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21 de agosto de 2020

14 de febrero, Julio Requena

 

14 de febrero, Julio Requena
 
 
 
El 14 de febrero se festejó a nivel mundial el día de San Valentín, el Día de los Enamorados. San Valentín fue un mártir que murió decapitado porque desobedeció la orden del emperador de no casar a las parejas, ya que Claudio II pensaba que los jóvenes solteros sin hijos eran mejores soldados. No obstante, San Valentín, médico romano y sacerdote, casaba a las parejas, por lo que fue llamado el santo del amor. Esta curiosa historia es recordada todos los años de forma mediática y en las redes sociales, y aquí destacaremos dos versiones de los diarios La Voz del Interior y Clarín. En el primero, se dice: "El emoji del corazón, la pregunta '¿qué es el amor?', y las traducciones de la frase 'te amo' están entre las búsquedas más populares de internet". A su vez, Clarín titula su espacio: "Cuando el amor romántico es puro cuento". Y comenta: "Cupido recibe flechazos en contra y es altamente cuestionado por las nuevas generaciones. Año a año van en aumento "las fiestas anti-Valentín" para despechados. feos, poliamorosos, descreídos del amor, solteros y solteras orgullosos de ser una naranja entera que no espera a su otra mitad a puro deseo insatisfecho". Así, el amor romántico también tiene sus detractores ('infamadores, enemigos'), y esto desanima un tanto para seguir ponderándolo, aunque no lo suficiente como para creer que quienes lo han experimentado no hayan superado el traumático "heautontimorumenos", es decir, "el hombre que se atormenta a sí mismo, el enemigo de sí mismo, el verdugo de sí mismo", larga palabra griega con que Terencio designó al desdichado que no encuentra su felicidad. ¿Elegimos, entonces, el emoji del corazón?

 
SONETO 3
 
Un día claro supe que a tu lado
ríos y sauces fueron compartidos,
como quedan los sauces retenidos
sobre ríos que imprimen lo grabado.
 
Entendí que tu cuerpo acariciado
era estatua de sol y de gemidos,
y descubrí los ecos escondidos
de tu risa de río embelesado.
 
Esta sangre soleada, por lo tanto,
es el sauce y el río y el encanto
de tu risa regando el sembradío.
 
El fantástico sol, ¿cómo se hizo?
Seguramente fue tu propio hechizo
metiéndolo en mi sangre y en el rio...
 
Julio Requena

20 de agosto de 2020

Los dioses viajan todavía, Julio Requena


Los dioses viajan todavía, Julio Requena
 

De tanto andar pensándolo, Julián Optro estaba seguro de que algún día fotografiaría un plato volador.
Su biblioteca coleccionaba una copiosa bibliografía sobre el “Fenómeno OVNI”. Hasta mantenía correspondencia por internet con algunos afortunados, quienes afirmaban haber experimentado el avistamiento, y con otros que se decían haber sido abducidos, secuestrados por las extrañas criaturas extraterrestres.
Y, realmente, nada más extraño para el hombre que otro ser parecido a él,pero venido de civilizaciones extragalácticas. Este sentimiento de comunión metafórica por semejanza que inspiran comúnmente los llamados alienígenas -así como la teoría de la evolución encontró el mismo sentimiento en nuestra similitud con los grandes simios-ha sido bien explotado obviamente por la literatura y el cine. La literatura ha creado la contactación de los seres espaciales en la dimensión de la ciencia-ficción; y la industria cinematográfica le ha sacado un máximo provecho de terror esclavista o mensaje angelical.
No es para menos. Si se logra demostrar fehacientemente la existencia tan polémica de los plateados y relumbrantes platívolos, el mundo entero se vería obligado a cambiar su secular idea del vano antropocentrismo,tal como la Tierra dejó de ser el centro del Universo con el avance de la física y la astronomía. Esto traería, como primera consecuencia, el abandono del escepticismo filosófico y científico para admitir la pluralidad de vida cósmica inteligente. Frank Drake fue el primer hombre en calcular matemáticamente el número de planetas habitados en la galaxia, y produjo una fórmula muy compleja, pero que vale la pena transcribir por pura curiosidad de conocerla:
N(e)xf(p) xn(a)xf(v)xf(i)xf(c)xf(s)=N
Estos aparentes jeroglíficos, despejados matemáticamente aseguran que “en los cien mil millones de galaxias que existen en el Universo conocido, hay trescientos mil millones de mundos habitados, de mundos comunicativos, en los que alguien puede estar preguntándose, en este preciso instante, por la vida extraterrestre y los OVNIs”.
Con esta ecuación abrumadora, el Dr..Drake se constituyó en pionero de las investigaciones tecnológicas para detectar los mensajes radioeléctricos interestelares a través de su Proyecto Ozma, que culminaron con el programa SETI, y al que siguieron el Proyecto Cíclope (unas mil antenas orienta-
bles), y en febrero de 1995 el Proyecto Fenix, con lo cual se han captado ya más de doscientas señales de fuentes desconocidas. Pero, ¿cómo se distingue
el fraude engañoso de lo verdadero? Hoy, la tecnología óptica está tan desarrollada que la propia realidad virtual, creada por computadora, se confunde a la perfección con la realidad natural. Imágenes fraudulentas, aunque sí de un realismo acabado,son producidas hasta tridimensionalmente.
Por eso,¿cómo no dejarse embaucar, al igual que nos engañan las falsificacio nes del papel moneda, que resultan cada vez más logradas merced a la repro ducción clonadora de las fotocopiadoras?
Fotografiar o filmar un OVNI está al alcance de cualquier falsificador tecnológico.
Es el triunfo cierto del Mito, como antiguamente triunfaron los Dioses del Olimpo o del Popol Vuh. Finalmente, entonces, el mito termina imponiendo su propia realidad al invadir el campo real de la historia y sustituirla.
 
La Ufología es un estado de conciencia escapista.
 
Dado que siempre hay un antecedente, la mitología de los platívolos encuentra el suyo en los datos ilenarios que nos han dejado las aeronaves de forma circular,de varios pisos, cúpula y sonido  característico, descritas en los antiguos textos sánscritos del Mahabharata y Ramayana, llamadas“Vimanas”, aunque estas exóticas aeronaves están más detalladas técnicamente en la escritura del Saramangana Sutradhara del siglo XII de nuestra era.
Todo esto resulta asombroso. Las vimanas, por tanto, indican que aquí, en la Tierra, ya se construían esas réplicas de los actuales, fugaces y esquivos platos voladores que aparecen y desaparecen en los cielos. Esto ha llevado a pensar si también los platívolos son fabricados por losrusos o la tecnología norteamericana con la energía taquiónica antigravitatoria, así como se dejó relatado que las vimanas funcionaban con circuitos de mercurio.
Pero Julián Optro, el fotógrafo creyente en los platívolos celestes y no en las vimanas terrestres, estaba convencido de que él tendría una experiencia decisiva y trascenden- te para el mundo. Se sabía obsesionado, y se preocupaba que terminara paranoico.Por eso mismo, era vital el encuentro con algún objeto multidimensional y su tripulante humanoide.
Y felizmente se dio. Una noche de lluvia, cuando se encontraba escuchando atenta-mente en su propia casa el hipnótico sonido del agua desmenuzándose en gotas, gotasque se iban deslizando por el vidrio de la ventana como lombrices transparentes, su estupor no pudo creerlo… Ahí, afuera, en el amplio patio, ahora rayado por la cortina de agua, un potentísimo chorro de luz parecía tragarse todo el espacio, al tiempo que un sonido oceánico y metálico inundaba su estupefacción.
Corrió hasta el armario, donde guardaba la cámara fotográfica, para captar ese histórico momento de suprema fascinación.
Su ágil perro ovejero alemán se le adelantó, salió al patio ladrando estrepitosamente, y deteniéndose de golpe, calló. Visiblemente asustado, dejó salir un cremoso excremento diarreico grande y difuso. El espectáculo luminiscente de la nave circular parecía emerger de un alucinante holograma creado por la lluvia.
Julián Optro, con la cámara temblándole en las manos, enfocó la extraordinaria imagen y se dispuso a accionar el disparador, cuando justo metió el pie en la caca del perro, res-baló y cayó sin poder obtener la foto.
El perro reinició sus ladridos.
Pero el OVNI ya no estaba…
 
MORALEJA
 
Cuando lo que creemos real es proyectado por la mente imaginativa, lo que se encuentra ¿es ficticio? Discernir qué es verdadero y qué es falso es hacer de la experiencia cotidiana Una filosofía práctica de la acción. Pero se busca siempre escapar de los hechos y teñirlos de fantasías. Quien anhela el encuentro con un plato volador es porque se está evadiendo de la desnudez fáctica con que las cosas se nos ofrecen. ¿Quién necesita de un contacto con lo sobrenatural? Lo extraordinario no está fuera de nuestra propia vida, sino en ese darnos cuenta de que nosotros mismos somos lo extraordinario.
Así, podemos siempre aceptar la realidad dada o evadirnos de ella.
Solo depende del enfoque que hagamos de los hechos.
 

Julio Requena

19 de agosto de 2020

Una palabra que nos define a la perfección, Julio Requena

 

Una palabra que nos define a la perfección, Julio Requena
 
Quiero aquí rescatar una palabra nuestra que ha cobrado aceptación popular y es casi infaltable en el lenguaje diario por la abundancia de significados que conlleva.
Se trata del vocablo “joda”, cuyo uso es muy argentino porque de un modo inconsciente la joda refleja bastante bien nuestra idiosincrasia de seres contrarios a la seriedad, por lo menos a esa seriedad relativa a las cuestiones importantes, aunque no tanto a la gravedad del semblante.
“Tomarlo todo en joda”, “No dejarse agarrar para la joda”, son rápidos consejos de amigos dictados por esa conducta sarcástica, que ha desintegrado nuestra conciencia nacional por una falta de seriedad alarmante en la vida de relación y en la cultura cívica en general. El diálogo argentino está matizado de chistes y risas tendientes a sobrellevar todo con humor burlón, y en ese sentido la palabra joda cumple muy bien un cotidiano papel decisivo para contrarrestar la seriedad, o para no dejar que ella prospere demasiado. Al decir “es unajoda” se quiere expresar justamente que lo contrario, lo serio, no existe.
Pero recuerdo que joda era un mala palabra durante mi juventud, ya que pronunciarla era obsceno, posiblemente porque en España se la usó vulgarmente como “practicar el coito”, enraizado en el lenguaje cotidiano de nuestro país, dado que su derivación en “jodido”, “jodón”, se presta a una definición polisémica muy amplia: molesto, difícil, bromista, malo, festivo, engañoso, etc., siempre con la idea de falta de seriedad: “Nada es serio. Todo es una joda”.
Agregada como definición de un enunciado, me trae también a la memoria una anécdota de un prestigioso profesor de física de la Universidad Nacional de Córdoba. Un día me lo encontré en la calle, y al preguntarle si estaba escribiendo una nueva obra me dijo que había acabado otra, pero que demoraba su entrega a la imprenta porque vacilaba con el título que quería ponerle. Me pidió ayuda para ello una vez que me enteró del contenido, el cual versaba sobre el insoluble Universo..
Entonces lo interrogué sobre qué podía sugerirme, qué le parecía más acertado. Me confió que el título debía hacer alusión a la poca seriedad de las leyes del Cosmos..Pero, aclaró, el epíteto “serio” no lo conformaba para nada, y en cambio se inclinaba por el despectivo “joda”. Y sonriendo burlonamente, se expidió: “El Universo es una joda”. Por supuesto, un profesor universitario serio no podía inferirle semejante ofensa a la ciencia, y el libro salió con otro nombre.
Refiero esto porque ese humor de la joda está en la entraña misma de nuestra cultura, y es indicativo dela poca seriedad que impera a veces en los numerosos casos donde es preciso no utilizarlo.
Sin embargo, cuando se habla de los políticos surge la crítica burlona y caricaturesca, sobre todo cuando va asociada con la corrupción endémica de ellos, y esta crítica maliciosa genera multitud de chistes irónicos y sarcásticos que alcanzan al descrédito por la Justicia y las instituciones gubernamentales, municipales y policíales.
No es para menos. Nuestro país tiene el ominoso privilegio de ocupar el segundo lugar mundial de “políticos corruptos”, según la votación de diciembre de 2004 efectuada por la organización Transparency International (TI).
Es conocida nuestra indiferencia genética por participar en los grandes temas que requieren debates o soluciones inminentes, indiferencia que termina por imprimirle un sello de escepticismo crucial a cualquier intento serio de superación de problemas sociales, morales o psicológicos: “¿Para qué actuar si todo se va a la mierda?”
Tal vez esto se deba a la perniciosa influencia hipnótica o mantrámica de la palabra joda, bajo cuya tutela nos criamos los argentinos, convencidos de que nada vale la pena de prestarle nuestra atención, porque todo desemboca en la misma conclusión: “para qué, si la corrupción es tan inevitable como invencible en este país”.
Entonces, nos justificamos:”¡Viva la joda!”.
Desde la perspectiva de lo drolático –en su acepción de “broma de mal gusto”, o broma peyorativa–, ésta puede acabar con toda una reputación moral, o una imagen venerada,,solamente con la maliciosa intención de hacerlo. La broma (“chanza, burla, acción que
puede lastimar a una persona, y hacer reír a quien la ejecutó”) es también una acción destructiva, derivada del griego “devorar, tragar”, y en tal sentido se equipara con el sarcasmo (“quitar las carnes”) porque la broma, a veces, es una suerte de canibalismo social. Por tanto, con frecuencia sume en estado de escepticismo a la mente, o peor aún la lleva a un grado de incredulidad pesimista.
Así, la indiferencia y la incredulidad, por el humor se convierten en sinónimos. De modo que puede realizarse una lectura bifocal con la broma y el sarcasmo. En lo profundo de ellos surge la irreverencia libertaria por todas las convenciones sociales (creencias e ideales), y en lo superficial prende la rebelión filosófica por la tragicidad de la vida y su inextinguible misterio.
¿Qué nos enseña, entonces, la palabra joda?
Que la actividad personal del egomovimiento –el incesante fluir del yo psicológico, ese yo Interesado sólo en sí mismo– se encuentra en pugna conflictiva con la sociedad desde que ésta se constituyó.
Es esa lucha –la egomaquia– la que ha creado la eterna confusión en este mundo que todos compartimos, con sus constantes guerras, sus crónicas desigualdades colectivas, y sus fatales competencias desalmadas. Como se ve, un tema perteneciente al “humor negro”.
Más aún si lo trasladamos a la niñez contemporánea del planeta, donde la mitad de los chicos viven en un permanente estado de peligro debido a las guerras, la pobreza y el SIDA, habida cuenta de la patética explotación laboral y pornográfica a que se los somete.
 
Julio Requena

18 de agosto de 2020

Filosofía del mate, Julio Requena

 

Filosofía del mate, Julio Requena
 
PARA la mayoría de los argentinos, la única patria es “Matelandia”.
El mate ha dejado de ser un ritual criollo para convertirse en una manera social o privada de hacer filosofía igualmente criolla. Y si el “Martín Fierro” resultó genial por los consejos de esa filosofía moral, tomando mate con el gaucho, cómo no creer que cada vez que alguien comulga con el calor del vientre del mate (¿cómo se le dice al recipiente en donde se pone la yerba y la bombilla? ¿El mate?) está ya haciendo filosofía popular sin saberlo…
Pero antes de introducirme en el tema, incluiré algunos haikus que compuse para elogio del mate. El haiku es una breve estrofa japonesa que consta de 17 sílabas distribuidas en 5-7-5 versos. Es esencialmente metafórico.
Y que no se crea que por ser japonés el haiku no podemos compartirlo entre mateada y mateada. Tengo un amigo japonés que ama el mate tanto como el tango.
 
EL MATE
 
Panza del mate Tomarse un mate.
como vientre preñado Tomarlo así despacio
redondo y cálido. cuando se sorbe.
 
Sorber el mate Filosofía
con azúcar o amargo: de tanto mate diario:
succionarse uno… “No estamos solos”.
 
Ronda del mate. Como una caña
Las palabras se pasan pescando las burbujas
por la bombilla. es la bombilla.

 
Y bien, dado que las palabras se pasan por el mate a través de la bombilla, hay como un cambio de personalidad, en consonancia con esa propiedad mimética de la yerba, la yerba mate, que los extranjeros suponen es una droga, y como tal que mata: “La yerba mate mata” dicen, sin sospechar que hacen un juego de palabras.
¿Qué nos enseña entonces el mate? ¿Por qué hemos hecho de él un hábito? ¿Por qué no nos ha matado?
En primer lugar, porque el mate, el mate como suena, se lleva muy bien con el solitario. En realidad, se identifica con él… Cebarse uno solo el mate tiene una significación especial:
 
a) Que tanto el tomador como el cebador son una sola persona, y cada chupada contiene el gusto a la soledad.
b) Que el solitario deja de serlo porque el mate es otra per
c) sona, invisible, pero persona al fin.
d) Que la soledad no está en el solitario, sino en el mate, que al mismo tiempo es muy sociable.
e) Que uno termina cebando mate y convidando al otro, pero ese otro es uno mismo, con lo cual la soledad del mate es un mito. O lo es la sociedad.
f) Que, en fin, es lindo tomar mate: calma el hambre.
 
Cuando algún dirigente político, en especial los gremialistas, quieren amenazar al gobierno, hacen una huelga de hambre. Pero, los muy astutos, se ponen a tomar mate en abundancia. Es un truco para que el ayuno no los haga pasar hambre. Es una manera de hacerse oír por intermedio del mate.
De manera que la filosofía del mate sirve tanto para el solitario como para el acto social.
Lo curioso es que la bombilla se va llenando de la baba de los otros en la ronda, y sin embargo nadie se da cuenta de que, al matar, al matar todo microbio el mate no lo mata a uno…
 
Algunos lo ceban con una servilleta en la mano, y sirve para secar precisamente esa baba. Pero la saliva no se ve cuando uno sorbe la bombilla. Únicamente se delata por el sonido de la chupada.
Hoy, en que por culpa del apocalíptico Coronavirus, se han tomado medidas extremas para evitar el contagio, algunos han objetado que el tomar mate en grupo es una forma de propagar el virus, y por eso el diputado Fernando Iglesias ha sentenciado: “Tomar mate es una desgracia nacional”…
¿Y la preparación del mate, del “buen mate”?
Ah, aquí sí que algunos se las dan de eruditos, como los enófilos quieren enseñar a tomar un buen vino.
Utilizan una minuciosa “misa en escena” para ello.
Que el agua no tiene que hervir: retirarla cuando las burbujas comienzan a subir.
Que la yerba debe ser poca, y previamente hay que filtrar el “humo” verde del polvo mediante un cedazo.
Que el buen mate no se debe arruinar con azúcar. El amargo es el mejor y más sano.
Que para eso existe el recipiente de madera llamado porongo, donde se toma el tereré con agua fría.
Cada uno (mate en mano) pasará sus días persuadido de que no es posible prescindir del agua con yerba, y de que todo resulta mejor si el mate es un fiel compañero.

 Julio Requena


17 de agosto de 2020

Palabras, nada mas que palabras… Julio Requena

 

Palabras, nada mas que palabras…  Julio Requena
 
ES infalible: cuando la iglesia se siente atacada es porque le están diciendo la verdad. Por supuesto, ella pronto contraataca excomulgando la verdad.
Esa historia se ha repetido siglo tras siglo, y los tribunales eclesiásticos, en donde se originó la siniestra Inquisición, hacen caso omiso de todas las críticas justas sabiendo que las suyas injustas impactan con más contundencia aún en la opinión pública.
Cuentan, para mantener en pie sus sofismas morales, con un aliado formidable: el miedo a Dios, que la mayoría de los mortales experimentan de modo supersticioso.
Así, debido a la naturaleza temerosa de la mente humana, el dominio ejercido por la religión organizada ha sido tan poderoso como indestructible.
De nada han valido el progreso científico y la democracia política en el combate racional contra esa fácil superstición del miedo, que a través del sacerdote impone amenazas y castigos y actúa como el brujo tribal: dominando a todos.
La explotación de tal debilidad humana –la de creer que el miedo a Dios es todo–, ha contado también con otro amigo incondicional de la fe: el propio ego personal. El cobarde y obsecuente ego no puede vivir ni convivir sin dejarse esclavizar por el respeto a la autoridad; y como todas las organizaciones sociales se rigen por el viejo principio jerárquico de la autoridad, pretextando de tal modo el establecimiento del orden, se deduce de ello que la esclavitud es igualmente estable. Entonces, el feligrés debe acatar sin protestar la tiranía eclesiástica al
precio del servilismo. Rebelarse contra los dogmas de fe es herejía, y discutirlos, profanación.
Lo cierto es que las acusaciones criminales contra la iglesia, y su tradicional política corporativa de ocultar los episodios escandalosos, llenan frondosos expedientes. Con todo, muchas más son las víctimas que pagaron con su sangre las pretendidas ofensas blasfemas, y los niños que
siguen perdiendo su inocencia por los incalificables actos pedofílicos de sus ministros.
 
¿Y qué decir de la censura eclesiástica en materia de arte?
 
Aquí la moral sacerdotal delata su propio inconsciente: la Inquisición y su hoguera como instrumento purificador de los pecados. Maestros audaces en el arte de echar al fuego las culturas, los curas no tan solo han quemado los documentos y libros históricos de varias de ellas, sino que han desafiado bajo soberbia y desdén el derecho democrático de la libre
expresión estética con la conformidad de los ultracatólicos.
 
“Censura es dictadura”.
 
Este lúcido afiche rimado lo exhibieron los enardecidos manifestantes al protestar contra la clausura, en el Centro Cultural Recoleta, de la variada muestra de arte del plástico argentino León Ferrari.
Concentrados en torno a la Iglesia del Pilar, donde colgaron otro afiche, “Aquí se bendicen genocidas”, como recordatorio de los curas cómplices del nefasto Proceso Militar, seguidamente entonaron otro estribillo:
 
“Iglesia, basura, / honró la dictadura”.
 
Grupos defensores de la libre exhibición artística realizaron un abrazo solidario en apoyo de León Ferrari, quien, aureolado por su nevado pelo canoso brillante y sus lentes de vidrio de pecera viendo navegar su propia sonrisa indulgente, hacía recordar a su bellísima pintura simbólica del Cristo crucificado en las alas de un avión. Sin embargo, esa sonrisa suya quedó borrada cuando León “agradeció” irónicamente a la jueza por la torpe medida de clausurarle
la exposición, y dijo de ella: “Así demostró su intolerancia, y la de una parte de la sociedad”
¿Quién ordenó la clausura? La jueza Elena Liberatori, y obviamente lo dispuso en nombre de una parte, que no es la de toda la sociedad.
Ahora bien, si se juega a interpretar los hechos mediante el nombre de las personas protagonistas de ellos, se irá descubriendo cómo la teoría de la onomancia (onóma: nombre; mancía: adivinar) revela un claro fondo cómico que no es casual. Elena, en griego, significa “la destructora”, y Liberatori cabe suponer que está vinculado con “liberación”. Pero ¿qué ha liberado entonces la jueza Elena Liberatori? No indudablemente la hermosa muestra artística al ordenar, por el contrario, su clausura.
Otro actor de la prohibición fue el presbítero Guillermo Marcó, director de prensa del Arzobispado porteño, que atacó duramente diciendo: ”La obra de Ferrari siempre ha generado polémica, porque ha buscado la publicidad de esta manera", soslayando así olímpicamente la calidad de la obra plástica del artista, reconocido a nivel internacional. Por eso, ¿qué marcó Guillermo Marcó sino el menosprecio por lo estético? En cuanto al director de la Sociedad Bíblica Argentina, Salvador Dellutri, culpó “a los embates de la corriente agnóstica minoritaria que pretende desacralizar a la sociedad profanando sus símbolos sagrados y atacando los principios morales y religiosos”.
Pero esto no se agotó aquí, y el bíblico prosiguió con la filípica acusando al pintor de haber querido sacralizar “una manifestación presuntamente artística situándola más allá del bien y del mal, lo que es un acto de agresión gratuita e insoportable”.
Salvador Dellutri confiesa así poseer una concepción bien extraña de la razón, según la cual la tiene solamente quien pertenece a la mayoría, dejando afuera al que no comparte esa identificación social cuantitativa, en este caso a la “corriente agnóstica minoritaria”. Es gracioso: tal criterio acomodaticio de medición estadística, conduce a deducir que la misma religión católica apostólica y romana no tiene la razón, y queda excluida de la verdad por cuanto sus feligreses son menores en número al total de los otros profesantes.
Según estadísticas insertas en internet, los católicos alcanzarían los 1.086 millones, en tanto el islamismo lo haría con 1035 millones, el hinduismo con unos 600 millones, el cristianismo no católico 350 millones, el budismo 320 millones, el confusionismo 320 millones, y el judaísmo los 15 millones. Es decir, si sumamos las religiones no católicas la cifra daría 2.640 millones, y si a esta cifra se le restan los 1.086 millones de católicos el resultado es 1.554 millones, cantidad elocuente con la cual quedan superados los creyentes en la iglesia católica. De manera que si el total de habitantes del planeta es de 6.000 millones (año en que se efectuó este cálculo),
y a ellos le restamos la suma de católicos y no católicos –3.726 millones– la cuenta totaliza 2.274 millones. ¿Qué es entonces esta extraordinaria cantidad sino “la corriente agnóstica”, que obviamente no es minoritaria sino mayoritaria respecto de los 1.086 millones de católicos?
Salvador Dellutri, pero ¿salvador de qué? Indudable: no del prójimo León Ferrari, a quien en vez de amarlo, como bien exhorta el evangelio cristiano, lo acusa no más de ser el diablo mismo, y con esa fórmula del Santo Oficio de la Edad Media intenta anatematizarlo por ser “un profanador”.
Pero si profanador es quien se queda “fuera del templo”(pro=ante o fuera; fanum=templo), el que no ha podido entrar al templo del arte es más bien Salvador Dellutri, qué duda cabe, y merece ser exorcizado por su retrógrada concepción de la razón estadística. Ese es su castigo: su incomprensión del mensaje estético, que en forma admirablemente simbólica Ferrari explicita en sus cuadros, señalando no solo la inmoralidad de una Iglesia decadente sino la corrupción de los políticos y la ferocidad de una sociedad plutocrática (adoradora del dinero), basada en los crueles valores consumistas, que se ha olvidado de la solidaridad y la caridad.
 
¿Y que pasó con el propio León Ferrari?
 
Prosiguiendo con la válida teoría de la onomancia, este león defensor de la autonomía estética gracias a sus rugidos de bellas pinceladas y denunciador de farsas y farsantes, después de esta escandalosa polémica de la clausura vendió todas sus obras a la fuerza, por pedido suplicante de sus fanáticos admiradores. Volvió a recuperar su sonrisa y la retuvo en una pose de Mona Lisa ante el presbítero Guillermo Marcó, con quien se encontró en su despacho de prensa. Allí se dieron un abrazo y se bebieron un aromático café. Ferrari extrajo dos gruesos paquetes rectangulares del añejo portafolios y entonces, tuteándolo, le dijo dejando transfigurar su sonrisa en franca carcajada:
–Tomá tu plata, que te corresponde por haber influido sobre la jueza para que me cerraran la muestra, según lo convenido. Tuviste mucha razón al afirmar que no hay ninguna publicidad mejor que la prohibición, ya que lo prohibido genera el escándalo, y el escándalo atrae la plata…
–Sí… y todo lo demás, como siempre, son solo palabras, palabras…
 
Julio Requena

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