un
concierto de perros,
una
ópera de sarna?
Debemos
inquietarnos por curar las simientes,
por
vendar corazones y escribir el poema
que
a todos nos contagie.
Y
crear esa frase que abrace todo el mundo;
los
poetas debiéramos arrancar las espadas,
inventar
más colores y escribir padrenuestros.
Ir
dejando las risas en la boca del túnel
y no
decir lo íntimo, sino cantar al corro;
no
cantar a la luna, no cantar a la novia,
no
escribir unas décimas, no fabricar sonetos.
Debemos,
pues sabemos, gritar al poderoso,
gritar
eso que digo, que hay bastantes viviendo
debajo
de las latas con lo puesto y aullando
y
madres que a sus hijos no peinan a diario,
y
padres que madrugan y no van al teatro.
Adornar
al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;
cantar
al que no canta y ayudarle es lo sano.
Asediar
usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.
Trillar
en la labranza, bajar a alguna mina;
ser
buzo una semana, visitar los asilos,
las
cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,
danzar
en las leproserías.
Poetas,
no perdamos el tiempo, trabajemos,
que
al corazón le llega poca sangre.
Gloria
Fuertes
(En
Antología y poemas del suburbio, 1954.)
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