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18 de abril de 2017

Don Chavez lustrado, Osvaldo Guevara

DON CHAVEZ, LUSTRADOR

Don Chávez
lustrador
le canto a usted
con voz entera
en medio de la calle
entre la gente
que pasa con la frente en el bolsillo.

Usted lustra
con sus manos alquímicas
que hacen oro del polvo
que bruñen el cansancio
y devuelven el sol
a trapo y brío
a pomada y paciencia
a cepillo y fervor
a tinta y sangre.

Usted lustra
y yo lo celebro
Don Chávez
por sus ojos seguros
por su pierna de palo florecido
su alma fresca
su sonrisa temprana
(ligeramente opaca por las tardes
cuando el sol de la siesta
le restriega su engrudo perezoso
por el pelo valiente).
Yo lo celebro
ahora
entre diciembre
entre bocinas
naftas
y tenderos
en tanto usted
sentado
mueve las manos únicas
rítmico
bailoteante
sentencioso
para que el hombre alce los pies del polvo
y los ponga en el día
sueltamente.

Porque
pies con sombra
pies con miedo
pies con vacilación
pies con fiebre
pies con barro ciego
pies con pena
llegan
Y
llegan
hasta sus manos de pianista tierno
que tocan claramente sobre el día.

Lo celebro
Don Chavez
lo celebro
en medio de la vida
frente al sol
de mañana
con la voz de canción que me dio el rio
con la garganta que tomé del viento
con las palabras que quité a la noche
sobre mi cuerpo de arduo oficinista _
sobre mis piernas de saltar desganos
sobre mis pies de cavador tirante
mis pies
Don Chávez
que se acercan a usted
turbios y huraños
palomas disecadas
peces con sed
discos sin púa
cal ardiente
para que usted
los vivitique
los retresque
los gire
los impregne
para que usted
les haga ver su luz
esa luz que uno pierde entre las cosas
entre leyes
y charcos
y semanas
y que hombres como usted
Don Chavez
rodeados de tropiezos
señores
automóviles
úlceras
represiones
y vidrieras
restauran sentenciosos
rítmicos
bailoteantes
con esas manos de lavar distancias
tan ágiles y oscuras
tan diáfanas y firmes
que yo estrecho
Don Chávez
que yo estrecho
para ilustrar las mías
deslustradas.
Lo celebro
Don Chávez
en la vereda
la calle
la senda peatonal
la luz del día
al pie de .los semáforos
al lado del agente
que espía con los ojos de sus balas
lo nombro y canto
frente al viento alegre
que esta mañana espesa y viva
quiere
así
como usted
lustrar el mundo
con su trapo de azul y de verano.

Bien por el viento
bien
Don Chávez
el viento
nuestro aliado
el que traslada el grito de las flores
el que clava alas nuevas en los puños
el que trenza los humos de las fábricas
el que corre
anhelante
con el aroma de la palabra libertad
sobre el planeta.

Lo celebro
Don Chávez
bajo el brillante viento lustrador
que le embandera
como un asta triunfal
la pierna inmóvil
y al que usted
entrega
atados
combatientes
los tercos pies del hombre
para que echen a andar
-y usted con ellos-
husmeando azules
pisando oprobios
pero sin sombra
pero sin miedo
pero sin vacilar
pero sin fiebre
pero sin barro ciego
hondos
sobre la tierra
los altos pies del hombre
pero sin tierra
como usted

Don Chávez.

Osvaldo Guevara

Osvaldo Guevara leyendo su poema Don Chavez Lustrador
Videopoético del Café Literario del Jueves 18 de Marzo de 2010, en Big Pancho, Sarmiento 269, Villa Dolores, Capital de la Poesía, Traslasierra, Córdoba, Argentina. Cuyo tema fue EL HOMBRE y coordino la velada y el debate Gabriela Bayarri.

17 de abril de 2017

Para escribir el poema,

Para escribir el poema

The poem
is complex and the place made
in our lives
for the poem.
WILLIAM CARLOS WILLIAMS

1
Esta es la ley callada:
por más que escandalice,
la verdad interior
-que traba la lengua y anda por su túnel
resistiendo a sí misma-,
debe ser descubierta.
Eso no daña el prestigio
del corazón multiforme,
que debe insistir
y ser escuchado aun como culpa,
omisión,
          error, miedo, memoria
o sed inconfesa del cuerpo:
la historia de una combustión
siempre acorralada.
De lo contrario sólo se alumbran
fenómenos de oficio,
ningún animal completo.
Esas reticencias glaciales
consumen su invalidez, y su sanción
es muerte verdadera.
                   Aunque suene
trágico, no hablo del infierno
sino de palabra estéril.

2
Sin las cosas no hay poema.
Un hombre bajo hechizo
registrando una revelación personal.
Esa es, aunque no pueda
ser probada, la ley de lo creado
infinitamente repetida:
podrán engarzar el cuerpo
en los viajes de la savia, de la luz,
filtrando violencia y acidia
en las crisis graduales de la carne
no humana del mundo natural.
Amándolas, sin alegorías,
serán parte, maderas, flores,
unidos en los cambios
y en el renacimiento, en los ciclos
de silenciosas convulsiones.
Nunca la vida pequeña
será suficientemente expandida.

3
Con escrúpulos no hay poema.
Cuando la realidad cuestionada
se retire, lo ambiguo crecerá
en el exceso de conciencia,
sin discreción, aceptándose a sí mismo.
Mientras el mundo se disipa
y aun inclinados a lo juicioso,
retengan: lo fantástico se ajusta
por la razón; el gobierno
combinatorio de lo mágico se ejerce
puertas adentro.
                             Lo que merezcan
y lo que alcancen no serán tormentos:
la humillación del oficio siempre guarda
un rédito solemne.
                                 En la pelea
con la palabra inhábil, partes
del corazón y la verdad se pierden;
la imprecisión del espíritu
será imprecisión en la palabra.
Sin artificio no hay poema.


 Rodolfo Godino

16 de abril de 2017

Arte poética, Rodolfo Godino

Arte poética

El poema busca la mediación:
su móvil aura se anuncia
a la conciencia expandida.
Cuando el desorden refluye,
para encarnarse baja, tránsito
que no cambia ni redime:
sólo hunde la carga que transfiere.
Sin instrucción sobre su curso,
orientado por percepciones,
no circunstancias,
se trama, trastornando todo plan:
ya ha sido fijado por legiones
a las que su clave se otorgó
y con ella la dilución de la vida.

La vida por un murmullo inmortal.

Rodolfo Godino

15 de abril de 2017

Alejandro Nicotra leyendo Bulbos de Rodolfo Godino



Alejandro Nicotra leyendo Bulbos de Rodolfo Godino 

Diez años de la Revista Asueto hojas de poesía, que iniciara su actividad en abril de 1999, acto del viernes  22 de mayo de 2009,  Centro Cultural Cooperativo de la Ciudad de Villa Dolores, Traslasierra, Córdoba, Argentina.
Presentación de la edición número veinticinco.




Bulbos

En un punto del año
el flujo de los matices
y el volumen del verde se entumecen,
bajan a los grumos de la tierra.

En el ojo,
cebado por la ilusión del clima,
eso se instala
no como muerte
sino como renuncia de la luz
y presión gris de la bóveda del cielo.

No es cierto, ni vehemente,
ese final que luce
como colmada exposición del ocre:
abajo, en el poroso,
el susurro del ciclo
impregna las escamas de las yemas
y aguarda.

Como almas fijas
esas cápsulas reservan su momento
mientras arriba, en el teatro
de la luz parcial y el aire amarillo,
se pudre otra vez
la carne regia de dalias y azucenas


Rodolfo Godino

14 de abril de 2017

Mi padre sueña, Rodolfo Godino

MI PADRE SUEÑA, Rodolfo Godino (1997)

Noche con la realidad guardada
y todo suceso suspendido:
nada podía tocarme. Pero el fluir
de un alma ahogándose subió
desde el gran lecho donde el rey yacía.


Girando entre lengua y paladar,
apuntando a los dientes, hacia afuera,
aire y labios lo libraban en lo oscuro:
el llanto brotaba bajo mantas
y caía sobre el destino del oyente.

Conozco el ruido del que acaba de entender,
de carne separándose, de cimientos.
Pero aquél subía desde otro círculo
cruzado por ríos de azufre y barro
y roca líquida encendida.



 Rodolfo Godino


13 de abril de 2017

Usa rostros cambiantes, Rodolfo Godino

Usa rostros cambiantes
     
Usa rostros cambiantes
lo que desea tu oscurecimiento,
lo que quiere uncirte
a la flameante realidad.
Ella brota del ojo
gobernando un breve paraíso,
espejo que entrega al amo
sólo su ansiosa imagen.
Lo que no eres, lo que te elude,
lo que serás
no flota en esa versátil,
hambrienta dama.
Ningún pacto
con la bestia de misión oscura
te llevará a ti mismo
ni al seno del poema:
aguarda a que él descienda y vuele
porque su tránsito
te hace incorruptible.


Rodolfo Godino

12 de abril de 2017

A una gata que se fue, Rodolfo Godino

A una gata que se fue

Casi olvido tu nombre, irascible
reencarnación vigilante de mis secas
cohabitaciones con papeles ambiguos:

no busqué desanimar tu afecto,
sólo di más tiempo a las palabras
acaso porque envejecía sin experiencia:

te quise con fieles envolturas,
no merecí
que aquella tarde derramaras
tus celos sobre la mesa
de las inducciones celestes
(tal vez
crítica o sexual discurso
sobre discriminaciones y desapegos):

tu percepción bestial te diría
que todo lo femenino debió ser amparado,
cubierto, servido por mí.
     


Rodolfo Godino

11 de abril de 2017

El prisionero, Rodolfo Godino

Rodolfo Godino nació en San Francisco (Córdoba), en 1936. Tiene una gran obra editada y caracterizada por la originalidad, el despojamiento verbal y la musicalidad de sus versos.  Todo esto le ha valido gran cantidad de premios y reconocimientos. El poeta y académico falleció el 14 de enero de 2015.
El prisionero
   
Mozart en libertad domina el cuarto
con la exposición imparcial
de algunos meses de tormentos.
-Señor en el distante piano,
déjame un rastro de ti;
un beneficio que mude
estos grumos, letras, alianzas,
en tu legua reina.
En un instante
volveré a las palabras
bajo el ojo del silencio,
que es muerte.



Rodolfo Godino

10 de abril de 2017

La vista que no pude soportar, Carlos Castaneda

LA VISTA QUE NO PUDE SOPORTAR

Los Ángeles siempre había sido mi hogar. Mi elección de Los Ángeles no había sido cuestión de mi voluntad. Para mí, el quedarme en Los Ángeles ha sido el equivalente de haber nacido allí, quizás aún algo más profundo. Mi vínculo de afecto siempre ha sido total. Mi cariño por la ciudad de Los Ángeles siempre ha sido tan intenso, a tal grado una parte de mi ser, que nunca he tenido que darle voz. Nunca he tenido que revisarlo o renovarlo, nunca.
Tenía en Los Ángeles mi familia de amigos. Eran para mí parte de mi medio inmediato, es decir, los había aceptado totalmente tal como había aceptado la ciudad misma. Uno de mis amigos hizo la declaración una vez, un poco bromeando, de que todos nos odiábamos cordialmente. Indudablemente podían darse el lujo de tales sentimientos porque tenían otros arreglos emotivos a su disposición, como padres y esposas y maridos. Yo sólo tenía mis amigos en Los Ángeles.
Por la razón que fuera, yo era el confidente de cada uno. Cada uno de ellos me contaba todos sus problemas y vicisitudes. Mis amigos eran de una intimidad tal que nunca reconocí sus problemas o tribulaciones como algo menos que normal. Podía hablar con ellos durante horas de las mismas cosas que me habían horrorizado de las grabaciones y del psiquiatra.
Además, no me daba cuenta de que cada uno de mis amigos era increíblemente parecido al psiquiatra y al profesor de antropología. Nunca me fijé en lo tensos que estaban. Todos fumaban de manera compulsiva tal como el psiquiatra, pero nunca me había sido obvio, porque yo fumaba igual y estaba igual de tenso. La afectación de su habla era otra cosa que nunca había notado, aunque existía. Siempre afectaban el gangueo del oeste de los Estados Unidos, pero estaban muy conscientes de lo que hacían. Ni me había fijado en sus directas insinuaciones acerca de una sensualidad que eran incapaces de sentir, que conocían sólo a nivel intelectual.
La verdadera confrontación conmigo mismo empezó al enfrentarme con el dilema de Pete. Vino a verme, todo golpeado. Tenía la boca hinchada y un ojo rojizo e inflamado que evidentemente había sufrido un golpe y ya se estaban poniendo morado. Antes de que pudiera preguntarle lo que le había pasado, soltó de buenas a primeras que su mujer, Patricia, había ido durante el fin de semana a un encuentro de agentes de bienes raíces relacionado con su empleo, y que algo terrible le había sucedido. Al ver el aspecto de Pete, pensé que Patricia había estado en un accidente, estaba herida o hasta muerta.
 Pero, ¿se encuentra bien?  le pregunté, sinceramente afligido.
 Claro que está bien  ladró . Es una puta y una bestia y nada les pasa a las putas bestias más que se las cogen y les gusta.
Pete estaba lleno de rabia. Temblaba casi convulsivamente. Su abundante cabello rizado se le paraba por todas partes. Por lo general se lo peinaba con esmero, alisándose los rizos naturales. Ahora tenía un aspecto más loco que un demonio de Tasmania.
 Todo estaba normal hasta hoy  continuó mi amigo . Entonces, esta mañana, al salir de la ducha, me chasqueó el culo con una toalla y eso es lo que me hizo ver que andaba cogiendo con alguien.
Su razonamiento me tenía desconcertado. Lo interrogué un poco más. Le pregunté cómo el acto de chasquearlo con una toalla podía revelar tal cosa.
 Si eres un culo, no te revela nada  dijo con veneno en la voz . Pero yo conozco a Patricia, y el jueves antes de que fuera al encuentro de agentes, ¡no podía chasquear una toalla! De hecho, nunca ha podido chasquear una toalla durante todo el tiempo que llevamos de casados. ¡Alguien tiene que habérselo enseñado cuando andaban desnudos! ¡Así es que la agarré del cuello y la ahorqué para que me dijera la verdad! ¡Sí! ¡Se está cogiendo a su jefe!
Pete dijo que había ido a la oficina de Patricia para agarrarse con su jefe, pero que el hombre estaba bien protegido por sus guardaespaldas. Lo echaron a estacionamiento. Quería romper las ventanas, tirarles piedras, pero las guardaespaldas le dijeron que si lo hacía terminaría en la cárcel, o aún peor, con una bala en la cabeza.
 ¿Son los que te golpearon, Pete?  le pregunté.
 No  dijo, abatido . Anduve por la calle y entré en la oficina de ventas de una agencia de coches usados. Le di un golpazo al primer vendedor que vino a hablarme. El hombre estaba aturdido, pero no se enojó. Me dijo: «¡Cálmese, señor, cálmese! Aún se puede negociar”.
Cuando lo volví a golpear en la boca, se puso fúrico. Era un tipo grande y me dio en la boca y en el ojo y me dejó tirado en el suelo. Cuando desperté  continuó Pete , estaba acostado en el sofá de su oficina. Oí que llegaba una ambulancia, así es que me levanté y salí corriendo. Entonces vine a verte.
Empezó a sollozar sin contenerse. Vomitó. Estaba hecho un desperdicio. Llamé a su mujer y en menos de diez minutos llegó al apartamento. Se puso de rodillas delante de Pete y le juró que lo amaba sólo a él, que todo lo demás que ella hacía eran imbecilidades y que el de ellos era un amor de vida o muerte. Los otros no eran nada. Ni siquiera los recordaba. Los dos se desahogaron en llantos, y desde luego se perdonaron. Patricia llevaba gafas oscuras para esconder el hematoma del ojo derecho que le había puesto Pete (Pete era zurdo). Los dos ni sabían ya que estaba yo allí, y se marcharon. Salieron abrazados, dejando la puerta abierta.
La vida parecía continuar como siempre. Mis amigos se portaban conmigo como siempre lo habían hecho. Estábamos como de costumbre, involucrados en ir a fiestas, al cine o simplemente a chismear; o buscando restaurantes donde ofrecieran «todo lo que puedas comer» por el precio de una comida. Sin embargo, a pesar de este estado seudo normal, un extraño y nuevo factor parecía haber penetrado en mi vida. Como el sujeto que lo experimentaba, se me hizo aparente que de pronto yo me había vuelto muy intolerante. Había empezado a juzgar a mis amigos de la misma manera en que había juzgado al psiquiatra y al profesor de antropología. ¿Quién era yo para ponerme a juzgar a los demás?
Me sentí inmensamente culpable. Juzgar a mis amigos había creado un estado de ánimo desconocido. Pero lo que consideraba peor, era que no sólo los juzgaba, sino que encontraba sus problemas y tribulaciones asombrosamente banales. Yo era el mismo; ellos eran mis mismos amigos. Había escuchado sus quejas y relatos de sus situaciones cientos de veces, y nunca había sentido nada más que un profundo sentido de identificación con lo que oía. Mi horror al descubrir este nuevo ánimo me abrumaba.
El aforismo de que las desgracias nunca vienen solas, no podría haber sido más cierto en aquel momento de mi vida. La desintegración total de mi vida vino cuando mi amigo, Rodrigo Cummings, me pidió que lo llevara al aeropuerto de Burbank; de allí saldría para Nueva York. Era una maniobra de gran drama y desesperación por su parte. Consideraba su maldición estar atrapado en Los Ángeles. Para el resto de sus amigos, era una gran broma el hecho de que había intentado varias veces atravesar en coche todo el país para ir a Nueva York, y cada vez que lo hacía, el coche se le descomponía. Una vez había llegado hasta Salt Lake City antes de que le fallarla; necesitaba un motor nuevo. Tuvo que dejarlo allí. La mayoría de las veces le sucedía en las afueras de Los Ángeles.
 ¿Qué le pasa a tus coches, Rodrigo?  le pregunté una vez, con sincera curiosidad.
 No sé  respondió con un velado sentido de culpabilidad. Y entonces con una voz igual a la del profesor de antropología en su papel de predicador fundamentalista, dijo : Quizás es que cuando salgo a la carretera acelero el coche a toda velocidad porque me siento libre. Usualmente abro todas las ventanillas. Quiero sentir el viento en la cara. Me siento como chico en busca de algo nuevo.
Me resultaba obvio que sus coches, que siempre eran carcachas, ya no tenían la capacidad de viajar a toda velocidad, y que sencillamente les quemaba el motor.
De Salt Lake City, Rodrigo había regresado a Los Ángeles haciendo autostop. Claro que podría haber hecho autostop hasta Nueva York, pero nunca se le ocurrió. Rodrigo parecía padecer de la misma condición que también me afectaba: una pasión inconsciente por Los Ángeles que él quería rechazar a toda costa.
En otra ocasión, su coche estaba en excelente condición mecánica. Podría haber hecho el viaje fácilmente, pero Rodrigo aparentemente no estaba en condiciones de dejar Los Ángeles. Llegó hasta San Bernardino, donde se metió a un cine a ver una película: Los Diez Mandamientos. Esa película, por razones que sólo Rodrigo conocía, le produjo una nostalgia insuperable por Los Ángeles. Regresó y lloró, diciéndome que la pinche ciudad de Los Ángeles le había construido una barrera a su alrededor y no lo dejaba salir. Su esposa estaba feliz de que no se hubiera ido, y su novia, Melissa, estaba aún más contenta, aunque un poco desilusionada porque tuvo que devolverle los diccionarios que él le había regalado.
Su último intento desesperado de llegar a Nueva York por avión, fue aún más dramático, porque sus amigos le prestaron el dinero para el boleto. Dijo que de este modo, como no tenía la menor intención de devolverles el préstamo, se estaba asegurando de que no regresaría. Metí sus maletas en la cajuela de mi coche y salimos para el aeropuerto de Burbank. Comentó que el avión no salía hasta las siete. Era temprano por la tarde y teníamos tiempo suficiente para meternos a un cine. Además, él quería darle un último vistazo a Hollywood Boulevard, el centro de nuestras vidas y actividades.
Fuimos a ver una película épica en tecnicolor y cinerama. Era una de esas películas insoportables y largas que parecía atraer toda la atención de Rodrigo. Cuando salimos del cine, ya estaba oscureciendo. Me fui a toda velocidad a Burbank en medio de un tránsito pesadísimo. Me exigió que tomáramos las calles en vez de la autopista, que a esas horas estaba congestionada. El avión despegó al llegar nosotros al aeropuerto. Fue la última gota. Sumiso y derrotado, Rodrigo fue a la caja y presentó su boleto para que se lo rembolsaran. La cajera escribió su nombre, le dio un recibo y le dijo que el dinero le llegaría dentro de seis a doce semanas desde Tennessee, donde se encontraban las oficinas de contaduría de la aerolínea.
Regresamos al edificio donde los dos vivíamos. Como no se había despedido de nadie esta vez, por temor a la vergüenza, nadie ni siquiera se había dado cuenta de que había intentado irse una vez más. El único inconveniente era que había vendido su coche. Me pidió que lo llevara a la casa de sus padres, porque su papá iba a darle el dinero que había gastado en su boleto. Su padre siempre había sido, durante todo el tiempo que yo lo había conocido, el hombre que sacaba de apuros a Rodrigo en cada situación problemática que se metía. El eslogan del padre era: «¡No temas, Rodrigo padre te espera! » Después de oír la petición de Rodrigo de un préstamo para pagar su otro préstamo, el padre miró a mi amigo con la expresión más triste que jamás había visto yo. Él mismo estaba con terribles problemas económicos.
Abrazándolo, le dijo: «No puedo ayudarte esta vez, muchacho. Ahora sí tienes que temer, porque Rodrigo padre ya se fue”.
Quise desesperadamente sentirme uno con mi amigo, sentir su drama como siempre lo había hecho, pero no pude. Sólo me enfoqué en la declaración del padre. Parecía de una finalidad que me galvanizó.
Busqué ávidamente la compañía de don Juan. Dejé todo pendiente en Los Ángeles para hacer el viaje a Sonora. Le conté del humor extraño en que me encontraba con mis amigos. Llorando de remordimiento, le dije que había empezado a juzgarlos.
 No te aloques por nada  me dijo don Juan calmadamente . Ya sabes que una era entera de tu vida está por terminar, pero la era no termina hasta que muera el rey.
 ¿Qué quiere decir con eso, don Juan?
-Tú eres el rey y tú eres exactamente como tus amigos. Ésa es la verdad que te tiene sacudiéndote en tus pantalones. Una cosa que puedes hacer es aceptar las cosas como son, que claro, no lo puedes hacer. La otra, es decir: «Yo no soy así, yo no soy así», y repetir que tú no eres así. Pero te prometo que va a llegar el momento en que te vas a dar cuenta de que sí eres así.
  

Carlos Castaneda del Libro El Lado activo del infinito (1998)

9 de abril de 2017

Comentario del Libro Relatos de poder (1975), Carlos Castaneda

Comentario del Libro Relatos de poder (1975)

Relatos de poder lleva la marca de mi caída definitiva. En la época en la que tuvieron lugar los acontecimientos que se narran en el libro sufrí una profunda sacudida emocional, la crisis del guerrero. Don Juan Matus abandonó este mundo dejando a sus cuatro aprendices en él. Don Juan se dirigió a cada uno de esos aprendices y les asignó una tarea. A mí, aquella tarea me parecía un placebo que carecía del más mínimo significado en comparación con aquella pérdida.
El hecho de no ver nunca más a don Juan no podía ser aliviado por ninguna pseudotarea. Naturalmente, lo primero que hice fue suplicarle que me llevara con él.
 No estás preparado todavía  respondió . Seamos realistas.
 Pero podría prepararme en un abrir y cerrar de ojos,  le aseguré.
 No lo dudo. Estarías preparado, pero no para mí. Yo exijo una eficacia perfecta. Exijo un intento impecable y una disciplina impecable. Tú aún no los tienes. Los tendrás, te estás acercando; pero todavía no has llegado.
 Usted tiene el poder de llevarme, don Juan, aunque yo no esté a punto y sea imperfecto.
 Supongo que sí; pero no lo haré porque sería un vergonzoso desperdicio. Lo perderías todo, créeme. No insistas. Insistir no cabe en el mundo de los guerreros.
Aquella afirmación bastó para detenerme. Pero en mi fuero interno, sin embargo, anhelaba irme con él, aventurarme más allá de los límites de todo lo que conocía como normal y real.
Cuando llegó el momento en que abandonó efectivamente el mundo, don Juan se convirtió en una especie de coloreada y vaporosa luminosidad. Era pura energía, fluyendo libremente en el universo. En ese momento mi sensación de pérdida fue tan intensa que quise morir. Prescindí de todo lo que don Juan había dicho y, sin dudarlo, me arrojé a un precipicio. Pensaba que si hacía eso, don Juan estaría obligado a llevarme consigo y a salvar cualquier ápice de conciencia que me quedara, muerto y todo.
Pero por razones que me resultan inexplicables, tanto desde las premisas de mi cognición normal como desde la cognición del mundo de los chamanes, no morí. Me quedé solo en el mundo cotidiano, mientras que los tres componentes de mi grupo se dispersaron por el mundo. Era un desconocido para mí mismo, lo que hacía que mi soledad fuera más intensa que nunca. Me veía a mí mismo como un infiltrado, como una especie de espía que don Juan había dejado atrás impelido por oscuras razones.
Las citas tomadas del texto de Relatos de poder muestran la cualidad desconocida del mundo; no del mundo de los chamanes, sino del mundo de la vida cotidiana, que es, según don Juan, tan rico y misterioso como el que más. Lo único que necesitamos para captar las maravillas de este mundo de la vida cotidiana es tener el suficiente desapego. Pero, más que desapego, lo que necesitamos es tener el afecto y el abandono suficientes.
 Un guerrero debe amar este mundo  me había advertido don Juan , para que este mundo que parece tan corriente se abra y revele sus maravillas.
Cuando formuló esta afirmación nos hallábamos en el desierto de Sonora.
 Es una sensación sublime  dijo  estar en este desierto maravilloso, contemplando sus picos escabrosos de aquello que parecen montañas y que, en realidad, son formaciones de lava de volcanes desaparecidos hace largo tiempo. Es una sensación gloriosa descubrir que algunas de esas pepitas de obsidiana se formaron a unas temperaturas tan elevadas que todavía conservan la marca de su origen. Tienen muchísimo poder. Es algo soberbio vagar sin rumbo por aquellos picos escarpados y encontrar súbitamente un trozo de cuarzo capaz de captar las ondas de radio. El único inconveniente de tan magnífico cuadro es que para penetrar en las maravillas de este mundo, o en las maravillas de cualquier otro mundo, un hombre necesita ser un guerrero: sereno, recogido, indiferente, templado por los embates de lo desconocido. Tú aún no tienes ese temple. Tu deber es, por tanto, buscar esa plenitud antes de poder siquiera hablar de aventurarte en el infinito.
He pasado treinta y cinco años de mi vida buscando la madurez del guerrero. He ido a lugares que desafían toda descripción, buscando esa sensación de temple ante los embates de lo desconocido. Me fui discretamente, sin anunciarlo, y regresé del mismo modo. El trabajo de los guerreros es silencioso y solitario, y cuando los guerreros se van o regresan, lo hacen tan inadvertidamente que nadie repara en ello. Buscar la madurez del guerrero de cualquier otro modo sería ostentoso y, por tanto, inadmisible.
Las citas de Relatos de poder me trajeron vivamente el recuerdo de que el intento de los chamanes que vivieron en México en tiempos remotos seguía funcionando impecablemente. La rueda del tiempo se movía inexorablemente a mi alrededor, obligándome a mirar en surcos de los que no es posible hablar y mantener la coherencia.
 Baste decir  me dijo don Juan en una ocasión  que la inmensidad del mundo, ya sea el mundo de los chamanes o el de los hombres corrientes, es tan evidente que únicamente una aberración nos impediría percibirla. Intentar explicar a unos seres aberrantes lo que es andar extraviado por los surcos de la rueda del tiempo es la cosa más absurda que podría emprender un guerrero. En consecuencia, el guerrero se asegura de que sus viajes sean propiedad únicamente de su condición de guerrero.

 Carlos Castaneda


8 de abril de 2017

Relatos de poder, Carlos Castaneda

 RELATOS DE PODER
  
La confianza del guerrero no es la confianza del hombre común. El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo. El guerrero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común esta enganchado a sus prójimos, mientras que el guerrero sólo depende de sí mismo. Andas en pos de lo imposible. Buscas la confianza del hombre común, cuando deberías buscar la humildad del guerrero. Hay una gran diferencia entre las dos. La confianza significa saber algo con certeza; la humildad implica ser impecable en los propios actos y sentimientos. Debes empujarte siempre más allá de tus límites.
No importa lo que uno revela ni lo que uno se guarda. Todo cuanto hacemos, todo cuanto somos, descansa en nuestro poder personal. Si tenemos suficiente, una palabra que nos digan podría ser suficiente para cambiar el curso de nuestra vida. Pero si no tenemos suficiente poder personal, se nos puede revelar la sabiduría más grande y esa revelación nos importaría un ajo.
El mundo es así como es sólo porque hablamos con nosotros mismos a cerca de que es así como es.
El pasaje al mundo de los brujos se franquea después que el guerrero aprende a suspender el dialogo interno.
Un guerrero toma su suerte, sea la que sea, y la acepta con la máxima humildad. Se acepta con humildad así como es, no como base para lamentarse, sino como base para su lucha y su desafío.
El guerrero no agacha la cabeza ante nadie, pero, al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él.
No hay nada en este mundo de lo cual un guerrero no pueda dar razón. Verás, un guerrero se considera ya muerto, y así no tiene ya nada que perder. Ya le pasó lo peor, y por lo tanto se siente tranquilo y sus pensamientos son claros; a juzgar por sus actos o sus palabras, uno jamás sospecharía que un guerrero lo ha prescindido todo.
La clave de la brujería es el dialogo interno; Esa es la llave que lo abre todo. Cuando un guerrero aprende a pararlo, todo se hace posible; se logran los planes más descabellados. La entrada a todas las experiencias extrañas y pavorosas que has tenido últimamente fue el hecho de que pudiste dejar de hablar contigo mismo.
El diagrama en las cenizas tenía dos epicentros; don Juan llamó a uno “la razón” y a otro “la voluntad”. La razón se conectaba directamente con un punto que él llamó “el habla”. A través del habla, la razón se relacionaba directamente con otros tres puntos, “el sentir”, “el soñar” y “el ver”. El otro epicentro, “la voluntad”, se relacionaba directamente con el sentir, el soñar y el ver, pero solo en forma indirecta con la razón y el habla.
Volví a preguntar acerca de los dos misteriosos puntos restantes. Me enseñó que solo estaban conectados a “la voluntad”; se hallaban a parte de “el sentir”, “el soñar” y “el ver” y mucho más lejos de “el habla” y “la razón”. Señaló con el dedo como estaban aislados de los demás, y el uno del otro. Estos dos puntos jamás se someten al habla ni a la razón. Solo la voluntad puede con ellos. La razón está tan lejos de ellos que es completamente inútil tratar de figurárselos.
Esta es una de las cosas más difíciles de aceptar; después de todo, el fuerte de la razón es razonarlo todo.
Somos perceptores. Nos damos cuenta: no somos objetos; no tenemos solidez. No tenemos límites. El mundo de los objetos y la solidez es una manera de hacer nuestro paso por la tierra más conveniente. Es sólo una descripción creada para ayudarnos. Nosotros o mejor dicho nuestra razón, olvida que la descripción es solo una descripción y así atrapamos la totalidad de nosotros mismos en un círculo vicioso del que rara vez salimos en vida.
Somos perceptores. Pero el mundo que percibimos es una ilusión. Fue creado por una descripción que nos dijeron desde el momento en que nacimos.
Nosotros los seres luminosos nacemos con dos anillos de poder, pero solo usamos uno para crear el mundo. Ese anillo, que se engancha al muy poco tiempo que nacemos, es la razón, y su compañera el habla. Entre las dos urden y mantienen el mundo. Así pues, en esencia, el mundo que tu razón quiere sostener es el mundo creado por una descripción y sus reglas dogmáticas e inviolables, que la razón aprende a aceptar y defender.
El secreto de los seres luminosos es que tienen otro anillo de poder que nunca se usa, la voluntad.
El secreto de un guerrero es que él cree sin creer. Pero, por lo visto, un guerrero no puede nada mas decir que cree y dejar así las cosas. Eso sería demasiado fácil. Creer nada mas que por creer lo libraría de examinar su situación. Cuando un guerrero tiene por fuerza que creer, lo hace porque así lo escoge, como expresión de su predilección más íntima. Un guerrero no cree; un guerrero tiene que creer.
Un guerrero, o cualquier hombre si a esas vamos, no puede de ningún modo lamentarse por no estar en otra parte; un guerrero porque vive del desafío, un hombre común porque no sabe dónde lo va a encontrar su muerte.
El poder te enseña que la muerte es el ingrediente indispensable del tener que creer. Si no se tiene en cuenta la muerte, todo es ordinario, trivial. Sólo porque la muerte nos anda al acecho es el mundo un misterio sin principio ni fin.
Tener que creer que el mundo misterioso e insondable era la expresión de la predilección íntima de un guerrero. Sin ella, el guerrero no tenía nada.
Todos nosotros somos una bola de idiotas cuando entramos en el mundo de la brujería y entrar en ese mundo no nos garantiza, en ningún sentido, que cambiaremos. Algunos seguimos idiotas hasta el fin.
Explicó que cada ser humano tenía dos facetas, dos entidades distintas, dos contrapartes que entraban en funciones en el instante del nacimiento; una se llamaba “tonal” y la otra “nagual”.
El tonal es, y con derecho, un protector, un guardián: un guardián que la mayoría de las veces se transforma en guardia.
El tonal es el organizador del mundo. Quizás la mejor forma de describir su obra monumental, es decir que en sus hombros descansa la tarea de poner orden en el caos del mundo. No es un absurdo sostener, como lo hacen los brujos, que todo cuanto sabemos y hacemos como hombres, es obra del tonal. Lo que se ocupa de dar sentido a nuestra conversación es el tonal; sin él solo habría sonidos raros y muecas y no comprenderías nada de lo que te digo.
Yo diría, pues, que el tonal es un guardián que protege, algo muy, pero muy valioso: nuestro mismo ser. Por lo tanto, una cualidad nata del tonal es la de ser astuto, y celoso con su obra. Y como lo que hace es efectivamente la parte más importante de nuestras vidas, no es del nada extraño que al fin y al cabo se convierta, en cada uno de nosotros, de guardián en guardia.
Un guardián es magnánimo y comprensivo. Un guardia, en cambio, es vigilante intolerante y por lo siempre un déspota. Yo diría que en todos nosotros el tonal se ha hecho un guardia insoportable y déspota, cuando debería ser un guardián magnánimo.
El tonal es todo cuanto conocemos. Yo creo que esto, por sí solo, es razón suficiente para que el tonal sea un asunto tan importante. El tonal es todo eso para lo que tenemos palabras.
El tonal es todo cuanto conocemos. Y eso no solo nos incluye a nosotros, como personas, sino a todo lo que hay en nuestro mundo. Puede decirse que el tonal es todo cuanto salta a la vista. El tonal empieza en el nacimiento y acaba en la muerte.
El tonal es lo que construye el mundo. -¿Es el tonal el creador del mundo? – El tonal construye el mundo solo en sentido figurado. No puede crear el cambiar nada, y sin embargo construye el mundo porque su función es juzgar, y evaluar, y atestiguar. Digo que el tonal construye el mundo porque atestigua y evalúa al mundo de acuerdo con las reglas del tonal, en una manera extrañísima, el tonal es el creador que no crea nada. O sea que, el tonal inventa las reglas por medio, de las cuales capta el mundo. Así que, en un sentido figurado, el tonal construye el mundo.
Hay un tonal que es personalmente para cada uno de nosotros, y hay otro que es colectivo para todos nosotros en cualquier momento dado, el cual llamamos el tonal de los tiempos. El tonal de los tiempos es el que nos hace semejantes. Pero el factor importante que hay que tener en cuenta, es que todo cuanto conocemos de nosotros mismos y de nuestro mundo está en la isla del tonal.
El nagual es la parte de nosotros mismos con la cual nunca tratamos. El nagual es la parte de nosotros para la cual no hay descripción, ni palabras, ni nombres, ni sensaciones, ni conocimiento.
El nagual no era Dios, porque Dios es un objeto de nuestro tonal personal y del tonal de los tiempos. El tonal es, como ya dije, todo lo que creemos que es parte del mundo, incluyendo a Dios, por supuesto. Dios no tiene otra importancia que la de ser parte del tonal de nuestro tiempo.
 Dios es solamente todo aquello en lo que puedes pensar; por eso, propiamente hablando, Dios no es sino otro objeto en la isla. Dios no puede ser visto cuando uno quiere; solo podemos hablar de Él. En cambio, el nagual está al servicio del guerrero. Puede ser visto, pero no se puede hablar de él. El nagual está allí. Allí, alrededor de la isla. El nagual está allí, donde el poder se cierne.
 Desde el momento de nacer sentimos que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer, y luego por algún tiempo después, uno es todo nagual. En ese entonces, nosotros sentimos que para funcionar necesitamos una contraparte a lo que tenemos. Nos falta el tonal y eso nos da, desde el principio, el sentimiento de no estar completos. A esas alturas el tonal empieza a desarrollarse y llega a tener una importancia tan absoluta para nuestro funcionamiento que opaca el brillo del nagual, lo avasalla; y así nos volvemos todo tonal, no hacemos otra cosa sino aumentar esa vieja sensación de estar incompletos; esa sensación que nos acompaña desde el momento de nacer y que nos dice constantemente que hay otra parte de nosotros que nos haría íntegros.
A partir del momento que somos todo tonal, empezamos ha hacer pares. Sentimos nuestros dos lados, pero siempre los representamos con objetos del tonal. Decimos que nuestras dos partes son el alma y el cuerpo. O la mente y la materia. O el bien y el mal. Dios y Satanás.
Nunca nos damos cuenta, sin embargo, de que solo estamos haciendo parejas con las cosas de la isla, algo muy semejante a hacer parejas con café y té, o pan y tortillas, o chile y mostaza.
Somos de verdad animales raros. Nos creemos tanto y en nuestra locura, creemos tener perfecto sentido.
El tonal empieza al nacer y termina al morir, pero el nagual nunca termina. El nagual no tiene limites. He dicho que el nagual es donde se cierne el poder; esa era solo una forma de aludirlo.
Quizá, por razones del efecto que causa, el nagual puede entenderse mejor en términos de poder. Por ejemplo, cuando hace rato te sentiste entumido y sin poder hablar, yo te estaba en verdad tranquilizando; esto es, mi nagual actuaba sobre ti.
-¿Cómo le fue posible hacer eso, don Juan?- No vas a creerlo, pero nadie sabe como. Yo nada mas sé que quería tu atención completa, y entonces mi nagual se encargó de hacerte el resto.
Esto yo lo sé porque soy el testigo de sus efectos, pero no sé como funciona.
Uno puede decir que el nagual es el responsable de la creatividad. El nagual es la única parte de nosotros capaz de crear.
Uno de los actos de un guerrero es no dejar nunca que lo afecte nada. De este modo, un guerrero puede estar viendo al mismo diablo, pero jamás dejará que nadie lo sepa. El control del guerrero tiene que ser impecable.
Hablando en general, hay dos lados en cada tonal. Uno es la parte externa, el margen, la superficie de la isla. Esa es la parte relacionada con la acción, y la atención, el lado áspero. La otra parte es la decisión y el juicio, el tonal interno, más suave, más delicado y más complejo. El tonal hecho y derecho es un tonal donde los dos niveles se encuentran en perfecta armonía y equilibrio.
Yo diría que lo mejor de nosotros siempre sale a flote cuando estamos de espaldas contra la pared, cuando sentimos que la espada se cierne sobre nuestra cabeza.
El ver debe ser directo, porque un guerrero no puede malgastar su tiempo en deshilar lo que él mismo está viendo. Ver es ver porque acaba con todas esas idioteces.
Un guerrero hace una pregunta, y a través de su ver obtiene una respuesta, pero la respuesta es sencilla, nunca es adornada hasta el punto de que hay perros de agua voladores.
Una regla básica para el guerrero, es hacer sus decisiones con tanto cuidado que nada de lo que pueda ocurrir como resultado de ellas sea capaz de sorprenderlo, mucho menos de menguar su poder. Ser un guerrero significa ser humilde y estar alerta. Un guerrero jamás deja la isla del tonal. La utiliza.
Este es tu mundo. No puedes renunciar a él. Es inútil enojarse y desilusionarse con uno mismo. Eso simple y llanamente prueba que el tonal de uno esta envuelto en una batalla interna; una batalla dentro del propio tonal es una de las luchas más imbéciles que pueda ocurrir. La vida ajustada de un guerrero esta diseñada para acabar con esa lucha. Desde el principio te he enseñado a evitar la fatiga y el desgaste. Ahora ya no hay la guerra esa que había dentro de ti, porque el camino del guerrero es armonía, armonía entre las acciones y las decisiones, al principio, y luego la armonía entre el tonal y el nagual.
Al comienzo uno tiene que hablarle al tonal. El tonal es el que debe ceder el control. Pero hay que hacer que lo ceda con alegría. Se hace que el tonal abandone cosas innecesarias como el sentirse importante y el entregarse al vicio, las cuales solo lo hunden en el aburrimiento. La tarea entonces es convencer al tonal que se haga libre y fluido. Eso es lo que un brujo necesita antes que cualquier otra cosa: un tonal fuerte, y libre. Mientras más se fortalece, menos se aferra a sus hechos y más fácil resulta escogerlo.
El tonal se encoge en determinados momentos, sobre todo cuando se apena. De hecho, una característica del tonal es su timidez. Hay ciertas ocasiones en que el tonal es tomado por sorpresa, y su timidez, inevitablemente lo encoge.
Un empujón es entonces la técnica para encoger el tonal. Uno tiene que empujar en el instante preciso; para ello, por supuesto, uno debe saber como ver. Una vez que el hombre ha sido empujado y su tonal se encoge, su nagual, si es que ya está en movimiento, toma las riendas y realiza hazañas extraordinarias.
Todo lo que tienes que hacer es instalar tu intención como aduana. Cuando estés en el mundo del tonal, deberías ser un tonal impecable; ahí no hay tiempo para porquerías irracionales. Pero cuando estés en el mundo del nagual también deberías ser impecable; ahí no hay tiempo para porquerías racionales. Para el guerrero, la intención es la puerta de en medio. Se cierra por completo detrás de él cuando va o cuando viene.
Al guerrero se le debe de enseñar a ser impecable y a estar totalmente vacío antes de que pueda aún siquiera concebir ser testigo del nagual.
Un susto repentino siempre encoge el tonal. El problema es aquí no dejar que el tonal se encoja más de la cuenta. Un grave asunto para un guerrero es el saber precisamente cuando dejar que su tonal se encoja y cuando detenerlo. Eso si que es un arte. El guerrero debe luchar como demonio para encoger su tonal; pero en el mismo momento en que el tonal se encoge, el guerrero debe voltear al revés la lucha inmediatamente para no dejarlo encogerse más.
El nagual puede ejecutar cosas extraordinarias. Cosas que no parecen posibles, cosas impensables para el tonal. Pero lo extraordinario es que el que actúa no tiene manera de saber como ocurren esas cosas. En otras palabras. Genaro no sabe como hace esas cosas; él solo sabe que las hace.
La expresión del nagual es asunto de su temperamento personal. Si el guerrero es chistoso, el nagual es chistoso. Si el guerrero es espantoso, el nagual es espantoso. Si el guerrero es perverso, el nagual es perverso.
Cuando uno se encuentra cara a cara con el nagual, uno siempre tiene que estar solo.
El poder personal decide quien puede y quien no puede sacar provecho de una revelación; la experiencia que tengo con mis semejantes me ha mostrado que pocos, poquísimos de ellos estarían dispuestos a escuchar; y de los pocos que escuchan, menos aún estarían dispuestos a actuar de acuerdo a lo que han escuchado; y de aquellos que están dispuestos a actuar, menos aún tienen suficiente poder personal para sacar provecho de sus actos.
Un maestro nunca busca aprendices y nadie puede solicitar las enseñanzas. Lo que señala a un aprendiz es siempre un augurio.
Una vez que el aprendiz ha sido enganchado empieza la instrucción. El primer acto del maestro es introducir la idea de que el mundo que creemos ver es solo una visión, una descripción del mundo. Cada esfuerzo del maestro se dirige a demostrar este punto al aprendiz.
Pero aceptarlo parece ser una de las cosas más difíciles de hacer; estamos complacientemente atrapados en nuestra particular visión del mundo, que nos compele a sentirnos y a actuar como si supiéramos todo lo que hay que saber acerca del mundo. Un maestro, desde el primer acto que efectúa, se propone para esa visión. Los brujos lo llaman parar el dialogo interno, y están convencidos de que esa técnica es la más importante que el aprendiz pueda aprender.
Para detener esa visión del mundo que uno ha tenido desde la cuna, no es suficiente el que uno simplemente tenga el deseo, o se haga la resolución. Uno necesita una tarea práctica; esa tarea se llama la forma correcta de andar. Parece una cosa inocente y sin sentido. Como todo lo que tiene poder en sí o de por sí, la forma correcta de andar no llama la atención.
El andar de esa manera específica satura el tonal. Lo inunda. Verás: la atención del tonal tiene que colocarse en sus creaciones. De hecho, esa atención es la que por principio de cuentas crea el orden del mundo; el tonal debe prestar atención a los elementos de su mundo con el fin de mantenerlo, y debe, sobre todo, sostener la visión del mundo como diálogo interno.
Dijo que la forma correcta de andar era un subterfugio. El guerrero, al curvar los dedos, llama la atención hacia sus brazos; luego, mirando sin enfocar cualquier punto directamente frente a él en el arco que empieza en la punta de sus pies y termina sobre el horizonte, inunda literalmente su tonal con información.
El tonal sin su relación de “uno a uno” con los elementos de su descripción, no podía hablar consigo mismo, y así uno llegaba al silencio. Don Juan explicó que la posición de los dedos no importaba en absoluto, que la única consideración era llamar la atención hacia los brazos poniendo los dedos en diversas posiciones desacostumbradas, y que lo importante era la forma en que los ojos, mantenidos fuera de foco, detectaban un enorme número de detalles del mundo sin tener claridad con respecto a ellos. Añadió que en tal estado los ojos podían captar detalles demasiado fugaces para la visión normal.
Junto con la forma correcta de andar, el maestro debe enseñar al aprendiz otra posibilidad, todavía más sutil: la posibilidad de actuar sin creer, sin esperar recompensas; de actuar solo por actuar. No exagero al decirte que el éxito de la empresa del maestro depende de lo bien y armoniosamente que guíe a su aprendiz en este aspecto específico.
Conforme el recapitulaba las tareas que me había dado, me di cuenta de que, al hacerme realizar rutinas sin sentido, había implantado en mi la idea de actuar sin esperar nada a cambio.
Parar el dialogo interno es, sin embargo, la llave del mundo de los brujos. El resto de las actividades son solo apoyos; lo único que hacen es acelerar el efecto de parar el dialogo interno.
Dijo que había dos actividades o técnicas principales usadas para acelerar el cese del dialogo interno: borrar la historia personal y “soñar”.
El secreto de todo esto está en la atención de uno. Todo esto existe gracias a nuestra atención.
Este mismo peñasco donde estamos sentados es un peñasco porque hemos sido forzados a ponerle nuestra atención como peñasco.
Borrar la historia personal y soñar deberían ser solo una ayuda. Lo que un aprendiz necesita para apuntalarse es la sobriedad y la fuerza. Por eso el maestro habla del camino del guerrero, o vivir como un guerrero. Esa es la goma que se pega a todas partes en el mundo de un brujo. El maestro debe forjarla y desarrolllarla poco a poco. Sin la solidez y serenidad del camino del guerrero no hay posibilidad de resistir la senda del conocimiento. Al finalizar su recuento, añadió que el maestro debía tomar en cuenta la personalidad del aprendiz.
Explicó que, para ayudar a borrar la historia personal, se enseñaban otras tres técnicas: perder la importancia personal, asumir la responsabilidad y usar a la muerte como consejera. La idea era que, sin el efecto benéfico de esas técnicas, el borrar la historia personal haría del aprendiz un individuo tornadizo, evasivo e innecesariamente dudoso de sí y de sus acciones.
Don Juan señaló entonces que había una aparente contradicción en la idea del cambio; por una parte, el mudo de los brujos pedía una transformación drástica, y por otra, la explicación de los brujos decía que la isla del tonal estaba completa y que ni un solo elemento podía quitarse de ella. El cambio, pues, no significaba eliminar nada, sino mas bien alterar el uso asignado de dichos elementos.
Me aseguró que los detalles del procedimiento eran decididos por el poder mismo. Dijo que, si bien se suponía que las enseñanzas cubrieran los mismos asuntos en el caso de todo aprendiz, el orden era diferente para cada uno.
Yo te di lo suficiente de la visión de los brujos sin permitir que te enganchara. Te dije que si uno hace encarar a dos visiones, la una contra la otra, puede escurrirse entre ambas para llegar al mundo real. Me refería a que solo puede llegarse a la totalidad de uno mismo cuando uno tiene bien entendido que el mundo es simplemente una visión, sin importar que esa visión pertenezca a un hombre común o a un brujo.
Lo importante no es aprender una nueva descripción sino llegar a la totalidad de uno mismo.
Hay que llegar al nagual sin maltratar al tonal y sobre todo, sin dañar el cuerpo.
No querer nada era el mejor logro de un guerrero. Sin embargo en mi estupidez, yo había ampliado la sensación de no querer nada, haciéndola caer en la de no disfrutar nada. Así, mi vida era tediosa y vacía.
El tonal no sabe que las decisiones están en el terreno del nagual. Cuando creemos decir, no hacemos mas que reconocer que algo mas allá de nuestra comprensión ha puesto el marco de nuestra dizque decisión, y todo lo que nosotros hacemos es consentir.
Explicó que romper las rutinas, el paso de poder y no-hacer eran avenidas para aprender nuevas maneras de percibir el mundo; maneras que daban al guerrero un anticipo de posibilidades increíbles de acción.
Los brujos dicen que estamos dentro de una burbuja. En una burbuja en la que somos colocados en el instante de nuestro nacimiento. Al principio está abierta, pero luego empieza a cerrarse hasta que nos ha sellado en su interior. Esa burbuja es nuestra percepción. Vivimos dentro de esa burbuja toda la vida. Y lo que presenciamos en sus paredes redondas es nuestro propio reflejo. La cosa reflejada es nuestra visión del mundo. Esa visión es primero una descripción que se nos da desde el instante en que nacemos hasta que toda nuestra atención queda atrapada en ella y la descripción se convierte en visión.
El maestro reorganiza la visión del mundo, yo le he llamado a esa visión la isla del tonal. He dicho que todo lo que somos se encuentra en esa isla. El trabajo del maestro, en lo referente a la percepción del aprendiz, consiste en reordenar todos los elementos de la isla en una mitad de la burbuja para ahora ya te habrás dado cuenta que limpiar y reordenar la isla del tonal significa reagrupar todos sus elementos en el lado de la razón.
El maestro siempre se dirige a ese lado, y al presentar a su aprendiz, por una parte, el camino del guerrero, lo obliga al raciocinio, o a la sobriedad, a la fuerza de carácter y de cuerpo; y al presentarle, por otra parte, situaciones inimaginables pero reales, que el aprendiz no puede abarcar, lo obliga a reconocer que su razón, por más maravillosa que sea, solo puede cubrir una zona pequeña. Una vez enfrentado con su incapacidad de razonarlo todo, el guerrero hará hasta lo imposible por reforzar y defender su razón derrotada, y para lograr tal efecto reunirá en torno a ella todo cuanto tiene.
La tarea del maestro es limpiar una mitad de la burbuja y reordenar todo lo que hay en la otra mitad.
El tonal de cada uno de nosotros es solo un reflejo de ese indescriptible desconocido lleno de orden: el gran tonal; el nagual de cada uno de nosotros es solo el reflejo de ese indescriptible vacío que lo contiene todo: el gran nagual.
La vida de un guerrero no puede en modo alguno ser fría y solitaria y sin sentimientos.
El crepúsculo es la raja entre los mundos. Es la puerta a lo desconocido.

Carlos Castaneda del Libro Relatos de poder (1975)


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