22 de septiembre de 2020

Los poetas de lo maravilloso, Aldo Pellegrini


 

Los poetas de lo maravilloso
 
Char, que considera a la poesía "un entendimiento con lo inesperado" ha establecido una verdadera retórica del misterio. Su poesía, trabajada con verdadera artesanía, no deja de traslucir a la larga el artificio. Pero, por desgracia, hay que sospechar que es este artificio el que, precisamente, lo hace tan digerible para el paladar de quienes buscan que la poesía sea bella sin contener ningún secreto ingrediente destructor.
A Blanchard, la realidad le ofrece el material para su gran fiesta poética ("Es la fiesta y lo ignoráis" lleva por título uno de sus libros). Su poesía es una fiesta donde lo real se metamorfosea mediante imágenes que se desplazan imperceptiblemente según un mecanismo de sortilegio. La de Blanchard es, como ninguna, la poesía de la soledad que trata de romper sus murallas. Murallas de niebla que nos separan y nos aíslan y que se resquebrajan al conjuro de una poesía mágica. Alcanza esa embriaguez de luminosidad a la que aspira la lámpara nocturna de la poesía. Pero en Blanchard la poesía es también reveladora de los valores éticos; y entonces dice: "La vida sin esperanza es la más digna", y lo es en la medida en que la esperanza en-vuelve una impura idea de conquista. Blanchard entiende que es necesario amar la soledad para poder amar al hombre. En ese amargo principio ascético descansa toda su poesía.
Schehadé aporta una poesía de transparencia sin igual en la que imágenes sutiles se estremecen como bajo un agua cristalina. "El que sueña se mezcla con el aire" dice el poeta; este sentido de la evanescencia de todo envuelve un mundo poético que encierra la nostalgia, la pureza y la tenuidad de lo lejano.
Malcolm de Chazal irrumpe en las letras francesas con una obra extraña que participa a la vez del aforismo y del texto automático, y cuya intención nos revela él mismo en una carta a Paulhan (Ver "Critique".  T.  IV,            NQ  20, 1948.). "La literatura no es un fin para mí, sino un medio. Por eso la hago lo más exigua posible a fin de que no me moleste. No hago literatura: lo que hago es contar la vida". En esta cita se descubren dos características surrealistas: el desprecio por la literatura como arte y el acento puesto sobre la vida. Este acento sobre la vida tiene en Chazal un enfoque muy particular. La vida consiste para él, en un diálogo con los objetos que nos rodean, diálogo, no intelectual, sino constituido por un cúmulo de sensaciones ininterrumpidas. Los estímulos parten del mundo objetivo, se reflejan en nosotros y retornan a él transfigurados. Hay en Chazal una verdadera exasperación de la percepción, quizás parecida a la que determinan algunas drogas (la mezcalina y el ácido lisérgico). Acaba así por darnos una visión mágica del mundo como unidad, descubierta al ahondar y entregarnos totalmente a las innumerables sensaciones a través de las cuales lo percibimos.
Para Leiris la poesía debe ser un riesgo, una aventura en la que el hombre se compromete a sí mismo y a su destino. Como ejemplo de este objetivo Leiris nos ha ofrecido la desnuda y cruel confesión de su libro autobiográfico: "Edad de hombre". Su poesía, rica en imágenes deslumbradoras, nos acerca a un mágico universo de irisaciones donde impera el angustioso ángel de lo erótico.
 
Aragon vivió apasionadamente el surrealismo, que para él tuvo, ante todo, un significado de revuelta. Su pasión no fue nunca el mundo del espíritu, lo sedujo siempre el mundo exterior. Para él, como lo dice en "El paisano de París", "no hay poesía sino de lo concreto" y "no hay conocimiento sino de lo particular". Tenía un agudo sentido para descubrir lo maravilloso en lo cotidiano. Violencia agresiva hacia una sociedad frustradora y conciencia de lo maravilloso que nos rodea, constituyen la esencia de su poesía, en su período surrealista.
 
 
Aldo Pellegrini
 

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