I
Para H. S. L.
¡Cómo resuenan mis pasos en la madera!
Como la pena cuando regala su eco
a los llantos de todos
los ojos.
¡Cómo contemplo las líneas de las maderas,
cómo me
abandono,
cómo miro las cosas,
cómo me adhiero a la idea de que se multiplique
la
máquina de mi reloj blanco!
Y la masa de mi cuerpo se cae
sobre la cama.
Me duermo, y en mis sueños de niño,
–con juguetes y abecedarios–
ya no puedo sentir
cómo resuenan mis pasos en la madera.
Solo, yo sólo,
me duermo.
Pero tengo miedo.
–Porque las cuencas cadavéricas de mis cuatro ventanas
me
acarician toda la noche
cada noche.
Jaime Saenz
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