Fiesta de sábado por la noche,
Herman Hesse
Hoy estuvo la hermosa milanesa,
Bailamos poco, estuvimos mucho rato sentados
hablando,
A las cinco llegué a casa,
En el cielo se veía que el día ya estaba
cerca.
Querida, no debes reñirme ni reírte,
La milanesa parecía un sueño,
Sus ojos y su boca tienen un trazo tan claro,
Durante dos horas estuve enamorado de ella,
Y no le pedí más
De lo que cada mujer entrega voluntariamente a
cualquier hombre.
Ahora vuelvo la mirada a la noche de fiesta,
Que me trajo algo así como felicidad,
Y sueño con tu pelo negro,
¡Alma querida, si estuvieses
aquí!
Mi deseo sólo está dirigido a ti,
Nunca iré a Milán,
Aunque lo prometí sin pensarlo mucho,
La mañana del domingo se asoma a mi
habitación,
Sólo he dormido un instante y en sueños vi
Fundirse a la milanesa contigo.
Mujer y serpiente debajo del árbol de la vida,
Abrazándome con la fuerza y el ardor
Que sentía antaño en mis sueños de juventud,
Que ninguna realidad desilusiona ni enfría.
El paraíso estaba en llamas
Y vosotras dos apretabais mi corazón
Con tan dulce y mortal amor
Que me consumí en el dolor de un placer
frenético.
¿Dónde fue a parar?
Estoy tumbado, desde hace horas esperando el
sueño,
Cansado, cansado, pero un poco contento
todavía.
Lo sé, no seguirá así mucho tiempo.
Herman Hesse
De la «Neue Rundschau»
(1926)
«Der Steppemoolf»
Fragmento de un diario en
versos
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