Niños de Somalia
Yo como
Tú comes
Él come
Nosotros comemos
Vosotros coméis
¡Ellos no!
Gloria Fuertes
En: Mujer de verso
en pecho, 1996
Niños de Somalia
Yo como
Tú comes
Él come
Nosotros comemos
Vosotros coméis
¡Ellos no!
Gloria Fuertes
En: Mujer de verso
en pecho, 1996
Remolinos de agua
Qué es este obsesivo latido
fabricado por vaya a saber qué extraño
rumor, que las manos del agua
dejan en la orilla.
Hay todavía un adiós
y un sol que pesa como una niebla
en el umbral esmerilado,
que lava la lluvia
dejando caer
en la hondonada, la coartada
de un eco
que suena en otra parte.
No se puede decir con certeza
que señales porfían en los espejos
enfrentados,
bajo esa piel de agua sólo hay silencios
formando remolinos.
Claudio Suárez
Barrancas
¿Y sí nos quedamos aquí
abrazados al perdón de las cosas,
llenos de lluvias y de truenos:
divisando
como las nubes son bandidos celestiales
que se roban el cielo?
En esta greda hay un tiempo
eterno y dilatado cruzando ausencias,
soñando que algunos Dioses
todavía están vivos.
Claudio Suárez
Visión temprana
Primero fue un viento
la clara ventana inerme como la piedra
y después la sed.
Aún hoy siento los tragos
afiebrados,
todavía soporto sus
destellos.
Claudio Suárez
Parte del día, BABEL
Perspectiva
Aquel fuego, es ceniza antigua,
acaso la calma tibia de una tristeza
que ya no puedo combatir.
Todo sucede lejos o se apaga
como los pasos
que no doy
De tu presencia guardo,
sobre todo, las huellas que dejaron
tus sonrisas primeras y la confusa
sombra de mi melancolía.
Claudio Suárez
Ninfa Elena
A mi madre i, m
Todo lo que ahora sé, lo aprendí
de vos, por ese saber que respiró mi
infancia.
Ninfa Elena Rodríguez: susurrada leyenda
de un amor de tan feliz memoria,
que todavía vive.
Organizando el caos de la aurora
tu sonrisa era una apuesta de los
pájaros
mientras un rayo de sol centellea
en tus tachos de geranios.
En la fatiga de tus brazos,
como la sombra que nace del verdor
llegaba el pan del día, el corazón del
silencio
y la navidad del fuego.
Extraviado en tu luz
sé que nada remediara tu ausencia,
la muerte sabe tomar del mundo más
de lo que está permitido.
A luz de mis travesuras te recuerdo,
madre, tu nombre ronda entre las copas
rojas
y tiende a durar más que la vida.
Claudio Suárez
RECONQUISTA
1
esto lo digo por el flamenco y el polen
por el aire
por el viaje
que de tanto recorrer
y desandar
se me ha vuelto pan todo romero
2
si estoy o no estoy
(quimera verdad campana)
lo mismo da
para el mar y la araucaria
3
avanzan las sombras y las luces
poco a poco
en la bahía
¿estoy despierto?
¿juego mal?
¿elijo bien la flor de mi destino?
todo es igual
victoria o exterminio
igual al fondo de la gruta
4
la casa la partida
el comején la duda
y engaño altar portón estría
nada importan al topo y al orante
5
florecer florecer
una y otra vez
en la tormenta
agridulce escozor
molienda diaria
todo sirve
6
en este salir entrar
en este incendio
ni esparto ni exorcismo
ni manantial
ni cuenca taza
ni escafandra:
sin auxilios
nada más que el rumbo cierto
7
¿pero en qué ribera
hachón
o salamandra
surgirá la fe o la pregunta?
8
¡qué difícil el rostro
el ademán
la altura!
¡oh qué bueno es estar
de verdad
en todo instante
conservar el bastón en la borrasca
aventar la duda
la señal aciaga
madurar
cobijar la adormidera
inocencia y vigilia en una mano!
9
volver
entonces volver
al sueño
al mediodía
y dejar que convivan los jazmines
con los ojos de buey y los lagartos
10
dejar que un rostro oval
un piano
la sentina
surjan de improviso
en la negra muralla embanderada
11
esto veo lentamente
reconozco el monte y el camino
Edgar Bayley
LOS MISMOS
están muy altas las ramas de ese árbol
pero ascendemos por el aire
por la fragancia
hasta ser los mismos
que el recuerdo y la luz hospedan
la misma enredadera
el mismo búho
reciben la mirada
la palabra que entonces ofrecimos
y la pasada unión
pero el alba
en el silencio de la playa
del bosque antiguo nos desprende
renacemos con el gallo y la tórtola
en tierras distintas
y el agua del arroyo nos lleva de la mano
al móvil reposo
ahora claramente veo
la circular andanza
la puerta de aquel día
la estela azul y la fugaz victoria
estuvo todo bien
está muy bien
por el sendero desciende un leñador
hasta el arroyo
y nos saluda
Edgar Bayley
LA SARTEN
una sartén poco usada
sirve a veces para estallar
el aceite y el huevo
para estrellar el blanco
el rojo
el amarillo
por el calor de una llama
silenciosa
sirve el mango también
y el pulso de quien pone
en el plato el huevo embebido
en aceite y unas papas
una sartén usada sólo en ocasiones
sirve para el huevo y las papas
y cuando la fregamos y lavamos
advertimos el riesgo de acordarnos
de embarcarnos de nuevo
en una sartén poco usada
Edgar Bayley
Cambio de estación, Edgar Bayley´
los ruidos de la calle
tan diversos
la agitación del follaje
de los árboles cercanos
el ir y venir de las hormigas
el fin del verano
ponen un orden nuevo
en el peldaño
el estribo
en la cabellera de la noche
un balcón entreabierto
la luz crece como un río
rodando por escaleras
es el primer paso del sueño
en la fogata lejana
un hombre camina solo
se detiene a ratos
observa
escucha una risa
la fiesta está por comenzar
y baila finalmente
con la mujer que lo llamaba en sueños
en la luz y el aire
y en la noche despierta
Edgar Bayley
De todos modos, Edgar Bayley
ella se va sintiéndose llamada
abre este sol su mano extiende
rechazo amor
una quimera
su oficio es ser de todos modos
aquí estará
su nombre sabe
nada la oculta
ni destello falaz
tormenta sol
ni la avenida
vuelve a ser furor helada fauce
presagio estrella nacimiento
aplomo y ansiedad
dulzura imprecación testigo
aquí está
para ser de todos modos
Edgar Bayley
Certidumbre
un ladrido es un problema de garganta
de corazón más bien
es disonante en un coro de callados
concuerda con el estruendo y la violencia
¿para qué más? ¿qué otra certidumbre?
gota a gota cae el sentido
de las voces y ladridos
las cuerdas vocales han durado
en esta sonora certidumbre
Edgar Bayley
La arena
hay pisadas en la arena
de damas que pasean junto al mar
castillos por supuesto
gaviotas y allá lejos delfines y un velero
celebro todas las pisadas
y los rastros del viento
hay un pintor junto al mar
un pintor de caballete
y más allá un titiritero
ahora hay calma
pero a veces las tempestades cambian el espectáculo
aquí muy cerca en una ferretería
venden cañas de pescar y los aparejos correspondientes
también está el cielo
abierto
claro
las nubes avanzan hacia el castillo abandonado
nadie ha podido todavía violar los cerrojos
de sus grandes puertas
ni siquiera las nubes
hay una sola ventana abierta
por donde se introducen unos jóvenes músicos
para ensayar sus próximos conciertos
y refugiarse de la arena y del sol
Edgar Bayley
Los desiertos reales, Edgar Bayley
los desiertos reales
los mares imaginarios:
no hay palabras para elogiar a esta magnolia
tampoco hay forma de destruir las palabras
ni el oficio de florista
(guarden compostura: :
en la soga de colgar se agita la flor blanca)
una tez de flores de cerezo:
la última gota de sangre
los desiertos reales
los mares imaginarios
no pueden compararse a esta magnolia.
Edgar Bayley
AUGURIO
feliz
año
nuevo
digo
lluvia luz ventana
neblina rosa labrador alcázar
río mío balcón
perdí mi nombre
y aquí
ballesta
encuentro
voy naciendo
por solsticios
herbarios
destrucciones
año nuevo
blanca flor brotaste
y el camino que sigo
y la voz
en la playa
a medianoche
y el silencio y la caja
y la ventana habitación el viento
todo lo marchitaste
me digo
no estoy solo
feliz lluvia
luz
ventana
Edgar Bayley
Planeta azul
¡La redonda e invisible jornada mía por la
eternidad!
El planeta azul gira y tiene a la muerte como
reina del todo.
No provocar a la reina de infierno.
¡Póngale un santo, amigo, a su bandido!
La fuerza de la estrella del corazón sea tomada
de la mano:
ella es salvaje caridad de agua de cielo
que ha bajado con los vientos de la infinitud,
y un pequeño pedazo de ese cielo sangra y se
enciende con un sueño terrestre.
a mi hijo Lucio
Francisco Madariaga
De Criollo del universo
Juan L. Ortiz
Mientras se cubre el monte
con una marejada de razas,
nublados de cuchillas hacen sombra
y cruza el parejero de Corrientes.
Atrás, muy atrás, planea una sombrilla
de aves,
vaga se moja la sombra de la tierra
y huye en una tordilla alada.
Francisco Madariaga
PRESENTACIÓN
Edgar Bayley alguna vez dijo: “Ahora suena
un poco extraño hablar de vanguardia, porque vivimos tiempos de intemperie, en
los que el creador tiene que defenderse de sí mismo”. Esos tiempos de intemperie a lo que se refería
Bayley son los mismos que vivimos ahora. El poder de la impostación, del
desprecio y de la iniquidad, que él combatió, en especial en el terreno de la
creación poética, no desaparecerán —recordemos que así lo pensaba Van Gogh,
cuando dijo “la miseria no terminará jamás”. La conciencia de un verdadero
artista, siempre alerta, lo sabe.
Reeditar la obra de este poeta y mago es un
acto que dará frutos positivos en muchos seres vivos que ansían impactos de
verdad, sobre todo, verdad poética. Las imágenes reales milagrosas de Bayley lo
lograrán.
Para mí Bayley fue eso y mucho más:
A veces podían ser excesivas su franqueza y
su valentía, pero sus humos o sus rechazos vehementes, como sus celebraciones,
le brotaban, con el color del día más puro, frente a la imbecilidad, la
soberbia ignorante de aquellos “autores que aceptan sin crítica el llamado
lenguaje corriente porque quieren ser ‘efectivos’ y eso no puede ser”, como
dijo el gran narrador brasileño Joao Guimaráes Rosa.
A aquel señor muy alto de imaginación y de
cuerpo de Gran Comandante de Vikingos para la defensa de la poesía, la
libertad: el amor, hoy lo seguimos teniendo entre nosotros —está encantado— en
la tierra de nadie de la poesía, como al máximo fabulador de oro, que aprueba o
desaprueba entre amigos o entre adversarios... Lo tenemos resplandeciente, con
su misterioso Doctor Pi, una relampagueante pelirroja, o una morocha de fuego
lento, que a veces desembarcan de una barcaza hecha con avellanas, con
esmeraldas y con sal verde de un mar de sol: ¿acaso de ese maravilloso Mar de
los Castillos —como lo llamaban en los tiempos coloniales— al mar del más
extremo Este Uruguayo?, que Edgar tanto frecuentó.
FRANCISCO MADARIAGA
Mayo de 1999
De Obras Edgar Bayley
Presentación de Francisco Madariaga y
prologo de Rodolfo Alonso
Edición Julia Saltzmann
Revisión y estudio preliminar: Daniel
Freidemberg
Grijalbo Mondadori 1999
Aldo Pellegrini
Aldo Pellegrini fue un hombre de la materia
divina de lo terrestre y tenía el furor, el
dolor y el color de la infinitud.
Dotado de rebeldía poética, vital, a veces
era áspero, y con la cólera de un arcángel.
Muy tierno con los inocentes, atacó las madrigueras
de las impostaciones literarias, del desprecio, de
la imbecilidad de los poderes, y de la peste de la
técnica mal aplicada.
Su destrucción fue construcción.
Su arcángel, de llamas rojas y blancas, defendió la
poesía como pocos.
Aldo, te ruego que hasta reconocer el primer paraje
del infinito, entornando los ojos, seas áspero con los
primeros vientos solares que salgan a tu encuentro.
Francisco Madariaga