AL DIBUJO QUE REPRESENTA A JOHN KEATS EN SU MUERTE
Ahora le llega al rostro al gloriador callado
lo lejano de abiertos horizontes:
así vuelve a caer el dolor que nosotros
no pudimos tornar, hacia su oscuro dueño.
Y esto perdura, tal como, viendo el dolor,
se convirtió en la forma más abierta,
todavía un instante; en nueva suavidad
despreciando la misma ruina y el devenir.
Rostro: oh ¿de quién? Ya no más esa apenas
recién establecida conexión.
Ojo, que ya no más a salir lo más bello
de las cosas obliga, de la vida rehusada.
Oh umbral de las canciones,
oh boca juvenil, para siempre entregada.
Solamente la frente construye algo perenne
por sobre rasgos volatilizados,
como si castigara los rizos fatigados
mintiendo al darse en ella, tiernamente dolientes.
Desde los milagrosos días de la Creación
el dios duerme: nosotros somos el sueño suyo,
asumidos, llevados aturdidos por él
bajo estrellas, que él ha sobrepujado.
Nuestro actuar le atasca en mano más dormida,
más apelotonada, y del puño no puede
salir; por eso desde la época de los héroes
le atraviesa el rugir de nuestros corazones
oscuros. Él a veces se conmueve de nuestro
sufrir, que le atraviesa como un dolor los miembros,
pero siempre de nuevo prepondera sobre él
el exceso sagrado de sus mundos.
Levantando la vista del libro, de las cercanas líneas
innumerables
Afuera, hacia la noche completa:
oh, qué adecuados a las estrellas se distribuyen los
sentimientos agolpados,
igual que si se atara
un ramillete campesino;
juventud de los leves y oscilar inclinado de los pesados
y de la tierna proa y vacilante:
por todas partes gozo y relación, y nuca exigencia
mundo en exceso y tierra suficiente
(De las «Poesías a la noche»)
Tú, por adelantado
perdida amada, que nunca has llegado,
yo no sé cuáles tonos amas tú.
ya no intento, al mecerse lo futuro,
reconocerte. Todas las imágenes
grandes, en mí, el paisaje sentido en lo remoto,
ciudades, torres, puentes,
recodo inesperado del camino
y lo violento de esas tierras que antaño fueron
atravesadas por los dioses, al crecer:
todo sube a alcanzar significado
en mí de ti, escapada.
¡Ay!, eres los jardines,
¡ay!, yo los vi con tal
esperanza. En la casa campesina
una ventana abierta -, y casi te asomaste
hacia mí, pensativa. Callejas encontré
por donde tú acababas de pasar,
y a veces los espejos de las tiendas tenían
vértigo todavía de ti, y me devolvían
asustados mi imagen tan repentina. ¿Quién
sabe si el mismo pájaro
no clamó por nosotros ayer tarde?
Blando estanque del bosque, vuelto a sí;
afuera lucha el mar entero y ruge:
y lejanías excitadas ponen
una espada en el puño a cada golpe
de tempestad, en tanto desde oscuras honduras
ilesas ves los juegos de libélulas_
Lo que allí, al otro lado de los doblados árboles
es precipitación, ímpetu y furia,
se refleja en tus íntimos espacios
como ensombrecimiento reservado:
en torno de ti está el bosque, sin plegarse,
lleno de reticencias en aumento.
Sólo arriba, en la vista entre las copas, muestran
las nubes una forma guerrera de leyenda.
Y luego: estar en un cuarto incomunicado,
ser uno que conoce ambas cosas. Oh el círculo
pequeño de las velas,
y la noche del hombre irrumpe en él
y un dolor, tal vez, dentro de los cuerpos.
¿Debo ahora acordarme del tormentoso mar
o guardar en mí imagen del estanque,
o puesto que ambas cosas a la vez se me escurren,
pensar las sangres - las sangres de ese jardín -?
Ay quién sabe lo que domina en él.
¿Espanto? ¿Suavidad? ¿Miradas, voces, libros?
Todo eso sólo como silencioso pañuelo
se estrecha por los hombros de una infancia,
que duerme en el enredo de esta vida.
Imágenes, señales, tomadas con apremio
¿de estar en mí os habéis arrepentido?
Oh, para el mundo yo no tengo esencia,
si la aparición fuera, como en una
creencia recibida más fácil de antemano,
alegre goza en mí, desde muy lejos.
Rainer María Rilke
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