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17 de noviembre de 2016

Idea del árbol, Vicente Aleixandre



IDEA DEL ÁRBOL



Como la corteza misma de un árbol.

Rugosa en su materia paciente,

acumulada con severidad pero con indefectible perseverancia,

no hay sino la materia, la encarnizada materia, que no sería como llamarada,

sino como lo que queda tras el desconocido ardimiento.

La combustión se origina

en las primitivas exhalaciones, cuando la tierra se abre y respira

con fuegos sobre los cráteres de la llanura.

Fuegos misteriosos que azuzados por la transfiguración

geológica como unas lenguas pululan.

Mejor, suplican o se lamentan, mejor, increpan o, más,

denuncian, y con fatigado resuello se extinguen.

Todos los aceites del mundo, los oleosos minerales como

una sangre circulan y se asoman y espiran, y respiran, y callan.

Azules lenguas silenciosas, que en filas sobre el gran desierto

la transustanciación profundísima están figurando.

Pero allí la materia es un aire, un resplandor, un velo quemador, solo un viento.

Y cuando el simún receloso se estira y cubre su dominio tenaz, se oscurecen.

Y las delgadas lenguas instantáneas dimiten y el negror se restaura,

solo interrumpido o, mejor, coronado por la abrasada noche de las estrellas.



Pero un árbol no es lengua, aunque también trabajosamente se yergue.

No es hombre, aunque casi es humano. La fantasía del

hombre no podría inventar la materia del árbol.

Su vida tenaz y su inmovilidad rigurosa. Y su movimiento sin tregua.

Y su desafiante fuerza rendida.

Aquí sin posible comparación, la madera

no es carne, aunque puede ser herida y ser muerta.

No agua, aunque su savia mane con sufrimiento, en transparentes gotas hialinas.

Ni es sangre, aunque pueda correr hacia el mar y teñirlo

como un río que hunde su espada al morir, que es dar vida.

Pero el árbol es una idea y es anterior a la idea.

Una idea concéntrica que como un pensamiento demorado

va geométricamente conformándose desde un núcleo.

Una idea lentísima, precisa en su salvación, y ahí expuesta.

Una palabra no la d iría : la palabra es humana.

La traduce ese ser. El la expresa y la configura.

Y él es una precisa definición, en su neto lenguaje: “Es el Árbol ” .



Vicente Aleixandre

En un vasto dominio, M., Revista de Occidente, 1962 (Premio de la Crítica).

16 de noviembre de 2016

El último amor, Vicente Aleixandre



EL ÚLTIMO AMOR

I

A mor mío, amor mío.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está solo.
Y acaba de irse aquella que nos quería. Acaba de salir.
Acabamos de oír cerrarse la puerta.
Todavía nuestros brazos están tendidos. Y la voz se queja
en la garganta.
Amor mío...

Cállate. Vuelve sobre tus pasos. Cierra despacio la puerta,
si es que no quedó bien cerrada.
Regrésate.
Siéntate ahí, y descansa.
No, no oigas el ruido de la calle. No vuelve. No puede volver.
Se ha marchado, y estás solo.
No levantes los ojos para mirarlo todo, como si en todo
aún estuviera.
Se está haciendo de noche.
Ponte así: tu rostro en tu mano.
Apóyate. Descansa.
Te envuelve dulcemente la oscuridad, y lentamente te borra.
Todavía respiras. Duerme.
Duerme si puedes. Duerme poquito a poco, deshaciéndote,
desliéndote en la noche que poco a poco te anega.

¿No oyes? No, ya no oyes. El puro
silencio eres tú, oh dormido, oh abandonado,
oh solitario.
¡Oh, si yo pudiera hacer
que nunca más despertases!


I I

Las palabras del abandono. Las de la amargura.
Yo mismo, sí, yo y no otro.
Yo las oí. Sonaban como las demás. Daban el mismo sonido.
Las decían los mismos labios, que hacían el mismo movimiento.
Pero no se las podía oír igual. Porque significan: las palabras
significan. Ay, si las palabras fuesen solo un suave sonido,
y cerrando los ojos se las pudiese escuchar en el sueño...

Yo las oí. Y su sonido final fue como el de una llave que se cierra.
Como un portazo.
Las oí, y quedé mudo.
Y oí los pasos que se alejaron.
Volví, y me senté.
Silenciosamente cerré la puerta yo mismo.
Sin ruido. Y me senté. Sin sollozo.
Sereno, mientras la noche empezaba.
La noche larga. Y apoyé mi cabeza en mi mano.
Y dije...

Pero no dije nada. Moví mis labios. Suavemente, suavísimamente.
Y dibujé todavía
el último gesto, ese
que yo va nunca repetiría.


III

Porque era el último amor. ¿No lo sabes?
Era el último. Duérmete. Calla,
Era el último amor...
Y es de noche.

Vicente Aleixandre
Historia del corazón, M., Espasa-Calpe, 1954.

15 de noviembre de 2016

El fuego final, Vicente Aleixandre,



EL FUEGO FINAL

Pero tú ven aquí, óyeme y calla.
Eres pequeña como un jazmín menudo.
El mundo se abrasa, ¿no sientes cómo cruje?
Pero tú eres mínima. Apenas abultas más que un corazón dormido.
Tu pelo rubio quiere todavía ondear en el viento.
Quiere en el aire o plomo ser imagen de brisas,
ignorando las llamas que crepitan ya próximas.

Amor, amor, el mundo va a acabarse.
Eres hermosa como la esperanza de vivir todavía.
Como la certidumbre de quererte un día y otro día.
Tierna, como ese dulce abandono de las noches de junio,
cuando un verano empieza seguro de sus cielos.

Niña pequeña o dulce que eres amor o vida,
promesa cuando el fuego se acerca,
promesa de vivir, de vivir en los mayos,
sin que las llamas que van quemando el mundo
te reduzcan a nada, oh mínima entre lumbres.

Vas a morir quizá como muere la luz,
esa débil candela que las llamas asumen.
Vas a morir como alas no de pájaro,
sino de débil luz que unos dedos sujetan.

Bajo los besos últimos otra luz se despide.
No te pido el amor, ni tu vida te pido.
Me quedo aquí contigo. Somos la luz unida,
esa espada en la sombra que inmóvil va a abrasarse,
va a derretirse unida cuando las llamas lleguen.

Vicente Aleixandre
De mundo a solas (1950)

13 de junio de 2016

Memoria, Vicente Aleixandre

MEMORIA

Un bosque de veleros
Te he preguntado si vivías
El viaje si vieras qué lisura
sobre el brazo lejísimos al frente
Horizonte horizonte
Te he mentido
porque hay curvas Muchas
Escúchame Mi nombre es azucena
No humedezco los dientes que pronuncian
aunque un viento de luz cierre los ojos
roce la delgadez que los defiende
Escucha escucha. Soy la luz perdida
que lapidan las aguas en el fondo
Soy tu memoria muerta por los trópicos
donde peces de acero sólido te imitan


Vicente Aleixandre de Espadas como labios, M., Espasa-Calpe, 1932.

12 de junio de 2016

Silencio, Vicente Aleixandre

SILENCIO

Bajo el sollozo un jardín no mojado
Oh pájaros los cantos los plumajes
Esta lírica mano azul sin sueño.
Del tamaño de un ave unos labios. No escucho
El paisaje es la risa. Dos cinturas amándose.
Los árboles en sombra segregan voz Silencio
Así repaso niebla o plata dura
beso en la frente lírica agua sola
agua de nieve corazón o urna
vaticinio de besos ¡oh cabida!
donde ya mis oídos no escucharon
los pasos en la arena o luz o sombra
 
Vicente Aleixandre de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.


11 de junio de 2016

Nacimiento último, Vicente Aleixandre

NACIMIENTO ÚLTIMO

Para final esta actitud alerta
Alerta alerta alerta
Estoy despierto o hermoso Soy el sol o la respuesta
Soy esa tierra alegre que no regatea su reflejo
Cuando nace el día se oyen pregones o júbilos
Insensato el abismo ha insistido toda la noche
Pero esta alegre compañía del aire
esta iluminación de recuerdos que se ha iluminado como una atmósfera
ha permitido respirar a los bichitos más miserables
a las mismas moléculas convertidas en luz o en huellas de las pisadas
A mi paso he cantado porque he dominado el horizonte
Porque por encima de él -más lejos más porque yo soy altísimo
he visto el mar la mar los mares los no-límites
Soy alto como una juventud que no cesa
¿Adónde va a llegar esa cabeza que ha roto ya tres mil vidrios
esos techos innúmeros que olvidan que fueron carne para convertirse en sordera?
¿Hacia qué cielos o qué suelos van esos ojos no pisados
que tienen como yemas una fecundidad invisible?
¿Hacia qué lutos o desórdenes se hunden ciegas abajo esas manos abandonadas?
¿Qué nubes o qué palmas qué besos o siemprevivas
buscan esa frente esos ojos ese sueño

ese crecimiento que acabará como una muerte recién nacida?


Vicente Aleixandre, de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.

10 de junio de 2016

Súplica, Vicente Aleixandre

SÚPLICA

Delgadas lenguas cabelleras rubias
ninfas o peces ríos y la aurora
Sobre el nivel del aire bandas lucen
pájaros plumas nácares o sueño
¡Risa!
Cien fuerzas cien estelas cien latidos
un mundo entre las manos o la frente
una senda o jirafas de blancura
un oriente de perlas sobre el labio
todo un sentir a ritmo azul el' cielo

Dicha dicha navío por el brazo
por la más difícil coyuntura
por donde si aplicamos el oído
se oye el rumor de la caricia extrema
Un dolor muy pequeño si es que existe
es una niña o papel casi traslúcido
pueden verse las venas y el dibujo
pueden verse los besos no emergidos

Ríos peces estrellas puntas ansia
todo transcurre -mármol y sonidos
sordas esteras pasan clausurando
esa delgada voz de corazones



Vicente Aleixandre de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.

9 de junio de 2016

Toro, Vicente Aleixandre

TORO

Esa mentira o casta
aquí mastines pronto paloma vuela salta toro
toro de luna o miel que no despega
aquí pronto escapad escapad sólo quiero
sólo quiero los bordes de la lucha

Oh tú toro hermosísimo piel sorprendida
ciega suavidad como un mar hacia adentro
quietud caricia toro toro de cien poderes
frente a un bosque parado de espanto al borde

Toro o mundo que no
que no muge. Silencio
vastedad de esta hora Cuerno o cielo ostentoso
toro negro que aguanta caricia seda mano
Ternura delicada sobre una piel de mar
mar brillante y caliente anca pujante y dulce
abandono asombroso del bulto que deshace
sus fuerzas casi cósmicas como leche de estrellas

Mano inmensa que cubre celeste toro en tierra


Vicente Aleixandre, de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.

8 de junio de 2016

El Vals, Vicente Aleixandre

EL VALS

Eres hermosa como la piedra
oh difunta
oh viva oh viva eres dichosa como la nave
Esta orquesta que agita
mis cuidados como una negligencia
como un elegante biendecir de buen tono
ignora el vello de los pubis
ignora la risa que sale del esternón como una gran batuta
Unas olas de afrecho
un poco de serrín en los ojos
o si acaso en las sienes
o acaso adornado las cabelleras
Unas faldas largas hechas de colas de cocodrilos
Unas lenguas o unas sonrisas hechas con caparazones de cangrejos
Todo lo que está suficientemente visto
no puede sorprender a nadie
Las damas aguardan su momento sentadas sobre una lágrima
disimulando la humedad a fuerza de abanico insistente
Y los caballeros abandonados de sus traseros
quieren atraer todas las miradas a la fuerza hacia sus bigotes
Pero el vals ha llegado
Es una playa sin ondas
es un entrechocar de conchas, de tacones, de espumas o de dentaduras postizas
Es todo lo revuelto que arriba

Pechos exuberantes en bandeja en los brazos
dulces tartas caídas sobre los hombros llorosos
una languidez que revierte
un beso sorprendido en el instante que se hacía «cabello de ángel»
un dulce sí de cristal pintado de verde

Un polvillo de azúcar sobre las frentes
da una blancura cándida a las palabras limadas
y las manos se acortan más redondeadas que nunca
mientras fruncen los vestidos hechos de esparto querido

Las cabezas son nubes la música es una larga goma
las colas de plomo casi vuelan, y el estrépito
se ha convertido en los corazones en oleadas de sangre
en un licor si blanco que sabe a memoria o a cita

Adiós adiós esmeralda amatista o misterio
adiós, como una bola enorme ha llegado el instante
el preciso momento de la desnudez cabeza abajo
cuando los vellos van a pinchar los labios obscenos que saben

Es el instante el momento de decir la palabra que estalla
el momento en que los vestidos se convertirán en aves
las ventanas en gritos
las luces en socorro
y ese beso que estaba (en el rincón) entre dos bocas
se convertirá en una espina
que dispensará la muerte diciendo:
Yo os amo


Vicente Aleixandre, de Espadas como labios, Madrid,  Espasa-Calpe, 1932.


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