25 de marzo de 2022

«Dostoievski descrito por su hija», Hermann Hesse


 

«Dostoievski descrito por su hija»
 
 Que una hija de Dostoievski viva aún, que le conociese al menos aún cuando era pequeña y tenga recuerdos directos y claros de él y que nos los trasmita ahora, es algo que debemos agradecer y aceptar como un regalo y disfrutarlo. Y de hecho aprendemos a través de este libro algunas cosas nuevas sobre Dostoievski, no muchas, pero sí algunas importantes y además un número de recuerdos pequeños, no esenciales en sí, pero llenos de vida.
 Si la autora de este libro no fuese la hija del gran escritor nos sentiríamos tentados a la crítica y, a menudo, a la más enérgica protesta, pues el libro muestra una clase de espiritualidad muy contradictoria y trabaja con teorías muy extrañas, incluso fantásticas, que incitan a la crítica por presentarse con la pretensión de ser una especie de prueba científica. Sin embargo, se trata de la hija de Dostoievski, y si, en lugar de ser una mujer ingeniosa y especial, fuese una inválida o una idiota me seguiría descubriendo ante ella y me alegraría de tener ocasión de mostrar mi aprecio a alguien que está tan próximo a Dostoievski y por cuyas venas corre su sangre.
 Las teorías con las que defiende la señorita Dostoievski sus argumentaciones requieren para la mayoría de los lectores una explicación, y más aún una traducción. Se trata de teorías raciales. Dostoievski no es explicado a través de su vida y sus obras, sino a través de su sangre, su origen, y entonces resulta que no es un ruso, sino medio lituano, medio ucraniano y que también esto son sólo mezclas, lo esencial, noble, valioso en él es una gota de sangre «normanda». Para Aimée Dostoievski Tolstoi es un alemán, Turgeniev un mongol. Naturalmente estas frases son estériles e inquietantes si las tomamos al pie de la letra como pretende desde luego su autora. Pero tenemos que recurrir a traducciones y conservar tranquilamente toda la escala de valores que la autora denomina normando, sueco, finlandés, europeo, alemán, mongol, etc., pero sustituyendo los nombres. Cuando se refiere a algo bueno, noble, distinguido dice normando, cuando se refiere a algo débil, joven e ingenuo dice eslavo, cuando odia dice «mongol» etc., y si traducimos razonablemente estas fantasías raciales, obtenemos una geografía del alma bastante fecunda y comprendemos que la hija tiene que sentir esto y aquello en Dostoievski como ucraniano, polaco, etc.
 Con esta limitación, con el consejo de tomar estas teorías raciales sólo simbólicamente, recomiendo encarecidamente el libro de esta mujer singular, valiente y obstinada. Hasta en él, en su peculiaridad y hasta en sus rarezas late el recuerdo de su gran padre.
 
 (1919)
 
Hermann Hesse

 

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