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4 de julio de 2018

Por unos pesos de mierda, Felipe Angellotti



Felipe Angellotti (1937- 2015)
Maestro y Profesor de Letras. Poeta, narrador, novelista y dramaturgo. Tiene publicados cuatro libros, dos de cuentos y poesías, una novela .y el último de narraciones cortas.
  Ha participado en numerosas antologías y revistas literarias como en Congresos y Encuentros de escritores en el país y el extranjero.
 Fue guionista y actor en cortos  metrajes para la televisión. Interpretó varios papeles en obras de teatro.
En 1999 La dirección de Cultura de la Provincia de Córdoba, premió su obra Teatral “El Sargento Maciel”, dentro del Proyecto de Desarrollo de dramaturgias con temáticas regionales y luego se representó en la sala del Teatro Rivera Indarte de la ciudad de Córdoba
 En radioteatro para aplaudir .Concurso organizado por Argentores le seleccionan la obra “Estos Tiempos” la que fue representada en la sala Gregorio de Laferrére en Buenos Aires el 16 de octubre de 2002 en el Primer Concurso Nacional de Radioteatro Unitario.
 Fue fundador y Coordinador General del Círculo de Narradores de Traslasierra “Paso del león”.




POR UNOS PESOS DE MIERDA

El patrón era un ser insensible. La situación de sus peones poco le importaba. Ellos eran pobres y todos cargados de hijos. Moncho no era la excepción, era padre de diez niños, muy seguiditos. ”tropilla del mismo pelo” como dijera Molina Campos.
Don Julio el patrón les pagaba poco, una miseria, apenas les alcanzaba para las tortas al rescoldo y algún guisito, a veces sin carne, porque no podían comprar ni un miserable caracú.
De asado, ni hablar, alguna vez cuando en la estancia se marcaba los terneros, entonces se comían las criadillas a la parrilla o algún pedazo de carne a las brasas que el patrón permitía, sólo para quedar bien con los invitados, pero nunca con la peonada.
Hacía tiempo que el Moncho quería abordarlo para pedirle un aumento porque ya se le hacía muy pesado mantener a sus “guríes” como él los llamaba.
Estaba esperando la oportunidad de abordarlo, hasta que un día se le presentó, cuando vino a ordenar que se embretara a una tropilla de novillitos que ya tenían más de dos años y los quería vender en la feria ganadera del pueblo.
Moncho se acercó en el peor momento cuando el patrón estaba haciendo números. Con paso lento y miedoso, se le arrimó haciendo girar entre sus rudas manos, su sombrerito “Caú” .
-¡Patrón!.
-¿Qué querés?, le dijo, despreciativo.
-Es que sabe, la vida está muy cara y no me alcanza pä alimentar a mis gurisitos, son como diez patrón y con mi guaina doce.
-La pucha que te había gustado encamarte sin forro chamigo y ahora me venís con esas a mí, como si yo tuviera la obligación de mantener a tus hijos.
-Es que es poco lo que me paga y toda la familia trabaja cuidando los animales, vacunándolos, llenando la represa con agua y cortando el pasto cuando hay sequía.
-Para eso te pago, pá que hagás esas tareas chamigo. Mirá Moncho si no te conviene buscate otro conchabo y te vas con tu familia .Me harías un favor porque esos tipos que representan al gobierno me andan siguiendo los pasos porque no pago lo que la ley fija y joden con eso del salario familiar y vos con todos tus críos me saldrías caro. Así que andá buscando donde irte, ¿me oíste?.
-¿Y a dónde voy a ir patrón?, ¡Quién me va a recibir con diez gurises .Me voy a quedar por aquí nomás .
-Está bien, pero no me jodás con aumentos de sueldo. ¿Me oíste?.
-Está bien patrón.
Se fue despacito rumiando la rabia. Sintió como una brasa en el pecho y colocándose el sombrerito “caú” ,dijo en voz apenas audible.
“ Yo siempre le fui fiel patrón, siempre le cuidé los intereses, hasta una vez casi pierdo la vida cuando me enfrenté a esos ladrones que le estaban robando unas vacas del campo. Me dieron un balazo en el pecho y estuve internado en el hospital del pueblito como un mes hasta que me curé y usté no apareció ni pá darme las gracias. Y ahora me niega unos pesos de mierda que no son pá chupar, ni jugar, sino pá darle de comer a mis gurisitos.
Sabe patrón, yo siempre fui honesto porque mi padre me enseñó a serlo, pero aura, se acabó, yo quise ir por las guenas y usté me trató como si fuera un perro más de la estancia. No voy a tener empacho de carniarle un novillo cuando mis gurises tengan hambre y usté ni va a sospechar, porque voy a dejar los cueros tirados y le voy a mentir que ha sido el león el que se lo comió. Hasta rastros de las patas le voy a dejar. Otras vaquitas van a desaparecer, Tiene tantas que una menos no le va a interesar.
A partir de ahora los dos vamos a ser ladrones patrón y todo por unos pesos de mierda que me negó. Nunca mis hijos volverán a pasar hambre. Se lo juro.




Felipe Angellotti


Felipe Angellotti y Jose Luis Colombini Encuentro Internacional de escritores Cuentos Breves
Diciembre de 2008

3 de julio de 2018

Alzheimer, Felipe Angellotti


Alzheimer,  Felipe Angellotti

    Era un importante hombre de negocios, a su espaciosa oficina sólo tenían ingreso seis secretarias una más bella que la otra .Tal vez si lo hubiese intentado podría haber tenido un romance con alguna, sin embargo, no lo hizo por dos razones; primero, porque tenía el convencimiento de que si quería ser respetado como jefe, debía ser amable y afectuoso y también, definir el límite preciso que no hay que cruzar para evitar compromisos.
  En segundo lugar porque amaba a su esposa ,una mujer excepcional con la cual era feliz y a quien deseaba porque además de inteligente ,era seductora poseedora de un cuerpo armonioso trabajado largas horas en el gimnasio con dietas rigurosas y largos minutos de caminata.
  Lo que nunca pudo comprender que siendo tan medulosa en sus apreciaciones fumara casi con ansiedad .Era la única adicción que tenía; el lado oscuro de su culto al físico: decía que era parte de su dieta adelgazante y que le sedaba los nervios.
  Tal vez por eso hacía gimnasia y aerobismo porque de esa manera morigeraba los efectos del tabaco.
  Le significó un arduo trabajo el convencerla para que tuvieran un hijo. Siempre eludía el tema, aduciendo que el embarazo le deformaría el cuerpo. Finalmente la convenció y tuvieron una niña que hizo la felicidad de la pareja.
  A los dieciocho años era el orgullo de sus progenitores, ingresó a la Universidad para estudiar medicina y allí, en uno de los cursos, conoció a Renato, el hombre que cambiaría el rumbo de su vida.
 Se enamoraron con el magnetismo que impone el amor y después de un tiempo de noviazgo decidieron vivir juntos.
  Arrendaron un departamentito y allí se instalaron con la ayuda de los padres que les amueblaron el lugar con muy buen gusto .Se cumplía un ciclo de vida y se iniciaba otro en pareja alejándose de los progenitores que quedaron muy solos aferrándose uno al otro para evitar pensar que los años, se acumulan dejando huellas en las manos y en el rostro.
  Sin duda que el alejamiento de la hija afectó a la madre Cayó en una profunda tristeza de la cual Luis no pudo hacerla emerger y pasó el tiempo con las mismas rutinas diarias hasta que, comenzó a notar ciertos cambios en la conducta de María. Casi no se alimentaba, pasaba largo tiempo con la mirada fija a la distancia como si el mundo que la rodeaba le fuera indiferente.
   A veces se despertaba levantándose de la cama a altas horas de la noche y deambulaba insomne por la casa.
  Un día, al regresar del trabajo, sintió un olor picante en su nariz, de inmediato se dio cuenta que el grifo del gas estaba abierto, corrió hasta la cocina y cerró la llave para luego abrir a pleno las ventanas  dejando salir el gas. No quiso imaginar lo que hubiese ocurrido si ella  hubiese prendido un fósforo.
  Un día llegó una amiga a visitarla y ella mirándola con curiosidad le preguntó el nombre.
  Luis, se alarmó tanto que la convenció – no sin cierta resistencia- para que fueran a ver a Rolando, un neurólogo amigo.
 La examinó meticulosamente  y luego pidió con urgencia unos análisis para cerciorarse del padecimiento de María  y cuando tuvo la certeza de lo que padecía, lo llamó a su consultorio para informarle.
- Luis, hace  tiempo que somos amigos, no puedo engañarte, lo de María, no es sencillo, tengo su diagnóstico. Eso no significa que no puedas consultar a otro profesional.
- Bueno, déjate de rodeos, sé sincero y decime de una buena vez qué es lo que tiene.
- Alzheimer
- ¡Qué bien! y me lo decís así sin anestesia.
- Me pediste que sea sincero.
-Bueno sí, pero, podías habérmelo dicho menos duramente.
- ¿Hubiera cambiado la situación?
- No
-¿Entonces?
- Pero, ¿estás seguro?
-Te dije que podías consultar a otro profesional te daré algunas pautas .Según mis conclusiones, ella padece de esa enfermedad que es degenerativa del Sistema Nervioso Central de muy larga duración y de un pronóstico desalentador.
-¿Estás convencido de lo que decís?
-Muy convencido, todos los síntomas y análisis lo confirman.
-¿No hay medicamentos para contrarrestar la enfermedad?.
- Los medicamentos pueden retardar el proceso pero, es irreversible.
  Miró por la ventana del consultorio y observó un árbol envejecido y sobre una rama un pájaro que cantaba melancólicamente. No podía creer, era una pesadilla .De pronto disparó la pregunta como una esperanza.
-¿Qué puedo hacer?
- Lo miró con dulzura, luego poniéndole una mano sobre el hombro dijo; - Te comprendo, no es fácil aceptarlo, a mí también me duele, con ella he sido muy amigo. En principio, no la dejes sola, busca a una persona que la acompañe y la cuide .Estaré pendiente y te apoyaré haciendo un seguimiento de su evolución.
  La calle le pareció absurda al igual que su vida cada vez más derrumbada. Ahora, estaría sólo luchando con una enfermedad que al final le llevaría a la mujer que más amaba.
  Con mucho abatimiento, se retiró de la empresa donde era socio sin perder sus acciones. Consideró que era el ser indicado para acompañarla la amaba demasiado para dejarla en manos de otra persona. Él le daría todo el tiempo que no le ofreció absorbido por la Empresa.
 Comenzó una vida de penurias las que se acentuaban a medida que el tiempo pasaba. Ella vivía momentos de lucidez por otros donde confundía personas y tiempos, se ponía agresiva y mientras insultaba destrozaba todo lo que tenía a su alcance.
  A veces se abstraía observando por la ventana sin ver con la mente en blanco o al menos eso suponía su marido que intentaba sacarla de su hermetismo y no lo lograba con facilidad. En otras pedía a gritos que la llevaran a su casa donde vivió su niñez. Casa que ya no existía más que en su mente distorsionada.
 Cuando su hija iba a verla, le preguntaba varias veces el nombre confundiéndola con su hermana Patricia la que había fallecido hacía varios años.
  Rolando - el amigo neurólogo - visitaba la casa  asiduamente. Le tomaba las manos y mientras la contemplaba le hacía masajes cariñosos.
  El estaba convencido de que el tabaco había hecho estragos en su organismo.
  Al cabo de dos años, la situación empeoraba ,las crisis nerviosas se acentuaron ,pasaba de la risa al llanto en segundos .En varias oportunidades mientras repetía permanentemente que esa no era su casa, se escapó y fue dramático hacerla volver y convencerla a medias de que esa era su morada.
El tiempo, verdugo insaciable de la decadencia humana
minó el organismo de María , hasta arrojarla horas enteras en la cama donde permanecía sin voluntad indiferente de lo que la rodeaba sedada por tantos calmantes que le inyectaban.
  Luis, mostraba en su rostro el agobio y la consternación, Había adelgazado tanto que Rolando se alarmó y lo llamó a la reflexión.
- Luis, normalmente las personas que atienden a este tipo de pacientes, se deterioran con el enfermo, eso atenta contra la salud física y mental. Si sigues así habrá que internarte y sería tremendo llegar a eso. Debes comenzar a cuidarte o las consecuencias serán graves.
 Comprendió que era razonable lo que le decía su amigo y decidió asimilar la situación evitando consecuencias.
  La enfermera que atendía a María esa mañana siguiendo un deseo de la enferma, la sentó en un sofá cercano a la puerta. Buscó su bolso y dijo a Luis.
- Cumplí mi turno Sr Luis, me retiro hasta mañana.
- Te acompaño hasta la puerta así la cierro.
  Cuando volvía observó con la mayor sorpresa que María, se levantaba del sofá como si no estuviera enferma y acercándose a él con una sonrisa amplia en su rostro, le dijo;
  Rolando, amor.¡Por fin has venido! Luis, no está podemos amarnos sin temor. ¡Vení!, vamos a la cama.
 Quedó pasmado, se dejó llevar al dormitorio y observó el brillo de sus ojos, cuando se desvistió y luego desnuda comenzó a sacarle la ropa.
  Actuó como una profesional del amor, como nunca lo había hecho con él. Después, agotada, se durmió para no despertar más.
  Pensativo, la contempló largamente mientras ella dormía su sueño final en la caja mortuoria.
  Su amigo Rolando, permanecía a su lado en un silencio doloroso.
  Cuando la depositaron en el nicho y se retiraba, se dio cuenta.

Felipe Angellotti

2 de julio de 2018

Martita Sangripanti, Vicente Luy


Martita Sangripanti era una gordita chocolatera buena para nada con la que me encariñe tipo acto compensatorio o por simple rebeldía.
De fondo siempre estuve tratando de llamar la atención de dios. Ella iba a cuarto grado y a mi no me habían dejado del todo claro porque ellos si y yo no. Todavía puedo ver los vestidos todos del mismo color muy parecido al blanco, ya formados y tomada la distancia, a punto de hacerse más buenos por la comunión. Ella supongo que también la hizo, en segundo creo pero la verdad no tiene un carajo que ver con todo esto. Vivía ella en el barrio en una calle sin salida, de esas con rotondita y como alumna no era la mejor. Eso si simpática era, de todos modos que quede claro
no se trata de una historia de amor, ni de ella. Fue así: una mañana de primavera salimos al recreo y yo boludeando por ahí de pronto me la encuentro comiéndose un turrón. Pedí, le dije dame, ella dijo no. Yo entonces la miré a los ojos y con mi mejor voz de tonto le espete: mira que si no me das no te quiero más eh. Ella se encogió de hombros y a mí que me importa dijo y se dio media vuelta y se fue.
Ese día terminó mi infancia.

Vicente Luy 
De La vida en Córdoba (1999)

1 de julio de 2018

Qué loco estaba, Vicente Luy


Qué loco estaba.
Sentí que mi hora era llegada.
Creí merecerlo,
y lo hacía inevitable,
mis amigos, me seguían la corriente.
Me quieren y me cuidaron;
pero no me respetan.
No somos amigos, somos familia.

Vicente Luy
De No le pidan peras a Cuper (2003)

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