PARA NO VER DEMASIADO
Ante las miradas penetrantes
las peinadoras ejecutan su danza impecable
los ciegos traen una luz
que hace resplandecer las cosas
hay que eludir el punto donde lo invisible
se hace dolorosamente visible
al extender la mano
un grito separa el rostro demasiado próximo
el rostro que descubre la imperfección
necesaria
todo lo envuelve la niebla
en la que se extravían los ojos
los supuestos videntes miran hacia dentro
en busca de un mundo sin horizonte
con el compromiso de no emocionarse
se permite adorar al dios de la distancia
todos marchan cautelosos
n través del vacío translúcido
esperando ansiosamente la tempestad
aniquiladora
Aldo Pellegrini de El muro secreto (1949)
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