VII
El canto de los grillos está cabalgando
sobre la copa del árbol más distante.
Y marca líneas ondulantes como cortinas,
en el horizonte manchado.
Cada grito de grillo es una estrella lejana.
Cada árbol, cada cosa que se estremece,
es un pensamiento más, que no quiere quedarse,
porque se va para dormir con cada estrella.
Y en el bote, con los remos y con la amada
que no hay, la idea de los lagos
me hace bajar la mirada.
Húmeda.
Dos gotas se zambullen simultáneamente en el agua.
Y no hacen espirales.
Se pierden como si no hubieran existido jamás.
Me veo la cara mojada y me alejo hundiendo los remos,
a la ribera nocturna,
distante.
Como el árbol donde cantan los grillos.
Jaime Saenz
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