Diálogo entre el escritor y el
crítico (1930)
Escritor: Insisto: la crítica tuvo en Alemania
en ciertas épocas un nivel más alto.
Crítico: Por favor, déme un ejemplo.
Escritor: Está bien. Citaré el ensayo de
Solger sobre las «Wahlverwandschaften» y la crítica de Wilhelm Grimm sobre
«Berthold» de Arnim. Estos son hermosos ejemplos de crítica creativa. El
espíritu del que proceden es difícil de encontrar hoy.
Crítico: ¿Qué espíritu?
Escritor: El espíritu del respeto profundo.
Diga sinceramente: ¿cree que hoy son posibles entre nosotros críticas del nivel
de aquellas dos?
Crítico: No sé. Los tiempos han cambiado. Una
pregunta: ¿cree que hoy son posibles entre nosotros obras de la categoría de
las «Wahlverwandschaften» o de las obras de Arnim?
Escritor: Ah, usted cree que según es la
literatura así es la crítica. Usted opina que si hoy tuviésemos una literatura
auténtica tendríamos también una crítica auténtica. Es posible.
Crítico: Sí, eso es lo que opino.
Escritor: ¿Puedo preguntar si conoce esos
artículos de Solger y Grimm?
Crítico: A decir verdad, no.
Escritor: Pero supongo que conocerá las
«Wahlverwandschaften» y «Berthold».
Crítico: Las «Wahlverwandschaften» sí,
naturalmente. «Berthold», no.
Escritor: ¿Pero cree que «Berthold» tiene un
nivel más alto que nuestra literatura actual?
Crítico: Sí, lo creo por respeto a Arnim, y
más aún por respeto a la fuerza que tenía entonces el espíritu alemán.
Escritor: Pero ¿por qué no lee entonces a
Arnim y a todos los demás escritores auténticos de aquel tiempo? ¿Por qué
dedica toda su vida a una literatura que usted mismo considera mediocre? ¿Por
qué no dice a sus lectores?: «Mirad, ésta es la verdadera literatura, dejad esa
morralla actual y leed a Goethe, a Arnim, a Novalis».
Crítico: Esa no es mi misión. Es posible que
no lo haga por la misma razón por la que usted no escribe obras como las
«Wahlverwandschaften».
Escritor: Eso me gusta. Pero ¿cómo se explica
que Alemania produjese entonces aquellos autores? Sus obras eran oferta sin
demanda, nadie las quería. Ni las «Wahlverwandschaften», ni «Berthold» fueron
leídos por sus contemporáneos, y tampoco hoy las lee mucha gente.
Crítico: El pueblo no se interesaba entonces mucho
por la literatura y hoy tampoco. Nuestro pueblo es así. Quizás todos los
pueblos sean así. En la época de Goethe había muchos libros amenos, agradables,
esos sí se leían. Y hoy sucede lo mismo. Los libros amenos son leídos, son
criticados, no son tomados demasiado en serio por el lector ni por el crítico,
pero responden a las necesidades. La gente lee y paga a los escritores amenos y
también a sus críticos, los lee y vuelve a olvidar pronto.
Escritor: ¿Y las obras literarias auténticas?
Crítico: Se supone que están escritas para la
eternidad. Su época no se siente por lo tanto obligada a tomar nota de ellos.
Escritor: Usted debería haber sido político.
Crítico: Exacto, eso es lo que quería, me
hubiese gustado dedicarme a la política exterior. Pero entonces, cuando entré
en la redacción, no había ninguna sección política libre, sólo me podían dar
las páginas literarias.
Hermann Hesse
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