6 de agosto de 2017

El límite del diálogo, Aldo Pellegrini

EL LÍMITE DEL DIÁLOGO

Calle de duendes de primavera que atrae a los hombres se-
dientos y sacude su polvo a la diestra de las respiraciones, por
un camino de miradas furtivas, oh blancos senos ¿en que olvi-
do de horas de peligro os encontré?

Ardiendo hasta que nos detiene una frágil muralla de calma,
despertar de ruidos y perfumes.

Ya no quiero retroceder en los caminos acosado por las
ciones de las medusas.

Hacia el oriente las manos señalan la partida del sol
gravedad.

Ya no quiero envejecer en los hoteles carcomidos por las
migraciones, donde los transeúntes se inmovilizan
sueño en tanto que las lianas crecen ávidas hacia la
los pájaros.

Un mar distante y la próxima sangre entablan el
frialdad y el ardor. Los teatros están desiertos.

Los pasos se alejan en la soledad que tú respiras y Se
los rostros.

Los desconocidos se saludan profundamente hasta el límite de
la petrificación.

Aspirando a un retorno de otros climas en los que la vegetación
se enciende y el deseo hace hervir su sorda potencia hasta con-
sumirse a sí mismo sin llamas, sin cenizas.

Voracidad del aliento al atravesar impávido el foso que todo lo'
separa.

Estamos en el límite del diálogo refugiados en los portales don-
de un sol sin esperanza renuncia a iluminar la amarga quietud.
Molineros de la molicie soportando incrédulos la consagración
de la inocencia.

Estamos en el límite del diálogo, allí donde se alcanza el cora-
zón del conocimiento. Así se logra arrebatar su mercadería a
los traficantes del misterio y la soledad, así se ahuyenta a los
mercaderes del silencio.


Aldo Pellegrini de Construcción de la destrucción (1957)

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