31 de julio de 2023

Por las noches camino el barrio, Jorge Luis Carranza


 
Por las noches
camino el barrio
recorro la palma
de su mano buena
cuando
el fuego del mundo
es rescoldo.
 
Un borde del alma
toca una pena vieja.
 
El silencio del cielo
respira.
 
Abajo
en el rescoldo
del fuego del mundo
una lucecita.
 
Sol cosido
en el corazón.
 
Jorge Luis Carranza

30 de julio de 2023

Trabaja en servicio doméstico, Jorge Luis Carranza

Trabaja en servicio doméstico
toma dos ómnibus
para ir
y volver del trabajo
tiene ocho nietos
la luz de sus ojos
tuvo cáncer de útero
le hicieron quimio
mucho tiempo
tuvo miedo
mucho
de morirse
dice
va con su amiga
a clases de bachata
dos veces por semana
le encanta
no falta nunca
al otro día
le duelen los pies
pero no importa.
 
En su cielo
Juan Luis Guerra
y Romeo Santos
cantan
ella baila
ríe
no para de bailar.
 
Jorge Luis Carranza

 

29 de julio de 2023

Llevo un populoso silencio, Jorge Luis Carranza


 Llevo un populoso silencio

 
Mudo diálogo
con los que
que están
anudados al alma.
 
Oigo
el oleaje del pensar
su rumor.
 
De fondo
el parche
del corazón.
 
Los recuerdos vuelven
una y otra vez
con nuevos detalles.
 
Un dulce vacío
llama.
Pide dulcemente
que me entregue.
 
El tren largo
que cruza
las noches largas
nunca viene solo.
 
Jorge Luis Carranza

28 de julio de 2023

Las inclemencias del hombre, Jorge Luis Carranza

Las inclemencias del hombre
el viento del mundo
no cesan.
Levantamos carpas
en el desierto.
Duran
lo que duran.
Lo que hoy es
mañana no
y viceversa.
Ropa del alma
son.

 
Jorge Luis Carranza
 

27 de julio de 2023

Apoyé la mano sobre un poema, Jorge Luis Carranza

Apoyé la mano
sobre un poema.
Nada sobresalía
en él.
¿Cómo decirlo?
Su voz era
la de quien
acerca la cuchara
a un enfermo
y le dice:
"toma' un poco de sopa
te va a hacer bien".
Eso sentí
cuando apoyé la mano
y el corazón
sobre el poema
sin montes
ni bordes.
Que tenía
esa voz.
 
Jorge Luis Carranza
 

26 de julio de 2023

Desde la costa un niño, Jorge Luis Carranza

Desde la costa
un niño
que me conoce
mece
un farol
para que
no me pierda.
Pasan los años.
Cada vez
sé menos.
En cada cosa
veo
un dios dormido.
 
Jorge Luis Carranza
 

24 de julio de 2023

Al dibujo que representa a John Keats en su muerte, Rainer María Rilke


AL DIBUJO QUE REPRESENTA A JOHN KEATS EN SU MUERTE
 
Ahora le llega al rostro al gloriador callado
lo lejano de abiertos horizontes:
así vuelve a caer el dolor que nosotros
no pudimos tornar, hacia su oscuro dueño.
 
Y esto perdura, tal como, viendo el dolor,
se convirtió en la forma más abierta,
todavía un instante; en nueva suavidad
despreciando la misma ruina y el devenir.
 
Rostro: oh ¿de quién? Ya no más esa apenas
recién establecida conexión.
Ojo, que ya no más a salir lo más bello
de las cosas obliga, de la vida rehusada.
Oh umbral de las canciones,
oh boca juvenil, para siempre entregada.
 
Solamente la frente construye algo perenne
por sobre rasgos volatilizados,
como si castigara los rizos fatigados
mintiendo al darse en ella, tiernamente dolientes.
 
Desde los milagrosos días de la Creación
el dios duerme: nosotros somos el sueño suyo,
asumidos, llevados aturdidos por él
bajo estrellas, que él ha sobrepujado.
 
Nuestro actuar le atasca en mano más dormida,
más apelotonada, y del puño no puede
salir; por eso desde la época de los héroes
le atraviesa el rugir de nuestros corazones
 
oscuros. Él a veces se conmueve de nuestro
sufrir, que le atraviesa como un dolor los miembros,
pero siempre de nuevo prepondera sobre él
el exceso sagrado de sus mundos.
 
Levantando la vista del libro, de las cercanas líneas innumerables
Afuera, hacia la noche completa:
oh, qué adecuados a las estrellas se distribuyen los sentimientos agolpados,
igual que si se atara
un ramillete campesino;
 
juventud de los leves y oscilar inclinado de los pesados
y de la tierna proa y vacilante:
por todas partes gozo y relación, y nuca exigencia
mundo en exceso y tierra suficiente
 
(De las «Poesías a la noche»)
 
 
Tú, por adelantado
perdida amada, que nunca has llegado,
yo no sé cuáles tonos amas tú.
ya no intento, al mecerse lo futuro,
reconocerte. Todas las imágenes
grandes, en mí, el paisaje sentido en lo remoto,
ciudades, torres, puentes,
recodo inesperado del camino
y lo violento de esas tierras que antaño fueron
atravesadas por los dioses, al crecer:
todo sube a alcanzar significado
en mí de ti, escapada.
 
¡Ay!, eres los jardines,
¡ay!, yo los vi con tal
esperanza. En la casa campesina
una ventana abierta -, y casi te asomaste
hacia mí, pensativa. Callejas encontré
por donde tú acababas de pasar,
y a veces los espejos de las tiendas tenían
vértigo todavía de ti, y me devolvían
asustados mi imagen tan repentina. ¿Quién
sabe si el mismo pájaro
no clamó por nosotros ayer tarde?
 
 
Blando estanque del bosque, vuelto a sí;
afuera lucha el mar entero y ruge:
y lejanías excitadas ponen
una espada en el puño a cada golpe
de tempestad, en tanto desde oscuras honduras
ilesas ves los juegos de libélulas_
 
Lo que allí, al otro lado de los doblados árboles
es precipitación, ímpetu y furia,
se refleja en tus íntimos espacios
como ensombrecimiento reservado:
en torno de ti está el bosque, sin plegarse,
lleno de reticencias en aumento.
Sólo arriba, en la vista entre las copas, muestran
las nubes una forma guerrera de leyenda.
 
Y luego: estar en un cuarto incomunicado,
ser uno que conoce ambas cosas. Oh el círculo
pequeño de las velas,
y la noche del hombre irrumpe en él
y un dolor, tal vez, dentro de los cuerpos.
¿Debo ahora acordarme del tormentoso mar
o guardar en mí imagen del estanque,
o puesto que ambas cosas a la vez se me escurren,
pensar las sangres - las sangres de ese jardín -?
Ay quién sabe lo que domina en él.
¿Espanto? ¿Suavidad? ¿Miradas, voces, libros?
Todo eso sólo como silencioso pañuelo
se estrecha por los hombros de una infancia,
que duerme en el enredo de esta vida.
 
Imágenes, señales, tomadas con apremio
¿de estar en mí os habéis arrepentido?
 
 
Oh, para el mundo yo no tengo esencia,
si la aparición fuera, como en una
creencia recibida más fácil de antemano,
alegre goza en mí, desde muy lejos.
 
Rainer María Rilke

 

23 de julio de 2023

AI hermano menor, Rainer María Rilke

AI hermano menor
 
Tú, niño ayer, a quien llegó la confusión;
no se disipe en ceguedad tu sangre,
No piensas en placer: piensas en la alegría:
estás hecho tu mismo que un esposo
y habrá de ser tu esposa tu pudor.
 
El gran gozo también tiende hacia ti,
y de pronto los brazos están desnudos todos.
En piadosas imágenes las pálidas mejillas
están cubiertas de fuegos extraños:
y tus sentidos son corno muchas serpientes,
que, ceñidas del rojo del sonido,
se tensan al compás del tamboril.
 
Y de repente- tu has quedado solo
con tus manos, que tu odian...
Y tu voluntad no hace un milagro:
 
Y allá van, como por sombrías calles,
rumores de Dios por tu oscura sangre.
 
Rainer María Rilke

 

20 de julio de 2023

La enamorada, Rainer María Rilke

LA ENAMORADA
 
Sí, de ti tengo anhelo. Me resbalo
de la mano, perdiéndome a mí misma,
sin esperanza de disputar eso
que, como de tu lado, llega a mí
serio, sin desviar, sin relación .
 
...aquellos tiempos: ¡Cómo fui Una Sola Cosa,
nada que diera voces, y que me traicionara;
mi silencio. era igual que el de una piedra
por la que arrastra el río su murmullo!
 
Pero dentro de mí, en estas semanas
de primavera, hay algo que se ha abierto despacio
saliendo del oscuro año inconsciente.
Algo ha entregado mi caliente vida
en la mano de alguno que no sabe
que yo existía ayer.
 
Rainer María Rilke
 
El libro de las imagenes
 
(1902-1906)


 Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023
PH Jose Luis Colombini

19 de julio de 2023

Canciones de los ángeles, Rainer María Rilke

Canciones de los ángeles
 
 
No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.
 
Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente...
 
Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.
 
Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.
 
Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él...
 
Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él...
 
5us manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.
 
Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.
 
Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...
 
Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.
 
Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.
 
Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.
 
Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo
 
de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.
 
Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.
 
Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...
 
Rainer María Rilke
 
Poesías juveniles
(1897 - 1898)

 

18 de julio de 2023

La criada de la Señora Blaha, Rainer María Rilke

La criada de la Señora Blaha, Rainer María Rilke

Cada verano, la señora Blaha, casada con un pequeño funcionario del ferrocarril de Turnau, Wenzel Blaha, viajaba por varias semanas a su lugar de nacimiento. Esta aldea, pobre e insignificante, se halla en la llana y pantanosa Bohemia, cerca de Nimburg. Cuando la señora Blaha, que ahora ya se sentía persona de ciudad, vio de nuevo las míseras casuchas, consideró que podía hacer una buena obra. Entró en la vivienda de una campesina conocida, de la que sabía tenía una hija, y le propuso llevarse a la chica como criada. Le pagaría un modesto salario y, además, la joven tendría la ventaja
de estar en la ciudad y aprender unas cuantas cosas. (En realidad, ni la propia señora Blaha sabía qué podría aprender.) La campesina habló del asunto con su marido, que parpadeaba continuamente y, de momento, se limitó a escupir al suelo. Pero al cabo de media hora volvió a la habitación y preguntó:
- ¿Y ya sabe la señora que Anna es...?
Dijo esto a la vez que su arrugada y morena mano se agitaba por delante de su frente como una marchita hoja de castaño.
- ¡Tonto! -le cortó la mujer-. No seremos nosotros quienes...
Así fue como Anna fue a parar a casa de los Blaha, donde solía pasear sola todo el día. Wenzel Blaha estaba en la oficina, la mujer iba a coser a domicilio, y no había niños que cuidar.
Anna se sentaba en la pequeña y oscura cocina, cuya ventana daba a un patio, y esperaba a que pasara el organillero, cosa que siempre sucedía poco antes de anochecer. Entonces, la chica se apoyaba en el alféizar, muy asomada, de modo que el aire agitaba sus pálidos cabellos, y se ponía a bailar interiormente hasta sentir mareo y
tener la impresión de que las altas y sucias paredes se inclinaban una contra otra. Al final, Anna se asustaba y descendía todas las lóbregas y mugrientas escaleras de la casa hasta la humosa taberna del callejón, donde, de cuando en cuando, alguien cantaba en la primera frase de la embriaguez. Por el camino se veía rodeada de chiquillos que, sin que nadie los echara de menos, vagaban días enteros por los patios. Cosa curiosa, aquellos niños siempre le pedían que les contase historias. A veces la seguían hasta la cocina. Pero entonces, Anna se acomodaba junto al fogón, se cubría la pálida y vacía cara con las manos y decía:
- Dejadme pensar.
Los pequeños esperaban un rato con paciencia. Pero si Annuschaka seguía pensativa y en la oscura cocina se hacía un silencio demasiad
o largo, se marchaban sin llegar a ver que la joven comenzaba a llorar y gemir quedamente, presa de una terrible añoranza que la hacía sentirse perdida e insignificante. Ni ella misma sabía exactamente qué extrañaba. Quizás, incluso, los azotes. Pero en general era la añoranza de algo impreciso, ocurrido en algún momento o tal vez sólo soñado. Sin embargo, y de tanto como los niños la hacían pensar, poco a poco hizo memoria. Primero, de una cosa roja, roja, y luego de una gran muchedumbre. Por último recordó el sonido de una campana, que tocaba muy fuerte, y... un rey, un campesino y una torre...
«Mi querido rey», dijo el campesino.
«Sí -contestó el rey con voz muy orgullosa-. Ya lo sé»
¡Claro! ¿Cómo no iba a saber el rey todo lo que fuese a decirle un campesino?
Poco tiempo después, la señora llevó consigo de compras a la chica. Dado que se acercaba la Navidad y ya había anochecido, los escaparates estaban muy iluminados y llenos de cosas maravillosas. Fue en una tienda de juguetes donde, de repente, Anna descubrió lo que había recordado. El rey, el campesino, la torre... A la joven le pareció que se oían más los latidos de su corazón que sus pasos. Apartó rápidamente la vista y, sin detenerse ni un instante, continuó el camino junto a la señora Blaha. Tenía la sensación de que no debía revelar nada. Y así, el pequeño teatro de títeres quedó atrás, sin que nadie le hiciera caso. La señora Blaha, que no era madre, ni siquiera se había fijado en él.
No tardó en llegar el domingo libre de Anna, que no regresó aquella noche. Un hombre al que ya viera alguna vez en la taberna la llevó consigo, y ella no se acordaba luego de adónde habían ido. Le parecía haber estado un año entero fuera de casa. Cuando el lunes a primera hora entró en la cocina, todo resultaba aún más frío y gris que de costumbre. Aquel día, Anna rompió una sopera y recibió una áspera bronca. La señora no llegó a darse cuenta de que la muchacha había pasado la noche fuera, cosa que Anna repitió otras tres veces, hasta Año Nuevo. Entonces dejó de moverse por la casa, cerraba miedosa la puerta y, aunque el organillero tocase en la calle, no siempre se asomaba.
Transcurrió el invierno y dio comienzo una paliducha y vacilante primavera. Es ésta una estación especial en los patios interiores. Las casas están negras y húmedas y el aire se ve descolorido, como la ropa lavada con mucha frecuencia. El brillo parece contraer las ventanas mal limpiadas, y diversos desperdicios de poco peso danzan en el viento al pasar por delante de los pisos. Los ruidos de toda la casa son más perceptibles. La vajilla produce un sonido más claro y agudo, y hasta los cuchillos y las cucharas hacían un ruido distinto.
En esa época tuvo Annuschka una niña, que le llegó del todo inesperada. Llevaba varias semanas sintiéndose gorda y pesada cuando, una mañana, la criatura quiso salir y, de pronto, estuvo en el mundo. Sabría Dios de dónde venía. Era domingo, y el matrimonio Blaha aún dormía. Anna contempló a su hija durante un rato, sin que su rostro reflejara ninguna emoción. La niña apenas se movía, hasta que, súbitamente, del pequeño pecho brotó una vocecilla muy penetrante. Al mismo tiempo llamó la señora Blaha, y en la alcoba crujió un lecho. A toda prisa, Anna agarró su delantal azul, colgado cerca de la cama, y con las tiras oprimió el dimintuo cuello, escondiendo luego todo el envoltorio azul en el fondo de su baúl. Se encaminó seguidamente a las habitaciones, descorrió las cortinas y se puso a preparar el café. Uno de aquellos días, Annuschka recibió el salario que hasta ahora le correspondía. Eran quince gulden. La muchacha cerró la puerta, abrió su baúl y colocó el pesado e inmóvil delantal azul sobre la mesa de la cocina. Abrió despacio el atadijo, miró la criatura y la midió de la cabeza a los pies con una cinta métrica. Después lo dejó todo como antes y salió de la casa. Pero...¡qué lástima! El rey, el campesino y la torre eran mucho más pequeños. No obstante los compró, y también otros muñecos. Por ejemplo, una princesa de redondos puntos rojos en las mejillas, un viejo, otro viejo que llevaba una cruz sobre el pecho y que, ya sólo por su gran barba, parecía Santa Claus, y luego dos o tres más, no tan bonitos e importantes.
Además, Anna, había adquirido un teatro cuyo telón subía y bajaba, con lo que el jardín que hacía de fondo aparecía y volvía a desaparecer.
Ahora, Annuschka tenía un remedio para la soledad. Olvidada quedó la nostalgia. Montó el precioso teatro (había costado doce gulden) y se situó detrás, como es debido. Pero a veces, cuando el telón estaba enrollado, corría hacia delante para contemplar el jardín, y toda la cocina desaparecía detrás de los altos y espléndidos árboles. Volvía luego a su sitio, sacaba dos o tres figuras y les hacía decir lo que se le antojaba. Nunca resultaba una función entera, pero sí había conversación y réplicas, y también podía suceder que, de pronto, dos polichinelas se inclinaran como asustados uno delante de otro. O que saludasen con una reverencia al anciano, que no podía hacerlo por ser totalmente de madera. Por eso, cada vez se desplomaba de agradecimiento.
Entre los chiquillos del barrio corrió la voz de los juegos de Annuschka y, a partir de entonces, primero con recelo y luego cada día con menos malicia, los niños se reunían en la cocina de los Blaha al anochecer y no perdían de vista a los polichinelas, que siempre decían lo mismo.
Una tarde, Annuschka anunció con las mejillas muy encendidas:
- ¡Pues aún tengo un muñeco mucho mayor!
Los niños temblaron de impaciencia. Pero Annuschka pareció olvidarse de aquello. Colocó todos sus polichinelas en el jardín de su teatro, apoyando en los bastidores laterales los que no
querían sostenerse en pie. Apareció también una especie de arlequín de cara grande y redonda, que los pequeños espectadores no recordaban haber visto antes. Cada vez más entusiasmados, los chiquillos pidieron que saliera aquel muñeco excepcional.Aunque sólo fuese una vez y por un momento.
- ¡Sí! ¡El muñeco grande...!
Annuschka se dirigió a su baúl. Niños y polichinelas estaban unos frente a otros, muy callados y, hasta cierto punto, parecidos. Pero los ojos desmesuradamente abiertos del arlequín, que parecían esperar algo espantoso, inspiraron de repente tal temor a los chiquillos, que sin más huyeron todos entre gritos.
La joven regresó con el voluminoso paquete azul en las manos. Súbitamente le temblaron las manos. ¡La cocina estaba tan silenciosa y vacía, sin los niños! Pero Annuschka no tenía miedo. Rió quedamente, volcó el teatro con los pies y pisoteó las diversas maderitas que habían formado el jardín. Y luego, cuando la cocina ya se hallaba totalmente a oscuras, partió la cabeza a todos los muñecos. También a aquel grande, azul.
 
Rainer María Rilke
Traducción Herminia Dauer


 Fotografias de la luna en Traslasierra, Córdoba, Argentina Invierno 2023

PH Jose Luis Colombini

16 de julio de 2023

Tu cintura, Alaide Foppa

 

Tu cintura
 
Es el puente cimbreante
que reúne
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina tu pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adornas tu cintura
con un lazo de seda.
 
Alaide Foppa de Elogio de tu cuerpo


15 de julio de 2023

Tu sexo, Alaide Foppa

 

Tu sexo
 
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de tu vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
 
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo


14 de julio de 2023

Tus ojos, Alaide Foppa

Tus ojos
 
Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de tus pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.
 
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
 

13 de julio de 2023

Tus cejas, Alaide Foppa


 
Tus cejas
 
Las breves alas
tendidas sobre tus párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.
 
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo
 

12 de julio de 2023

Propiciatoria, Alaíde Foppa


 

Propiciatoria, Alaíde Foppa
 
Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de pensamientos claros.
 
Alaíde Foppa

11 de julio de 2023

Tu nariz, Alaide Foppa

 


Alaide Foppa
 
 
De madre guatemalteca y padre argentino, nació en Barcelona en 1914.
Vivió algunos años en Argentina y pasó la adolescencia en Italia. Casada con ciudadano guatemalteco adoptó la ciudadanía guatemalteca.
Por razones políticas debió exiliarse en México por algunos años. Sus indiscutibles méritos intelectuales le permitieron ocupar la cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México.
Asimismo, fue fundadora de la cátedra de Sociología de dicha Universidad y catedrática en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
En 1980 regresó de su exilio. Al poco tiempo de llegar fue secuestrada y desaparecida por el gobierno del dictador Romeo Lucas García. Sus restos nunca fueron hallados.
De su obra poética merecen destacarse: «La Sin Ventura», «Los dedos de mi mano», «Aunque es de noche», «Guirnalda de Primavera», «Elogio de tu cuerpo», «Las palabras y el tiempo».
Tradujo al español El ave Fénix de Paul Eluard, y la Poesía de Miguel Angel.

 

 Tu nariz
 
Casi un apéndice
en la serena geometría
de tu rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que te une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
- desde el anís hasta el jazmín -
aspira trepidante
tu nariz.
 
Alaide Foppa, de Elogio de tu cuerpo


10 de julio de 2023

Mi boca también, Ana Cristina Cesar

 


Mi boca también
está seca
de este aire seco del plan alto
bebemos litros de agua
Brasilia está inclinada
iluminada
como el mundo real
poso la mano en tu pecho
mapa de navegación
de este balcón
hoy soy yo quien
te está librando
de la verdad
librándote
castillo de alusiones
forest of mirrors
ángel
que extermina
el dolor
 
Ana Cristina Cesar

9 de julio de 2023

Como Caperucita, Ana Cristina Cesar


 Como Caperucita
 
Corro de mamá a la abuela
cargada de bolsos.
Pero es en el camino donde exclamo:
- ¡ahora puedo todo!
Para esta figura obstinada voy hasta el
agotamiento,
valiente,
 
soy una mujer del siglo XIX
disfrazada en el siglo XX
 
Ana Cristina Cesar

8 de julio de 2023

Flores del más, Ana Cristina Cesar


 
Flores del más
 
despacio escriba
una primera letra
esclava
en las inmediaciones construidas
por los huracanes;
despacio mida
la primera pájara
bisoña que
rasgue
el telón
abierto
sobre los vendavales;
despacio imponga
el pulso
que mejor sepa sangrar
sobre el cuchillo
de las mareas;
despacio imprima
la primera
mirada
sobre el galope mojado
de los animales; despacio
pida más
y mas y
más
 
 
Ana Cristina Cesar

7 de julio de 2023

Folleto de curación, Ana Cristina Cesar

 

Folleto de curación
 
Las mujeres y los niños son los primeros en dejar de hundir
barcos.
 
Ana Cristina Cesar

6 de julio de 2023

Invierno Europeo, Ana Cristina Cesar

 

Invierno Europeo
 
Es más difícil desde aquí: un país extranjero, donde se hace la crema
inconexa y la subjetividad se asemeja a un robo inicial.
Recomiendo precaución. No soy un personaje de tu libro y tú tampoco.
Por favor, no me aparten del horizonte teórico de la última década. Tú
militantes sexys pasan la pelota: depresión legítima o encanto
frente a mujeres inquietas que son las únicas? Manifiesto: sujetar el balón; I
como invitado no digo nada y muy indiscretamente me quito los guantes (en
máximo), a la derecha al entrar.
 
Ana Cristina Cesar


5 de julio de 2023

Poesía, Ana Cristina Cesar

Poesía
 
jardines inhabitados pensamientos
supuestas palabras en
pedazos
jardines se ausenta
la luna figura de
una falta contemplada
jardines extremos de esa ausencia
de jardines anteriores que
retroceden
ausencia frecuentada sin misterio
cielo que retrocede
sin pregunta
 
 
Ana Cristina Cesar
De "Guantes de gamuza y otros poemas" Ediciones Bajo la Luna 1992
Versión de Teresa Arijón y Sandra Almeida
 

3 de julio de 2023

Espera, Mario Torres


 
Espera
 
Aún no es espera
La tibia, mansa muerte de este día
Aún no es espera
Cuando
 
Quema la huella de lo dicho
Lo inscripto, lo fugado
Por cuerpos en tensión
Habitándonos
 
Mario Torres

2 de julio de 2023

1 de julio de 2023

Pase Inglés, Mario Torres

 
Pase inglés.
 
Dios
Perdiste al pase inglés en las Malvinas
Te confundió el idioma universal
O una mísera parte de vos
-el general Galtieri-
Quiso ser Dios por un instante.


Mario Torres