Tarde de verano
V
La moneda que rueda
las dos señoras
que se agachan y chocan
entre las mesas de la vereda
y no logran alcanzarla.
La muleta apoyada en el árbol
la música de la radio del florista
el parsimonioso cortejo fúnebre
y el rápido muchacho del correo
nadie hace caso
del hombre y la mujer ancianos
que salen de la casa
caminan gravemente tomados de la mano
dentro de su silenciosa burbuja impenetrable
se detienen en mitad de la cuadra
y detienen todo a su alrededor
y el aire se detiene
y hasta la tarde se detiene
cuando los dos ancianos
se miran por un tiempo inmóvil
tan largo que no es el de la calle
como si cada uno se mirara a sí mismo
y con tranquila desesperación
se dan uno al otro una vez más
los años que les quedan por vivir
como si fueran a morir
el mismo día
en idéntico instante.
Y no se sabe por qué
a su alrededor sigue resonando
ajena
la incesante marea de
“no puedo seguir viviendo así”
“no puede ser que digas eso”
“éramos tan felices”
“¿por quién me toma?”
“es egoísta hasta para sufrir”
“se lo dije en la cara”
“estoy temblando”
“lo único que puedo hacer es ...”
Y esta tarde morirá
esta tarde morirá
y será menos que ceniza
entre sus manos.
No se sabe por qué.
Gianni Siccardi