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24 de agosto de 2017

Después del salariazo, Manuel López Ares

DESPUÉS DEL SALARIAZO

Usted no lo creerá
V yo trabajaba en Y.P.F
b poco trabajo_` buen dinero,
auto, vacaciones en Brasil,
mirando a los negros desde arriba
y a mi vecino piel de cobre,
esporádicamente sobre el hombro,
ése de la suficiencia.
Pero llegó "La Productiva"
también los amigos hispanos
para que el pueblo sea"repso12
Mi vecino piel de cobre
sale a cirujear conmigo,
me está enseñando
a poner cara de idiota,
a lo Carlos nomás, a lo Carlitos
Si, juro que se aprende,
la vida y la penuria curtió.
es la mejor maestra _
y los políticos
la peor muestra.
Si señor.

Manuel López Ares
De Revolución productiva (2003)

Artesanales Ares

23 de agosto de 2017

Esta democracia, Manuel López Ares

ESTA DEMOCRACIA

Tengo un cascabel en la mirada
y debajo de la lengua una sonrisa. «
Mientras, hurgo en la espesura
la amistad de los pájaros, el sueño
de una mujer que ignoro,
el calor soberano de las madres,
el amor que no sea cosa extraña.
Camino, canto y todavía la ternura
llega en la dentadura del silencio,
en el rugir de trenes que se alejan,
en la eterna cicatriz de la tristeza.
Solitario me pierdo en las cornisas
inocentes del aire, de las tardes
en que estoy regresando a los andenes.
Estoy aca, en la ciudad perdida
de los antiguos generales
donde una caravana de paisanos
viene a cobrar su libertad a plazos.
¡Hay quien la llama democracia!
Yo entre tanto,
canto, sonrío y amanezco.

Manuel López Ares
De Jueves (1993) Editorial Artesanales Ares



22 de agosto de 2017

La tierra, Manuel López Ares



LA TIERRA

Hablando con la tierra,
mi tierra, la de ustedes
los que saben la hora del menguante,
el ojo de la lluvia,
el tajo del arado
el corazón del surco,
las gaviotas;
escucho su pena, su pedido.
Quieren la salud del labriego,
la justicia social,
el predio sano,
limpio de cólera, antiséptico,
en su morada humilde
sin tahúres, sin botas,
ni honrados portafolios
ebrios de hipocresía.
Pobre la tierra, ignora,
el felón humano, el feudalista,
el hacedor de asco, podredumbre,
del sembradío humano.
Ella me cuenta,
sufre por ustedes,
los que hurgan su entraña
los que saben;
el valor sin igual
de las cosechas.

Gorina. Enero de 1993
Pcia de Buenos Aires

Manuel López Ares
De testimonio
Artesanales Ares


21 de agosto de 2017

Navegante solitario II, Horacio Castillo


NAVEGANTE SOLITARIO II

Después aparecieron los arrecifes: un ojo de vidrio,
una esmeralda en medio del océano. Y la luz
cayó de golpe sobre mí como aceite hirviendo, como un
arpón.
Hasta entonces no habíamos conocido la luz.
Lo que llamábamos luz era sólo un reflejo.
Aquello que se posaba sobre el alféizar de la ventana era
un simulacro.
La luz era esto: correas ciñendo los músculos.
La luz era esto: grasa en los ojos, en la boca.
Hasta entonces no habíamos conocido la luz
Esa noche, bajo las grandes hojas del verano,
pagamos el diezmo de nardo y vainilla.
Y se arqueó la cadera del mundo. Al amanecer,
libres para siempre de toda oscuridad,
salimos nuevamente al mar azul,
cantando al ritmo de los remos la antigua canción:
Hacia el horizonte que siempre se aleja,
hacia el horizonte que arroja su red,
hacia el horizonte que nos hace temblar,
hacia el horizonte que esconde al gran pez,
hacia el horizonte del poder desconocido,
hacia el horizonte, siempre hacia el primogénito,
para recibir el alma real, para servir a un amo mejor.


Horacio Castillo

20 de agosto de 2017

La casa del ahorcado, Horacio Castillo

La casa del ahorcado

Las puertas estaban abiertas, las ventanas estaban
     abiertas,
las paredes horadadas como por un trépano,
y donde había estado el techo ahora sólo se veían
vigas rotas y hierros retorcidos.
La luz entraba violentamente por todas partes,
descubría frescos obscenos en la mancha de
     humedad,
doraba las hornacinas donde dormían las paloma.
En el centro de la sala, junto al brasero apagado,
una mujer vestida de rojo devanaba en la rueca un hilo
      negro,
como un cordón umbilical que salía del fondo de la
      tierra.
En otra habitación, mascando restos de tul,
una niña miraba las hormigas que subían al lecho
y oscurecían el lado izquierdo de la almohada.
Y en el patio, donde triscaban las cabras,
un niño recogía ojos multicolores,
hasta encontrar su propio par de ojos
con los que veía por primera vez la oscuridad.
Detrás del limonero, junto al pozo ciego,
dos jóvenes se vendaban los ojos,
mientras la gente iba y venía, recorría
en silencio las habitaciones, tomaba fotografías,
caminaba hasta el fondo donde una muchacha con
      cabello de azafrán
vendía escapularios y souvenirs: madera del árbol
       nefando,
fragmentos de la cuerda que había entibiado el cuello,

el ojo al fin azul del prisionero.

Horacio Castillo

19 de agosto de 2017

Encrucijada, Horacio Castillo

ENCRUCIJADA

Esa es la voz de Hécate.
Esa es la mano izquierda del destino.
La luna enrojece el paisaje,
esparce sobre el mundo la locura y la muerte.
Y ella canta en la encrucijada.
Allí donde el cuerpo se triplica,
donde se triplican los ojos y los pies
pero no el corazón,
allí donde cae la cabeza del condenado,
donde no hay perdón.
Ella canta en la encrucijada
y su canto abre las puertas del infierno.
Ella canta en la encrucijada
y se retuercen los epilépticos.
Ella canta en la encrucijada
y el alacrán arrastra su víctima al tálamo de fuego
Ella canta en la encrucijada
y el cuerpo y el alma desatan su terrible nudo.
Ella canta:
“Oh, cómplice de la noche,
reina de los muertos y de los fantasmas,
trivia,
el corazón estrábico mira a derecha e izquierda,
adelante y atrás,
se mira a sí mismo y a su doble.”
Ella canta en la encrucijada.
Pero alguien saldrá esta noche como ladrón a los
caminos,
pisará los escalones de lo desconocido,
traerá de los cabellos la cabeza del sol.
Para arrojarla a sus pies,
para que su canto no cese,
para que siga brotando de sus pechos
la leche caliente de la fatalidad.



Horacio Castillo

18 de agosto de 2017

Poema Para Ser Recitado En La Barca De Caronte, Horacio Castillo

Poema Para Ser Recitado En La Barca De Caronte 

El paisaje es más hermoso de lo que habíamos imaginado:
Estas murallas que caen a pico sobre nosotros,
Aquel sol negro descendiendo sobre la laguna,
Allá, a estribor, un arco iris que refracta la niebla.
Pero esta moneda de hierro entre los dientes,
Este óbolo que debemos morder hasta el término del viaje,
Cierra la boca que desea cantar.
Cantar para estas almas tristes sentadas en el banco,
Mientras el cómitre marca con el látigo el compás,
Mientras ordena remar sin interrupción,
Cada vez más fuerte, cada vez más rápido, más lejos de la luz.

Horacio Castillo


17 de agosto de 2017

Epitafio, Horacio Castillo

Epitafio

Ni la rosa perfecta ni el laurel público:
nardo y albahaca, anís, lavanda, nuez moscada,
y que el aire del alba esparciendo su aroma

avise al peregrino: Este vivió.

Horacio Castillo

16 de agosto de 2017

Historia Calamitatum, Horacio Castillo

HISTORIA CALAMITATUM

Esta pena es pasajera, no eterna.
Tiende a purificar, no a condenar.
Segunda carta de Abelardo a Heloísa

¿Adónde ir ahora? ¿Cómo reaparecer ante el público,
para que todos me señalen con el dedo
y se ensañe la compasión? Ya no soy, para el mundo,
sino un espectáculo abominable, escándalo, un eunuco
excluido. como animal mutilado, de la asamblea de
Dios.
La ley homicida me ha juzgado de esta manera
para que purgue las seducciones de la carne y del siglo,
pero el aguijón del pensamiento ¡más poderoso que el
de la carne, aviva la hoguera de la voluptuosidad
y el fuego se propaga desde el cielo al infierno.
El dolor infligido exaspera todavía más
porque el pensamiento, ay, a diferencia de la sensación,
no se consuma, y se revuelve sobre sí mismo
buscando esa muerte donde todo halla reposo.
Para mí no hay corona, y puesto que un abismo
separa de la esposa blanca por los huesos,
espero otro nombre mejor que el de esposo,
el nombre verdadero que jamás perece.


Horacio Castillo

15 de agosto de 2017

El foso, Horacio Castillo



El foso

Respiré por última vez el aroma de los eucaliptos
y pasé bajo el arco donde estaba escrito: Aquí termina el mundo.
¿Dónde estamos? -preguntó el niño que todavía no había nacido.
En ninguna parte -contestó el hombre que ya había muerto.
Y señalando en el medio del campo un inmenso foso
agregó: Todos saldrán por ese mismo lugar.
¿Dónde estamos? -preguntó el hombre escondiendo los ojos en el bolsillo de la chaqueta.
En ninguna parte -contestó la mujer plegando su cabellera como un mantel.
En ese momento el viento cambió de dirección
y sentí por primera vez el olor de la nada.
Y ese olor nos atormentó durante el resto de la jornada, y la jornada siguiente,
y todas las que siguieron hasta el fin de nuestros días.
¿Dónde estamos? -preguntó el hijo templando las cuerdas de las alambradas.
En ninguna parte -contestó el padre pasando una esponja sobre los árboles.
Pero los veteranos, encendiendo fogatas, se ponían a cantar
y todo parecía un alegre campamento de verano.
¿Dónde estamos? -preguntó el muchacho con el cordero sobre los hombros.
En ninguna parte -contestó la muchacha con el ramo de
nomeolvides en el pelo.
¿Cómo podíamos cantar mirando día y noche el negro foso?
Un día, sin embargo, el aire amaneció fragante;
olía a almidón, a cabello de mujer recién lavado,
acaso porque ese día ella descendió por el negro foso.
¿Dónde estamos? -preguntó el niño con el rayo de sol entre los dientes.
En ninguna parte -contestó el anciano revolviendo el caldo negro de la memoria.
Ese día, en cuclillas junto al fuego, empezamos a cantar.
Cantábamos bajo las duchas de la luna llena,
cantábamos pelando papas infinitamente oscuras,
cantábamos separando la uña de la carne.
Aun el último día entre los vivos cantamos.
En fila india, con el clavel de los mansos en el corazón,
caminamos lentamente hasta el borde del pozo.
¿Dónde estamos? -preguntó la niña que dormía con el ave fénix en sus brazos.
En ninguna parte -contestó la madre con el balde de olvido sobre la cabeza.
Así, tomados de la mano, esperamos el amanecer
y bajamos cantando a la eternidad.


Horacio Castillo
De Alaska, 1993               

14 de agosto de 2017

Nostalgia, H. P. Lovecraft

XXIX
NOSTALGIA

Cada año, al resplandor melancólico del otoño,
Los pájaros remontan el vuelo sobre un océano desierto,
Trinando y gorjeando con prisa jubilosa
Por llegar a una tierra que su memoria profunda conoce.
Grandes jardines colgantes donde se abren flores
De vivos colores, hileras de mangos de gusto delicioso
Y arboledas que forman templos con ramas entrelazadas
Sobre frescos senderos…todo esto les muestran sus vagos sueños.
Buscan en el mar vestigios de su antigua costa,
Y la alta ciudad blanca, erizada de torres…
Pero sólo las aguas vacías se extienden ante ellos,
Así que al fin dan media vuelta una vez más.
Y mientras tanto, hundidas en un abismo infestado de extraños pólipos,
Las viejas torres añoran su canto perdido y recordado.


H. P, Lovecraft

De Hongos de Yuggoth Traducción de Luis Benitez

13 de agosto de 2017

Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos, H. P. Lovecraft

Notas sobre el arte de escribir cuentos fantásticos
H. P. Lovecraft

La razón por la cual escribo cuentos fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y me acercan a la vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de lo bello y de las visiones que me llenan con ciertas perspectivas (escenas, arquitecturas, paisajes, atmósfera, etc.), ideas, ocurrencias e imágenes. Mi predilección por los relatos sobrenaturales se debe a que encajan perfectamente con mis inclinaciones personales; uno de mis anhelos más fuertes es el de lograr la suspensión o violación momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes naturales que nos rigen y frustran nuestros deseos de indagar en las infinitas regiones del cosmos, que por ahora se hallan más allá de nuestro alcance, más allá de nuestro punto de vista. Estos cuentos tratan de incrementar la sensación de miedo, ya que el miedo es nuestra más fuerte y profunda emoción y una de las que mejor se presta a desafiar los cánones de las leyes naturales. El terror y lo desconocido están siempre relacionados, tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen convincente de la destrucción de las leyes naturales, de la alienación cósmica y de las presencias exteriores sin hacer énfasis en el sentimiento de miedo y horror. La razón por la cual el factor tiempo juega un papel tan importante en muchos de mis cuentos es debida a que es un elemento que vive en mi cerebro y al que considero como la cosa más profunda, dramática y terrible del universo. El conflicto con el tiempo es el tema más poderoso y prolífico de toda expresión humana.
Mi forma personal de escribir un cuento es evidentemente una manera particular de expresarme; quizá un poco limitada, pero tan antigua y permanente como la literatura en sí misma. Siempre existirá un número determinado de personas que tenga gran curiosidad por el desconocido espacio exterior, y un deseo ardiente por escapar de la morada-prisión de lo conocido y lo real, para deambular por las regiones encantadas llenas de aventuras y posibilidades infinitas a las que sólo los sueños pueden acercarse: las profundidades de los bosques añosos, la maravilla de fantásticas torres y las llameantes y asombrosas puestas de sol. Entre esta clase de personas apasionadas por los cuentos fantásticos se encuentran los grandes maestros -Poe, Dunsany, Arthur Machen, M. R. James, Algernon Blackwood, Walter de la Mare; verdaderos clásicos- e insignificantes aficionados, como yo mismo.
Sólo hay una forma de escribir un relato tal y como yo lo hago. Cada uno de mis cuentos tiene una trama diferente. Una o dos veces he escrito un sueño literalmente, pero por lo general me inspiro en un paisaje, idea o imagen que deseo expresar, y busco en mi cerebro una vía adecuada de crear una cadena de acontecimientos dramáticos capaces de ser expresados en términos concretos. Intento crear una lista mental de las situaciones mejor adaptadas al paisaje, idea, o imagen, y luego comienzo a conjeturar con las situaciones lógicas que pueden ser motivadas por la forma, imagen o idea elegida.
Mi actual proceso de composición es tan variable como la elección del tema o el desarrollo de la historia; pero si la estructura de mis cuentos fuese analizada, es posible que pudiesen descubrirse ciertas reglas que a continuación enumero:

1) Preparar una sinopsis o escenario de acontecimientos en orden de su aparición; no en el de la narración. Describir con vigor los hechos como para hacer creíbles los incidentes que van a tener lugar. Los detalles, comentarios y descripciones son de gran importancia en este boceto inicial.

2) Preparar una segunda sinopsis o escenario de acontecimientos; esta vez en el orden de su narración, con descripciones detalladas y amplias, y con anotaciones a un posible cambio de perspectiva, o a un incremento del clímax. Cambiar la sinopsis inicial si fuera necesario, siempre y cuando se logre un mayor interés dramático. Interpolar o suprimir incidentes donde se requiera, sin ceñirse a la idea original aunque el resultado sea una historia completamente diferente a la que se pensó en un principio. Permitir adiciones y alteraciones siempre y cuando estén lo suficientemente relacionadas con la formulación de los acontecimientos.

3) Escribir la historia rápidamente y con fluidez, sin ser demasiado crítico, siguiendo el punto (2), es decir, de acuerdo al orden narrativo en la sinopsis. Cambiar los incidentes o el argumento siempre que el desarrollo del proceso tienda a tal cambio, sin dejarse influir por el boceto previo. Si el desarrollo de la historia revela nuevos efectos dramáticos, añadir todo lo que pueda ser positivo, repasando y reconciliando todas y cada una de las adiciones del nuevo plan. Insertar o suprimir todo aquello que sea necesario o aconsejable; probar con diferentes comienzos y diferentes finales, hasta encontrar el que más se adapte al argumento. Asegurarse de que ensamblan todas las partes de la historia desde el comienzo hasta el final del relato. Corregir toda posible superficialidad -palabras, párrafos, incluso episodios completos-, conservando el orden preestablecido.

4) Revisar por completo el texto, poniendo especial atención en el vocabulario, sintaxis, ritmo de la prosa, proporción de las partes, sutilezas del tono, gracia e interés de las composiciones (de escena a escena de una acción lenta a otra rápida, de un acontecimiento que tenga que ver con el tiempo, etc.), la efectividad del comienzo, del final, del clímax, el suspenso y el interés dramático, la captación de la atmósfera y otros elementos diversos.

5) Preparar una copia esmerada a máquina; sin vacilar por ello en acometer una revisión final allí donde sea necesario.

El primero de estos puntos es por lo general una mera idea mental, una puesta en escena de condiciones y acontecimientos que rondan en nuestra cabeza, jamás puestas sobre papel hasta que preparo una detallada sinopsis de estos acontecimientos en orden a su narración. De forma que a veces comienzo el bosquejo antes de saber cómo voy más tarde a desarrollarlo.
Considero cuatro tipos diferentes de cuentos sobrenaturales: uno expresa una aptitud o sentimiento, otro un concepto plástico, un tercer tipo comunica una situación general, condición, leyenda o concepto intelectual, y un cuarto muestra una imagen definitiva, o una situación específica de índole dramática. Por otra parte, las historias fantásticas pueden estar clasificadas en dos amplias categorías: aquellas en las que lo maravilloso o terrible está relacionado con algún tipo de condición o fenómeno, y aquéllas en las que esto concierne a la acción del personaje con un suceso o fenómeno grotesco.
Cada relato fantástico -hablando en particular de los cuentos de miedo- puede desarrollar cinco elementos críticos: a) lo que sirve de núcleo a un horror o anormalidad (condición, entidad, etc,); b) efectos o desarrollos típicos del horror, c) el modo de la manifestación de ese horror; d) la forma de reaccionar ante ese horror; e) los efectos específicos del horror en relación a lo condiciones dadas.
Al escribir un cuento sobrenatural, siempre pongo especial atención en la forma de crear una atmósfera idónea, aplicando el énfasis necesario en el momento adecuado. Nadie puede, excepto en las revistas populares, presentar un fenómeno imposible, improbable o inconcebible, como si fuera una narración de actos objetivos. Los cuentos sobre eventos extraordinarios tienen ciertas complejidades que deben ser superadas para lograr su credibilidad, y esto sólo puede conseguirse tratando el tema con cuidadoso realismo, excepto a la hora de abordar el hecho sobrenatural. Este elemento fantástico debe causar impresión y hay que poner gran cuidado en la construcción emocional; su aparición apenas debe sentirse, pero tiene que notarse. Si fuese la esencia primordial del cuento, eclipsaría todos los demás caracteres y acontecimientos, los cuales deben ser consistentes y naturales, excepto cuando se refieren al hecho extraordinario. Los acontecimientos espectrales deben ser narrados con la misma emoción con la que se narraría un suceso extraño en la vida real. Nunca debe darse por supuesto este suceso sobrenatural. Incluso cuando los personajes están acostumbrados a ello, hay que crear un ambiente de terror y angustia que se corresponda con el estado de ánimo del lector. Un descuidado estilo arruinaría cualquier intento de escribir fantasía seria.
La atmósfera y no la acción, es el gran desiderátum de la literatura fantástica. En realidad, todo relato fantástico debe ser una nítida pincelada de un cierto tipo de comportamiento humano. Si le damos cualquier otro tipo de prioridad, podría llegar a convertirse en una obra mediocre, pueril y poco convincente. El énfasis debe comunicarse con sutileza; indicaciones, sugerencias vagas que se asocien entre sí, creando una ilusión brumosa de la extraña realidad de lo irreal. Hay que evitar descripciones inútiles de sucesos increíbles que no sean significativos.

Éstas han sido las reglas o moldes que he seguido -consciente o inconscientemente- ya que siempre he considerado con bastante seriedad la creación fantástica. Que mis resultados puedan llegar a tener éxito es algo bastante discutible; pero de lo que sí estoy seguro es que, si hubiese ignorado las normas aquí arriba mencionadas, mis relatos habrían sido mucho peores de lo que son ahora.

H. P. Lovecraft

12 de agosto de 2017

El anciano terrible, H.P. Lovecraft

El anciano terrible, H.P. Lovecraft

Fue la idea de Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva hacer una visita al Terrible Anciano.
El anciano vive solo en una casa muy antigua de la Calle Walter cercana al mar, y se le conoce por ser un hombre fantásticamente rico, y por tener una salud excesivamente delicada; lo cual constituye un atractivo para hombres con la profesión de los señores Ricci, Czanek y Silva, pues su profesión era el latrocinio.
Los vecinos de Kingsport dicen y piensan muchas cosas acerca del Terrible Anciano, cosas que, generalmente, lo protegen de las atenciones de caballeros como el señor Ricci y sus colegas, a pesar de la casi absoluta certidumbre de que oculta una fortuna de incierta magnitud en algún rincón de su mohosa y venerable mansión. En verdad, es un ser muy extraño, que al parecer fue capitán de barco en las Indias Orientales. Es tan decrépito que nadie recuerda cuándo fue joven, y tan taciturno que pocos conocen su nombre real.
Entre los nudosos árboles del jardín delantero de su vieja y nada descuidada residencia conserva una extraña colección de grandes rocas, singularmente agrupadas y pintadas de forma que semejan los ídolos de algún lóbrego templo asiático. Semejante colección ahuyenta a la mayoría de los niños que disfrutan burlándose de su barba y cabello, largos y canosos, o romper los cristales de pequeño marco de su vivienda con traviesos proyectiles. Pero hay otras cosas que atemorizan a las gentes mayores y de talante curioso que en ocasiones se acercan sigilosamente hasta la mansión, para escudriñar el interior a través de las ventanas cubiertas de polvo. Estas gentes dicen que sobre la mesa de una desnuda habitación del piso bajo, hay muchas botellas extrañas, cada una de las cuales tiene en su interior un trozo de plomo suspendido de una cuerda, como si fuese un péndulo. Y dicen que el Anciano Terrible dialoga con las botellas, llamándolas por nombres tales como Jack, Cara Cortada, Tom el Largo, Joe el Español, Peters y Mate Ellis, y que siempre que habla a una botella, el péndulo de plomo que lleva dentro emite unas vibraciones precisas a modo de respuesta.     
A quienes han visto al alto y enjuto Anciano Terrible en una de esas singulares conversaciones no se les ocurre volver a verlo más. Pero Ángelo Ricci, Joe Czanek y Manuel Silva no eran naturales de Kingsport. Pertenecían a esa nueva y heterogénea estirpe extranjera que queda al margen del atractivo círculo de la vida y tradiciones de Nueva Inglaterra, y no vieron en el Anciano Terrible otra cosa que un viejo decrépito y prácticamente indefenso, que no podía andar sin la ayuda de su cayado, y cuyas escuálidas y frágiles manos temblaban de modo lastimoso. A su manera, se compadecían mucho del solitario e impopular anciano, a quien todos rehuían y a quien no había perro que no ladrase con especial virulencia.
Pero los negocios, y, para un ladrón entregado de lleno a su profesión, siempre es tentador y provocativo un anciano de salud enfermiza que no tiene cuenta abierta en el banco, y que para subvenir a sus escasas necesidades paga en la tienda del pueblo con oro y plata españoles acuñados dos siglos atrás.
Los señores Ricci, Czanek y Silva eligieron la noche del 11 de abril para realizar su visita. El señor Ricci y el señor Silva se encargarían de hablar con el pobre y anciano caballero, mientras el señor Czanek se quedaba esperándolos a los dos y a su presumible cargamento metálico en un coche cubierto, en la Calle Ship, junto a la verja del alto muro posterior de la finca de su anfitrión. El deseo de eludir explicaciones innecesarias en caso de una aparición inesperada de la policía aceleró los planes para una huida sin apuros.
Tal como lo habían proyectado, los tres aventureros se pusieron manos a la obra por separado con objeto de evitar cualquier malintencionada sospecha a posteriori. Los señores Ricci y Silva se encontraron en la Calle Walter junto a la puerta de entrada de la casa del anciano, y aunque no les gustó cómo se reflejaba la luna en las piedras pintadas que se veían por entre las ramas en flor de los retorcidos árboles, tenían cosas en qué pensar más importantes que dejar volar su imaginación con manidas supersticiones. Temían que fuese una tarea desagradable hacerle soltar la lengua al Anciano Terrible para averiguar el escondite de su oro y plata, pues los viejos lobos marinos son particularmente testarudos y perversos. En cualquier caso, se trataba de alguien muy viejo y endeble, y ellos eran dos personas que iban a visitarlo. Los señores Ricci y Silva eran expertos en el arte de volver dóciles a los tercos, y los gritos de un débil y más que venerable anciano no son difíciles de sofocar. Así que se acercaron hasta la única ventana alumbrada y escucharon cómo el Anciano Terrible hablaba en tono infantil a sus botellas con péndulos. Se pusieron sendas máscaras y llamaron con delicadeza en la descolorida puerta de roble.
La espera le pareció muy larga al señor Czanek, que se agitaba inquieto en el coche aparcado junto a la verja posterior de la mansión del Anciano Terrible en la Calle Ship. Era una persona más impresionable de lo normal, y no le gustaron nada los espantosos gritos que había oído en la casa momentos antes de la hora fijada para iniciar la operación. ¿No les había dicho a sus compañeros que trataran con el mayor cuidado al pobre y viejo lobo de mar? Presa de los angustia, observaba la estrecha puerta de roble en el alto muro de piedra cubierto de hiedra. No cesaba de consultar el reloj, y se preguntaba por los motivos del retraso. ¿Habría muerto el anciano antes de revelar dónde se ocultaba el tesoro, y habría sido necesario proceder a un registro completo?
Al señor Czanek no le gustaba esperar a oscuras en semejante lugar. Al poco, llegó hasta él el ruido de unas ligeras pisadas o golpes en el paseo que había dentro de la finca, oyó cómo alguien manoseaba desmañadamente, aunque con suavidad, en el herrumbroso picaporte, y vio cómo se abría la pesada puerta. Y al pálido resplandor del único y mortecino farol que alumbraba la calle aguzó la vista en un intento por comprobar qué habían sacado sus compañeros de aquella siniestra mansión que se vislumbraba tan cerca.
Pero no vio lo que esperaba. Allí no estaban ni por asomo sus compañeros, sino el Anciano Terrible que se apoyaba con aire tranquilo en su nudoso cayado y sonreía malignamente. El señor Czanek no se había fijado hasta entonces en el color de los ojos de aquel hombre; ahora podía ver que era amarillos.
Las pequeñas cosas producen grandes conmociones en las ciudades pequeñas. Tal es el motivo de que los vecinos de Kingsport hablasen a lo largo de toda aquella primavera y el verano siguiente de los tres cuerpos sin identificar, horriblemente mutilados (como si hubieran recibido múltiples cuchilladas) y horriblemente triturados (como si hubieran sido objeto de las pisadas de muchas botas despiadadas) que la marea depositó en tierra. Y algunos hasta hablaron de cosas tan triviales como el coche abandonado que se encontró en la Calle Ship, o de ciertos gritos inhumanos, posiblemente de algún animal extraviado o de un pájaro ignoto, escuchados durante la noche por los vecinos que no podían conciliar el sueño.
Pero el Anciano Terrible no prestaba la menor atención a los rumores que corrían por el pacífico pueblo. Era reservado por naturaleza, y cuando uno es anciano y se tiene una salud delicada, la reserva es doblemente marcada. Además, un lobo marino tan anciano debe haber presenciado multitud de cosas mucho más emocionantes en los lejanos días de su ya casi olvidada juventud.


H.P Lovecraft 

11 de agosto de 2017

Los dioses del bien y del mal de H. P. Lovecraft por Juan-Jacobo Bajarlía


Los dioses del bien y del mal

De todo el círculo de amigos de Lovecraft, fue Derleth, como ya sabemos, quien más profundizó en esta mitología. Dejó constancia de quiénes eran los dioses del mal y quiénes representaban el bien. En The seal of R'lyeh (1961) los enumera y los analiza con algunas variantes:
“Entre estos primordiales se contaban: el Gran Cthulhu, morador de las aguas; Hastur, que dormía en el Lago Hali, en las Híadas; Yog-Sothot, que es Todo-en-lo-Uno y Uno-en-el-Todo; Ithaqua, El Que Camina Sobre El Viento; Lloigor, El Que Pisa Las Estrellas; Cthugha, que habita en el fuego; el Gran Azathoth. Todos habían sido vencidos y expulsados al espacio exterior, donde esperarían el día remoto en que con la ayuda de sus seguidores podrían rebelarse para derrotar a los humanos y someter a los dioses arquetípicos.”
En esta enumeración no menciona a sus esbirros: los Profundos que vivían en los mares y en las zonas acuáticas de la superficie terrestre. Y al lado de ellos, los Dhols, el Abominable Hombre de las Nieves, que habita el Tíbet y la oculta Meseta de Leng, los Shantaks, que huyeron de Kadath por orden de Wendigo, El Que Camina Sobre el Viento y pariente de Ithaqua.
Realizada la enumeración, expresa:
“Los primigenios y los dioses arquetípicos –que según advertí eran lo mismo– representaban el bien original. Los primordiales, en cambio, representaban el mal.”
“Los primordiales no sólo combatían a los dioses arquetípicos, sino que al mismo tiempo luchaban entre ellos en un esfuerzo supremo por la dominación final. Eran, en definitiva, representaciones de las fuerzas elementales, y cada uno correspondía a un elemento.”
Es decir: Cthulhu, al agua; Cthugha, al fuego; Ithaqua, al aire; Hastur, al espacio sideral.
Algunos estaban vinculados con las fuerzas de la Naturaleza, como Shub-Niggurath, mensajera de los dioses, que se hallaba ligada con la fertilidad. Yog-Sothot, con el Continuum tiempo-espacio. Azathoth, con el principio del mal.
Nos explica Derleth, asimismo, que los dioses arquetípicos constituyeron con el tiempo la Trinidad judeocristiana. Los primordiales, a su vez, pasaron a ser Satanás, Belcebú, Mefistófeles y Azrael. Para Derleth los Mitos de Cthulhu habrían sobrevivido en otras civilizaciones, como la incaica y la maya. O acaso en los ídolos de la Isla de Pascua.


De  H. P. Lovecraft, El horror sobrenatural por Juan-Jacobo Bajarlía


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