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29 de octubre de 2021

Moreira, Néstor Perlongher


MOREIRA
 
“Aquellos dos hombres valientes, con un corazón endurecido
al azote de la suerte, se abrazaron estrechamente
una lágrima se vio titilar en sus entornados párpados y
se besaron en la boca como dos amantes, sellando con
aquel beso apasionado la amistad que se habían profesado desde pequeños.”
 
Gutiérrez               
 
Delia, arrastrándose por ese cuarto descampado, se hacía cargo de ese
espanto, esa barba arrancada que babeaba junto a la verga del amigo:
de ese despojo, de esa cornamenta
esa lengua amputada deslizando la baba por el barbijo de ese vientre
 
Y si, querida Delia, ornada Dalia, no le hubieras dejado combatir?
Huyendo en ancas con el juez, haciendo estrecho el laberinto?
El laberinto de carcomas donde coleaban esos lagartos de las ruinas,
esas flores azules de las zanjas?
 
                    Ventruda campanilla!
 
                    Restallaba!
 
Si no
 
hubieras vestido esa pollera de muselina acampanada con flores tan
burocas que parecían no engarzarse y flotar muellemente en las
dobleces, en el bies (y el barbijo!): y estaban enredadas en el
clítoris-en los nervios musgosos del estribo
 
Oh rusa blanca
botando pozos y lagartos
y pifias de caballos encabritados que se boleaban en el ruedo,
                          tronchos
 
– era la moda Líberty (o Liberty) y cabeceabas espejada entre
andamios temblequeantes y casi ponzoñosos
 
El amigo Francisco
El amigo Giménez
 
El amigo Julián
 
con quien descangallada viste esa escena (torpe) de los besos:
esa lamida de las lenguas esos trozos de lenguas, paladares y
cristales brillosos, centelleantes, brillosos del strass que
                          desprendido
de las plumas del ñu hedia en la planicie
                    superficial, en balde
-en lo profundo, él y ese pibe de Larsen, en los remotos astilleros,
se zambullían en las canteras arenosas, en el vivero del Tuyú,
a pocas millas de la tumba
 
“a vos te dejo – dijo – el pañuelo celeste con que me até las bolas
cuando me hirió ese cholo, en la frontera; y el zaino amarronado;
y los lunares que vos creías tener y tengo yo, como en un sueño de
comparsas que por sestear pierden la anchura, el sitio justo de la
hendida; y se la pasan cercenados como botijas en el trance:
y se los come la luz mala
 
“y te dejo también esos tiovivos, con sus caballos de cartón que
ruedan empantanados en el barro; y cuántas veces ayudé a salir
del agua movediza a esos jinetes que fiados en la estrella montan
grupas hacia la comadreja; y se los come
 
“y también esos pastos engrasados donde perdí ese prendedor, de
plata, si lo encontrás es tuyo”
 
 
 Néstor Perlongher

 

28 de octubre de 2021

(Lobos), Néstor Perlongher


(LOBOS)
 
lebos lobos ajax rodrigo guesavenda
gruesa venda venérea madreselva del ánade
cohonestas ebúrneos mercados
tasa la marca del pito
rito colomí cárpido lesma
leve losa lontano lamé
pero la cercanía del escarpe
arroja lanas desamor ocaso
o no alba fibrosa, no está en ajax
rodrigo al mediodía espinoso
y reblandecido, por lo
tostado de las carnes o escarpe del bozo
enjuta adarga en pliegos de furtivo
jaguar desala y ronda
ronco rebota ronronea
rutila hosco
 
Néstor Perlongher
 

 

27 de octubre de 2021

Corto pero ligero, Néstor Perlongher


 

CORTO PERO LIGERO
 
(Y no habría de ser: esa chupada, ese lambeteo: cebado el mate
          junto al fogón de los arrieros, que arden de...
         ese descanso de la tropa alzada, en grupas: no
         habría de bajarme el chiripá, descendiendo a este
         encuentro. Ahora susurra el viento en la ventana
         que da al aljibe: hurras blande
                        no desacordonarme la manea
donde tremolo temblorosa?)
 
Una historia de sables, de pistolas
De trincheras con flores de sapo y de zarza parrilla
Como hecha a dedo, a pecho
Echada en el camino de Tarija
Por un gendarme ríspido, montés
Trasiego, belicosa?
Belfo y flande
Congoja
 
Si tuviera que ver este lenguaje
con el terror de esos paisanos
que al ver al General piensan en Hoffman
Si su respiración no moviera las borlas de la cama de Rosas,
                               de Esmeralda
Y él no se lo encontrase, al regreso de un vado, en la catrera:
        en el encame jabonoso, como un lagarto entre los lienzos
aparece con labios de obsidiana y perfume de ajenjo: huele a Chipre
 
(Si no me hubieras dicho qué paso
en esa noche de Cañuelas, la última
- un bolero: si bien -
aún te querría?)
 
Un general moviendo espadas en la sombra
Cacha y espuela, blonda y nácar
Coro de férulas:
 
           Un general que agita los pendorchos
            y se entrega al de enfrente, saltando los tapiales
            es más mujer que hombre, es más mujer para ser hombre.
            hombre de más para mujer: un general,
            un artesano de la muerte
 
Chupa, lame esta hinchazón del español
 
Néstor Perlongher

26 de octubre de 2021

Rivera, Néstor Perlongher


 

RIVERA
 
“Pardejón significa el macho toruno que suele encontrarse en las crías de mulas, tan malo y perverso que muerde y corta el lazo, se viene sobre éste y atropella a mordiscos y patadas; que jamás se domestica, y cuyo cuero no sirve, porque los padrillos de las crías lo muerden a menudo; que no tiene grasa y cuya carne tampoco sirve, porque es tan pestífera que ni los indios la comen...; y los paisanos llaman pardejón aun hombre perverso”
 
SALDÍAS, Historia de la Confederación Argentina

 
 
En las carpetas donde el té se vuelca, en esos bacarats
vencías pardejón? O dabas coces en los establos de la República,
– reducida a unas pocas calles céntricas – qué más?
coces a los manteles? aquellos que las chicas uruguayas se empecinaban en bordar?
O era la tarde del gobierno con lentos trotes por la plaza
con el cerro copado por los bárbaros pasos de aya en la oscuridad
Héroe del Yaguarón una historia que cante a los vencidos
ellos se arrastran por las ligustrinas ocupadas acaso hay un linde para esta feroz profanación?
Por qué Oribe no tomó Montevideo antes de que este amor fuera imposible?
Mi muy querida esposa Bernardina:
he perdido parte de la montura al atravesar el Yaguarón crecido,
Página 10 de 56
te ruego envíes el chiripá amarillo y unas rastras;
aquí no tenemos ni para cachila, así que si tienes unos patacones
me los mandas
En qué cogollos encopetados andarás? mi ama, mi vecina
Te entregarías a él, mi Bernardina? O a los muchachos de la Comisión Argentina, que miran con azoro cuando te beso?
Sé que se urden a costa de mí infames patrañas dales crédito, algunas de ellas son exactas
Hemos tenido con los unitarios relaciones muy íntimas
Y si no los conociera tan de cerca, qué me uniría a ellos a mí, un gaucho bruto
si fuera manso y no me diera de corcovos en los rodeos
Estamos sitiados, Bernadotte Adónde iremos
después de esta película tan triste
 
 

Néstor Perlongher
De Alambres
(Buenos Aires, Último Reino, 1987)

 

25 de octubre de 2021

Cuento de lunes enloquecido, Eugenio Mandrini


 

Cuento de lunes enloquecido
 
- He venido a matarlo - dijo el empleado de más antigüedad.
- Sea realista - dijo el banquero, imperturbable -. Piense que veinte años atrás, podría haber comprado un fusil. Quince años atrás, una pistola 32. Diez años atrás, cuchillo de mesa. Pero hoy apenas le alcanza para un alicate, un desafilado y endeble alicate nacional. En suma, usted no está en condiciones de matar a nadie.
- Sin embargo, he venido a matarlo - dijo el empleado.
- Ridícula pretensión la suya - dijo el banquero - Trae usted las manos vacías y no se le notan bultos sospechosos en los bolsillos...
- Aún así, voy a matarlo - dijo el empleado.
- ¿Pero cómo? - dijo el banquero, al fin intrigado - ¿Cómo lo hará usted?
- Así - dijo el empleado y comenzó a desanudarse la vieja y sucia corbata endurecida como una soga.
 
Eugenio Mandrini

24 de octubre de 2021

Silencio, Eugenio Mandrini


 

Silencio   
 
 
Silencio del poema fallido, del espejo ausente de las
confesiones, de la lengua atascada en el horror.
Silencio del ciego ante un súbito resplandor.
Silencio del ojo hipnotizado por el fuego, y del ojo que se 
escruta a sí mismo hasta el llanto o la intriga. 
Silencio de la ropa fuera del muerto, del perro desorientado
bajo la noche del eclipse, del barro aprisionado en la
vasija.
Silencio del que apunta el arma a un cuerpo de animal
o de hombre, y silencio cuando guarda el arma
viendo cómo el cuerpo de animal o de hombre se detiene,
pierde luz, cae.
Silencio de la mirada de lujuria, en tanto que la lengua no
murmure corriendo por los labios.
Silencio del humo después de la devastación.
Silencio del que oye un ruido en la noche y permanece inmóvil
hasta que el amanecer enciende las luces de la casa.
Silencio del árbol olvidado por el viento, los pájaros, la
música del estío y el batir de los insectos nocturnos.
Silencio del odio acorazado en el insomnio.
Silencio de la multitud arrodillada como un ramo de orejas
muertas.
Silencio del caracol enterrado en la arena, el que relataba
en los oídos el sonido de la época y lo confundían
con el mar.
Silencio de la mujer que mientras derrama una gota de lágrima
o bilis sobre carnes y verduras, piensa qué está haciendo
allí cocinando para un mortal y no para un dios.
Silencio de las piedras al fondo del abismo, sin mano que las
elijan como proyectil o para arrojar a un muerto, y sin
voces que elogien sus brillos en la lluvia.
Silencio del hueso solitario que se liberó de la jauría.
Silencio de un hombre y un a mujer que convocados por
lo desconocido, al mirarse los ojos inician
la travesía entre la esperanza y la nada.
Silencio de la noche presentida, de Chuang-Tzu después
de no saber si fue o no una mariposa, del libro por el
anteojo roto, de la calle donde una mano pide
compasión.
Silencio del hambre consumada y del pan sobreviviente.
Silencio del que crea su mundo paralelo, cada vez que acostumbra
a sus fantasmas a flotar en las ventanas llovidas.
Silencio del silencio último, el más negro o más blanco
o azul o tibio en otra tierra.
Silencio del alma del estupor.
Silencio que ya no sabe lo cierto ni lo incierto, que es sólo
levedad o transparencia, y calla.
 
 
Eugenio Mandrini
De "Conejos en la nieve", Ediciones Colihue, 2009

23 de octubre de 2021

Los misterios de la poesía, Eugenio Mandrini


 

Los misterios de la poesía, Eugenio Mandrini
 
 
El poeta Ezra Kiesinsky, famoso por sus visiones que la realidad prontamente imitaba, hacía meses que no escribía una sola línea, ni una palabra o sílaba o letra. Se estaba allí, de pie frente a la ventana que daba al patio de su vieja casa, esperando una sorpresa: la caída de algún fragmento de otra dimensión, de una hoja de otoño vestida de escarcha, o de una gota del sudor del sol, en fin, algo, alguna de esas súbitas apariciones que, como solía sucederle, le abrieran la puerta de entrada al tembladeral del poema. Entonces vio al elefante, que lo miraba desde el patio. Era de un color gris violáceo y tan enorme su edificio de carne que pareció cubrir de sombra la ventana y aun la casa entera. Debía pesar, se dijo, más de tres toneladas.
Antes de que la sobrenatural imagen desapareciera tan súbitamente como había llegado, el poeta Ezra Kiesinsky se sentó, puso una hoja bajo su mano y, sin agitar la respiración, escribió un admirable poema sobre una insignificante hormiga.
 
Eugenio Mandrini, Las otras criaturas, (2013). 

22 de octubre de 2021

Los fenómenos de la belleza, Eugenio Mandrini

 

 Los fenómenos de la belleza

 
 
Durante largo vuelo silencioso
el viejo ruiseñor,
el de plumaje esquivo y cielo imprevisto,
anduvo eligiendo, ciego o vidente,
aunque trémulo como ante un repentino
grano de uva azul o de diamante,
la rama de un árbol desde la cual cantar,
y finalmente se detuvo en aquella,
la muy oscura como la luz de azufre del infierno,
donde se balanceaba (¿o levitaba?)
un ahorcado.
 
Y cantó.
 
Eugenio Mandrini

21 de octubre de 2021

Los bailarines de tango, Eugenio Mandrini


LOS BAILARINES DE TANGO
 

Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del cielo.
Los bailarines de tango
bailan para que la noche y la ciudad
descansen de las furias del día,
bailan para que sea olvido la muerte
y tantas otras sombras que nublan el aire,
bailan para que las penas, por un momento,
dejen de llover en la cara de los solos,
bailan para que en la espuma y el oleaje de sus pasos
haya algo del mar que siempre soñamos.
Bailan porque bailar
es la puerta de entrada a los patios del cielo.
¿Pero quiénes son los bailarines de tango?
¿Fantasmas que flotan a ras del piso?
¿Cantores que gesticulan con los pies?
¿Hojas de un otoño azul jugueteando en el viento?
¿Inventores de laberintos con sus zapatos
lustrados por la pomada del infierno?
¿O son los que pulen baldosas y las dejan
como espejos para que la luna se peine
y los perros enloquezcan?
Los bailarines de tango
merecerían bailar en los patios del cielo.
Yo he visto a vagabundos
detenerse y entibiar la distancia,
al verlos bailar.
He visto en los amantes el deseo
de quemarse en ese otro fuego,
al verlos bailar.
He visto a poetas llenarse de resplandores
los ojos y, acaso, la sangre,
al verlos bailar.
He visto a los locos volver del más allá
y en la mitad del grito, sonreír,
al verlos bailar.
Y no sería extraño
que pájaros y astronautas se marearan,
al verlos bailar.
Los bailarines de tango
ya están bailando en los patios del cielo.
Los veo ahora mostrar su arte
de asombros y relámpagos
embrujando a los ángeles –criaturas
invisibles de sangre celeste- que darían sus alas
por aprender a bailar.
Los bailarines de tango
seguirán bailando en los patios del cielo
hasta que Dios, el ausente,
aparezca de pronto
y aplauda.


Eugenio Mandrini

 

20 de octubre de 2021

Nostalgia de los topos, Eugenio Mandrini


 Nostalgia de los topos



No todo es plenitud de oscuridad en el mundo subterráneo de los topos. A veces algo como una pálida penumbra, pero luz al fin, surca por un instante las intrincadas galerías. Eso sucede cada vez que algún topo, de pronto, permanece rígido como en estado de trance, al recordar la vieja historia que todos ellos conocen, la del primer antecesor, el que padeció tal tristeza al ver la muerte de las luciérnagas explotando en el aire, que huyó despavorido, y al no encontrar refugio en ese páramo que habitaba, comenzó a cavar la tierra, iniciando para su especie un nuevo mundo, sombrío pero propio. Ese recuerdo que en súbitos momentos relampaguea en la memoria de los topos, es obra evidente de la nostalgia, creadora de penumbra aun en la oscuridad más suprema.


Eugenio Mandrini



19 de octubre de 2021

Una palabra que empieza con A, Eugenio Mandrini

UNA PALABRA QUE EMPIEZA CON A
 
Esos que de noche ven demasiado con el oído: los asustados
Esos que por órdenes, por fracasos, por hastío, agachan
la cabeza cada vez más, y uno se pregunta ¿querrán
morderse el corazón?
Esos que pueden vivir sin mí del mismo modo que yo
(a veces) no puedo vivir sin sus muertes
Esos que se acuestan con una servilleta al cuello para soñar
con la Primera Cena: los desmigajados, los convidados a nunca
Esos que mudan los paquetes de la sangre a un carro y se
golpean los huesos con las coces de un caballo, para que arren
Esos que llevan los roperos al mar y regresan desnudos: los
ilusos vírgenes
Esos que no pueden dormir porque al despertar oyen relojes
atrasados: tic-crac tic-crac
Esos que miran caer los contoneos de una hoja de otoño
y piensan en la devoradora tristeza antes que en los
bosques del amor
Esos que leyeron el poema de Eluard, juzgaron que faltaba
oscuridad de aljibe o chillido de desesperación allí, y
se ponen a nombrar la libertad con un dedo de fuego
sobre una mole de hielo
Esos que han gastado su último manjar de tabaco y elaboran
sus propios humos con polvo de diente rechinado
Esos que a pedacitos se cortan las arrugas con tijeras
porque han visto su respiración perder velocidad
en los azotes del espejo
Esos que cierran las ventanas temerosos de morir ahogados
por el polvo que levantan las banderas cuando soplan
en las calles, y después, arrepentidos, se muerden
las lágrimas
Esos que dan sus puños solo frente a un momólogo, pero
secretamente cuentan los abrazos que guardan
Esos que no sobornan a la poesía para que cante como un
fantasma de oro, sino que la sumergen en lava para que
explote y aturda con sus silencios al reino de los
sordos; los mismos que la llevan a que espante a las
fieras congregadas en las fiestas dominicales y asalte
los candados que guardan a la inhallable mujer de Dios
Esos que se echan a vivir, sin equipaje, en andenes
desolados, para saber si después del último tren, bajo
la noche lustrada por las viejas y empecinadas estrellas,
volverá a pasar la lluvia con sus latidos de añorado
corazón: los melancólicos, los del hollín en un ojo,
los boquiabiertos que tejen la paciencia con sus barbas
Esos que bañan sus lenguas en jugos de pólvora y las
caricias en océanos de lija, y luego salen a cortejar
a la muerte, a demorarla
En fin, los trapecistas que hacen reir a los pájaros,
los suicidas que mueren centenarios en la cama
Para ellos los tesoros
desenterrados por los locos que cavan en el aire,
mi almohada de cuero de mortero que hace de pesadillas
polvo, y en especial una palabra que empieza con A.


 
Eugenio Mandrini 



 
Eugenio Mandrini nació el 16 de diciembre de 1936 en Buenos Aires (Argentina). Poeta, narrador y guionista de historietas. Fundador e integrante de la “Sociedad de los Poetas Vivos” y co-director de la revista “Buenos Aires Tango y lo Demás”. Académico Titular de la “Academia Nacional del Tango”. Primer Premio Municipal de Poesía (2008/2009). Ganador del Premio de poesía “Olga Orozco” con su libro Conejos en la nieve.
Incluido en varias antologías. Publicó “Criaturas de los bosques de papel”, poemas y cuentos; “Discépolo, la desesperación y Dios”, ensayo, “Las otras criaturas”, microficción, España; “La vida repentina”. Poemarios: “Campo de apariciones” (1993), “Párpados para el ojo que sale de mí” (1999), “Conejos en la nieve” (2009), “Con voz de perro lunar” (2014).

18 de octubre de 2021

Afuera La Noche... Norah Lange

Afuera La Noche...
 
Afuera la noche
sacudiendo angustias.
Adentro, el corazón
fresco de amor
¡Como una hoja nueva!

 Norah Lange
 

17 de octubre de 2021

III, Norah Lange



III
 
Sombras encaramadas
       como buscando un grito por el silencio
Fue muriendo el crepúsculo
cargado de preludios sangrientos
      En el aire
      una llovizna de hojas
      se columpia
y la noche se convierte
      en un país de angustias.
 
Norah Lange


16 de octubre de 2021

II, Norah Lange

 

II

 

El horizonte se a tendido

como un grito

         a lo largo de la tarde

y el silencio se encumbra

sobre el bullicio efímero de tu alma.

 

Norah Lange


15 de octubre de 2021

I, Norah Lange




 

I
 
Las horas calladas
       como ídolos de oro y fuego
Espérame siempre
      aunque no lleguen
Mientras
      cuenta los días blancos
      de mi ausencia.
 
Norah Lange
 

14 de octubre de 2021

La tarde se ha extendido, Norah Lange


 

La tarde se ha extendido
             pidiendo
                            como la mano de un mendigo
Contra la tarde he recostado mi alma.
Ahora vislumbro mi alma que como una luciérnaga se aleja.
La tarde tira de mi alma
¡Como me duele el alma a través de la tarde!
 
Norah Lange

13 de octubre de 2021

Sentir cerca de mi, temblar tus miradas. Norah Lange


 Sentir cerca de mi, temblar tus miradas. Norah Lange

Sentir cerca de mi, temblar tus miradas.
Recogerlas una por una y depositarlas en el arca de nuestras almas
como un rosario de recuerdos callados
Sentir todo lo irrefrenable de las pasiones.
Y saber –Señor!- que hablaremos de separarnos un día, tú sin mí… yo
sin ti… pero tú conmigo, yo contigo- siempre.
Oh, Señor, ¿Por qué siempre errar, cuando las miradas suyas fueron tan buenas?

12 de octubre de 2021

En nuestros labios... Norah Lange

Norah Lange     
 
Escritora y poeta argentina, se destacó como autora de a vanguardista en la primera mitad del siglo XX junto a otros integrantes del Grupo Martín Fierro, como Jorge Luis Borges, De entre su obra habría se destacan poemas como La calle de la tarde o El rumbo de la rosa, así como novelas y ensayos como Personas en la sala o Los dos retratos.
 
 Síntesis biográfica
 
Nacida en Buenos Aires en el año 1905 de ascendencia noruega, por su atractivo físico, su cabello pelirrojo y su carácter afable le hicieron merecedora de ser celebrada como la “musa del Ultraísmo”.
 
Labor
 
Fue una de las primeras escritoras argentinas en prosa y se destacó por su actitud firme y rebelde a la hora de hacer valer sus derechos. Colaboró con diversas revistas porteñas de vanguardia publicando poemas y relatos en revistas de tendencia ultraísta, como "Prisma", "Proa" y "Martín Fierro".
 
 Vida privada
 
Jorge Luis Borges, su primo, prologó su primer libro titulado La calle de la tarde en (1925). Más tarde  Leopoldo Marechal la ficcionalizó en su novela Adán Buenosayres con el nombre Solveig Amundsen.
Fue esposa del poeta martinfierrista Oliverio Girondo desde 1943.
Al morir en 1972 se encontraba escribiendo la novela El cuarto de vidrio. 
 
Premios
 
Premio Municipal Nacional de Literatura
Segundo Premio Nacional de Literatura
Gran Premio de Honor
Medalla de Oro (SADE) 
 
Obras
 
Poesía
 
La calle de la tarde (1925)
Los días y las noches (1926)
El rumbo de la rosa (1930)
 
Prosa
 
Voz de la vida (1927), novela
45 días y 30 marineros (1933), novela
Cuadernos de infancia (1937), memorias.
Discursos (1942)
Antes que mueran (1944), memorias
Personas en la sala (1950), novela
Los dos retratos (1956), novela
Estimados congéneres (1968), discursos
Obras completa, en dos tomos.
En nuestros labios
            quisieron enarbolarse como ponientes los gritos.
 
Luego
                los horizontes se romperán como cuerdas
y mi corazón vendrá a mi de nuevo.
Mi corazón ¡tantas veces ido¡
 
Norah Lange   

 

11 de octubre de 2021

Los que sufren, Carlos Drummond de Andrade

Los que sufren
 
Las plantas sufren como nosotros sufrimos.
¿Por qué no habrían de sufrir
si esta es la llave de la unidad del mundo?
 
La flor sufre, tocada
por la mano inconsciente.
Hay una ahogada queja
en su docilidad.
 
La piedra es sufrimiento
paralítico, eterno.
 
Nosotros -animales- no tenemos
ni siquiera el privilegio de sufrir.
 
Carlos Drummond de Andrade

 

10 de octubre de 2021

Poema que sucedió, Carlos Drummond de Andrade


Poema que sucedió
 
Ningún deseo en ese domingo
Ningún poema en esta vida
              mundo paró de repente
              hombres quedaran callados
Domingo sin fin ni comienzo.
 
               La mano que escribe este poema
No sabe que está escribiendo
Mas es posible que si lo supiese
No le importase.
 
Carlos Drummond de Andrade


 

9 de octubre de 2021

El mundo es grande y cabe… Carlos Drummond de Andrade

El mundo es grande y cabe… Carlos Drummond de Andrade
 
 
El mundo es grande y cabe
en esta ventana sobre el mar.
El mar es grande y cabe
en la cama y en el colchón de amar.
El amor es grande y cabe
en el breve espacio de besar.
 
Carlos Drummond de Andrade

 

8 de octubre de 2021

Papá Noel al revés, Carlos Drummond de Andrade


Papá Noel al revés
 
Papá Noel entró por la puerta del fondo
(en Brasil las chimeneas no son practicables)
entró cauteloso que ni marido después de la juerga.
A tientas en la oscuridad pulsó el interruptor
y la electricidad golpeó las cosas resignadas,
cosas que seguían cosas en el misterio de la Navidad.
Papá Noel exploró la cocina con ojos astutos,
encontró un queso y se lo comió.
 
Después sacó del bolsillo un cigarro que no quiso encender.
uvo miedo tal vez de prender fuego a la barba postiza
(en Brasil todos los papanoeles tienen la cara afeitada)
y avanzó por el pasillo blanco de luz de luna.
Aquel cuarto es el de los niños.
Papá entró convencido.
 
Los niños dormían soñando con otras navidades mucho más hermosas
pero sus zapatos estaban llenos de juguetes
soldados mujeres elefantes barcos
y un presidente de república de celuloide.
 
Papá Noel se agachó y recogió todo aquello
en el interminable pañuelo de yerbas rojo.
Cerró el fardo e hizo un nudo, pero lo apretó tanto
que allí dentro mujeres elefantes soldados presidente peleaban por causa de la aglomeración.
 
Los pequeños seguían durmiendo.
A lo lejos un gallo comunicó el nacimiento de Cristo.
Papá Noel volvió silenciosamente a la cocina,
apagó la luz, salió por la puerta del fondo.
 
En el huerto, la luz de luna de Navidad bendecía las legumbres.
 
Carlos Drummond de Andrade 

 

7 de octubre de 2021

Procura de la poesía, Carlos Drummond de Andrade

Procura de la poesía
 
No hagas versos sobre acontecimientos.
No hay creación ni muerte ante la poesía.
Frente a ella la vida es un solo estático,
no calienta ni ilumina.
Las afinidades, los aniversarios, los incidentes personales no cuentan.
No hagas poesía con el cuerpo,
ese excelente, completo y confortable cuerpo, tan enemigo de la efusión lírica.
Tu gota de bilis, tu máscara de gozo o de dolor en lo oscuro son indiferentes.
Ni me reveles tus sentimientos,
que se prevalecen del equívoco y tientan el largo viaje.
Lo que piensas o sientes, eso aún no es poesía.
 
No cantes a tu ciudad, déjala en paz.
El canto no es el movimiento de las máquinas ni el secreto de las  casas.
No es la música oída de paso; rumor del mar en las calles junto a la línea de espuma.
El canto no es la naturaleza
ni los hombres en sociedad.
Para él, lluvia y noche, fatiga y esperanza, nada significan.
La poesía (no extraigas poesía de las cosas)
elude sujeto y objeto.
 
No dramatices, no invoques,
no indagues. No pierdas tiempo en mentir.
No te aborrezcas.
Tu yate de marfil, tu zapato de diamante,
vuestras mazurcas y supersticiones, vuestros esqueletos de familia,
desaparecen en la curva del tiempo, son inservibles.
 
No recompongas
tu sepultada y melancólica infancia.
No osciles entre el espejo y la
memoria en disipación.
Que se disipó, no era poesía.
Que se partió, cristal no era.
 
Penetra sordamente en el reino de las palabras.
Allá están los poemas que esperan ser escritos.
Están paralizados, mas no hay desesperación,
hay calma y frescura en la superficie intacta.
Helos allí solos y mudos, en estado de diccionario.
Convive con tus poemas, antes de escribirlos.
Ten paciencia, si oscuros. Calma, si te provocan.
 
Espera que cada uno se realice y consuma
con su poder de palabra
y su poder de silencio.
No fuerces al poema a desprenderse del limbo.
No recojas en el suelo el poema que se perdió.
No adules al poema. Acéptalo
como él aceptará su forma definitiva y concretada
en el espacio.
 
Acércate y contempla las palabras.
Cada una
tiene mil fases secretas sobre la neutra faz
y te pregunta, sin interés por la respuesta,
pobre o terrible, que le des:
¿Trajiste la llave?
 
Repara:
yermas de melodía y de concepto,
ellas se refugian en la noche, las palabras.
Aún húmedas e impregnadas de sueño
rolan en un río difícil y se transforman en desprecio.
 
 
Carlos Drummond de Andrade
Versión de Manuel Graña Etcheverry 


 

6 de octubre de 2021

Dulce fantasma, ¿por qué me visitas... Carlos Drummond de Andrade

Dulce fantasma, ¿por qué me visitas
como en otros tiempos nuestros cuerpos se visitaban?
Me roza la piel tu transparencia, me invita
a rehacernos caricias imposibles: nadie
recibió nunca un beso de un rostro consumido.
Pero insistes, dulzura. Oigo tu voz,
la misma voz, el mismo timbre,
las mismas leves sílabas,
y aquel largo jadeo
en que te desvanecías de placer,
y nuestro final descanso de gamuza.
Entonces, convicto,
oigo tu nombre, única parte tuya indisoluble
música pura en continua existencia.
¿A qué me abro?, a ese aire imposible
en que te has convertido
y beso, beso esa nada intensamente.
 
 
Carlos Drummond de Andrade
Versión de Ángel Crespo

 

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