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18 de octubre de 2023

Sala de autopsias, Raymond Carver

Sala de autopsias
 
En esos tiempos yo era joven y la fuerza
de diez hombres habitaba mi cuerpo,
para lo que mandaran.
Trabajaba en el hospital en el turno noche
y una de mis responsabilidades
cuando el forense terminaba sus tareas
era la de limpiar la sala de autopsias.
Ellos no tenían horario, algunas veces
terminaban temprano, otras demasiado tarde.
Y para que el personal de limpieza no se aburriera
dejaban objetos olvidados en la mesa de trabajo.
Un pequeño bebé quieto como una piedra
y más frío que la nieve. Un negro corpulento de pelo blanco
con el pecho partido al medio y los órganos vitales
flotando en una bandeja a un costado de su cabeza.
Yo siempre estaba solo, ahí. La manguera derramaba agua.
Las luces colgadas del techo encandilaban.
Una vez dejaron sobre la mesa una pierna,
una pierna de mujer de formas perfectas
y excesiva palidez.
Yo sabía para qué era la pierna,
en ocasiones los había observado.
A pesar de eso me quedé sin respiración.
 
De madrugada en casa mi mujer
me decía “Dulce, todo va a salir bien. Podemos hacer cambios,
vivir de otra manera”. Pero no es tan fácil.
Ella agarraba mi mano entre las suyas, con fuerza,
yo me reclinaba en el sillón y cerraba los ojos.
Yo pensaba en… cualquier cosa. No sabía en qué.
Yo dejaba que ella llevara mi mano a sus tetas.
Yo abría los ojos y miraba el cielorraso o el piso,
qué importa…
Mis dedos se arrastraban hacia su pierna, tibia y bien formada,
que ante la más suave caricia temblaba y se levantaba delicadamente.
Mi mente estaba confundida y cómo decirlo ¿sacudida?
No pasaba nada. Todo estaba pasando.
La vida era una piedra
que lentamente se iba gastando
                                                          y afilando.
 
 
Raymond Carver
Traducción de Esteban Moore

 

17 de octubre de 2023

Tu perro se murió, Raymond Carver


 

Tu perro se murió

una furgoneta le pasó por encima.
Lo encontraste a un lado del camino
y lo enterraste.
te sientes mal por ello.
te sientes mal en lo personal,
pero peor te sientes por tu hija
porque era su mascota,
y ella lo quería mucho.
acostumbraba a cantarle con voz suave
y lo dejaba dormir en su cama.
para ti esto fue el motivo de un poema.
lo llamaste un poema para tu hija,
un poema acerca de un perro que es atropellado por una furgoneta
y de lo que hiciste después,
de cómo lo llevaste al bosque
y lo enterraste en lo profundo, profundo,
y ese poema resultó ser muy bueno
casi te contentas de que el pequeño perro
haya sido atropellado, porque de lo contrario nunca
hubieras escrito ese poema tan bueno.
entonces te sientas a escribir
un poema acerca de la escritura de un poema
que trata de la muerte de ese perro,
pero mientras escribes
escuchas que una mujer grita
tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se detiene.
después de un minuto, continuas escribiendo.
ella vuelve a gritar.
Tú te preguntas cuánto podrá durar esto.


tu nombre, tu nombre de pila,
ambas sílabas,
y tu corazón se detiene.
después de un minuto, continuas escribiendo.
ella vuelve a gritar.
Tú te preguntas cuánto podrá durar esto.


Raymond Carver

23 de julio de 2018

Vecinos, Raymond Carver


Vecinos, Raymond Carver



Bill y Arlene Miller eran una pareja feliz. Pero de vez en cuando se sentían que solamente ellos, en su círculo, habían sido pasados por alto, de alguna manera, dejando que Bill se ocupara de sus obligaciones de contador y Arlene ocupada con sus faenas de secretaria. Charlaban de eso a veces, principalmente en comparación con las vidas de sus vecinos Harriet y Jim Stone. Les parecía a los Miller que los Stone tenían una vida más completa y brillante. Los Stone estaban siempre yendo a cenar fuera, o dando fiestas en su casa, o viajando por el país a cualquier lado en algo relacionado con el trabajo de Jim. Los Stone vivían enfrente del vestíbulo de los Miller. Jim era vendedor de una compañía de recambios de maquinaria, y frecuentemente se las arreglaba para combinar sus negocios con viajes de placer, y en esta ocasión los Stone estarían de vacaciones diez días, primero en Cheyenne, y luego en Saint Louis para visitar a sus parientes. En su ausencia, los Millers cuidarían del apartamento de los Stone, darían de comer a Kitty, y regarían las plantas. Bill y Jim se dieron la mano junto al coche. Harriet y Arlene se agarraron por los codos y se besaron ligeramente en los labios. - ¡Divertíos! – dijo Bill a Harriet. - Desde luego – respondió Harriet – Divertíos también. Arlene asintió con la cabeza. Jim le guiñó un ojo. - Adiós Arlene. ¡Cuida mucho a tu maridito! - Así lo haré – respondió Arlene. - ¡Divertíos! dijo Bill. - Por supuesto – dijo Jim sujetando ligeramente a Bill del brazo – Y gracias de nuevo. Los Stone dijeron adiós con la mano al alejarse en su coche, y los Miller les dijeron adiós con la mano también. - Bueno, me gustaría que fuéramos nosotros – dijo Bill. - Bien sabe Dios lo que nos gustaría irnos de vacaciones – dijo Arlene. Le cogió del brazo y se lo puso alrededor de su cintura mientras subían las escaleras a su apartamento. Después de cenar Arlene dijo: - No te olvides. Hay que darle a Kitty sabor de hígado la primera noche – Estaba de pie en la entrada a la cocina doblando el mantel hecho a mano que Harriet le había comprado el año pasado en Santa Fe.
Bill respiró profundamente al entrar en el apartamento de los Stone. El aire ya estaba denso y era vagamente dulce. El reloj en forma de sol sobre la televisión indicaba las ocho y media. Recordó cuando Harriet había vuelto a casa con el reloj; cómo había venido a su casa para mostrárselo a Arlene meciendo la caja de latón en sus brazos y hablándole a través del papel del envoltorio como si se tratase de un bebé.
Kitty se restregó la cara con sus zapatillas y después rodó en su costado pero saltó rápidamente al moverse Bill a la cocina y seleccionar del reluciente escurridero una de las latas colocadas. Dejando a la gata que escogiera su comida, se dirigió al baño. Se miró en el espejo y a continuación cerró los ojos y volvió a mirarse. Abrió el armarito de las medicinas. Encontró un frasco con pastillas y leyó la etiqueta: Harriet Stone. Una al día según las instrucciones – y se la metió en el bolsillo. Regresó a la cocina, sacó una jarra de agua y volvió al salón. Terminó de regar, puso la jarra en la alfombra y abrió el aparador donde guardaban el licor. Del fondo sacó la botella de Chivas Regal. Bebió dos veces de la botella, se limpió los labios con la manga y volvió a ponerla en el aparador.
Kitty estaba en el sofá durmiendo. Apagó las luces, cerrando lentamente y asegurándose que la puerta estaba cerrada. Tenía la sensación que se había dejado algo.
- ¿Qué te ha retenido? – dijo Arlene. Estaba sentada con las piernas cruzadas, mirando televisión.
- Nada. Jugando con Kitty – dijo él, y se acercó a donde estaba ella y le tocó los senos.
- Vámonos a la cama, cariño – dijo él.
Al día siguiente Bill se tomó solamente diez minutos de los veinte y cinco permitidos en su descanso de por la tarde y salió a las cinco menos cuarto. Estacionó el coche en el estacionamiento en el mismo momento que Arlene bajaba del autobús. Esperó hasta que ella entró en el edificio, entonces subió las escaleras para alcanzarla al descender del ascensor.
- ¡Bill! Dios mío, me has asustado. Llegas temprano – dijo ella.
Se encogió de hombros. No había nada que hacer en el trabajo -dijo él. Le dejo que usará su llave para abrir la puerta. Miró a la puerta al otro lado del vestíbulo antes de seguirla dentro.
- Vámonos a la cama – dijo él.
- ¿Ahora? - rió ella – ¿Qué te pasa?
- Nada. Quítate el vestido – La agarró toscamente, y ella le dijo:
- ¡Dios mío! Bill
Él se quitó el cinturón. Más tarde pidieron comida china, y cuando llegó la comieron con apetito, sin hablarse, y escuchando discos.
- No nos olvidemos de dar de comer a Kitty – dijo ella.
- Estaba en este momento pensando en eso – dijo él – Iré ahora mismo.
Escogió una lata de sabor de pescado, después llenó la jarra y fue a regar. Cuando regresó a la cocina, la gata estaba arañando su caja. Le miró fijamente antes de volver a su caja-dormitorio. Abrió todos los gabinetes y examinó las comidas enlatadas, los cereales, las comidas empaquetadas, los vasos de vino y de cocktail, las tazas y los platos, las cacerolas y las sartenes. Abrió el refrigerador. Olió el apio, dio dos mordiscos al queso, y masticó una manzana mientras caminaba al dormitorio. La cama parecía enorme, con una colcha blanca de pelusa que cubría hasta el suelo. Abrió el cajón de una mesilla de noche, encontró un paquete medio vació de cigarrillos, y se los metió en el bolsillo. A continuación se acercó al armario y estaba abriéndolo cuando llamaron a la puerta. Se paró en el baño y tiró de la cadena al ir a abrir la puerta.
- ¿Qué te ha retenido tanto? – dijo Arlene – Llevas más de una hora aquí.
- ¿De verdad? – respondió él.
- Sí, de verdad – dijo ella.
- Tuve que ir al baño – dijo él.
- Tienes tu propio baño – dijo ella.
- No me pude aguantar – dijo él.
Aquella noche volvieron a hacer el amor.
Por la mañana hizo que Arlene llamara por él. Se dio una ducha, se vistió, y preparó un desayuno ligero. Trató de empezar a leer un libro. Salió a dar un paseo y se sintió mejor. Pero después de un rato, con las manos todavía en los bolsillos, regresó al apartamento. Se paró delante de la puerta de los Stone por si podía oír a la gata moviéndose. A continuación abrió su propia puerta y fue a la cocina a por la llave.
En su interior parecía más fresco que en su apartamento, y más oscuro también. Se preguntó si las plantas tenían algo que ver con la temperatura del aire. Miró por la ventana, y después se movió lentamente por cada una de las habitaciones considerando todo lo que se le venía a la vista, cuidadosamente, un objeto a la vez. Vio ceniceros, artículos de mobiliario, utensilios de cocina, el reloj. Vio todo. Finalmente entró en el dormitorio, y la gata apareció a sus pies. La acarició una vez, la llevó al baño, y cerró la puerta.
Se tumbó en la cama y miró al techo. Se quedó un rato con los ojos cerrados, y después movió la mano por debajo de su cinturón. Trató de acordarse qué día era. Trató de recordar cuando regresaban los Stone, y se preguntó si regresarían algún día. No podía acordarse de sus caras o la manera cómo hablaban y vestían. Suspiró y con esfuerzo se dio la vuelta en la cama para inclinarse sobre la cómoda y mirarse en el espejo.
Abrió el armario y escogió una camisa hawaiana. Miró hasta encontrar unos pantalones cortos, perfectamente planchados y colgados sobre un par de pantalones de tela marrón. Se mudó de ropa y se puso los pantalones cortos y la camisa. Se miró en el espejo de nuevo. Fue a la sala y se puso una bebida y comenzó a beberla de vuelta al dormitorio. Se puso una camisa azul, un traje oscuro, una corbata blanca y azul, zapatos negros de punta. El vaso estaba vacío y se fue para servirse otra bebida.
En el dormitorio de nuevo, se sentó en una silla, cruzó las piernas, y sonrió observándose a sí mismo en el espejo. El teléfono sonó dos veces y se volvió a quedar en silencio. Terminó la bebida y se quitó el traje. Rebuscó en el cajón superior hasta que encontró un par de medias y un sostén. Se puso las medias y se sujetó el sostén, después buscó por el armario para encontrar un vestido. Se puso una falda blanca y negra a cuadros e intentó subirse la cremallera. Se puso una blusa de color vino tinto que se abotonaba por delante. Consideró los zapatos de ella, pero comprendió que no le entrarían. Durante un buen rato miró por la ventana del salón detrás de la cortina. A continuación volvió al dormitorio y puso todo en su sitio.
No tenía hambre. Ella no comió mucho tampoco. Se miraron tímidamente y sonrieron. Ella se levantó de la mesa y comprobó que la llave estaba en la estantería y a continuación se llevó los platos rápidamente. Él se puso de pie en el pasillo de la cocina y fumó un cigarrillo y la miró recogiendo la llave.
- Ponte cómodo mientras voy a su casa – dijo ella – Lee el periódico o haz algo – Cerró los dedos sobre la llave. Parecía, dijo ella, algo cansado.
Trató de concentrarse en las noticias. Leyó el periódico y encendió la televisión. Finalmente, fue al otro lado del vestíbulo. La puerta estaba cerrada.
- Soy yo. ¿Estás todavía ahí, cariño? – llamó él.
Después de un rato la cerradura se abrió y Arlene salió y cerró la puerta.
- ¿Estuve mucho tiempo aquí? – dijo ella.
- Bueno, sí estuviste – dijo él.
- ¿De verdad? – dijo ella – Supongo que he debido estar jugando con Kitty.
La estudió, y ella desvió la mirada, su mano estaba apoyada en el pomo de la puerta.
- Es divertido – dijo ella – Sabes, ir a la casa de alguien más así. - Asintió con la cabeza, tomó su mano del pomo y la guió a su propia puerta. Abrió la puerta de su propio apartamento.
- Es divertido – dijo él.
Notó hilachas blancas pegadas a la espalda del suéter y el color subido de sus mejillas. Comenzó a besarla en el cuello y el cabello y ella se dio la vuelta y le besó también.
- ¡Jolines! – dijo ella – Jooliines – cantó ella con voz de niña pequeña aplaudiendo con las manos – Me acabo de acordar que me olvidé real y verdaderamente de lo que había ido a hacer allí. No di de comer a Kitty ni regué las plantas. Le miró -¿No es eso tonto? - No lo creo – dijo él – Espera un momento. Recogeré mis cigarrillos e iré contigo.
Ella esperó hasta que él había cerrado con llave su puerta, y entonces se cogió de su brazo en su músculo y dijo:
- Me imagino que te lo debería decir. Encontré unas fotografías.
Él se paró en medio del vestíbulo.
- ¿Qué clase de fotografías?
- Ya las verás tú mismo – dijo ella y le miró con atención.
- No estarás bromeando – sonrió él - ¿Dónde?
- En un cajón – dijo ella.
- No bromeas – dijo él.
Y entonces ella dijo:
- Tal vez no regresarán - e inmediatamente se sorprendió de sus palabras.
- Pudiera suceder – dijo él – Todo pudiera suceder.
- O tal vez regresarán y … - pero no terminó.
Se cogieron de la mano durante el corto camino por el vestíbulo, y cuando él habló casi no se podía oír su voz.
- La llave – dijo él – Dámela.
- ¿Qué? - dijo ella – Miró fijamente a la puerta.
- La llave – dijo él – Tú tienes la llave.
- ¡Dios mío! – dijo ella – Dejé la llave dentro.
- Él probó el pomo. Estaba cerrado con llave. A continuación intentó mover el pomo. No se movía. Sus labios estaban apartados, y su respiración era dificultosa. Él abrió sus brazos y ella se le echó en ellos.
- No te preocupes – le dijo al oído – Por Dios, no te preocupes.
Se quedaron allí. Se abrazaron. Se inclinaron sobre la puerta como si fuera contra el viento, y se prepararon.

Raymond Carver

22 de julio de 2018

Miedo, Raymond Carver


Miedo

Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.

Ya dije eso.


Raymond Carver

21 de julio de 2018

Vos no sabés qué es el amor (una tarde con Charles Bukowski), Raymond Carver



Vos no sabés qué es el amor

(una tarde con Charles Bukowski)







Vos no sabés qué es el amor

dijo Bukowski

tengo 51 años

y estoy enamorado de esa pendeja

me pegó fuertísimo

pero no te preocupés

ella también está enganchada

así debe ser mi viejo

yo me les meto en la sangre

y ya no pueden olvidarme

Tratan de alejarse

pero finalmente vuelven

todas ellas vuelven

salvo ésa

que dejé plantada

Me hizo llorar y mucho

bueno en realidad

en esos días

tenía la lágrima fácil

Por favor

no me dejes tomar bebida blanca

me pongo mal –me vuelvo despreciable

Yo podría sentarme con Uds.

hippies queridos

y chupar cerveza toda la noche

sí diez latas o más de esta cerveza, y nada

 –todo bien es como agua

Pero si tomo licor

empiezo a tirar gente por la ventana

ya lo he hecho

Vos no sabés qué es el amor

Porque no te has enamorado

así de simple

yo tengo esta mina joven

que es muy, muy hermosa

Ella me llama Bukowski

Bukowski repite con su voz

suave y melodiosa

yo le contesto QUÉ

Vos no sabés qué es el amor

te estoy tratando de explicar

y no me escuchás

Si el amor irrumpiera en esta habitación

y les pateara el culo

ninguno de Uds.

podría reconocerlo

En una época pensaba

que las lecturas de poesía

eran un modo de entregarte

Mirá yo tengo 51 años

conozco algo la calle

sé que significa una lectura

pero me dije Bukowski

cagarte de hambre

es la peor de las entregas

Entendéme nada es lo que debiera ser

Ese tipo –cómo se llama

sí ese tal Galway Kinnell

ví su foto en una revista

Tiene su pinta

pero es profesor

Cristo Dios imagináte eso

Pero Uds. También enseñan

y yo ya estoy insultándolos

qué voy a hacer

No  -no sé quién es

y ese otro menos

Todos son insectos

egos desproporcionados

Yo ya no hago muchas lecturas

pero ésos que construyen

una reputación

basada en 5 ó 6 libros

son todos unos insectos

BUKOWSKI dice ella

Por qué escuchás

música clásica todo el día

Eso te sorprende

no imaginás a una bestia como yo

escuchando música clásica

todo el día

Brahms Rachmaninoff Bartok Telemann

Carajo no puedo escribir en esta casa

Demasiado silencio muchísimos árboles

prefiero el centro de la ciudad

ése es mi ambiente natural

pongo mi radio en FM y la música

la música clásica fluye toda la mañana

y me siento frente a la máquina

y enciendo un habano

y lo fumo así de esta manera

así

INTENSAMENTE

Me digo Bukowski

sos un tipo con suerte

Bukowski viviste todo

sos un viejo con suerte

El humo azul flota

en la habitación y yo miro

a través de la ventana

observo la avenida Delongpre

Veo a muchas personas

caminando por las veredas

Apago el cigarro

aspiro profundamente

y comienzo a escribir

Bukowski esto es vida

Pienso

es bueno ser pobre

es bueno tener hemorroides

es bueno estar enamorado

Pero vos no sabés lo que es

Vos no sabés qué es el amor

Si la vieras comprenderías

todo lo que te quiero explicar

Ella imaginó

que fui a su casa

a encamarme

Ella adivinó mis intenciones

me lo dijo

Mierda tengo 51 años

ella sólo 25 y estamos enamorados

Ella es sumamente celosa

Jesús esta es la belleza total

Me dijo

que me arrancaría los ojos

si yo salía con otra mujer

Entendés esto es el amor

Que saben Uds.

Les voy a contar algo

he conocido a tipos en la cárcel

que tienen más estilo

que las personas

que vienen a esta universidad

a las lecturas de poemas

Son chupasangres

que quieren comprobar

si las medias del poeta

están limpias

si usa desodorante

Creánme no intento defraudarlos

Quiero que recuerden algo

en esta habitación hay un solo poeta

sólo un poeta esta noche en la ciudad

y ese poeta soy yo

Qué mierda saben Uds. de la vida

Qué saben de cualquier cosa

A quién de Uds. lo echaron del trabajo

Quién fajó a su hembra

A quién lo apaleó su hembra

A mí por ejemplo

me echaron de Sears Roebuck

cinco veces

y me recontrataron otras tantas

Trabajaba en los depósitos

ya tenía 35 años

y me echaron porque creían

que yo robaba galletitas

Sé de qué se trata

Estuve ahí

Tengo 51 años ahora y estoy enamorado

Esta pendeja me dice

Bukowski

le contesto siempre

QUÉ

Tenés la cabeza llena de mierda

BEBÉ vos sí que me comprendés

Ésta es la única hembra

hombre o mujer en este mundo

de la que aceptaré

comentarios de esta índole

Vos no sabés qué es el amor

Todas vuelven finalmente

salvo ésa de la que ya te hablé

Estuvimos juntos siete años

y nos chupamos todo absolutamente

Hay un par de dactilógrafos

esta noche en esta habitación

pero escasean los poetas y no me sorprende

Tenés que conocer el amor para escribir poesía

y….

Vos no sabés qué...

Ése es tu problema, el amor

Dame un poco de eso puro sin hielo

Bueno ya es hora de comenzar el espectáculo

Sí si ya sé lo que dije

Sólo un trago más

tiene buen sabor

Vamos quiero terminar esta lectura temprano

Y después no se descuiden

no se acerquen a las ventanas





Raymond Carver

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