Empiezo por la más obvia: ¿Qué es poesía?
En teoría, la única ciencia que se ocupa
del problema
Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)
Quiero explicar que todos los post que fueron subidos al blog están disponibles a pesar de que no se muestren o se encuentren en la pagina principal. Para buscarlos pueden hacerlo por intermedio de la sección archivo del blog ahi los encuentran por año y meses respectivamente. también por “etiquetas” o "categorías de textos publicados", o bajando por la pagina hasta llegar al último texto que se ve y a la derecha donde dice ENTRADAS ANTIGUAS (Cargar más entradas) dar click ahí y se cargaran un grupo más de entradas. Repetir la operación sucesivamente hasta llegar al primer archivo subido.
Gracias por visitar este lugar.
Empiezo por la más obvia: ¿Qué es poesía?
En teoría, la única ciencia que se ocupa
del problema
Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)
Acuden
prestos a sostener la red
Le cubren la mollera al río
Zarandean
Cierran la gran bolsa inconclusa
Riegan el muelle
con peces plateados
algunos todavía aletean
como tentando al imposible
otros le sonríen al sol
demasiado de frente
Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)
LOS NIÑOS
De tanto en tanto
tropezamos con un sendero
de violetas amarillas
algunas
pocas azules grandes violetas
azules en
el bosque del cementerio
recogimos
manojos de ellas
había ahí una familia
llamada Foltette
una familia numerosa
con muchas tumbas de niños
así que recogimos
manojos de violetas
y pusimos uno
sobre cada lápida.
William Carlos Williams
A una pobre vieja
masticando una ciruela en
la calle una bolsa de papel
está en su mano
le saben bien
saben bien
a ella saben
bien a ella
puedes notarlo
en su modo de darse
a la mitad del todo
chupada en su mano
le queda el consuelo
de ciruelas maduras
que parecen llenar el aire
y saben bien.
William Carlos Williams
POEMA
La rosa se marchita
y renace otra vez
de su semilla, naturalmente
pero dónde
irá sino al poema
para no ver
disminuido
su esplendor
William Carlos Williams
Canción de verano
Luna vagabunda
sonriéndole con
apenas ironía
a esta
mañana de verano
brillante, húmeda de rocío,-
una sonrisa
distante, de indiferencia
somnolienta,
una sonrisa de vagabunda, -
Si comprara
una camisa
de tu color y
me pusiera una corbata
azul-cielo
¿A dónde me llevarían?
William Carlos Williams
Hormiguero empavesado
Ábside de ciencia una rueda a espaldas de las islas
Luz amamantada
Altanera rama deslumbrada
Bajo fuentes aminoradas antiguas
Madriguera de pieles condenadas
Viento loco
Rústico del lago
Pero con hornos engalanado civil de uncirse
Tregua agraciada con corazón
En la cama única cadera engullida
De nido de hombre santo
Quimera que canta los peanes atavíos de sal
Los puños audaces los pies saciados ociosos
El verano de greda al rojo late leteano
Las camas enguantadas las confidencias filtrándose hacia
los domos
En pelo los tuertos arte tajado cuello que obsesiona la
mueca
Teja de jade
Niega las águilas y sus defectos los marcos
Pero habla en pleno salto
Esta alegría de oírse
Al borde las rampas camas de ayer extasiadas
El hastío degradado sale del agua
Ríe hechizado de ayunar
Vaga maldecido plural arte
Si tú cantas grave pruébame ora qué súbdito
Estaba en ti devuélveme el eco lucha de tiempos
Dorado sacro de crespos manantiales de hermosos desnudos
pertinentes
Leche que centellea caída en suerte
Rojizo con vado desnudo yacente mortal de poros domado
Dado que se zambulle si va a la agonía de ojo buey
bufonada
De orfebre lino órfico de los lujos de nacer
Negro mendaz para ver beber un piojo
El hilota hecho arado que hay que blanquear
Hojea a un padre debido a la edad de oro
A majestad muchacho
Casa habladora
La miel abolida, qué muro reventado
Muerte de los estados
El oso harto se abriga
Perro que ríe plato rajado
Cesar Moro
(Traducción de Enrique Molina y Anché Coyné)
Renombre del amor
El amor dedica al amor
Los días sin lluvia
Y como debe ser los días de buen tiempo
Para el amor y sus preferencias
Al renombre del más viejo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin lamento sin dicha sin retorno
Al porvenir de los locos
A los sepultureros a los alegres compañeros de galera
Al punzante al quemante recuerdo del tatuaje
A mi querida muerte
A los que dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
Al tormento de fuego y de hielo
A los primeros acontecimientos que anunciarán la rebelión
y la sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las bellas sábanas de los suicidas
A la culata más tierna de lo que podía esperarse del
revólver
A las separaciones que quitan hasta el aire
A las desgarradas mañanas de quien el amor rechaza
Al plomo de las balas
Para que los que no son tocados mueran
Como perros envenenados
A los dolores de los que despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin lamento sin retorno sin dicha de la vida
Para que los que aman y se estancan en su felicidad
Se levanten y lancen las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para borrar mejor mi nombre
Para sacudir el polvo y volver a ser polvo
Para maldecir los instantes supuestamente felices
Para el despertador cargado de pólvora
A las estatuas desnudas de noche
Al mármol perdido
Para tener un lecho de mármol
Para no tener tumba
A las señales de fuego del puñal
A los solos los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío del agua en la noche
Para no volver a empezar
Al más tierno amor
Cesar Moro
(Traducción de Guillermo Sucre)
BATALLA AL BORDE DE UNA CATARATA
Tener entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen se
disuelve en
humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio
encantado de
tu nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos
interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de
piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones
misteriosas
de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante de un
cuarto modesto con una cortina roja que se abre ante el
infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre.
Cesar Moro
El dominio encantado
Ni un dedo se alza sin que fluya la amargura
Lágrima a lágrima en un mundo de olvido
Sin que el ojo noche por noche cierre sus puertas al amor
Sin que una falsa embriaguez descorazonada abra su herida
Sin que un hilo se rompa por siempre jamás
Por un tiempo acostumbrado por un tiempo desierto
De la aventura no queda cuando deberían salvarse los
restos
Sino polvo y sombra de polvo
Y sed de tierra barrida por el hastió
Para que una vez al fin se alce el reflejo sin encanto
De una muerte sin enigma.
Cesar Moro
Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera
Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu
estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa
de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie
y guarde el equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia
Cesar Moro
El humo se disipa
A donde voraz y ciego
Es el Minotauro el fuego
Y es el laberinto el humo
Calderón de la Barca
Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves
y de mar un
velamen
cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
pájaros
se columpian picoteando estrellas mientras un galope
tendido
de gacelas transtorna las flores y las convierte en piedras
de luna
y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
montaña
nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la
primavera en los
bosques
de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que
cae en el estanque
dormido
y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
origen
en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles
enteros y el ruido se
tapiza
y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la
tormenta tiene olor de tu
saliva
y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo
en un bosque
ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu
aliento
precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche
fulgurante de rayos que
bordan
en el cielo las cataratas de tu aliento
Cesar Moro
De "La tortuga ecuestre" 1936-1939
Carta a Antonio
Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio
de mi sueño y me levantas y como un dios, como un
autentico dios,
como el único y verdadero, con la injusticia de los
dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana
con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus
manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro,
me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las
suposiciones.
Nada existe
fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres
el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el
silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo,
hace siglos, desde antes de nacer, para que de los
cabellos me arrastres hasta mi muerte.
Inútilmente
me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos;
como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas,
a la sed
quemante de mi vida.
¿Para qué
resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de
rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si
eres el punto,
el polo que imanta mi vida.
Tu historia
es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal
ardiendo, el objeto
de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero.
Todo sexo y
todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres:
hermoso demonio de la noche, tigre implacable de
testículos de estrella,
gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando
el mundo.
Guárdame
junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire;
cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus
pies y cerca de
tu manos. Guárdame junto a ti.
Seré tu
sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel
punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en
lumbre; en tu
lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus
pies se anudará
e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros
y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano
sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en
tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme.
Es inútil tu
fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte
que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar
tuyo, vamos juntos.
En el placer
que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre.
Frente a tus
ojos el fuego inextinguible.
18 de junio de 1939
Cesar Moro
El fuego y la poesía
En el agua quemante el sol refleja la mano de cenit
1
Amo el amor
El martes y no el miércoles
Amo el amor de los estados desunidos
El amor de unos doscientos cincuenta años
Bajo la influencia nociva del judaísmo sobre la vida
monástica
De las aves de azúcar de heno de hielo de alumbre o de
bolsillo
Amo el amor de faz sangrienta con dos inmensas puertas al
vacío
El amor como apareció en doscientas cincuenta entregas
durante
cinco
años
El amor de economía quebrantada
Como el país más expresionista
Sobre millares de seres desnudos tratados como bestias
Para adoptar esas sencillas armas del amor
Donde el crimen pernocta y bebe agua clara
De la sangre más caliente del día
2
Amo el amor de ramaje denso
salvaje al igual de una medusa
el amor-hecatombe
esfera diurna en que la primavera total
se columpia derramando sangre
el amor de anillos de lluvia
de rocas transparentes
de montañas que vuelan y se esfuman
y se convierten en minúsculos guijarros
el amor como una puñalada
como un naufragio
la pérdida total el habla del aliento
el reino de la sombra espesa
con los ojos salientes y asesinos
la saliva larguísima
la rabia de perderte
el frenético despertar en medio de la noche
bajo la tempestad que nos desnuda
y el rayo lejano transformando los árboles
en leños de cabellos que pronuncian tu nombre
los días y las horas de desnudez eterna.
3
Amo la rabia de perderte
Tu ausencia en el caballo de los días
Tu sombra y la idea de tu sombra
Que se recorta sobre un campo de agua
Tus ojos de cernícalo en las manos del tiempo
Que me deshace y te recrea
El tiempo que amanece dejándome más solo
Al salir de mi sueño que un animal antediluviano perdido
en la
sombra de los días
Como una bestia desdentada que persigue su presa
Como el milano sobre el cielo evolucionando con una
precisión de
relojería
Te veo en una selva fragorosa y yo cerniéndome sobre ti
Con una fatalidad de bomba de dinamita
Repartiéndome tus venas y bebiendo tu sangre
Luchando con el día lacerando el alba
Zafando el cuerpo de la muerte
Y al fin es mío el tiempo
Y la noche me alcanza
Y el sueño que me anula te devora
Y puedo asimilarte como un fruto maduro
Como una piedra sobre una isla que se hunde
4
El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar
raíces
La cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
Tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto
caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos sus pelos
Tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándome el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia
5
Verte los días el agua lenta
Una cabellera la arena de oro
Un volcán regresa a su origen
Verte si cuento las horas
La espalda del tiempo divinamente llagada
Una ánfora desnuda hiende el agua
El rocío guarda tu cuerpo
En lo recóndito de una montaña mágica
Cubierta de zapatos de muñeca y de tarjetas de visita de
los dioses
Armodio Nerón Calígula Agripina Luis II de Baviera
Antonio Cretina César
Tu nombre aparece intermitente
Sobre un ombligo de panadería
A veces ocupa el horizonte
A veces puebla el cielo en forma de minúsculas abejas
Siempre puedo leerlo en todas direcciones
Cuando se agranda y se complica de todas las palabras que
lo siguen
O cuando no es sino un enorme pedazo de lumbre
O el paso furtivo de las bestias del bosque
O una araña que se descuelga lentamente sobre mi cabeza
O el alfabeto enfurecido
6
El agua lenta las variaciones mínimas lentas
El rostro leve lento
El suspiro cortado leve
Los guijarros minúsculos
Los montes imperceptibles
El agua cayendo lenta
Sobre el mundo
Junto a tu reino calcinante
Tras los muros el espacio
Y nada más el gran espacio navegable
El cuarto sube y baja
Las olas no hacen nada
El perro ve la casa
Los lobos se retiran
El alba acecha para asestamos su gran golpe
Ciegos dormidos
Un árbol ha crecido
En vano cierro las ventanas
Miro la luna
El viento no ha cesado de llamar a mi puerta
La vida oscura empieza
Cesar Moro
De "La tortuga ecuestre" 1936-1939
El mundo ilustrado
Igual que tu ventana que no existe
Como una sombra de mano en un instrumento fantasma
Igual que las venas y el recorrido intenso de tu sangre
Con la misma igualdad con la continuidad preciosa que me
asegura idealmente tu existencia
A una distancia
A la distancia
A pesar de la distancia
Con tu frente y tu rostro
Y toda tu presencia sin cerrar los ojos
Y el paisaje que brota de tu presencia cuando la ciudad
no era no podía ser sino el reflejo inútil de tu
presencia de hecatombe
Para mejor mojar las plumas de las aves
Cae esta lluvia de muy alto
Y me encierra dentro de ti a mí solo
Dentro y lejos de ti
Como un camino que se pierde en otro continente
Cesar Moro
Talismán
un pañuelo flameante, un pañuelo enjoyado
que tengo desde la infancia
un cordón protector, una cuerda para
estrangular, un refugio
una manta
una tienda
un abrigo de muchos colores
Me concentro en el paño:
es una mortaja
es robada, es una falda
es un escondite, no es fácil
es sangrienta
es para una boda
ha sido usada antes
tapiz violento, cubre la cara
lo llevo me lo pongo para ti
te lo pongo, lo pongo en la mesa
ocupa espacio, te violaría si te lo pusieras
te asfixiaría
podríamos hacer el amor debajo de él
Es un mantel
hecho por manos de esclavas indias
Así que te lo doy & me lo pongo, para
ti
para atraerte
con su abrazo de muerte.
Anne Waldman
"Tu" sin efecto invernadero
terrible
Sí, aunque estoy caminando,
sí, aunque camino para siempre en tu
dirección, que es tu “tuidad”,
sí, aunque tu “tuidad”, sé amigable
para que no sea una sombra, que no sea la
muerte,
sí, que tu “tu” esté dispuesto, sé aura, sé
oracular,
sí, que “tuyo” sea sin género, sin
divinidad,
la divinidad no es manera de caminar hacia
“tu”
tu no es un reino venido
es una gloria privilegiada púrpura
no es una bandera, ni una vara, ni un
cetro, ni un bastón de brutalidad
no es una partícula aleatoria,
es un sitio amable sin efecto invernadero
terrible,
es un lugar con tribunales de guerra
concienzudos,
son misericordiosos y siguen todos los días
de seguimiento de criminales de guerra
, son las horas de seguimiento constante
, te mantendrán despierto. en cualquier
zona horaria, el seguimiento
porque es una observación, es un asunto
actual, es un seguimiento de "tu"
tu se remonta a cualquier momento anterior,
mencionas
un momento, los incrementos del lenguaje
eran más simples, eran extraños
, eras un módulo, eras un repositorio
. fue un cántico para el discipulado futuro
tu es arquitectura, tu es el libro completo
para las cosas de "tu"
tu es un libro de tu "tu" que no
es propiedad
¿puedes adivinar el "tu" en todos
los días de mi desafío,
sí? Aunque temo tu terror a “tu” amnesia,
tu negligencia,
sí, aunque me acecha en el valle,
sí, que me ruega que me ilumine
, aunque me corresponde abdicar de “tu”
, mantendré el sueño de los tiempos
antiguos
de Arcadia de las ciudades santas donde tus
pieles
podrían hacerse, podrías estar estacionario
en cualquier idioma
y luego podrías moverte como lo hago yo en
busca de la cordura
que rastrean a los especuladores de la
guerra
que rastrean a los criminales de guerra
que rastrean a los asesinos
que masacran inocentes
que son expuestos en el mercado
que son llevados ante la justicia.
Anne Waldman
Anne Waldman: nació en la ciudad de Nueva
York, en el año 1945. Administró el proyecto de poesía de la iglesia de St
Mark’s y es cofundadora junto a Allen Ginsberg, de la Escuela de poéticas
Descorporizadas Jack Kerouac, Instituto Naropa, Boulder Colorado, EEUU. Ha
publicado más de diez libros de poesía entre los que se destacan Helping the
Dreamer (1988) y IOVIS un fabuloso collage mito poético de 400 páginas.
Pratitya Samutpada
¿Conoces, amigo, esta expresión
que habla del común origen e interconexión
de todo lo vivo?
Si le haces esto a eso, pasa esto
O eso a eso, pasa aquello
O esto a esto a eso a esto a eso a eso
a esto a esto a eso a eso a eso, pasa esto
Brilla el sol
La que sueña descansa en su traje recién
puesto
La lluvia cae sobre su libro de runas
El libro se moja
Vuelven a pasar las estaciones
El arma con que sueña se vuelve contra ella
en manos de la persona que,
en su plan para salvar el mundo,
nunca había considerado
Oh, vida-red, me inclino ante el libro
–mágicas sílabas a la espera de aquel que
las encuentre–
Me inclino ante la mente que está detrás,
ante la hierba nueva
Me inclino ante el arma , ante la persona
que la blande
para que se le disuelva en la mano
Esto a eso a esto a eso a eso a eso a esto
a eso
a eso a esto a esto a esto a eso a eso a
esto a eso
En razón de lo cual, todo alcanza
omnisciencia.
Anne Waldman
El engaño
El arte comienza con un engaño
La división es tú más mí más lo que hagamos
Mira el foco, parpadea, el sol
está en tu ojo
Un cielo quiero extraordinario
privilegiada vista sin confusión
El arte comienza con un engaño
Nada que perder, un espontaneo ascenso
de reflejos, pinta la imagen
de una bombilla, u ojea el
sol
Cómo impulsar el mundo, luego muere
Te separas del ingenio
¿Cómo? El arte comienza con un engaño
El público quiere llorar
cuando son reales y apasionados los actores
Mira las luces, luego el ojo vuelve a procurar
En un astuto cuerpo tú fluctúas
En imitar la gloria del mundo actúas
El arte comienza con un
engaño
Un afilado punto en el ojo, así va este relato.
Anne Waldman
EL VAGAMUNDO
1839
Llegó a Buenos Aires hace cuatro días, sólo cuatro días,
y siente que no podrá quedar aquí mucho tiempo. El amor, su viejo enemigo, le
acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero cuya presencia
adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes. Por alguna parte de la
pulpería se despereza ahora ese amor que enciende sus llamas secretas y que le
obligará a partir. Su vida monstruosa ha sido eso: partir, partir en cuanto el
amor alumbra. Y el amor alumbra todas las veces, en todas partes, en todas las
épocas. ¡Ay, si la falta fue grave, también es terrible el castigo! Llegar y
partir, llegar y partir; con la eterna, la infinita zozobra frente a ese amor
que, eludido, torna a formarse y a crecer, a modo de una enredadera que llena
el aire de látigos y le impulsa a andar, a andar de nuevo, a andar...
Y así siempre, siempre, en Inglaterra, en Francia, en
Italia, en Hungría, en Polonia, en España, en Moscovia, en Suecia, en
Dinamarca; en Oriente y en Occidente; aquí y allá, aquí y allá, siempre,
siempre. Siempre con sus trajes flotantes, con sus ojos pálidos, con sus barbas
finas, con sus duras manos viriles. Andando, andando... Y ahora, en Buenos
Aires. ¿Qué más da? También tenía que venir aquí, e irá a Chile y al Perú y a
México y a donde sea, andando, andando... ¡Ojalá el amor consiguiera sofocarle
por fin, para que muriera! Pero no; él no muere. No murió en Vicenza, hace
tanto tiempo, cuando le encarcelaron por espía y resolvieron ahorcarle; hasta
las sogas más gruesas se rompieron y el “capitano”, absorto ante la maravilla,
ordenó que le dejaran ir. Ir, ir... Eso era, precisamente, lo único que él no
quería, mas no hubo nada que hacer. Y de nuevo a andar, a andar...
El rumor de la fiesta entra por la ventana de la
pulpería, y el hombre que jamás sonríe no lo escucha. Escucha con los oídos de
su corazón a ese amor que madura en alguna parte, cerca, muy cerca, detrás del
flaco tabique que aísla su cuarto de viajero. Tanto ha caminado, que confunde
las regiones, los años y los episodios; pero al amor no lo confunde porque el
amor es el enemigo y siempre debe estar pronto a enfrentarlo, a prevenirlo, a
rechazarlo, y sus sentidos se han aguzado sutilmente, horriblemente, para
percibir su presencia en seguida. Lo demás... lo demás ¿qué le importa? En
Venecia, en Nápoles, en Sicilia, cantan su historia extraña o la refieren; con
ella compusieron los ingleses una balada, y los flamencos otra, que es como una
queja dulce. Los imagineros populares pregonan su efigie y le dan nombres
distintos. A veces las gentes le han acosado como a un perro rabioso, y a veces
le agasajaron y pidieron su consejo. En Alemania, el populacho cristiano
invadió en más de una ocasión los barrios judíos, gritando que le tenían allí
oculto y que le quemarían en el mercado; y en Florencia la multitud colmó la
plaza de los Alberti para verle, tocarle y acompañarle entre hachones
deslumbrantes hasta la Señoría, donde le acogieron como a un huésped ilustre. Y
en España le llamaron Juan Espera-en-Dios, y en Siena... en Siena tuvo que
resolver si el cuadro en el cual Andrea Vanni representó a Cristo agobiado bajo
la cruz estaba parecido, si Cristo era en verdad así... Pero de eso hace mucho
tiempo... centurias... Su vida se mide por centurias...
El rumor de la fiesta invade su aposento. El cortejo
estará llegando. El hombre se pone a la ventana y observa, en frente, la
iglesia de Monserrat adornada con ramos de olivo y con banderas. Repican las
campanas. Golpean los tambores de los negros. El carro triunfal rueda por el
medio de la calle. La muchedumbre lo rodea entre cánticos y vivas.
A su espalda la puerta se abrió y entra la sobrina del
pulpero. Sin volverse, el hombre siente que el amor está ahí, flotando, que
todavía no se define y titubea, pero que ya está ahí y ya empieza a mostrar las
uñas y los colmillos.
–Mi tío manda decir a su mercé que si no quiere bajar al
zaguán, que asistirá mejor a la fiesta.
El hombre recoge su atado, la alforja que tiene
perpetuamente lista, y la sigue. Sabe que pronto deberá partir.
En el zaguán aplástase la gente. El olor de los asados
que crepitan detrás de la iglesia se mezcla al perfume de las magnolias. Hay
quienes se han puesto de rodillas. Afuera, brilla el rojo. Todo es rojo en la
parroquia de Monserrat, esta mañana de fiesta: las colgaduras, los cintajos,
los abanicos, las testeras y coleras de los caballos, los chiripás que ondulan
en la brisa. Las flores y el hinojo alfombran las calles. Ilumínanse los
vidrios de las casas con las luces internas y se recortan, pegados en las
ventanas, los versos que elogian al Restaurador, a Rosas el Grande. Y el
Restaurador avanza de pie, en la majestad del lienzo enorme pintado quizás por
García del Molino. Triunfa en el carro lento, tapizado de seda escarlata, que
los clérigos, los militares y los magistrados empujan hacia la iglesia de
Monserrat, como si condujeran en alto, sobre las ruedas pesadas, una hoguera.
El hombre de barba fina y ojos pálidos mira el desfile
sin verlo. Otros muchos desfiles ha visto en su vida andariega. Ha visto la
entrada de los podestás orgullosos, en las ciudades del Renacimiento, bajo
arcos esculpidos por los artistas admirables; ha visto a los emperadores, al
frente de los cortejos heroicos, las coronas ciñéndoles los cascos de hierro,
al viento los estandartes, y alrededor los siervos humillados en la nieve. Ha
visto... ¿qué no ha visto él, que conoce todos los idiomas y todos los dialectos,
que habla el toscano y el bergamasco y la lengua de Sicilia y las jerigonzas
indostanas y las tablas chirriantes del Asia Menor?
Mira el desfile sin verlo. Otra comitiva pasa ahora ante
la inmensa lasitud de sus ojos. ¿Siempre tendrá que verla, Dios de Moisés y de
Elías? ¿Siempre se renovará la escena de su maldición?
Él era zapatero, en Jerusalén. Cuando el que arrastraba
la cruz se detuvo ante su puerta, y se apoyó en ella un instante, para recobrar
las fuerzas, él le dijo ásperamente:
–Ve, sigue, sigue tu camino.
Y Jesús le respondió, escrutándole con los ojos húmedos:
–Yo descansaré, pero tú caminarás hasta que regrese a
juzgar a los mortales.
Y el Señor continuó su marcha. Venía de lejos, del
lithostrotos de Poncio Pilato, de la casa de Anás, de la casa de Caifás, y
trepó la cuesta del Gólgota, cayendo y levantándose, entre el cortinaje de
picas y el llanto de las mujeres piadosas. Su huella era púrpura.
El hombre baja los párpados. Los alza una vez más y nota
que el carro de triunfo se para delante de la iglesia de Monserrat y que
descienden con pompa el retrato del dictador rubio en cuyo uniforme ciega el
oro de los laureles.
¡Ay, a aquel otro, al que sudaba sangre, no le llevaban
en un carro de gloria! Los pretorianos se mofaban de él y los caballos de
arneses escandalosos manchaban sus vestiduras con el lodo que arrojaban al
pasar al galope.
–Yo descansaré, pero tú caminarás...
Ya lo siente. El amor, su enemigo, está aquí. La sobrina
del pulpero le roza el brazo y él siente el contacto como una quemadura cruel.
Es el amor: el deseo antiguo como el mundo; el hambre que devora y enriquece;
el hambre de los cuerpos y las almas; el hambre... El peregrino aprieta los
labios para no pronunciar las palabras que debe decir cada vez, pero las
palabras le horadan los labios y escapan, monótonas, como siempre:
–Ve, sigue, sigue tu camino.
La muchacha le contempla asombrada. ¡Sería tan hermoso
quedarse junto a ella, hundir la cabeza en la frescura de su regazo, y reposar!
Pero no. El amor es el signo, la orden de marcha. Hasta el fondo de los tiempos
le perseguirá, irónico, vengándose sin alivio de quien odió porque sí, por
odiar, sólo por odiar.
El judío errante se echa la alforja a la espalda y se
aleja.
Manuel Mújica Lainez
“El Paraíso”,
enero de 1977
Publicado en
revista Sur, N° 340, enero/junio 1977.
André Malraux
(París, 1901 -
Créteil, 1976) Narrador y ensayista francés, historiador y hombre de Estado,
que encarnó el prototipo del escritor comprometido. Hijo único de padres
separados, pasó su infancia en los suburbios de París. A los diecisiete años
abandonó los estudios secundarios, pero pronto adquirió una vasta cultura
autodidacta y se integró en los medios literarios y artísticos parisinos.
Participó en las
tendencias de vanguardia de la inmediata posguerra, en especial el cubismo.
Colaboró en Action, revista de este movimiento y en 1921 fue contratado como
editor de la Galería de Arte Simon; allí apareció su primer trabajo, Lunes en
papel, ilustrado por Fernand Léger y dedicado a M. Jacob. En 1922 comenzó su
colaboración en la Nouvelle Revue Française. Viajó por Europa y visitó
numerosos museos.
Su pasión por el
arte jemer lo llevó a emprender, a finales de 1923, una expedición arqueológica
a la selva camboyana. Allí descubrió, en un templo abandonado, bajorrelieves
que extrajo con la intención de venderlos en Europa. La aventura le costó la
cárcel, pero finalmente fue absuelto. Regresó a Francia pero volvió pronto a
Saigón, en enero de 1925, para fundar un periódico: L´Indochine, que
desapareció al año siguiente a instancias de las autoridades coloniales.
La doble
experiencia de la sociedad colonial y del periodismo de opinión desempeñó un
papel decisivo en la vida de Malraux: paralelamente a su descubrimiento de
Oriente, tomó conciencia de las realidades políticas y sociales y adquirió la
reputación de escritor comprometido que orientó su vida y su obra.
A su regreso a
Francia, publicó La tentación de Occidente (1926), un "ensayo-novela"
que confrontaba un Oriente de sabiduría y un Occidente en crisis. A esta obra
le siguieron tres novelas, igualmente inspiradas por sus contactos con Asia, en
las que abordó los grandes problemas éticos del siglo XX: Los conquistadores
(1928), La vía real (1930) y La condición humana (1933); esta última se
convertiría en su libro más célebre.
Con la llegada al
poder de Adolf Hitler, se hizo "compañero de ruta" del partido
comunista. El tiempo del desprecio (1935), dedicado a las víctimas del nazismo,
abrió un nuevo ciclo novelesco, ligado a la lucha contra los fascismos.
Participó en la Guerra Civil española junto a los republicanos e intervino en
combates aéreos con las brigadas internacionales. Fruto de esa experiencia fue
la novela épica La Esperanza (1937), de la que al año siguiente hizo una
adaptación cinematográfica.
Manuel
Mujica Lainez