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23 de julio de 2016

IV, Roberto Jorge Santoro

IV

con diploma de hiena
pasa un juntacadaveres
atrás de su desfile

no rompa más
en nombre de occidente

respira traiciones
su pulmón enano
y hay una rosa marchita
en el pecho del día

Roberto Jorge Santoro
De Poesía en general (1973) de Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r

La edición de Poesía en general se encontraba recubierta por una faja con un texto que hacia referencia a un error de imprenta por el cual las tapas salieron invertidas ( y es una muestra, a su vez, del sentido del humor de Roberto Santoro). He aquí reproducido el mismo:

Errose

El maleficio militar
al imprentero hizo equivocar

Amigo lector comprenda
del error ninguno escapa
en este libro-carpeta
se dieron vuela las tapas

 El Autor


Roberto Jorge Santoro

Nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1939. Fue pintor de brocha gorda, puestero en un mercadito, preceptor en una escuela industrial, tipógrafo, vendedor ambulante, periodista y poeta. Un verdadero buscavidas. Él mismo solía presentarse así: “Sangre grupo A, factor RH negativo, 34 años (en 1973), 12 horas diarias a la búsqueda castradora, inhumana, del sueldo que no alcanza. Dos empleos. Escritor surrealista, es decir, realista del sur. Vivo en una pieza. Hijo de obreros. Tengo conciencia de clase. Rechazo ser travesti del sistema, esa podrida máquina social que hace que un hombre deje de ser un hombre, obligándolo a tener un despertador en el culo, una boleta de Prode en la cabeza y un candado en la boca”. (Reportaje concedido a la revista Rescate en octubre de 1973).
A su compromiso y su denuncia se debe parte de su desaparición
Roberto Jorge Santoro fue secuestrado por elementos del terrorismo de Estado el 1° de junio de 1977, quienes se lo llevaron ilegalmente de su lugar de trabajo: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 25 Teniente Primero de Artillería Fray Luis Beltrán, en la calle Saavedra del barrio de Once, donde el poeta prestaba servicio de preceptor con el cargo de subjefe. Hasta hoy se encuentra desaparecido. Una plaza de Buenos Aires, en Avenida Forest y Teodoro García, lleva su nombre.

22 de julio de 2016

III, Roberto Jorge Santoro

III

el hijo del poeta surrealista
remontó clandestinamente un barrilete
viendo a un albañil leer a kant en el tranvía

y cuando vi que el padre del ministro se transformaba
en iguana
recuerdo que se organizó un campeonato de ajedrez en
una villa miseria

así empezaron las cosas
fue cuando las gallinas todavía empollaban huevos

ahora
a los almaceneros se les ocurrió estudiar taquigrafía y
bailes clásicos
no creo que aguantemos mucho tiempo

Roberto Jorge Santoro
De Uno más unos humanidad Publicado por DEAD WEIGHT en 1972
El libro original se terminó de imprimir el día 31 de julio de 1972 en IMPRENTA DE LOS BUENOS AYRES SA -Rondeau 3274-Buenos Aires-Argentina

De Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r


19 de julio de 2016

II, Roberto Jorge Santoro

II

mañana un general con viruela boba habrá de acuartelar
a mil conscriptos
porque una mosca le ensució el tintero de la guerra del
paraguay
y su esposa tendrá un hijo con un coronel

un forzudo canta un jingler
y en el décimo piso del ministerio dos empleados juegan
a la generala
mientras una mujer les muestra la bombacha a dos
cadetes

parece que van a tapizar el sillón de la presidencia
y está en estudio clausurar la poesía
¿qué hace el tanque ése parado en la puerta de mi casa?


Roberto Jorge Santoro
De Uno más unos humanidad Publicado por DEAD WEIGHT en 1972
El libro original se terminó de imprimir el día 31 de julio de 1972 en IMPRENTA DE LOS BUENOS AYRES SA -Rondeau 3274-Buenos Aires-Argentina


De Obra poética completa 1959-1977 Roberto Jorge Santoro, Ediciones r r

18 de julio de 2016

Mi memoria y una caminata larga, Rafael Horacio López

Mi memoria y una caminata larga

Robusta, como la garganta
de un trueno
mi memoria trabaja
hurgando en la embriaguez
de los viñedos, del descanso,
cansada de no hacer nada
o de fabricar sueños o de pintar
geranios en el amanecer.
Mi memoria capta:
Sombras

Puños de arena
de una orilla
que no es un desierto
sino una cápsula
de río serrano.

Canto de pájaros
que son como un
concierto nuevo,
que no se quiere
quedar en el delgado
aire del espacio rural,
que rueda y rueda
como una polvareda
en la inmensa gramilla
de mi valle,

el breve llamado
de una soledad
que huele a polvo
de certezas.

Aquí el trueno se detiene,
se desgrana
como un gajo
de memorias viejas,
y siembra semillas
de una humildad confesa
Mi memoria
casi sal en las caminatas
de mis huesos
que lleva palabras
en la sangre.
  
He vivido en un país
liviano.
lejos de los difíciles
inventos de la memoria, de todos,
cerca del árbol completo,
cerca del bosque compartido,
cerca de la selva salvajemente
sencilla como un abrir
y un cerrar de ojos,
como apellidos tan comunes
como mirar un canto
cada mañana
cuando el sol
levanta sus pestañas.
Yo andaba descalzo
y sin apuro
buscando los huesos
que otros dejaron
creciendo al amparo
de las crecientes,
deteniéndome
en el mirador
de las primeras mañanas:
de los últimos alaridos.
  
He sembrado,
he bebido,
elevé mi mirada al cielo
y tengo la potestad
de autorizar mi posición
de árbol inclinado.

He caminado,
la memoria
camina
como una lluvia negra.
Estos pueblos
sostenían,
apenas con un tronco,
la suavidad
del cielo.

Y mis padres
con ellos.

Y yo caminaba
bebiendo la embriaguez
de los días.
Cosas así

me sucedieron.

Rafael Horacio López

17 de julio de 2016

Para Lila lo mejor que me sucedió en la vida, Rafael Horacio López

Para Lila lo mejor que me sucedió en la vida

La fuerza del amor
es el milagro.
Por ella abro mi corazón
y ese milagro me presta
su sombra,
el agua,
la mesa,
y palabras
que abren
las murallas
a lo increíble
a lo sencillo,
a lo amarillo
y tierno.

Es el milagro.

Lo sospechaba
cuando pisaba la arena
terminal del río
y trataba de descifrar
su idioma
cuando
las primeras palabras
me abrieron
las murallas
de la ansiedad espinuda
de los libros.

Los dedos
se me volvieron verbos
y aprendí
a conjugar los oficios,
las duras miradas
de los andenes,
el pan de la mesa
orgullosa.
de las privaciones,
de las siestas agudas
como vidrios.
Y me olvidé de crecer
siempre fui niño.

Todo esto
era el milagro.
Porque no todos
avivan las brasas
de la sangre
para mantener
las luces
de las manos curtidas
Trato de buscar
mi eternidad
Y por eso cultivo
virtudes
que enhebro
en los pasos
de una honestidad
octogenaria.

Y como un genio
que duerme
en su botella
espero ver a los
pájaros que un día
se ausentaron
buscando la longitud
de un trueno.

Ya mi camino
es difuso
como difuso
es el frío
de mis huesos.

Las cosas
que me sucedieron
están madurando aún
desde mis raíces.
Suben
hasta el asombro
y forman
como un lago
de cincelados
espejos
donde se miran
las estrellas
y los astros
que me dibujan
palabras
como los barriletes
que aun aspiran
a surcar los cielos
que una vez traduje.
Todo esto
es el milagro
y cosas así suceden
ahora que me siento
a dialogar
con el tiempo.
Trato de descifrar
los mensajes
del día
que me presentaron
sus paredes blancas.

He bebido
en el espejo
redondo
de mis días
y he contado
los nidos
que miraban
mi estatura:
debemos leer
en la eternidad
de las cosas sencillas
y tratar de beber
en las aguas del pueblo
que nos brindan
la saciedad amarilla
de los pobres.
Pido a Dios
que no me falte
el tiempo
cuando llegue
el momento
de mirarte
en la plenitud
de un nido
en mi represa.
Entonces,
habré bebido
el pecado
más dulce

de mi infancia.

Rafael Horacio López

16 de julio de 2016

Oda a los pájaros del valle, Rafael Horacio López

Oda a los pájaros del valle

El valle es un nido
largo nido
emplumado
tibio,
aquí nacen
los pájaros
que empluman
los dedos,
las piedras
los árboles.

Todo es color
y trinos,
en la maleza,
en el llano,
en la roca,
en la madera,
en la cumbre,
en el día,
en la noche.
Yo pongo
en estos pájaros
a toda
la garganta americana
porque
por ello
tenemos
la sencillez
del libro,
la oratoria
del gordo diccionario.

En ellos
están todos
los gritos
reprimidos:
el de júbilo
cuando saludan
al desbordante día,
el del miedo
cuando cae
la piedra destructora,
el de la victoria
cuando aplauden
sus alas un regreso,
el de la paz,
cuando se aman
en lo secreto del follaje
o en los ojos silenciosos de la piedra.

En sus voces
se hilvanan
los cantos del universo:
América
canta con el homero,
Europa
en el loro polígloto
África
en el agudo tordo
Oriente
en la monástica paloma.

Es signo de paz
la calandria
novia,
de canto pequeño
el oprimido
jilguero,
y el correo,
si, el correo
de los pobres
el suspendido colibrí
que balancea su mensaje
en la sonriente ventana.
Más armado que ninguno
y soslayado soldado
de la tarde:
el chingolo,
que debate
la familiar galería
con el gorrión extranjero
Serruchan
sus sueños
los hábiles
carpinteros
bebiendo el perfume
de la madera.

Porque el día
es una jaula
llena de pájaros,
un buche largo
con redondos
granos.
Sábana azul
el cielo
con golondrinas,
palomas,
aguiluchos,
que salpican
sus ocios
recortando el silencio.

Y la noche?
es un pájaro oscuro
que no envejece
nunca.
El golpea
los ojos del sueño
con el chistido viejo
de la lechuza,
del alicuco,
del colcón:
ojos de la noche
Americanos pájaros.
He caminado el silencio
de las sendas
buscando
buscando,
buscando
un pájaro nuevo
y allá
a los lejos
un canto redondo
una pata arrugada
o una flauta callada
en la arena.

He llenado
los ojos
la boca .
las manos
el cuerpo
de trinos
y gráciles vuelos
y tengo el alma
con menos pesares,
el sueño:
colmado de niños.

Pájaros del valle,
Americanos pájaros.

Rafael Horacio López
De nombrar las cosas (2009)

Arkenia Ediciones

15 de julio de 2016

Mi Secreto, Rafael Horacio López

Mi Secreto

1

Me inclino suavemente
y en el disco del aljibe
confío mi secreto.

El brocal repite hasta el cansancio
su sed de cielo
y no se inclina
copia del álamo su profundidad
y escamotea nubes, hojas
que traen un mensaje de otoño.

2
Te inclinas y revelas tu secreto
como una piedra que habla en la oreja del río

Todo es secreto hasta que te inclinas.

Después es un cauce abierto
hacia otra orilla. Y otra.

Tal vez por eso el sauce besa la arena
y el agua y el niño.

Por eso no revele tu amor
y el tiempo me tira unas monedas.


Rafael Horacio López. De La sed de la Luz 1997

14 de julio de 2016

La guitarra descansa,,, Rafael Horacio López

La guitarra descansa
sin almohada -en un piano
esperando la peste de los vinos baratos
en la mano de un ciego con sabor a todo.

Como la guitarra siento cosquillas en el viento
dolor en la mirada
paz en el silencio que cuido.

                                Sólo me falta alcanzar:
                     los colores de una nueva canción
                     y la fe de ese madero

que marcó el comienzo de los días.

Rafael Horacio López

13 de julio de 2016

Tiempo sin poemas, Rafael Horacio López

TIEMPO SIN POEMAS

Estoy otra vez entre mis papeles
que siempre adornan la revuelta mesa,
y me siento a escribir con la certeza
de que tarde en mi asombro fueron fieles.
Ellos son mis amigos. Los presiento
como un algo total, definitivo,
que me saben ajeno, sensitivo,
y me esperan sin más. A veces siento
que hubo en mi vida un tiempo sin poemas,
un espacio sin luz, de sombras vagas,
que acuciaron la noche más aciaga
de aquel tiempo sin ley y sin poemas.
Pero hoy estoy aquí. La luz incierta
es un raro reloj que me despierta.


Rafael Horacio López

De Tiempo sin poemas, Ediciones Tierraadentro, Villa Dolores, Traslasierra, córdoba, Argentina (1972)

12 de julio de 2016

Charla sobre poesía, docencia y creación literaria, Rafael Horacio López y Jose Luis Colombini



Video de la Charla sobre poesía, docencia y creación literaria a cargo de Rafael Horacio López y Jose Luis Colombini con alumnos de 4° año del profesorado de Historia del Instituto Superior, Dr Carlos María Carena de Mina Clavero, Traslasierra Córdoba. Docente del seminario El arte y su contexto LIc Ricardo Di Mario.
Lunes 2 de Mayo de 2016
Presentación a cargo Ricardo Di Mario
Jose Luis Colombini lee EL desierto de Jorge Luis Borges, La Bella del Libano de Gianni Siccardi.
Rafael Horacio López habla sobre la poesía.
Jose Luis Colombini lee sus poemas Dora y Susurrando silencios
Alumnos leen sus creaciones

Ricardo Di Mario lee su poema Fantasmas

11 de julio de 2016

Muchacha Florentina, Enrique Lihn

MUCHACHA FLORENTINA

El extranjero trae a las ciudades
el cansado recuerdo de sus libros de estampas,
ese mundo inconcluso que veía girar,
mitad en sueños, por el ojo mismo
de la prohibición—y en la pieza vacía
parpadeaba el recuerdo de otra infancia
trágicamente desaparecida—.
Y es como si esta muchacha florentina
siempre hubiera preferido ignorarlo
abstraída en su belleza Alto Renacimiento,
camino de Sandro Boticelli,
las alas en el bolso para la Anunciación, y un gesto
de sembrar luces equidistantes
en las colinas de la alegoría
inabordables.

Enrique Lihn


10 de julio de 2016

La desaparición de este lucero... Enrique Lihn

La desaparición de este lucero
lo puso ferozmente en evidencia
no era Venus, la estrella vespertina
no era Venus, la estrella matutina
Era una lucecilla intermitente
no nacida del cielo ni del mar
y yo era sólo un náufrago en la tierra

No era siquiera una mujer fatal
bella, si, pero espuma del oleaje
un simulacro de la Diosa ausente

Ni de pie sobre el mar: en la bañera
ni espuma: algo de carne, algo de hueso
un pajarillo, y eso, de mujer
dócil al aire pero desalado
y desolado, pues volar podía
tan sólo cuando el viento lo soplaba
ni tuvo el mar por mítico escenario
En la ciudad más fea de la tierra
se hizo humo a la hora de los quiubos
Era fulana, y eso, simplemente
y yo, el imbécil que escribió este libro.

Enrique Lihn

De Al bello aparecer de este lucero (1983)

9 de julio de 2016

Cámara de tortura, Enrique Lihn

 CÁMARA DE TORTURA

Su ayuda es mi sueldo
Su sueldo es la cuadratura de mí círculo,
que saco con los dedos para mantener su agilidad
Su calculadora es mi mano a la que le falta un dedo con el que me prevengo de los errores de cálculo
Su limosna es el capital con que me pongo cuando se la pido

Su aparición en el Paseo Ahumada es mi estreno en sociedad
Su sociedad es secreta en lo que toca a mi tribu
Su seguridad personal es mi falta de decisión
Su pañuelo en el bolsillo es mi bandera blanca
Su corbata es mi nudo gordiano
Su terno de Falabella es mi telón de fondo
Su zapato derecho es mi zapato izquierdo doce años después
La línea de su pantalón es el límite que yo no podría franquear aunque me disfrazara de usted después de empelotarlo a la fuerza
Su ascensión por la escalinata del Banco de Chile es mi sueño de Jacob por el que baja un án gel rubio y de alas pintadas a pagar, cuerpo a cuerpo, todas mis deudas
Su chequera es mi saco de papeles cuando me pego una volada
Su firma es mi entretención de analfabeto
Su dos más dos son cuatro es mi dos menos dos
Su ir y venir es mi laberinto en que yo rumiante me pierdo perseguido por una mosca
Su oficina es el entretelón en que se puede condenar a muerte mi nombre y su traspaso a otro cadáver que lo lleve en un país amigo
Su consultorio es mi cámara de tortura
Su cámara de tortura es el único hotel en que puedo ser recibido a cualquier hora sin previo aviso de su parte
Su orden es mi canto
Su lapicera eléctrica es lo que hace de mí un autor copioso un maldito iluminado o el cojonudo que muere pollo, según quien sea yo en ese momento
Su mala leche es mi sangre
Su patada en el culo es mi ascensión a los cielos que son lo que son y no lo que Dios quiere
Su tranquilidad es mi muerte por la espalda
Su libertad es mi perpétua
Su paz es la mía siempre y cuando yo goce de ella eternamente y usted de por vida
Su vida real es el fin de mi imaginación cuando me pego una volada
Su mujer es en tal caso mi gatita despanzurrada
Su mondadientes es ahora mi tenedor
Su tenedor es mi cuchara
Su cuchillo es mi tentación de degollarlo cuando me mamo un cogollo
Su policial es el guardián de mi impropiedad
Su ovejero es mi degollador a la puerta de su casa como si yo no fuera una maldita oveja extraviada
Su metralleta es mi novia con la que tiro en sueños
Su casco es el molde en el que vaciaron la cabeza de mi hijo cuando nazca
Su retreta es mi marcha nupcial
Su basural es mi panteón mientras no se lleven los cadáveres.

Enrique Lihn


8 de julio de 2016

El vaciadero, Enrique Lihn

  EL VACIADERO

No se renueva el personal de esta calle:
el elenco de la prostitución gasta su último centavo en maquillaje
bajo una luz polvorienta que se le pega a la cara
Una doble hilera de caries, dentadura de casas desmoronadas
Es la escenografía de esta Danza Macabra
trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad.

Es una cara conocida llena de
costurones con lívidas cicatrices
bajo unos centavos de polvo,
y que emerge de todas las grietas de la ciudad,
en este barrio más antiguo que el Barrio de los Alquimistas
como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose
en los dos sexos de su cuello andrógino
blandamente fálico y untado de baba vaginal
el busto de un boxeador que muestra las tetas
en el marco de un socavón.

No avanza ni retrocede el río en ese tramo descolorido y bullente alrededor de la compuerta
El mecanismo de un reloj descompuesto cuelga como la tripa de un pescado
de la mesita de noche
entre los rizos de una peluca rosada
La fermentación de las aguas del tiempo que se enroscan alrededor del detritus
como el caracol en su concha
el éxtasis de lo que por fin sepudre para siempre.

Enrique Lihn

De A partir de Manhattan (1979)

7 de julio de 2016

La pieza oscura, Enrique Lihn

 LA PIEZA OSCURA

La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso hubiera amenazado
una vaga llovizna sangrienta.
De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad
juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos no ignorábamos qué causa;
juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas o, para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.

Y así empezó a girar la vieja rueda —símbolo de la vida— la rueda que se atasca como si no volara,
entre una y otra generación, en un abrir de ojos brillantes y un cerrar de ojos opacos
con un imperceptible sonido musgoso.
Centrándose en su eje, a imitación de los niños que rodábamos de dos en dos, con las orejas rojas
—símbolos del pudor que saborea su ofensa— rabiosamente tiernos, la rueda dio unas vueltas en falso como en una edad anterior a la invención de la rueda
en el sentido de las manecillas del reloj y en su contrasentido.
Por un momento reinó la confusión en el tiempo. Y yo mordí largamente en el cuello a mi prima Isabel,
en un abrir y cerrar del ojo del que todo lo ve, como en una edad anterior al pecado
pues simulábamos luchar en la creencia de que esto hacíamos; creencia rayana en la fe como el juego en la verdad
y los hechos se aventuraban apenas a desmentirnos
con las orejas rojas.

Dejamos de girar por el suelo, mi primo Angel vencedor de Paulina, mi hermana; yo de Isabel, envueltas ambas
ninfas en un capullo de frazadas que las hacía estornudar —olor a naftalina en la pelusa del fruto—.
Esas eran nuestras armas victoriosas y las suyas vencidas confundiendose unas con otras a modo de nidos como celdas, de celdas como abrazos, de abrazos como grillos en los pies y en las manos.
Dejamos de girar con una rara sensación de vergüenza, sin conseguir formularnos otro reproche
que el de haber postulado a un éxito tan fácil.
La rueda daba ya unas vueltas perfectas, como en la época de su aparición en el mito, como en su edad de madera recién carpintereada
con un ruido de canto de gorriones medievales;
el tiempo volaba en la buena dirección. Se lo podía oír avanzar hacia nosotros
mucho más rápido que el reloj del comedor cuyo tic-tac se enardecía por romper tanto silencio.
El tiempo volaba como para arrollarnos con un ruido de aguas espumosas más rápidas en la proximidad de la rueda del molino, con alas de gorriones —símbolos del salvaje orden libre— con todo él por único objeto desbordante
y la vida —símbolo de la rueda— se adelantaba a pasar tempestuosamente haciendo girar la rueda a velocidad acelerada, como en una molienda de tiempo, tempestuosa.
Yo solté a mi cautiva y caí de rodillas, como si hubiera envejecido de golpe, presa de dulce, de empalagoso pánico
como si hubiera conocido, más allá del amor en la flor de su edad, la crueldad del corazón en el fruto del amor, la corrupción del fruto y luego... el carozo sangriento, afiebrado y seco.

¿Qué será de los niños que fuimos? Alguien se precipitó a encender la luz, más rápido que el pensamiento de las personas mayores.
Se nos buscaba ya en el interior de la casa, en las inmediaciones del molino: la pieza oscura como el claro de un bosque.
Pero siempre hubo tiempo para ganárselo a los sempiternos cazadores de niños. Cuando ellos entraron al comedor, allí estábamos los ángeles sentados a la mesa
ojeando nuestras revistas ilustradas —los hombres a un extremo, las mujeres al otro—
en un orden perfecto, anterior a la sangre.

En el contrasentido de las manecillas del reloj se desatascó la rueda antes de girar y ni siquiera nosotros pudimos encontrarnos a la vuelta del vértigo, cuando entramos en el tiempo
como en aguas mansas, serenamente veloces;
en ellas nos dispersamos para siempre, al igual que los restos de un mismo naufragio.
Pero una parte de mí no ha girado a compás de la rueda, a favor de la corriente.
Nada es bastante real para un fantasma. Soy en parte ese niño que cae de rodillas
dulcemente abrumado de imposibles presagios
y no he cumplido aún toda mi edad
ni llegaré a cumplirla como él
de una sola vez y para siempre.

Enrique Lihn
De La pieza oscura (1963)

6 de julio de 2016

Geneve, Enrique Lihn

GENEVE

La luz desplaza, cumple un arcoiris
que se dispersa sobre el lago Leman
y, más allá, se me asimila al cielo.
Árbol del agua en que la luz florece,
limpio trabajo de una fuente: el chorro
que, ociosamente, ajusta los espacios
en el centro de un mar en miniatura.
Genéve, la primavera tiene un nombre
que una bella mujer compartiría.
La soledad no duele. . . convalece
por unas horas que el reloj le cede.
Alguien canta en el lago; pasa el mundo
circundado de mágicas montañas
y niños suizos de la mano. Es tiempo
de observar a los cisnes.


Enrique Lihn

5 de julio de 2016

Ángel de rigor, Enrique Lihn



Ángel de rigor

Tarde por la mañana se hizo ver
a mi puerta qué ángel más terrible
esa misma muchacha a quien amé
en silencio hace cosa de cien años
La frustración de padre y señor mío
negándose a un incesto metafórico
que lo sepulta bajo siete capas
del alquitrán del sueño
Y me cogiste
en la debilidad del mediodía
Un soplo al corazón de la edad media
como el golpe que quiebra así el espejo
antes del baño, cuando un tipo insomne
bebe de la fatiga de sí mismo
un trago largo con sabor a muerte
Y no pude dejar de entrar contigo
con el cuerpo en la boca, digo, el alma
mismamente en la cama de mi hija
en un estado de inseguridad
el viejo efecto del deslumbramiento
Era como acostarse con un ángel
sin la preparación física mínima
tras una noche en blanco, de verano
Natural fue que nada resultara
La indecisión se apoderó de mí
y de ti, por rimar, la decepción
Herido y muerto del amor que huía
en el momento mismo de su aparición
Disminución de Alicia al ir creciendo
al otro lado de un espejo roto
en el país de Nada y Nunca Más
reverso exacto de esas maravillas.


Enrique Lihn
De Al bello aparecer de este lucero (1983)

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