PRESENTACIÓN
Edgar Bayley alguna vez dijo: “Ahora suena
un poco extraño hablar de vanguardia, porque vivimos tiempos de intemperie, en
los que el creador tiene que defenderse de sí mismo”. Esos tiempos de intemperie a lo que se refería
Bayley son los mismos que vivimos ahora. El poder de la impostación, del
desprecio y de la iniquidad, que él combatió, en especial en el terreno de la
creación poética, no desaparecerán —recordemos que así lo pensaba Van Gogh,
cuando dijo “la miseria no terminará jamás”. La conciencia de un verdadero
artista, siempre alerta, lo sabe.
Reeditar la obra de este poeta y mago es un
acto que dará frutos positivos en muchos seres vivos que ansían impactos de
verdad, sobre todo, verdad poética. Las imágenes reales milagrosas de Bayley lo
lograrán.
Para mí Bayley fue eso y mucho más:
A veces podían ser excesivas su franqueza y
su valentía, pero sus humos o sus rechazos vehementes, como sus celebraciones,
le brotaban, con el color del día más puro, frente a la imbecilidad, la
soberbia ignorante de aquellos “autores que aceptan sin crítica el llamado
lenguaje corriente porque quieren ser ‘efectivos’ y eso no puede ser”, como
dijo el gran narrador brasileño Joao Guimaráes Rosa.
A aquel señor muy alto de imaginación y de
cuerpo de Gran Comandante de Vikingos para la defensa de la poesía, la
libertad: el amor, hoy lo seguimos teniendo entre nosotros —está encantado— en
la tierra de nadie de la poesía, como al máximo fabulador de oro, que aprueba o
desaprueba entre amigos o entre adversarios... Lo tenemos resplandeciente, con
su misterioso Doctor Pi, una relampagueante pelirroja, o una morocha de fuego
lento, que a veces desembarcan de una barcaza hecha con avellanas, con
esmeraldas y con sal verde de un mar de sol: ¿acaso de ese maravilloso Mar de
los Castillos —como lo llamaban en los tiempos coloniales— al mar del más
extremo Este Uruguayo?, que Edgar tanto frecuentó.
FRANCISCO MADARIAGA
Mayo de 1999
De Obras Edgar Bayley
Presentación de Francisco Madariaga y
prologo de Rodolfo Alonso
Edición Julia Saltzmann
Revisión y estudio preliminar: Daniel
Freidemberg
Grijalbo Mondadori 1999
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